Movimiento de los Focolares
Chiara, la esposa de “Jesús Abandonado”

Chiara, la esposa de “Jesús Abandonado”

Tenemos que admitirlo: once años después de su muerte y en vísperas del centenario con el que en 2020 recordaremos su nacimiento, Chiara Lubich aún está por descubrir. El mejor modo para acercarnos a lo más íntimo de su alma y comprender la sobreabundancia de luz, de alegría y de frutos que caracteriza su vida es mirarla tal como ella quería ser recordada, o sea, “la esposa de Jesús Abandonado”, es decir, de Jesús que en la cruz se siente abandonado también por Dios. Lo dijo ella misma en una de esas conferencias telefónicas con las que cada mes reunía – en una única familia mundial – a las numerosas comunidades de los Focolares: “Quisiera ser recordada únicamente como la esposa de Jesús Abandonado” . Y comentaba: “Esta posible definición de mi vida (¡que Dios me ayude!), me ha parecido maravillosa, si bien altísima, aunque de momento sea mi «deber ser». Y sin embargo, he sentido que es mi vocación”. La historia y la Iglesia dirán si en su momento acertó y si alcanzó esta meta, pero muchos indicios nos dicen que estas “nupcias con Jesús Abandonado” son el hilo de oro que entreteje la trama de su vida y explica su porqué.

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Acuarela de Annemarie Baumgarten

Siendo todavía joven, le confió a su madre la oración que, a menudo, le repetía a Jesús secretamente en su corazón: “Concédeme sentir algo de tus sufrimientos, especialmente un poco de tu terrible abandono, para que esté más cerca de Ti y me parezca más a Ti, que, en la infinidad de tu Amor me has elegido y me has tomado contigo” . Cuando, en el verano de 1949, Igino Giordani le pide si puede hacerle un voto de obediencia, ella transforma este deseo suyo en una petición a Jesús Eucaristía, esto es, que establezca entre ellos esa relación que Jesús quiere; y le dice a Giordani: “Tú conoces mi vida: yo no soy nada. Quiero vivir, en efecto, como Jesús Abandonado que se anuló completamente” . Aquel pacto sellado después en Jesús Eucaristía marca el inicio de un periodo lleno de tal abundancia de luz que Chiara lo llamará Paraíso ’49 y, cuando al final del mismo, Giordani la convence a dejar aquel Cielo para regresar a la ciudad donde la humanidad la esperaba, brota de su corazón su más ardiente declaración de amor: “Tengo un solo Esposo en la tierra: Jesús Abandonado…” . En 1980, cuando el pensamiento de la muerte la preocupaba, le pidió a Jesús que le diera un impulso decisivo para poder terminar bien su vida y Él le recordó cómo la había empezado: viendo y amándolo solamente a Él Abandonado. Le parecía que Él le dijese: “Mira que he esperado veinte siglos para revelarme a ti de este modo; si tú no me amas, ¿quién me amará?” . Y cuando en el año 2000 escribió un libro resumen de toda su historia, como epígrafe escribió: “Como una carta de amor a Jesús Abandonado” y explicó: “Lógicamente, no lograré expresar todo lo que siento, o debería sentir, hacia Aquél por cuyo amor he afirmado varias veces que mi vida tiene un segundo nombre: Gracias.” Durante décadas ha reconocido el rostro de su Esposo en sus sufrimientos personales y en las porciones de humanidad más afectadas por el mal y ha tratado de consolarlo. Al final, durante los tres últimos años de su vida, estuvo totalmente unida a Él en una noche oscura tan profunda que la llamó “noche de Dios”: “Dios se ha ido lejos, también Él se pierde en «la línea del horizonte. Hasta ahí lo habíamos seguido, pero más allá de la línea del mar, detrás del horizonte, desaparece y ya no se ve más. Así pensamos. De modo que, cuando creíamos que las noches del espíritu se terminaban abrazando a Jesús Abandonado, nos damos cuenta de que en este caso entramos en Jesús Abandonado” .

Michel Vandeleene

Adoptados por la ciudad

Una madre es asesinada por su esposo y la comunidad de la ciudad, junto con el alcalde, responde a este dolor movilizándose para cuidar a sus hijos e inventando una “adopción de la ciudadanía”. Un gesto que hace que la ciudad italiana gane el Premio Chiara Lubich a la Fraternidad 2019. Alghero es una pequeña comunidad de Cerdeña (Italia) con raíces catalanas. Aquí, la trágica noticia del asesinato de Michela Fiori, una madre de cuarenta años de dos hijos, asesinada por su esposo, puso en movimiento la generosidad y la solidaridad de toda una comunidad y de su alcalde, Mario Bruno. En los días de la desaparición el teléfono del primer ciudadano no dejó de sonar. Todos querían hacer algo por los niños de Michela: del conductor del autobús escolar que se comprometió a acompañarlos a la escuela al gerente de un local que se ofreció a organizar sus cumpleaños. “He visto la ciudad cerca de los niños, explicó el alcalde, el día de Navidad, cuatro mil personas marcharon en procesión hasta la casa de Michela. Allí sentí que tenía que hacer una promesa: ‘Cuidaré de tus hijos’. Lo que luego se convirtió en: ‘vamos a cuidar de tus hijos'”. Y por la generosidad de muchos, nació una idea que el alcalde ha materializado iniciando una “adopción de los ciudadanos”, un acto administrativo que, además de expresar la solidaridad concreta , pone de relieve el fenómeno trágico del femicidio. “Adopción de la ciudadanía” significa que los 44.000 habitantes de la ciudad cuidarán a los dos niños a través de un fondo de apoyo. Las donaciones están abiertas hasta que los niños tengan veinte años y, si deciden ir a la universidad, hasta que tengan veintiséis. La primera donación fue por parte del municipio, seguida por más de 300 ciudadanos. Los niños que ahora, por decisión del Tribunal de menores, viven en otra ciudad, Génova, con su abuela, han apreciado el hermoso gesto. Y agradecieron al alcalde con la dulzura y la sencillez que solo los niños pueden tener: tomando una hoja, dibujaron un corazón con el nombre del alcalde y un escrito que ha conmovido a la comunidad: “Gracias por todo”. Esta historia no puede pasar desapercibida por el Jurado del Premio Chiara Lubich para la Fraternidad, que ofrece reconocimiento a los Municipios donde se han desarrollado proyectos o iniciativas comunitarias de fraternidad efectiva y concreta. Por eso Alghero ganó la décima edición. Pero… la historia continúa. El 7 de abril de 2019, el alcalde de Alghero estará en Turín, en el norte de Italia, para mantener su compromiso. “Mamá me había prometido que en mi cumpleaños, el 7 de abril, iríamos al estadio, – había dicho el mayor de los niños al alcalde unos días después de la tragedia-. Ahora que se ha ido, ¿quién me llevará?”. “Yo” fue la respuesta de Mario Bruno. Y así será. Giovanni Malagò, presidente del Comité olímpico nacional italiano, de hecho, ha telefoneado al alcalde, asegurándole que proporcionaría las entradas para asistir al partido de fútbol Juventus-Milán. Los niños también podrán ver a su jugador favorito, el futbolista Ronaldo, quien se ha declarado disponible para encontrarse con ellos. En todo esto, para ellos, el alcalde es solo su amigo Mario. Y cuando una cajera para un pago le pidió sus documentos, asombrados, exclamaron: “¿Pero ella no sabe que eres el alcalde?”.

Paolo De Maina

Evangelio vivido: una verdadera libertad

La misericordia es un amor que llena el corazón y luego se derrama en los demás, tanto en los vecinos como en los extraños, en la sociedad alrededor. El compañero de viaje Durante 19 meses estuve en prisión, culpable de adulterar los vinos que comercializaba. Sin embargo, allí, con la ayuda de un sacerdote y de algunas personas que vinieron a ofrecerse como voluntarios, pude reflexionar y descubrir un Dios diferente del que me habían enseñado. He enfrentado esta prueba con un espíritu renovado, comenzando a experimentar la verdadera libertad, que es la libertad interior y proviene de amar a nuestro prójimo. La relación con mi esposa ha cambiado y también me he reconciliado con mis suegros. No solo: quería perdonar a mi socio, responsable conmigo por el fraude. Ahora que he cumplido mi condena, aunque el futuro está lleno de incertidumbres, sé que Dios el Padre es mi compañero de viaje. (Javier – Argentina) Palabras de luz Entre mi esposa y yo teníamos momentos de arrebato e interminables silencios, con gran sufrimiento para nosotros y para nuestros hijos. A pesar de la ayuda de algunos amigos, cada uno se mantenía firme en su posición, parecía el fin del matrimonio. Cegado por la ira, llegué al punto en que pensé que era mejor irme de casa y acabar de una vez. Afortunadamente, en ese infierno, también recordé otras palabras que en el pasado habían sido luminosas: palabras de perdón, de amor. ¡Como cristiano estaba realmente fuera del camino! En medio de una noche de insomnio, comiéndome el orgullo, desperté a mi esposa para pedirle que me ayudara a recordar con humildad los momentos felices que habíamos vivido juntos. Nos abrazamos y nos pedimos perdón. (Un esposo africano) Lluvia Una noche me sentía muy cansada y quería decirles a los niños que fueran a su habitación y rezaran las oraciones por su cuenta pues quería irme a la cama de inmediato. Pero John, nuestro hijo mayor, me pidió que rezáramos el rosario para pedir lluvia: hacía tiempo que no llovía y nuestra plantación de maíz y patatas dulces estaba en riesgo. Así que oramos juntos. Para mi sorpresa, esa misma noche comenzó a llover y continuó hasta la tarde del día siguiente. (B.M. – Uganda) En el hospital Una mujer muy pobre, madre de familia, hospitalizada durante muchos meses, necesitaba ayuda para comer, pero el personal no podía hacer también ese trabajo. Avisamos a todos los amigos de la parroquia, y uno tras otro fuimos a ayudarla. Aunque la situación no tenía salida, mejoró un poco, respondió al tratamiento y sonreía. Cuando la vecina de su cama murió, dejó una pequeña suma en su testamento para ayudar a la familia de esta mujer. El amor es contagioso… (C.C. – España)

Nace el “Centro para la unidad y la paz”

Se encuentra en el confín entre la parte hebraica y la árabe de Jerusalén. Será un lugar de espiritualidad, estudio, diálogo y formación para la Ciudad Santa y para el mundo entero. Uno historiador francés escribió que Jerusalén no es de Jerusalén, sino que es una ciudad-mundo, una ciudad en donde el mundo entero se da cita, periódicamente, para afrontarse, confrontarse, medirse. Es un laboratorio de convivencia o de guerra, de pertenencia común o de odio al otro. De hecho es fácil caer en la tentación de ver sólo lo que los sucesos nos presentan casi cotidianamente sobre la Ciudad Santa: la violencia entre hebreos y palestinos, la fatigosa resistencia de los cristianos en los lugares santos, ¿pero sólo esto es Jerusalén? ¿Hay todavía espacio para la esperanza y la profecía que esta ciudad representa para todo el mundo? Chiara Lubich siempre estuvo convencida de ello. Fue a Tierra Santa por primera vez en 1956 y entre los lugares santos visitados, la impresionó uno en especial: la “Escalerita”, es decir la antigua escalera romana de piedra blanca, que se encuentra apenas saliendo de los muros de la ciudad vieja, junto a la iglesia de San Pedro en Gallicantu. Una tradición dice que por allí pasó Jesús, la noche después de la última cena, mientras iba hacia el huerto de Getsemaní y que precisamente en esas piedras pronunció la oración por la unidad: “Padre que todos sean una sola cosa”. Referimos como Chiara describió en una página de su diario la fuerte impresión reportada en ese lugar: “Aquí el Maestro, ya próximo a la muerte, con el corazón lleno de ternura hacia sus discípulos, elegidos por el Cielo, sí, pero todavía frágiles e incapaces de comprender, elevó al Padre su oración en nombre propio y en nombre de todos aquellos por quienes había venido y por los que estaba dispuesto a morir: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros». Allí, Jesús le había suplicado al padre que nos ahijara, aunque estuviésemos alejados por nuestra culpa, y que nos hermanara entre nosotros en la más firme, por ser divina, unidad”.(1) Ya desde entonces Chiara sintió el deseo de que, precisamente en este rinconcito de la tierra, naciera un centro para el diálogo y la unidad. Un giro importante tuvo lugar a partir de los años ’80 cuando se pudo adquirir un terreno adyacente a la escalera romana y preparar el proyecto, que fue aprobado en el 2016. Últimamente se hicieron las excavaciones para preparar el trabajo de construcción. El futuro “Centro para la Unidad y la Paz” recibió de Chiara una misión precisa: debe ser un lugar de espiritualidad, estudio, diálogo y formación. Un lugar abierto a personas de distintas edades, culturas, credos y proveniencias; orientado a estimular el encuentro, el conocimiento del otro, a favorecer relaciones auténticas. Otra etapa decisiva fue cuando en febrero pasado María Voce, presidente de los Focolares, realizó un gesto importante, al poner en el terreno una pequeña medallita de la Virgen, como signo inicial de la construcción de este centro. El proyecto presenta una estructura poli-funcional, apta para alojar eventos e iniciativas de distinta naturaleza a nivel internacional y local. Es posible contribuir en distintas formas para sostener la construcción del centro; aquí están disponibles todas las informaciones necesarias.

Stefania Tanesini

1) Chiara Lubich, Escritos espirituales/1El atractivo de nuestro tiempo, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, p.178

 

Una donación hasta el final

“Un misterio” y “un shock” así ha sido definida la muerte de Pierre André Blanc, focolarino suizo, arrebatado por una fuerte depresión. Sin embargo, en quienes lo conocieron, queda la convicción de que encontró la paz en ese Dios-Amor del que fue un testigo convincente para muchos. “Tu partida, Pierre-André, fue demasiado abrupta para nosotros. Pero tu Palabra de Vida, tomada del libro de Isaías (43.1) “Te he llamado por tu nombre: me perteneces”, nos hace intuir la mirada de amor con la que, creemos, Dios te ha recibido en el Paraíso”. Esta es la última frase del discurso que Denise Roth y Markus Näf, responsables de la ciudadela de los Focolares de Montet (Suiza), durante el funeral de Pierre-André Blanc. Así se resumen los sentimientos contradictorios de muchos de los presentes: por un lado, una inefable perplejidad para esta muerte y, por el otro, la confianza, o más bien la certeza de que ha encontrado la vida verdadera. Era el quinto de seis hijos, Pierre-André nació el 2 de abril de 1962 en Sion (Suiza) y creció en Ayent, un pueblo del Valais en un hermoso clima de amor familiar. Cursó estudios de educación especial y más tarde completó sus estudios de teología. En 1980, en Roma, con motivo del Genfest, un evento internacional de los jóvenes del Movimiento de los Focolares, tomó contacto con la espiritualidad del Movimiento. Le impacta “la calidad de las relaciones entre las personas y la alegría que se leía en sus rostros”, como escribirá más adelante. Al regresar a casa, él también se compromete a vivir este estilo de vida evangélica. Acostumbrado a “encontrar” a Dios sobre los esquís con motivo de retiros en las montañas, ahora descubre en el amor concreto hacia los que lo rodean, una nueva forma de relacionarse con Él. Durante un taller sobre problemas sociales, de repente e inesperadamente se encuentra con una persona que habla de su total entrega a Dios. En Pierre-André surge una pregunta: ¿y si Dios me llama a vivir como esta persona? “Mis temores de seguir a Dios de manera totalitaria – escribirá sobre ese período – no han resistido a Sus intervenciones. Simplemente había tratado de vivir el Evangelio de una manera coherente y Dios había hecho el resto. Comprendí cuánto quería mi felicidad y, sobre todo, que tenía un enorme valor ante sus ojos. Me pareció obvio decirle sí a Jesús, seguirlo donde me sentía llamado: en el focolar”. En 1989 comenzó su formación y preparación para la vida de donación a Dios en el focolar. Aquellos que lo conocieron durante este período lo describieron como sensible a todo lo que “habla” de Dios, alguien que sabía captar lo esencial en las circunstancias y en el prójimo. Después de completar la escuela de formación para focolarinos, Pierre-André formará parte del focolar de Ginebra (Suiza) y desde 2006 en la ciudadela de Montet. Durante muchos años, dio una valiosa y atenta contribución a la vida de la comunidad de los Focolares en la Ciudadela, poniéndose a disposición de los demás con generosidad, concreción y discreción. En el campo profesional, trabajando como educador, primero con niños discapacitados y luego con jóvenes con dificultades de aprendizaje, mostró una profunda capacidad para estar cerca del sufrimiento de los demás. Jocoso y dotado de un fino sentido del humor, Pierre-André se donaba sin reservas. A finales de mayo de 2018, aparecen en él los primeros síntomas de una depresión. Es acompañado inmediatamente por un médico. Después de un mes, será necesaria la internación en una clínica. En algunos momentos puede regresar durante los fines de semana a Montet y, en octubre de 2018, abandona la clínica y regresa al focolar, siempre seguido de un médico especialista. En este período lo acompañan con gran atención y cuidado los otros focolarinos que lo ven continuamente en donación a los demás. Parece que sus condiciones comienzan a mejorar, pero al final, la enfermedad es más fuerte y el 28 de noviembre lo arrastra de forma muy abrupta. El funeral de Pierre-André fue, incluso en medio de la consternación, un momento de gran gratitud para todos por su vida y por el delicado amor que demostró hasta el final.

Joachim Schwind

Suiza, Montet según los jóvenes

Suiza, Montet según los jóvenes

La ciudadela suiza hospeda dos escuelas para jóvenes: los focolarinos en formación y los que quieren profundizar la espiritualidad de la unidad. Para ellos el diálogo, el intercambio y el enriquecimiento recíproco entre generaciones y culturas, es lo distintivo de Montet. “Una comunidad que trabaja concretamente con alma y cuerpo para mostrar a la humanidad que la diversidad no es un fracaso, sino una gracia de Dios con la que el hombre cuenta para unir al mundo”. Así es como Michael, un muchacho de Malí, describe la ciudadela de los Focolares de la localidad de Montet, en Suiza. En ese lugar, junto a otros jóvenes de 13 países distintos, transcurrió un año de formación humana, espiritual y profesional. Un período de estudio, trabajo y vida comunitaria, vivido a la luz de las enseñanzas del Evangelio y del Carisma de la Unidad de Chiara Lubich, para experimentar que es posible construir relaciones de fraternidad incluso entre personas diferentes por edad, cultura, sensibilidad y tradiciones. De hecho, circundada por tres lagos, Bienne, Morat y Neuchâtel, entre colinas verdes y panoramas que inspiran paz y silencio, la Ciudadela internacional de los Focolares, desde 1981, se caracteriza por la presencia de alrededor de cien habitantes de 35 países distintos. La mitad de ellos son jóvenes que viven allí durante un año, la otra mitad son adultos que garantizan su continuidad. En ese ambiente de entrecruzan los caminos de personas provenientes de los cinco continentes, de culturas y religiones diferentes, cristianos de varias denominaciones de todas las generaciones. En estos lugares, en la década de 1960, Chiara Lubich tuvo la primera intuición de lo que serían luego las ciudadelas de los Focolares – hoy 25 en todo el mundo – pensadas como lugares-testimonio de la fraternidad universal. Decía Chiara: “Fue en Einsiedeln donde entendí, viendo desde lo alto de una colina la basílica y su entorno, que debía surgir en el Movimiento una ciudad, que no estaría formada por una abadía y por hoteles, sino por casas, lugares de trabajo, escuelas, como una ciudad común”. En la ciudadela se alojan dos escuelas de formación para jóvenes. Una para los que se preparan para la vida consagrada, los focolarinos. Y otra para los que desean vivir un año de vida comunitaria y están en busca de su vocación. “Haber realizado la escuela de Montet – cuenta Alejandro de Cuba – junto a personas de tantas naciones fue una confirmación de que el mundo unido es posible incluso cuando hay diversidades, pero está la voluntad de construirlo. Es un aprendizaje que, día tras día, el uno recibe del otro. Tratamos de construir la unidad en la diversidad a través del amor. Es una maravillosa aventura”. “En la ciudadela – explica André de Brasil – los jóvenes tienen la ocasión de estudiar ética, sociología, teología y diálogo intercultural, profundizando también la espiritualidad de la unidad. Pueden poner en práctica estos aspectos en los trabajos que realizan, colocando las bases de un futuro profesional más responsable y coherente en todos los ámbitos sociales”. “Además – añade – viviendo el respeto entre generaciones, tú entiendes que nadie es más que el otro, sino más bien que cada uno es responsable del otro, por lo cual los ancianos se vuelven más jóvenes en su forma de vivir la vida y los jóvenes adquieren responsabilidad”. Para Gloria, de Argentina, la interculturalidad, o sea el diálogo, el intercambio y el enriquecimiento recíproco entre las culturas, es el rasgo distintivo de la ciudadela. “Hemos tenido que aprender a hacer algo grande con nuestra diversidad. Fue difícil porque parecía que no nos entendíamos, pero con el amor hemos resuelto las cosas prácticas y nos hemos comprendido en las cosas trascendentes. Viviendo juntos descubrí las cosas más bellas de los demás, pero también las de mi cultura. Entendí el valor que tiene el prójimo en mi vida pienso que no debemos tener miedo de abrirnos para conocer el “mundo de los demás”. En Montet “hay respuestas para las preguntas que nos planteamos todos los días” comenta Ivona de Serbia. La ciudadela “es un don de Dios – es el sentimiento que Larissa se lleva consigo a Brasil – una familia, multicultural y de distintas generaciones”.

Claudia Di Lorenzi

Chile, promoviendo la inclusión social.

Chile, promoviendo la inclusión social.

Una Summer School ofrece una contribución del mundo académico con investigadores y profesores de nueve países de América y Europa. La igualdad es reconocida como la base de las sociedades democráticas. Sin embargo, las discriminaciones continúan en muchos países del mundo. Hablamos del tema con Paula Luengo Kanacri, psicóloga y profesora de la Universidad Católica de Chile, estudiosa del Centro de Investigación sobre Conflictos y Cohesión Social. Desde hace años se ocupa de exclusión social. ¿Qué la llevó a estos problemas? Yo diría la historia de mi pueblo y la mía personal. Chile es un país con fuertes contrastes: un fuerte crecimiento económico y una considerable desigualdad. Además, mi madre venía de una familia rica y mi padre de una familia pobre. He experimentado el dolor de la iniquidad. Estudié psicología y, en contacto con los jóvenes de los Focolares, abracé la idea de otro mundo posible. Después de graduarme, comenzó mi interés por los comportamientos pro sociales (que van a favor del otro) y la empatía, que pueden promover la inclusión social. Una experiencia que me ha marcado fue la que se hice en Roma entre las personas sin hogar. He “tocado” el dolor de muchos que quedan marginados, no solo invisibles, sino invisibilizados. Para comprender los mecanismos que pueden favorecer o negar la inclusión, debemos pensar en ello desde diferentes perspectivas, disciplinas, saberes. Esto es lo que hemos intentado proponer a través de la Summer School “Desarrollo humano para todos y todas: ciencias sociales en diálogo para una sociedad inclusiva”, realizada recientemente en Chile. ¿Cómo nació la idea de la Summer School? Los movimientos estudiantiles chilenos, activos desde 2011, han logrado una reforma histórica que hoy ofrece educación universitaria gratuita a los más desfavorecidos. Pero también necesitamos una fuerza creativa del mundo académico. La Summer School nació dentro de mi participación en redes internacionales de investigadores y estudiosos en el campo de la psicología y la sociología, inspiradas en Chiara Lubich: “Psicología y Comunión” y “Social-One”. Tuvimos el apoyo del Centro de Investigación sobre Conflictos y Cohesión Social (COES) y la Universidad Católica de Chile. ¿Quién participó ¿Cómo se hizo? La escuela reunió a 67 jóvenes y 21 profesores de 8 disciplinas sociales diferentes de 9 países de América y Europa. También participaron cuatro organizaciones de la sociedad civil chilena. Cuatro líneas de investigación: inclusión y equidad de género; inclusión y migración; inclusión y desigualdad; inclusión y violación de los derechos. Hemos propuesto 8 talleres sobre técnicas de encuesta para el estudio de la inclusión desde una perspectiva unitaria. El espacio dedicado al diálogo con la sociedad civil también fue importante. Más de la mitad de los jóvenes presentaron proyectos de investigación. La propia Escuela fue concebida como una experiencia de inclusión social, capaz de iniciar un diálogo de calidad científica y de ir más allá de las polarizaciones. Participaron personas con ideas y orientaciones, también políticas, diferentes. Tratamos de que los diferentes temas no se trataran de manera polémica o polarizada, sino en el camino común hacia la inclusión social y, por lo tanto, con el objetivo de combatir la discriminación y la segregación de género, raza, etnia y clase. Para una sociedad inclusiva, se necesitan respuestas que integren el nivel individual con los niveles micro, medio y macro social. La próxima Escuela nos gustaría hacerla considerando el tema ambiental en la reflexión sobre la inclusión.

Claudia Di Lorenzi

Diálogo y relaciones

“Una vida por la unidad”: éste es el título de la noticia con la cual el Movimiento de Schönstatt anuncia el fallecimiento del Padre Michael Johannes Marmann, que fuera su presidente general, acaecido la noche del 26 de febrero de 2019. Con el Padre Marmann este movimiento apostólico, nacido en 1914 en Alemania, pierde una figura central. Había nacido en 1937 en Berlín y era el mayor de tres hermanos. Después de estudiar Filosofía y Teología se ordenó sacerdote en 1963 en Colonia y continuó con ulteriores estudios en Tubinga y Ratisbona. En 1973 concluyó un doctorado bajo la guía del entonces profesor Josef Ratzinger. La relación del papa Benedicto XVI con sus ex-alumnos, y también con el Padre Marmann, duró toda la vida. Se encontraban, de hecho, cada año – últimamente a menudo en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo – para profundizar temas teológicos de actualidad. En el contexto de su ordenación sacerdotal, el Padre Marmann conoció el Movimiento de Schönstatt y a su fundador, el Padre Josef Kentenich, que en ese momento se encontraba aún en el exilio en Milwaukee (USA) por orden de las autoridades eclesiásticas. Tras un encuentro personal con él, el Padre Marmann decidió entrar en el instituto secular de los Padres de Schönstatt, pasando más tarde a ser el padre espiritual de la rama de las jóvenes. Luego, trabajó activamente en la pastoral para sacerdotes, familias y madres y desde 1983 a 1991 llegó a ser responsable del Movimiento en Alemania. En 1990 los Padres de Schönstatt lo eligieron superior general, una tarea a la que está vinculada también la función de la presidencia del presidio general. El Padre Marmann realizó estos servicios con gran apertura al diálogo y atención a las relaciones tanto dentro del Movimiento como fuera. Su compromiso por la unidad de la grande y diversificada obra de Kentenich se extiendió luego de manera natural a la comunión con otros Movimientos: primero en la Iglesia de Alemania y luego sobre todo en la red de “Juntos por Europa”. Nacieron relaciones de profunda amistad y unidad espiritual con representantes de otros movimientos entre los cuales Helmut Niklas del YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) de Munich, Andrea Riccardi de la Comunidad de Sant’Egidio y Chiara Lubich. En su mensaje de condolencia, Maria Voce, presidenta del Movimiento de los Focolares, recuerda las muchas “etapas importantes de este camino”, como en 1999 la Alianza de amor expresada por Chiara Lubich, Andrea Riccardi y el P. Marmann en el Santuario de Schönstatt, en la tumba del Padre Kentenich, y expresa la certeza de que “María, Madre Tres veces Admirable, lo habrá acompañado al feliz encuentro con Cristo en Su Reino de paz”.

Joachim Schwind

Evangelio vivido: perdonar y reconciliarse

En la vida personal y social respiramos una atmósfera de creciente hostilidad y competitividad. Como cristianos podemos dar un testimonio contracorriente empezando por reconstruir vínculos dañados o rotos. Separación Después de dos años de matrimonio, nuestra hija y su esposo decidieron separarse. La acogimos nuevamente en nuestra casa y en los momentos de tensión tratábamos de mantener la calma, manteniendo el perdón y la comprensión en el corazón, conservando una relación abierta con ella y su marido, sobre todo tratando de no juzgar a nadie. Después de tres meses de continua escucha, de ayuda discreta, de tantas oraciones, volvieron a estar juntos con una nueva conciencia, confianza y esperanza. (M.L. – Malta) Un signo de perdón Pensaba que había hecho mi deber de cristiano, como Alcalde de mi ciudad y como padre. Pero cuando mi primogénito, de 33 años, casado y padre de dos niños pequeños fue asesinado durante un asalto, me rebelé contra Dios. ¿Por qué había sucedido esto? Después empecé un camino de verdadera conversión, durante el cual entendí que Dios mismo había dado a su Hijo por amor nuestro. Cinco años después se abrió el proceso. Estando en la Corte evitaba mirar a los imputados, pero cuando crucé la mirada con el más joven de los asesinos, me acerqué a él y le tendí la mano para estrechar la suya, en signo de perdón. (C.S. – Italia) Nueva atmósfera en el departamento Son el responsable de un departamento de una empresa y al final del año tenía que entregar un informe con la evaluación de mis subalternos. Una dependiente había ofrecido pocos elementos para ser evaluada, por lo que le pedí un coloquio, gracias al cual descubrí que no conocía muchas cosas de ella. Este encuentro me abrió los ojos y me empujó a cambiar las cosas, promoviendo varias iniciativas para valorar a los empleados, festejar sus cumpleaños, organizar fiestas con sus familias. No sólo mejoró el ambiente de trabajo, sino que también aumentó el rendimiento. (M.T. – Hungría) La pelota Tenemos dos niños muy vivaces. Una mañana vi que Nathan lloraba y Claire tenía su pelota en las manos. Enseguida la tomé para devolvérsela, pero entonces ella empezó a llorar. Entonces la llevé aparte para explicarle que Jesús nos enseñó a amar y a compartir. Aunque ella es todavía una niña lo entendió y le dio la pelota a su hermanito. Hay tantas situaciones en las que he estado por castigarla, pero logro encontrar en mí el amor y la paciencia. Ahora ella siempre está dispuesta a ayudarme. (J.N.J. – Filipinas)