Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: “Dichosa tú que has creído” (Lucas 1,45)

Dic 16, 2021

Tras la visita de la potencia del Altísimo, María acude a la casa de su prima Isabel, con el corazón lleno de alegría. Es el primer gesto misionero que la Madre de Dios realiza después de haber dicho su “sí”. Fue al encuentro del otro con una buena nueva. Navidad es el tiempo en que nosotros también nos proponemos dar este anuncio al mundo con generosidad.

Tras la visita de la potencia del Altísimo, María acude a la casa de su prima Isabel, con el corazón lleno de alegría. Es el primer gesto misionero que la Madre de Dios realiza después de haber dicho su “sí”. Fue al encuentro del otro con una buena nueva. Navidad es el tiempo en que nosotros también nos proponemos dar este anuncio al mundo con generosidad. Como un charco En mi familia, en nombre de la libertad, nuestros hijos habían perdido toda medida y todo respeto. Un día, para no reaccionar mal y volver a tener la calma, salí a dar un paseo y, como suelo hacer, me puse a rezar el rosario. Pensaba en María. Había sido esposa y madre. Dentro de su corazón, silenciosamente, todo lo guardaba, incluso su dolor. Por más que me sentía como una mezcolanza de negatividad, el hecho de rezar y reflexionar me devolvió la paz y la fuerza para tratar de llevar a mi casa esa serenidad. De golpe, mientras caminaba, vi un charco de agua en el que se reflejaba el cielo.  Así es como yo me sentía: un charco que puede reflejar el cielo. Ello fue suficiente para volver a empezar con una nueva alegría. (F.A. Albania). Juntos Había programado con mi esposo que, regresando del trabajo, él se quedaría en casa para hacerle compañía a nuestro hijo John que tiene síndrome de Down. De ese modo, yo podría participar de un encuentro en mi parroquia, que para mí era muy importante. Sin embargo, últimamente, este pasarnos el uno al otro, de mano en mano, el deber de padres para con John sucedía demasiado a menudo, y como consecuencia de ello había notado en el muchacho reacciones negativas injustificadas.  Reflexionando, decidí renunciaar al encuentro para estar con él. Cuando supo que los tres estaríamos juntos en casa, su actitud desafiante desapareció. Mientras yo preparaba la cena, vino a decirme: “Perdón porque me porté mal contigo, mamá, empecemos de nuevo”. Se refería a algo que había hecho el día anterior y me quería decir que “volviéramos a querernos”. Me gustó que se hubiera acordado de esa ofensa. Mi esposo también estaba presente y la armonía familiar se consolidó. Pasamos una bellísima velada. Cuando John se fue a dormir estaba visiblemente feliz. (R.S. – Usa) En el hospital Ayer por la mañana, en el hospital donde desempeño tareas de voluntariado, fui a saludar a un paciente anciano.  Cuando le pregunté si quería recibir la Eucaristía, me sonrió haciendo un movimiento de la cabeza: “Hace tanto que no comulgo…”.  Le propuse: “¿Quiere rezar una breve oración?”.  Él respondió: “Sí, pero me tiene que ayudar, porque ya no recuerdo cómo se reza”. Empecé yo y, palabra tras palabra, me siguió.  Cuando acabamos la plegaria, sonrió nuevamente: “Me he emocionado”. Y pensar que por su aspecto yo habría dicho que era una persona insensible. Lo saludé con una caricia. (Umberto – Italia)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año VII, número 4, noviembre-diciembre 2021) Foto © Joachim Schwind – CSC Audiovisivi

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