En los días en los que la Iglesia católica celebra la solemnidad de Cristo Rey, proponemos un texto de Chiara Lubich en el cual ella cuenta la importancia y el significado que tuvo esta fiesta en la historia del Movimiento de los Focolares desde sus orígenes, durante la Segunda Guerra Mundial. «Ustedes conocen el episodio de aquellos primeros tiempos durante la guerra, cuando nosotras –primeras focolarinas– nos encontrábamos en un refugio para repararnos de las bombas, y allí teníamos el Evangelio en la mano y lo abrimos; estaba todo oscuro y a la luz de una vela leímos el testamento de Jesús. Lo habíamos abierto al azar y lo leímos desde el principio hasta el final; para nosotras era un texto difícil, porque éramos jóvenes, preparadas sí, pero hasta un cierto punto; sin embargo tuvimos la impresión de que aquellas palabras se nos iluminaran, una a una. Ahora comprendemos que era efecto del carisma que había llegado, que da una luz nueva al alma que lo recibe, pero en beneficio de todos los demás a quienes les llega. Comprendimos sobre todo que Jesús pidió la unidad: “Que sean uno como tú, Padre en mí y yo en ti” Que sean uno. Y comprendimos fuertemente que aquella página del Evangelio: el testamento de Jesús era la carta magna del Movimiento que estaba naciendo. Naturalmente, enseguida nos dimos cuenta de que realizar la unidad no era fácil y no sabíamos cómo hacerla. Y nos pusimos nosotras, las siete u ocho primeras focolarinas, alrededor de un altar, recuerdo que era la fiesta de Cristo Rey –en nuestro pequeño misal era esa fiesta, ahora cambió un poco la liturgia– y allí le pedimos a Jesús: “Nosotras nos sentimos llamadas a realizar lo que Tú has pedido: la unidad, pero no sabemos cómo hacerla. Si lo ves oportuno, haznos instrumentos de unidad”. Y además, sabiendo que era la fiesta de Cristo Rey, recordábamos que en la Misa estaba escrito: “Pidan y les daré en herencia todas las gentes hasta los confines de la tierra”. Y recuerdo que nosotras, jóvenes, pero llenas de fe, creyendo en todo lo que Dios podía hacer, le pedimos, si era posible, servirlo hasta los últimos confines de la tierra. Ahora, después de 58 años de vida vemos que Él esto lo ha escuchado, porque, como ustedes saben, en nuestro Movimiento, que es católico, ecuménico, nos relacionamos con fieles de 350 Iglesias y con numerosísimos jefes de las Iglesias (…) Ahora vemos que aquella oración que hicimos, así, siendo tan jóvenes, el Señor la escuchó llevándonos por tanto a desarrollar este Movimiento entre las diferentes Iglesias, las otras religiones e incluso entre personas de otras convicciones, hasta los últimos confines de la tierra; prácticamente en todas las naciones del mundo”. (Chiara Lubich – Viena/Austria, 5 de noviembre de 2001) Fonte: Centro Chiara Lubich
Ser constructores de paz
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