Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: el otro, mi fortuna

Todo depende de cómo miramos al “otro”, el hermano o la hermana, las situaciones se pueden transformar si decidimos amar. Tiempos duros Krystyna me hablaba de los tiempos duros de la Polonia en estado de guerra: “Faltaban alimentos y productos de limpieza, entonces recibíamos cosas de amigos de la antigua Alemania Oriental. En cambio nuestros vecinos organizaban fiestas con mucho licor. Sin embargo un día notamos en su apartamento un insólito silencio y de la niña, que había quedado sola, supimos que la mamá estaba en el hospital. Fui a visitarla llevando conmigo jabón y pasta de dientes que en ese momento eran productos que no se encontraban. Cuando me vio se quedó petrificada: “¿Precisamente usted, a quien siempre he molestado, viene a verme? Ninguno de los amigos que frecuento vino. Una vez que le dieron de alta del hospital, me invitó a su casa. La acogida fue cálida. Después empezó a confiarme algo de su triste infancia, y de la falta de sentido de su vida y de la necesidad que tenía de salir de cierto círculo. La escuché con amor y le aseguré mis oraciones. Después el hombre que vivía con ella se fue y la rumorosa compañía dejó de visitar esa casa. Ahora esa mamá podía ofrecer una vida “normal” a su hija”. B.V. – Polonia Joven pareja del Sur Provenientes del Sur de Italia, se habían transferido al Norte para salir de un pueblo donde dominaba la mafia. Tenían necesidad de encontrar una casa y un trabajo para ambos. Mi situación económica no era muy florida, pero con fe me puse a ayudarlos a buscar alojamiento. Lamentablemente, cuando decía que eran del Sur, muchos cerraban la puerta. Lloré con ellos y una vez más me di cuenta que sólo un pobre puede entender a otro pobre. Viví junto a esa joven pareja muchas humillaciones y, cuando finalmente encontramos casa y trabajo, descubrí cuánto me había enriquecido el compartir con ellos. V.M. – Italia Los manteles robados Trabajo como cajera en un restaurante. No me daba escrúpulo pedir en la cocina los sobrantes para llevarlos a los niños de la calle. Siempre son muchos los que encuentro a lo largo del camino de vuelta a casa. Un día, mientras estaba bajando del autobús, ¡alguien me arrancó de las manos la cartera y escapó corriendo! Quedé desconcertada; dentro había diez manteles del restaurante que acababa de retirar de la lavandería. ¿Qué hacer? ¿Cómo decírselo a mi jefe? Comprar la tela para volverlos a hacer era impensable, dadas mis reducidas posibilidades, y no sabía cómo decírselo a mi madre y al director del restaurante. Pero estaba segura que el Eterno Padre me ayudaría. Al día siguiente le dije a mi jefe lo que había sucedido y él, sin inmutarse, me dijo que esperaba los manteles lo antes posible. A este punto un cliente que había escuchado nuestra conversación se acercó y declaró su disponibilidad para comprar la tela necesaria para confeccionar manteles nuevos. ¡Increíble! Mi primer impulso de alegría fue pensando en los niños que habría podido seguir ayudando con la comida. D.F. – Filipinas Confianza Encontré a Álvaro en una taberna, con 35 años, descuidado y con la barba larga. Cuando me pidió si lo podía ayudar a llenar una solicitud de trabajo, le di cita para el día siguiente en mi oficina. Se presentó hacia la tarde, diciendo que en realidad lo que pedía era sólo amistad. Me suscitó compasión y, superando el disgusto por el olor que emanaba, le ofrecí un brandy. Él entendió que yo no lo juzgaba y empezó a contarme sus problemas, de cuando siendo niño había sido abandonado por su madre, mientras que su padre había terminado en prisión. Las horas pasaban y él, como en confesión, seguía hablándome de sí. Estaba amaneciendo cuando se dio cuenta de que era de día y, disculpándose, se despidió. Lo volví a ver otras veces, le hice conocer a mis amigos que lo acogieron con igual familiaridad. Él correspondía haciendo varios trabajitos, realmente sabía arreglar todo. Después logró encontrar un trabajo estable, e hizo carrera, se casó y se convirtió en padre de dos niños. Cuando años después me contó todo esto era otra persona. Había encontrado su dignidad, gracias a la confianza que le habíamos demostrado. A.C. – Italia

a cargo de Stefania Tanesini

(tomado del Evangelio del día, Città Nuova, anno VI, n.2, marzo-abril 2020)  

Pedir también es amor

En su homilía del Viernes Santo de 2020, en la Basílica de San Pedro (Roma) el padre capuchino, Raniero Cantalamessa, dijo que “hay cosas que Dios ha decidido concedernos como fruto conjuntamente de su gracia y de nuestra oración”. El siguiente escrito de Chiara Lubich es una invitación a colaborar con Dios pidiéndole gracias y poniéndonos en las mejores condiciones para obtenerlas. «Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda»[1] (…). Jesús con esta Palabra nos ha dicho claramente que no hay comunión con Dios, ni verdadero culto, ni auténtica oración, sin reconciliación con el hermano. Esperemos, por lo tanto, que esta enseñanza haya penetrado profundamente en todos nuestros corazones. Y por esta esperanza es por lo que quisiera ahora hablarles precisamente de la oración que, apoyada sobre estas bases, es, sin duda, grata a Dios. Quisiera hablarles especialmente de la oración de petición para obtener ayuda y gracias. En efecto, tengo la impresión de que quizás alguno no la subraye lo suficiente. ¿Por qué? Puede ser incluso por un motivo noble al acercarnos de una forma más profunda a nuestra fe y volviéndonos prácticamente más religiosos, hemos comprendido que la religión no consiste, sin duda, solamente en ir a la iglesia para pedir, sino en amar a Dios y, por lo tanto, en dar. En consecuencia hemos puesto todo nuestro empeño en vivir todos esos principios que también nuestra espiritualidad evangélica sugiere, para hacer –como se suele decir– nuestra parte. Ciertamente este es un razonamiento muy válido. Sin embargo hay que hacer una consideración: amar a Dios implica observar todos sus mandamientos. Pues bien, un mandamiento que Jesús repite con insistencia es, precisamente, el de pedir: «Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá»[2]. ¿Qué debemos hacer por tanto? Pedir más y mejor, porque Él lo quiere así, y también de esta manera le demostramos nuestro amor (…) Es cierto que se reza, y esto quiere decir que no se cuenta únicamente con las propias fuerzas. Aun así, podemos mejorar en dos direcciones: en primer lugar, no multiplicando las oraciones, sino siendo más conscientes de lo que ya pedimos. Reflexionemos un poco y veremos cuántas gracias se piden en las oraciones [que ya hacemos]. (…) En segundo lugar, podemos –como dicen los santos– rezando de tal forma que podamos obtener lo que pedimos. Se obtiene si se pide con la conciencia de que nada podemos hacer por nosotros mismos y por lo tanto con humildad, con la convicción de que, en cambio, todo podemos hacerlo con Dios; por consiguiente, con la confianza en Él; y rezando con perseverancia: pidiendo siempre con insistencia amorosa, como Jesús desea. En síntesis, es necesario perfeccionar cada vez más esas peticiones que ya hacemos y exponerlas cada vez mejor, de forma proporcionada al esfuerzo que realizamos para vivir nuestro Ideal. Así todo resultará más fecundo. Recemos mientras estemos a tiempo. Siempre recuerdo lo que recomendó la madre de una de las primeras focolarinas antes de morir: «Recen durante la vida porque al final ya no hay posibilidad».

Chiara Lubich

(Extraído de una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 16 de febrero de 1984 Cf. Chiara Lubich,“Pedir también es amor, La vida un viaje”, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1984, 182-184)   [1] Mt 5,23-24. [2] Mt 7,7.

Evangelio vivido: una fe ganadora

“La fe -escribía Chiara Lubich- es el nuevo modo de ‘ver’, por decir así, de Jesús” . Con ella podemos acercarnos a él en cada prójimo y comprenderlo profundamente, encontrarnos con él en lo más hondo del corazón. No nos faltó nada Un día el dueño de la empresa en la que trabajo reunió al personal y, después de enumerar los problemas para encarar ese momento, nos propuso reducir las horas de servicio, con un 30 % menos de salario, para evitar despidos y seguir manteniendo a todos los obreros. . ¿Qué tenía que hacer? Fue un momento difícil, considerando que tengo una familia numerosa y los gastos son muchos… pero si así permitíamos a muchos de nosotros seguir trabajando, acepté. En casa, mi esposa y yo nos esforzamos por confiar en la providencia de Dios e involucramos en ello a los niños también para rezar, no sólo por las necesidades de nuestra familia, sino también por las demás familias con grandes carencias. Uno de los primeros signos de que Dios nos había escuchado fue la llegada de una suma de dinero que tiempo atrás le había prestado a un amigo y que prácticamente no esperaba recuperar. Ahora que han pasado muchos meses, nos damos cuenta de que no sólo nunca nos faltó nada, sino que también ha crecido el sentido de responsabilidad de nuestros hijos. S.d.O. – Brasil Ventas telefónicas Por lo general me encuentro en la situación engorrosa de tener que decir que no a un vendedor telefónico. A menudo esas indeseadas llamadas telefónicas llegan en el momento menos indicado del día. En todos estos años he adoptado una variedad de respuestas que van desde fingir un acento extranjero y decir que no entiendo, hasta el acostumbrado “No tengo tiempo”, colgando el teléfono rápidamente. Pero todas las veces que usé éstas y otras tácticas similares me sentía incómoda, pues me parecía estar agregando negatividad a alguien que no tuvo otra opción que trabajar en eso. ¿Qué podía yo hacer entonces? ¿Rechazar con delicadeza pero con firmeza antes de que el otro saliera con sus propuestas, para evitarle una pérdida de tiempo conmigo? Más tarde me acordé que la persona que está realizando ese servicio sigue siendo un prójimo al que amar, y cuanto más escucho, más me amarga cuando tengo que, al final, manifestar mi rechazo. Estoy tratando de agregar algo así como: “Que tenga un hermoso día” antes de terminar de hablar. C.C. – Estados Unidos Percibir el amor En mi sector ingresaron a un hombre de 52 años que se había disparado en la cabeza por problemas familiares. Por suerte el cerebro no había sufrido daños, pero le había afectado la vista. La operación quirúrgica fue muy complicada. Todas las veces que iba a verlo sólo decía que quería morirse. Tras un período de terapia intensiva, lo trajeron a mi sector, y allí yo aprovechaba toda ocasión para pasar a saludarlo. Un día le pregunté: «¿Sabe quién está a su lado?». Él mi dijo: «No veo, pero creo que la doctora que me operó. Durante la operación percibí mucho amor». Le prometí que iba a hacer todo lo posible para salvarle al menos uno de los ojos. Confirmando todo eso, una mañana me dijo que empezaba a ver un haz de luz. La vista mejoró día tras día. Algunos meses después de haber recibido el alta, vino a verme. Era otra persona: para él había empezado una nueva vida, también en su relación matrimonial. Pero sobre todo, decía, había vuelto a encontrar la fe. Le respondí risueñamente que había tenido que perder un ojo para ver mejor. F.K. – Eslovaquia.

Testimonios recogidos por Stefania Tanesini

(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, marzo-abril 2020)  

Radicarnos bien en el presente

Radicarnos bien en el presente

Un modo inesperado de vivir el centenario de Chiara Lubich. Intervención de María Voce en el “Osservatore Romano” 02 de abril de 2020 «Celebrar para encontrar» es el lema que, como Movimiento de los Focolares, elegimos para recordar a lo largo de 2020, en todo el mundo, los 100 años del nacimiento de nuestra fundadora Chiara Lubich. Hasta hace unas semanas, este lema nos parecía una elección acertada para celebrar, de las más variadas formas, la persona de nuestra fundadora y el carisma que Dios le había dado y que ella había transmitido generosamente. De hecho, queremos que la gente la encuentre viva hoy y no la evoque como un recuerdo nostálgico; que la encuentre en su espiritualidad, en sus obras y sobre todo en su “pueblo”, es decir, en quienes viven en el presente su espíritu de fraternidad, de comunión, de unidad. A partir del 7 de diciembre de 2019, gozamos con los numerosos eventos que se iban realizando en todo el mundo. Nos hubiera gustado que la fiesta continuara. Pero en poco tiempo el escenario cambió y el lema «celebrar para encontrar» corre el riesgo de parecer anacrónico: nosotros también hemos suspendido todo tipo de celebración o evento. La pandemia causada por el coronavirus está obligando a muchos países, en todo el planeta, a tomar medidas drásticas para frenar el contagio: el aislamiento y la distancia física son las herramientas más eficaces por ahora. Lo demuestran los signos que nos siguen llegando desde China, que durante semanas estuvimos acompañando con inquietud. Pero aquí, en Italia y en varios otros países del mundo, la situación sigue siendo muy grave. Para muchos de nosotros que vivimos aislados, es una experiencia totalmente nueva. No solo tiene una dimensión social o psicológica, sino también una fuerte repercusión espiritual. Esto se aplica a todos y especialmente a los cristianos. Una situación que también afecta a nuestra espiritualidad específica como Focolares. Estamos hechos para la comunión y la unidad. Saber cómo crear relaciones es quizás la cualidad más característica de una persona que ha conocido y acogido el espíritu de Chiara. Y, precisamente, ahora esta dimensión parecería limitada al máximo.

© Horacio Conde – CSC Audiovisivi

Pero el amor no se deja limitar. Esta es la gran experiencia que se está haciendo en estos días dramáticos y dolorosos. Más que nunca y de todas partes, me llegan testimonios de personas que ponen en marcha la creatividad y la imaginación, y que están donando a otros, incluso en condiciones difíciles e inusuales: niños que cuentan los pequeños y grandes actos de amor para superar las dificultades de tener que quedarse en casa; adolescentes que se conectan para crear un relevo de oración; empresarios que van contra corriente para no aprovecharse de la emergencia y se ponen al servicio del bien común, incluso a expensas de la ganancia personal. Hay muchas maneras de ofrecer apoyo y consuelo: en primer lugar, con la oración; con una llamada telefónica, un mensaje de WhatsApp, un correo electrónico…, para que nadie se sienta solo, no solo los que están en casa, sino también los enfermos y los que hacen todo lo posible para curar, consolar, acompañar a los que sufren las consecuencias de esta situación. Y también hay mensajes de solidaridad que nos ayudan a abrir nuestros corazones incluso más allá de la emergencia del coronavirus, como el de los jóvenes en Siria que, a pesar de sus dramáticas condiciones, encuentran la fuerza para pensar en nosotros en Italia. Son los jóvenes quienes nos enseñan que estas experiencias compartidas en las redes sociales pueden multiplicarse, porque también el bien puede ser contagioso. A través de estos testimonios, una convicción maduró en mí: el centenario de Chiara Lubich no se ha suspendido y el lema «Celebrar para encontrar» está más vigente que nunca. Pero es nuestro Padre Celestial, o tal vez también la propia Chiara, quien nos invita a vivir este año jubilar de una manera más profunda y más auténtica. Más allá de los condicionamientos, incluso en la imposibilidad de celebrar la Eucaristía juntos, estamos redescubriendo la presencia de Jesús, vivo y fuerte en el Evangelio vivido, en el hermano que amamos y en medio de todos aquellos, incluso a distancia, que están unidos en su nombre. Pero en particular, nuestra fundadora nos hace redescubrir su gran amor, su esposo: Jesús Abandonado – «el Dios de Chiara», como a monseñor Lauro Tisi, arzobispo de Trento, le gusta definirlo. Es el Dios que ha ido al límite, para acoger en sí mismo cada experiencia límite y darle valor. Es el Dios que se hizo periferia para hacernos entender que incluso en la experiencia más extrema podemos encontrarnos con Él. Es el Dios que hizo suyo todo tipo de dolor, angustia, desesperación, melancolía, para enseñarnos que el dolor aceptado y transformado en amor es una fuente inagotable de esperanza y de vida. Este es el desafío de esta emergencia planetaria: no escapar, no tratar solamente de sobrevivir para llegar sanos y salvos a la meta, sino enraizarnos bien en el presente, mirando, aceptando y afrontando cada situación dolorosa —personal o de los demás— para que sea un lugar de encuentro con “Jesús Abandonado” y encontrar, en el amor por Él, la fuerza y la creatividad para construir relaciones de fraternidad y amor incluso en esta difícil situación. Para Chiara, cada encuentro con “el Esposo”, con Jesús Abandonado, era fiesta, era una celebración. Encontrándolo, estoy convencida de que nos encontraremos también con ella, porque aprenderemos a mirar cada situación con los ojos de Dios, como trató de hacer ella. Quizás también nosotros podamos repetir la experiencia de Chiara y sus compañeras, que “casi” no se dieron cuenta ni de la guerra, ni de su final, porque, cautivadas por Dios y por su amor, experimentaron que la realidad que vivían, el amor concreto que circulaba entre ellas y con muchos en su ciudad, era más fuerte que todo. No sabemos cuánto durará esta emergencia: tal vez semanas o meses. Sin embargo, pasará. El mundo que encontraremos al final del túnel, lo estamos construyendo ahora.

de María Voce

fuente Osservatore Romano – https://www.vaticannews.va/it/osservatoreromano/news/2020-04/radicarci-bene-nel-presente.html  

Ha concluido su carrera, Regina Betz (3 de enero de 1921 – 17 de marzo de 2020)

A los 99 años, el 17 de marzo, ha fallecido Regina Betz, focolarina alemana, profesora de sociología, pionera de los Focolares en Alemania y Rusia, apasionada por el ecumenismo y comprometida con la renovación cristiana de la sociedad. Siempre tenía prisa. Desde que conocí a Regina Betz, la recuerdo con un ritmo acelerado. No como alguien que se siente empujado o perseguido, sino como alguien que tiene un objetivo que alcanzar y no quiere perder tiempo inútil. Si, en cambio, se detenía contigo, estaba completamente presente: con esa mirada brillante y vivaz, con esa sonrisa inconfundible, un poco traviesa, que te iluminaba durante todo un día. Regina Betz ha tenido cosas que hacer en la vida. Nacida primera de dos hijos en Gotinga (Alemania) en una familia católica, creció en una región de mayoría luterana con un ecumenismo natural, fortalecido aún más por la resistencia al nacionalismo de Hitler. Después de haber pasado algunos años en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, se estableció en Roma, durante tres años (1955-1958), después de sus estudios en economía social para trabajar en el Pontificio Consejo para los Laicos. Aquí conoce el Movimiento de los Focolares y queda impactada por “una luz y una fuerza”, como luego escribirá en su libro[1]. Para descubrir el secreto, participa en la Mariápolis del 58 y se encuentra, como dirá, con “cristianos que voluntariamente vivían la unidad” y el modelo de una “nueva y humana sociedad”. “Finalmente encontré – comenta– lo que había estado buscando durante mucho tiempo. Dentro de mí un canto de júbilo”. Al regresar a Alemania, donde todavía no había focolar, continúa su trabajo en la Iglesia y realiza importantes viajes a Asia y Sudamérica. En el 66 estaba entre las voluntarias del Movimiento de los Focolares cuando recibió una invitación para enseñar sociología en la escuela de formación de Loppiano (Italia), donde se sintió impulsada a ingresar – a la edad de 46 años –  como consagrada en el focolar. Los años del 68 al 90 la vieron profesora de sociología en Ratisbona (Alemania) y colaboradora del “Instituto para las Iglesias Orientales”, que le permitió conocer a cristianos de Europa del Este y hacer viajes a varios países del países de los Balcanes, a Bulgaria y Rumania. Queda particularmente impresionada por el entusiasmo de los jóvenes comunistas impulsados por el amor por los más pequeños. En 1989 le ofrecieron un trabajo académico en Moscú y esto hizo posible abrir el focolar. “La vida en Moscú – comenta – resultó ser una vida del juntos, juntos en el focolar, el juntos con muchos rusos que llegaban a conocer nuestra vida”. Conocí un poco el alma rusa, llena de generosidad, amabilidad. Experimenté una gran hospitalidad donde todo se compartía. Sin estructuras, pero muchos amigos”. Sin embargo, el florecimiento de la vida alrededor del focolar tiene un precio. Como personalmente me confió, Regina quería, que después de su muerte, hablando de ella, se comunicara la parte “oscura” de su vida. “No tengo nada más que dar – escribió en un diario de ese período – pero es consolador saber que Él está conmigo en el pozo… Para mí cada momento es duro, tengo miedo y no logro imaginar que aún pueda hacer algo”. En 2008 Regina regresó a Alemania, a la Ciudadela Ecuménica de Ottmaring. Estos años se caracterizan por las relaciones con las personas más variadas, cultivadas con visitas y con miles de cartas, escritas a mano y ricas en sabiduría. Con atención y participación, sigue los acontecimientos de la Iglesia y de la sociedad. E incluso con la pérdida de fuerzas, es fiel a la Palabra de vida personal que había recibido de Chiara Lubich: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará” (Mt 16,25). “¡Cuántas veces he dejado todo para recomenzar en otro lugar! Y cuánto he ganado: ¡cuántas experiencias, cuánto conocimiento de la vida de países y culturas, cuántas relaciones con muchas personas!” El 17 de marzo, Regina Betz terminó su carrera y dejó definitivamente todo. Estoy seguro de que ha encontrado una vida inimaginable.

Joachim Schwind

1) Regina Betz, Immer im Aufbruch, immer getragen, Verlag Neue Stadt, München 2014.

Estar cerca de los que sufren

El siguiente escrito de Chiara Lubich toca un argumento que también la actual pandemia ha puesto muy en evidencia: el  dolor. Nos ayuda a captar en él una misteriosa presencia de Dios a cuyo amor no se le escapa nada. Esta mirada genuinamente cristiana infunde esperanza y nos estimula a hacer nuestro cada dolor, el que nos afecta directamente,  como también el dolor de los que nos rodean.  (…) ¡El sufrimiento! Ese que a veces afecta totalmente a nuestras personas, o el que nos roza y mezcla lo amargo con lo dulce en nuestros días. El sufrimiento: una enfermedad, una desgracia, una prueba, una circunstancia dolorosa… ¡El sufrimiento! ¿Cómo hemos de ver este hecho, (…) que está siempre dispuesto a aparecer en cualquier existencia? ¿Cómo definirlo? ¿Cómo identificarlo? ¿Qué nombre darle? ¿De quién es la voz? Si miramos el sufrimiento con ojos humanos, estamos tentados de buscar su causa en nosotros, o fuera de nosotros, en la maldad humana por ejemplo, o en la naturaleza, o en otras cosas (…) Y todo eso puede ser también verdad, pero, si pensamos solo de este modo, olvidamos lo más importante, porque nos olvidamos de que detrás de la trama de nuestra vida está Dios, con su amor, que todo lo quiere o lo permite por un motivo superior, que es nuestro bien. Por eso los santos, cada acontecimiento doloroso que los hiere lo toman directamente de la mano de Dios. Es impresionante ver cómo nunca se equivocan en esto. Para ellos, el dolor es la voz de Dios y basta, porque–sumergidos como están en las Escrituras–, comprenden qué es y qué debe ser el sufrimiento para el cristiano; captan la transformación que realizó Jesús, ven cómo Él lo transformó de elemento negativo en elemento positivo. Jesús mismo es la explicación de ese dolor que padecen: Jesús crucificado. Por eso resulta incluso afable y hasta una cosa buena; por eso no lo maldicen, sino que lo soportan, lo aceptan, lo abrazan. Además, si también nosotros abrimos el Nuevo Testamento encontraremos su confirmación. ¿No dice Santiago, en su carta: “Consideren como perfecta alegría, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas”[1]? Así pues, sufrir es incluso motivo de alegría. Jesús, después de habernos invitado a tomar nuestra cruz para seguirlo, ¿no afirmó acaso que “el que pierda su vida” –y esto es lo máximo del sufrimiento–  “la encontrará”[2]? El dolor es por tanto esperanza de salvación. Para Pablo, además, el padecimiento es incluso un orgullo, más bien el único orgullo. “En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!”[3]. Sí, el sufrimiento, para quien lo considera desde el punto de vista cristiano, es una gran cosa; es incluso la posibilidad de completar en nosotros la pasión de Cristo, para nuestra purificación y para la redención de muchos. ¿Qué decirles entonces hoy a aquellos entre nosotros que se debaten en el sufrimiento? ¿Qué les deseamos? ¿Cómo comportarnos con ellos? Acerquémonos a ellos ante todo con sumo respeto porque, aunque todavía ellos no lo sepan, en este momento están siendo visitados por Dios. (…) Asegurémosles también nuestro continuo recuerdo y nuestra oración, para que sepan tomar directamente de las manos de Dios lo que les angustia y les hace sufrir, y puedan unirlo a la pasión de Jesús para que adquiera su máximo poder. Ayudémosles además a tener siempre presente el valor del sufrimiento. Y recordémosles ese maravilloso principio cristiano de nuestra espiritualidad, por el cual un dolor amado como rostro de Jesús crucificado y abandonado se puede transformar en alegría.

Chiara Lubich

Extraído de una conferencia telefónica, Rocca di Papa, 25 de diciembre de 1986 (Cf. “Juntos en camino”, pp. 197-200 Ed. Ciudad Nueva, Buenos Aires 1993)   [1] St 1, 2 [2] Mt 10, 39. [3] Gal 6, 14.

El 50º aniversario del Earth Day se traslada a la red

El 50º aniversario del Earth Day se traslada a la red

En Italia, la celebración del Village for the Earth se convierte en una maratón multimedia Todo está interconectado. Esta es la clave que une las celebraciones del 50 aniversario de la Jornada de la tierra, el 22 de abril, con la pandemia de coronavirus que hoy desafía a la humanidad. En la Jornada de la tierra, la emergencia sanitaria genera una comunidad global que exige modelos económicos y sociales más justos. Las celebraciones tienen lugar en el quinto aniversario de la encíclica del papa Francisco Laudato Sii sobre el tema de la ecología integral, y en la web los eventos en 193 países. En Italia, el Village for the Earth, tradicionalmente en Villa Borghese, en Roma, se convierte en una maratón multimedia en vivo en Rai Play y con incursiones en otras emisoras. Hablamos de esto con Pierluigi Sassi, presidente de Earth Day Italia. El 50º aniversario de la Jornada de la tierra tiene lugar mientras la humanidad se enfrenta al desafío del coronavirus que nos lleva a revisar nuestras prioridades, valores y objetivos… Hoy más que nunca sentimos la urgencia de cambiar el modelo económico y social que ha gobernado el desarrollo en las últimas décadas y queremos dar un mensaje de esperanza, ofrecer una clave de lectura que destaque la centralidad del hombre y la necesidad de respetar el planeta. Hemos llamado la atención del mundo sobre estos temas y la encíclica del Papa Francisco Laudato Sii, con el principio de la ecología integral, ha sido decisiva. Hoy se ha creado una sensibilidad mundial, pero se debe pasar a la acción. El coronavirus alimenta esta necesidad de cambio.

VILLAGGIO PER LA TERRA, Earth Day Italia, Villa Borghese, Roma 21 abril 2018
© Lorenzo Gobbi/Smile Vision Srls

Lo que surge al observar el desarrollo de la pandemia es la interdependencia de los problemas y las soluciones. Un elemento clave también en la batalla por la protección de la tierra… El gran concepto que el Papa ha transmitido al mundo es que no hay un problema ambiental, un problema social y económico, sino que es humano en el que todos estos factores son interdependientes. Esta conciencia se vuelve operativa cuando uno se da cuenta de que se necesita muy poco para una crisis de salud como esta para resaltar problemas que parecían nos relacionados. De ahí se desprende la importancia de las relaciones humanas y el compromiso con la solidaridad económica y social. La Jornada tiene un alcance mundial. ¿Qué vínculo hay entre las celebraciones en Italia y las de otros países? El coronavirus nos ha obligado a todos a digitalizar las celebraciones llevándolas a la red. Hemos visto que al crear una maratón digital se han creado muchas conexiones. Es la belleza de un paso adelante que casi milagrosamente, en la emergencia, se llevó a cabo en un espíritu de unidad, y que hoy en los 193 países donde se celebra la Jornada de la Tierra nos hace sentir más conectados y nos lleva a unir los esfuerzos para un mayor respeto por el hombre y el planeta. Para Italia, ¿cómo se llevarán a cabo las celebraciones? Organizamos una maratón multimedia llamada “OnePeople, OnePlanet” para recordar que pertenecemos a una sola familia humana y vivimos en un único planeta. Lo realizaremos con muchos otros medios, incluida la Rai, que transmitirá en su totalidad de 8 a 20 en Rai Play, pero también con servicios en otros medios, en contenedores RAI y con conexiones internacionales con muchos países donde hablaremos sobre pueblos indígenas, deforestación, de la belleza de nuestro planeta.

Claudia Di Lorenzi

Centenario, las novedades de Chiara: una universidad según la medida del mundo

Centenario, las novedades de Chiara: una universidad según la medida del mundo

Cómo nació la idea de realizar el Instituto Universitario Sophia y cómo se ha desarrollado hasta hoy: el alcance cultural del carisma de la unidad de Chiara Lubich El Instituto Universitario Sophia (IUS) nace como patrimonio espiritual cristiano en constante diálogo con los principios sobre los que florecieron y se desarrollaron las civilizaciones de los pueblos. Tiene su sede en Loppiano (Italia), una ciudadela de los Focolares que, desde su fundación en 1964, es un lugar de formación para familias, jóvenes y adultos con un estilo de vida basada en el Evangelio. El prof. Piero Coda, Rector del Instituto Universitario desde su nacimiento hasta febrero pasado nos explica cómo se ha realizado este proyecto a lo largo de los años. Prof. Coda, ¿cómo nació en Chiara Lubich la idea de hacer una universidad? “La idea –por lo que me confirmó en 2008, cuando se inauguró Sophia, el Padre Casimiro Bonetti, el Capuchino que acompañó a Chiara en los primeros años de la década de 1940– existió desde el comienzo. Está en el ADN del carisma de la unidad, porque se trata de un carisma del que brota una cultura: una visión concreta de la persona humana y del mundo. El punto inicial, concretamente, surgió tras el rodaje de la Escuela Abbá en la década de 1990, cuando con Chiara se empezó a estudiar la dimensión cultural del carisma recurriendo al patrimonio de luz del Paraíso de 1949. ¿Cuándo nació y cómo se ha ido desarrollando? “La Universidad nació, en una primera etapa, con el Instituto Superior de Cultura dirigido a los Gen (los jóvenes de los Focolares) inaugurado el 15 de agosto de 2001 por Chiara con un discurso que constituye su magna charta. En 2005 –habiendo visto el éxito del experimento y a pedido de exponentes de la cultura como Stefano Zamagni, Presidente de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales– se empezó el proyecto de un verdadero Instituto Universitario; pero de una manera original, según la “idea” que surge del carisma. Luego fue erigido por la Santa Sede el 7 de diciembre de 2007”. ¿Qué vínculo tiene con la Santa Sede? “Fue una elección meditada por Chiara la de erigir una Universidad que no fuera reconocida, inmediatamente, por un Estado sino por la Iglesia Católica, que le da una dimensión universal. Ello significaba también, para Chiara, un reconocimiento del hecho que el carisma de la unidad, como los grandes carismas de la historia cristiana (desde Benito, Domingo y Francisco hasta Ignacio de Loyola y Don Bosco), es un carisma en el que la Iglesia reconoce de hecho un proyecto de formación humana y social que expresa el Evangelio. Cuando más adelante surgió el “proceso de Boloña” –que es el reconocimiento bilateral de los títulos de estudio a nivel europeo y fuera de Europa, en el que la Iglesia participa– se presentaron nuevos escenarios posibles para la Institución que estaba naciendo”. ¿Cómo cambió a lo largo de los años? “Sophia nació y se desarrolló caminando con tres piernas: la de la enseñanza y la investigación a nivel académico; la de la experiencia formativa compartida en la community life entre docentes y estudiantes de todas las culturas; la de la relación con las expresiones concretas de encarnación de los valores en el carisma de la unidad en los distintos ámbitos de la vida social, política y económica. Bajo todos estos perfiles se dieron pasos enormes. Por ejemplo, cuando empezamos teníamos un solo curso de graduación y ahora ya son cuatro. El originario programa en “cultura de la unidad” se manifiesta ahora en ámbito teológico y filosófico, económico y político, de la educación, del diálogo y de la comunicación”. ¿Qué es Sophia hoy? “Una confirmación importante, una esperanza segura, una inversión estratégica. Una confirmación del valor y de la actualidad de la intuición de Chiara. Una esperanza de que la búsqueda del nuevo paradigma cultural que el cambio de época nos pide no es una utopía. Una inversión para promover con seriedad y visión el desarrollo, no sólo cultural, del carisma de la unidad y de su incidencia histórica”. Antes había un Decano, hoy hay un Rector, ¿qué quiere decir esto para la Universidad? “El hecho que el Dicasterio Vaticano para los Estudios y la Universidad haya querido este paso subraya la validez del camino hecho y es un reconocimiento del acceso del Instituto al status de Universidad. Se puede ver allí un eco de lo que el Papa Francisco nos dijo en la audiencia del 14 de noviembre pasado: «Estoy contento con el camino que ustedes han hecho en estos doce años de vida. ¡Adelante! El camino acaba de empezar»”.

Lorenzo Russo

Hacer de la Resurrección la experiencia de un pueblo

Los mejores deseos de María Voce –presidenta del Movimiento de los Focolares– para esta Pascua: experimentar el continuo paso de la muerte a la resurrección a través del amor al hermano. Solo así superaremos este doloroso tiempo de la pandemia y cualquier otro dolor. Santa Pascua de 2020 Queridas y queridos todos: Este año Jesús, en su paso de la muerte a una vida completamente nueva, nos cuestiona y nos encuentra a la escucha. Pero precisamente aquí es donde la fe y nuestro carisma vienen en nuestra ayuda: en Jesús crucificado y abandonado –el Dios de este presente que no comprendemos– encontramos la respuesta. Incluso la soledad, en la que tal vez ahora nos vemos obligados a vivir, si la vivimos con Él, puede poblarse y llenarse con su Reino[1]. Solo eligiéndolo, abrazándolo en cada dolor y amándolo de manera exclusiva, nosotros y toda la humanidad encontraremos el camino hacia la luz, hacia un nuevo nacimiento. ¡JESÚS HA RESUCITADO! Hagamos esta experiencia de pasar continuamente de la muerte a la resurrección y propongámosla a muchos, a todos. Así nos preparamos para el mañana y ponemos bases sólidas al mundo que será después, cuando volvamos a encontrarnos y abrazarnos personalmente.    ¡FELIZ PASCUA!     [1] Ver Chiara Lubich, “¿Dónde está la exclavitud?”, Escritos espirituales/1 , p. 170, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1995

Tiempo de Pascua: aislados, pero siempre proyectados hacia un mundo más unido

La emergencia del Coronavirus impuso restricciones en muchos países y no se puede salir de casa. El aislamiento puede convertirse en un problema, pero la fuerza de la solidaridad y el deseo de permanecer unidos y conectados a través de las redes sociales es más fuerte. He aquí los augurios de Pascua que van de un lado al otro del mundo. https://vimeo.com/406331819