Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: un pequeño esfuerzo y las jornadas toman color

Jun 19, 2019

Hacer nuestro el estilo de vida de Jesús significa acercarnos con espíritu de aceptación y compartir con las personas que conocemos en nuestro entorno familiar, laboral, de estudio y de ocio, pero teniendo en nuestros corazones un proyecto mayor, la fraternidad universal.

Hacer nuestro el estilo de vida de Jesús significa acercarnos con espíritu de aceptación y compartir con las personas que conocemos en nuestro entorno familiar, laboral, de estudio y de ocio, pero teniendo en nuestros corazones un proyecto mayor, la fraternidad universal. El quiosco de la felicidad Después de la muerte de mi hermana, me hice cargo del quiosco de periódicos que ella tenía. Mi sueño no era vender diarios y revistas, pero comencé a vivirlo como una ocasión para amar: a menudo vienen personas que necesitan intercambiar algunas palabras sobre los hechos del día. Mi puesto de diarios se ha convertido en un lugar de intercambio y humanidad. Preparé un espacio pequeño con mesas y sillas, y cuando hace buen tiempo, algunos se detienen no solo a leer, sino también a hablar. Alguien me pidió que reemplazara la palabra “Diarios” con “El quiosco de la felicidad”. (M.R. – Italia) La abuela-niña Mi madre, como resultado de su enfermedad, se ha vuelto como una niña, no puede hablar y parece no entender. Hasta hace poco vivíamos en una situación de exasperación de la que no sabíamos cómo salir. Amigos y familiares nos aconsejaron llevarla a una casa para ancianos. Después de hablar con nuestros dos hijos para encontrar una solución, decidimos repartirnos los tiempos para asistirla en casa. Pero mi esposo y yo temíamos involucrarlos en una situación demasiado pesada, pero los niños, día tras día, se volvieron cada vez más maternos con su abuela, la veían como una persona que debía ser respetada, con algo sagrado en sí que solo el amor podía penetrar. Con mamá, la relación se ha vuelto en olas de amor, que van y vienen. (Y.O. – Japón) Dar Una noche mi hermano se sintió mal, hasta el punto de tener que internarlo. Como somos pobres, me pedí un préstamo a nuestros vecinos. Mi madre y yo, con mi hermano en brazos, caminamos hacia el hospital. Después de unos pocos metros, una persona pobre pide limosna. Estaba a punto de darle algo, cuando mi madre me detiene: “¡No podemos, lo necesitamos nosotros!”. Respondí: “Mamá, si le damos a Dios, Él nos ayudará”. Así lo hicimos. En la entrada del hospital encontramos a un médico que nos conocía: gracias a él, tuvimos los análisis, hospitalizaciones y medicamentos gratuitos. Mi madre no podía entender. (M. – Egipto) El ejemplo Patty, nuestra hija menor, se había ido con una amiga en California para perfeccionar su inglés. Poco antes del final de su estancia en el extranjero, una llamada telefónica cayó como una ducha fría: estaba esperando a un niño. El padre del bebé la amaba, pero ella no estaba segura de querer casarse con él. Me quedé sin palabras, y cuando me preguntó si podía volver a casa, acepté, incluso pensando en la humillación que nos esperaba en el pequeño pueblito donde vivimos, y donde la nuestra se considera una familia ejemplar. El tiempo hasta su regreso sirvió para madurar y prepararnos para darle la bienvenida con un corazón abierto, sin juicios, como ella necesitaba. La niña nació como un rayo de sol para todos. Más tarde, otra familia en el pueblo se encontró en la misma situación, esos padres nos dijeron: “El ejemplo que nos dieron con su hija nos alienta a hacer lo mismo”. (M.J.S. – Suiza) Una jornada comenzada mal Me había ido de casa nerviosa y yendo a la escuela pensaba que el día sería un desastre. Me vino en mente una compañera antipática, ella ciertamente habría empeorado la situación. En la clase, sin embargo, me esforcé por ser amable con ella, provocando una respuesta cordial y de acogida. El día tomó otro color. Es realmente cierto que, a veces, un pequeño esfuerzo es suficiente para salir de uno mismo, y vuelve la armonía. (M.S. – Hungría)

Recogido por Chiara Favotti

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