«Dado que las guerras se originan en el espíritu de los hombres, es en el espíritu de los hombres que se debe afirmar la defensa de la paz». Así lo expresa el preámbulo del acto constitutivo de la Unesco, en su sede de París, donde el próximo 15 de noviembre, se recordará a Chiara Lubich y el compromiso del Movimiento de los Focolares en favor de la paz. Proponemos algunos de los escritos sobre la paz de Igino Giordani, quien en su existencia conoció dos guerras: «Las heridas sociales se llaman guerras, discordias que lastiman el tejido social con llagas que a veces no parece posible cerrar. El alma antigua, en sus mejores momentos, suspiraba por la paz, “si vis pacem, para bellum [si quieres la paz prepara la guerra], decían los romanos; pero en el espíritu evangélico la verdadera paz no es la procurada por la guerra, sino la que germina de una disposición pacífica, de una concordia de los ánimos. No se hace el mal para obtener el bien. “Si quieres la paz, prepara la paz”. También aquí se renueva este dicho, edificando como plataforma a la paz, la caridad, hecha para vivificar, no las armas, hechas para matar. La caridad, moviéndose, genera fraternidad, igualdad, unidad, y elimina envidias, soberbia y discordias, tendiendo a unificar a los hombres en una familia con una sola mente. La vida humana es sagrada. ¡No matar! ¡No vengarse! Ama al enemigo. Nada de ley del talión…. La humanidad que siguió a Cristo comprendió el mensaje que cantaron los ángeles, según leemos en el Evangelio, la noche de su nacimiento: “Paz en la tierra”. Basta que exista uno que ame la paz. Es la primera condición de las relaciones humanas. Jesús oponía a generales y héroes ensangrentados a los héroes pacíficos, que se vencían a sí mismos, que suscitaban las paz en sí, con los ciudadanos, con los extranjeros; creaba un heroísmo nuevo y más arduo; el de evitar la guerra bajo todas sus formas, truncando continuamente su dialéctica con el perdón y la reconciliación. Esta paz es fruto de la caridad, esa caridad por la cual se nos impone amar también a los enemigos, también a los que nos calumnian: ella impide las rupturas o las repara. En régimen de amor la discordia es un absurdo, un renegar de sí mismos; y aquel que la provoca, se pone sin duda fuera del espíritu de Cristo, y se queda fuera hasta que no restaura la concordia» Igino Giordani, El mensaje social del cristianismo, Editorial Città Nuova, Roma (1935) 1966 pp. 360-368
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