«Lo lamento…» “Un colega médico, mayor que yo, me llamó la atención frente a los enfermos por un error que no me parecía haber cometido. Herido en lo más profundo, me fui dando un portazo. En casa, no lograba estar tranquilo: tenía que hacer algo para reconstruir aquella relación. Después de varios intentos, pensé en llamarlo a su consultorio. Le dije: «Lamento lo que pasó esta mañana». Se quedó sorprendido y muy contento. Desde entonces nuestra relación crece continuamente y descubrimos que, aún entre muchas dificultades, es posible dar una dimensión humana a nuestro trabajo.” R. S. – Canadá ¿Qué hacer con aquella plata? “Habíamos recibido de un pariente una consistente suma de dinero como regalo. Sorprendidos por un gesto tan inesperado, nos preguntábamos qué hacer con ella. En mi familia somos nueve y cada uno expresó un deseo: uno quería una cosa, otro, otra… Por lo que a mí concierne, hubiera querido reservar al menos una parte de aquel dinero para una finalidad social. Pero nuestros hijos ¿iban a estar de acuerdo? En ese momento, mi mujer y yo nos hemos recordado que teníamos a un hijo en el cielo. Si hubiera estado entre nosotros, seguramente también a él le habría tocado su parte. Nadie nos prohibía pues que destináramos la suma que le hubiera correspondido a él a esta finalidad. Bastó comunicar la idea a los muchachos para que también ellos adhirieran a esta decisión.” C. M. – Argentina Amar sin esperar nada “Nuestra hija Ana era una muchacha llena de vida y de ideales que quería realizar: licenciarse, ser arqueóloga, formar una hermosa familia. Lamentablemente las cosas no salieron así. Después de licenciarse, atravesó un periodo de intenso estrés; sobre todo el hecho de que su novio la hubiera dejado, la llevó a una crisis profunda. Mi esposa y yo estábamos desalentados. Nos sentíamos impotentes y nos asaltaba la duda de habernos equivocado en algo educándola. Esta dura experiencia nos llevó a encontrar una profunda relación con Dios. Junto con los otros hijos nos pusimos a amar a Ana sin esperar nada de ella y, luego de un tratamiento adecuado, poco a poco ella salió del túnel. Un día nos confió que el amor de la familia había sido determinante en su curación.” E. P. – Austria
Ser “prójimos”
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