Mar 29, 2016 | Palabra de vida, Sin categorizar
¿Por qué estas palabras de Jesús nos son tan queridas y resuenan a menudo en las palabras de vida que elegimos para cada mes? Quizá porque forman el núcleo del Evangelio. Son las que el Señor nos dirigirá cuando al final nos encontremos delante de Él. Sobre ellas versará el examen más importante de la vida, para el cual podemos prepararnos día a día. Jesús nos preguntará si hemos dado de comer y de beber a quien estaba hambriento y sediento, si hemos acogido al forastero, si hemos vestido al desnudo, visitado al enfermo y al preso… Se trata de pequeños gestos que, sin embargo, valen la eternidad. Nada es pequeño si se hace por amor, si se lo hacemos a Él. Pues Jesús no solo se acercó a los pobres y marginados, curó a los enfermos y consoló a los que sufren, sino que los amó con predilección, hasta llamarlos hermanos e identificarse con ellos con una misteriosa solidaridad. Hoy Jesús sigue estando presente en quien sufre injusticias y violencia, en quien busca trabajo o vive en situación precaria, en quien se ve obligado a salir de su patria a causa de las guerras. ¡Cuántas personas sufren a nuestro alrededor por muchas causas e imploran, aun sin palabras, nuestra ayuda! Son Jesús, que nos pide un amor concreto, capaz de inventar nuevas «obras de misericordia» que respondan a las nuevas necesidades. Nadie está excluido. Si una persona anciana y enferma es Jesús, ¿cómo no procurarle el alivio necesario? Si le enseño el idioma a un niño inmigrante, se lo enseño a Jesús. Si ayudo a mi madre a limpiar la casa, ayudo a Jesús. Si llevo esperanza a un preso, si consuelo a quien está afligido o perdono a quien me ha herido, me relaciono con Jesús. Y, cada vez, el fruto será no solo dar alegría al otro, sino sentir nosotros mismos una alegría aún mayor. Cuando damos, recibimos, sentimos una plenitud interior, nos sentimos felices porque, aunque no lo sepamos, nos encontramos con Jesús: el otro, como escribió Chiara Lubich, es el arco bajo el que hay que pasar para llegar a Dios. Así evocaba ella el impacto de esta palabra de vida desde el inicio de su experiencia: «Todo nuestro antiguo modo de concebir y de amar al prójimo se derrumbó. Si Cristo estaba en cierto modo en todos, no podíamos hacer discriminaciones, no podíamos tener preferencias. Se hicieron añicos los conceptos humanos que clasifican a las personas: compatriota o extranjero, viejo o joven, guapo o feo, antipático o simpático, rico o pobre. Cristo estaba detrás de cada uno, Cristo estaba en cada uno. Y cada hermano era realmente “otro Cristo” […]. Al vivir así nos dimos cuenta de que el prójimo era para nosotros el camino para llegar a Dios. Es más, el hermano se nos presentó como un arco bajo el cual era preciso pasar para encontrar a Dios. Así lo experimentamos ya desde los primeros días. ¡Cuánta unión con Dios sentíamos por la noche, en la oración o en el recogimiento, después de haberlo amado todo el día en los hermanos! Y, ¿quién nos daba ese consuelo, esa unión interior tan nueva, tan celestial, sino Cristo que vivía el “den y se les dará” (Lc 6, 38) de su Evangelio? Lo habíamos amado todo el día en los hermanos y ahora Él nos amaba a nosotros»[1].
Fabio Ciardi
[1] C. Lubich, Escritos espirituales/4, Ciudad Nueva, Madrid 1997, pp. 206-207.
Mar 29, 2016 | Focolare Worldwide, Senza categoria
«A los 19 años dejé mi región – l’Abruzzo (Italia)- para estudiar ingeniería aeroespacial en Pisa. Fue un estudio difícil pero lleno de satisfacciones: en 5 años logré terminar la especialización con la nota más alta, incluida una pasantía en Alemania que enriqueció más mi currículum. Todo esto lo pude realizar con el apoyo y los sacrificios de mi familia. Cuando me gradué esperaba con ansia poder encontrar mi lugar en el mundo laboral. Pero tuve que afrontar la desocupación juvenil, que en nuestro país es del 40% y con empresas que cuando va bien ofrecen solamente contratos por poco tiempo o consultorías con pagos trimestrales o semestrales. Después de algunos meses empleados en enviar en vano mi currículum, comencé a pensar que tal vez debía dedicarme a otras áreas de la industria, o de lo contrario, emigrar. Sin embargo, inesperadamente, recibo una propuesta de una empresa que en Italia representa el principal Consorcio Europeo constructor de misiles y tecnología de defensa. La idea de un verdadero trabajo en una empresa tan importante como ésta, era muy tentadora. Después de una llamada telefónica muy positiva, fui invitado a la entrevista en la casa central con el personal técnico. El ambiente era juvenil y estimulante. La empresa era seria y de elevada profesionalidad. La elaboración de misiles no reflejaba los principios en los que creo pero dentro de mí existía la esperanza de que me ofrecieran un empleo que no me involucrara en la producción de armas. La entrevista salió bien; después de una semana, entre los numerosos candidatos, fui llamado para firmar el contrato de trabajo. En el contrato existía la cláusula de que se trataba de una tarea directamente vinculada a la producción de misiles. Me sentí acorralado. Por un lado era tentador pues se trataba de un trabajo estable, con un contrato por tiempo indeterminado, un sueldo excelente y una posibilidad segura de hacer carrera. Por otro lado estaba mi convicción de ciudadano, pero antes que nada de hombre, comprometido en la construcción de una sociedad no violenta, basada en el respeto de los derechos humanos, en la justicia social, en el justo equilibrio entre las necesidades humanas, el ambiente y la buena utilización de los recursos. Siempre creí en una sociedad en la cual la ambición de algunos no hiera la dignidad del otro y el éxito económico no llevara a olvidar al ser humano. Para complicar esta evaluación se agregaban mis compañeros de estudio que me empujaban a aceptar sin frenarme en estos moralismos. Ellos sostenían la innegable teoría de que un joven de 25 años recién graduado no puede permitirse en estos tiempos, rechazar un trabajo tan ventajoso. Y con miles de argumentos trataban de ponerme frente a la realidad recordándome que yo era una persona privilegiada pero también… ¡inconsciente! Por último, con este trabajo habría podido liberar a mi familia del compromiso de seguir manteniéndome. Además de mi conciencia, un papel decisivo lo jugaron las personas que me rodean más cercanamente: mi familia, mi novia y los Jóvenes por un mundo unido con quienes me he formado. Y que hicieron madurar la idea – que era cada vez más clara- que para construir una sociedad solidaria y no violenta es necesario trabajar concretamente, testimoniando y pagando con la propia persona. Era mi momento de poderlo hacer. Respondí a la empresa que no podía aceptar ese trabajo, expresando con transparencia los motivos. Indudablemente no fue una elección fácil, en especial porque no tenía otro ofrecimiento de trabajo pendiente. Pero no me detuve en esto. Seguí con mi búsqueda y después de algunas semanas, me llegaron otras propuestas de trabajo que me ubicaron donde estoy hoy trabajando, feliz y satisfecho del trabajo que desempeño en Turín como ingeniero aeronáutico en el sector civil». Fuente: Città Nuova Lee también: “Armas, no gracias”
Mar 28, 2016 | Sin categorizar

Mar 28, 2016 | Focolare Worldwide
«El 13 de marzo pasado la Costa de Marfil y el mundo entero reciberon con estupor la noticia de que la ciudad balnearia de Grand-Bassam había sido duramente atacada por desconocidos y que era aún difícil contar el número de las víctimas», escriben Jeanne Kabanga y Damase Djato, de los Focolares de Abidjan. «Es posible imaginar el estrago porque durante el fin de semana muchas personas llegan a este lugar desde Abijan, ciudad ubicada a 40 km del lugar y llegan también de otras partes de la región, para descansar en esta playa frente al Hotel llamado «La estrella del SUR». Es un lugar muy visitado sobre todo por los turistas de muchas procedencias. Grand-Bassam –recordamos- fue la primera capital de la Costa de Marfil y está clasificada como patrimonio mundial de la UNESCO»
Ese mismo día, 180 personas se habían reunido en Abijan para reflexionar sobre la actualidad del mensaje de Chiara Lubich, quien recibió el premio UNESCO para la educación a la paz, en el año 1996, y el 14 de marzo se conmemoraba el 8º aniversario de su muerte. Entre ellos estaban el Nuncio apostólico de Costa de Marfil, Mons. Joseph Spiteri y el Imán Diara. Cada año, por invitación suya, la comunidad de los Focolares participa en su mezquita en la celebración del Maouloud (conmemoración del nacimiento del Profeta). «De sus palabras –y partiendo de la invitación de Chiara a los actores políticos de vivir el arte de amar como verdadera terapia para nuestra época- hemos descubierto juntos nuestro deber de amar a todos sin distinción, para no perdernos en los fundamentalismos, sino por el contrario cultivando la esperanza y la misericordia». «Nuestra tendencia, en cambio, subrayó el Nuncio, es la de dar lugar a la misericordia antes que al juicio», pues, «si los musulmanes y los cristianos se amaran», subrayó el Imán, «el mundo se salvaría». Los jóvenes y los chicos que estuvieron presentes hablaron sobre su compromiso en la recolección de firmas por la paz. Después de haber preparado con esmero fragmentos de mensajes de Gandhi, de la Madre Teresa de Calcuta, de Chiara Lubich, del Dalai Lama, salieron a la calle a distribuirlos entre la gente. «No era fácil acercarse a los adultos para presentarles el proyecto – que continuaremos distribuyendo también durante la Semana del Mundo Unido- pero vencimos nuestro temor». El relato de los más pequeños es lo que más impactó a los presentes, también porque estaba impregnado de muchos episodios concretos que hablaban de su compromiso de ser “mensajeros de paz” en su propio ambiente. «Una vez, en casa – cuenta Marie Lucie- mi hermana más chica no había lavado los platos. En el momento del almuerzo por lo tanto no podíamos comer. Le dije que los lavara, pero no quiso. Me dije a mí misma que – si los lavo yo- realizaré un gesto de paz. Hice así y pudimos comer». «En la escuela – cuenta Prince- algunos compañeros se burlaban de otro, que era más débil; lo insultaban y le pegaban. Con otro muchacho decidimos intervenir, hablamos con ellos, explicándoles los ideales de paz en que creemos y pidiéndoles que lo dejen tranquilo. Dejaron de hacerlo y ahora son todos amigos»
En este contexto, también la presentación de la Economía de Comunión, que en Costa de Marfil dio ya algunos pasos, resultó como un posible antídoto para la pobreza y la miseria; acciones, aún pequeñas, como la actividad de Firmin que da clases en uno de los barrios de Abijan. Estas acciones asumen – en el trasfondo de la construcción capilar de la paz- un significado mayor. Y la recolección de firmas por la paz expresó la toma de conciencia personal de cada uno. «Cuando volvimos a casa – continúan Jeanne y Damase- supimos por la televisión la noticia del atentado de Grand Bassam. Después de esta jornada en la cual quisimos hablar y experimentamos la paz, está clara la llamada a ser trabajadores por la paz, practicando todo lo que hemos aprendido y sobre todo tratando antes que nada de conservar la paz dentro nuestro, para poder donarla a nuestro alrededor. Solo así, nos parece, podremos dar nuestra contribución para desarmar el terrorismo y toda clase de rencores».
Mar 27, 2016 | Sin categorizar
«Una circunstancia providencial me llevó a profundizar en la realidad de Jesús, el cual después del abandono y de la muerte en la cruz, resucitó. Y no sólo eso, además tuve ocasión de meditar intensamente, con la mente y con el corazón, sobre muchos detalles de la resurrección de Jesús y de su vida después de la resurrección. Y me quedé estupefacta (es la palabra exacta) ante la majestuosidad, la grandiosidad que emanaba de este divino acontecimiento: ante la singularidad del Resucitado, este hecho sobrenatural que, como sabemos, es único en el mundo. Por eso, esta vez no puedo dejar de detenerme para subrayarlo nuevamente. […] La resurrección de Jesús es lo que caracteriza principalmente al cristianismo, lo que distingue a su fundador, Jesús. El hecho de haber resucitado. ¡Resucitó de la muerte! Pero no como resucitaron otros, por ejemplo Lázaro, que más tarde, llegado el momento, murió. Jesús resucitó para no volver a morir nunca, para seguir viviendo, incluso como hombre, en el Paraíso, en el corazón de la Trinidad. ¡Y lo vieron 500 personas! Y está claro que no era un fantasma. Era Él, realmente Él: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado» (Jn 20, 27), le dijo a Tomás. Y comió con los suyos y les habló y se quedó con ellos 40 días… Había renunciado a su infinita grandeza por amor a nosotros y se había hecho pequeño, un hombre entre los hombres, como uno de nosotros. […] Pero, habiendo resucitado, rompió, superó todas las leyes de la naturaleza, del cosmos entero, y de ese modo se mostró más grande que todo lo que existe, que todo lo que había creado, que todo lo que pueda pensarse. Por eso nosotros, con sólo intuir esta verdad, no podemos dejar de considerarlo Dios, no podemos dejar de hacer como Tomás y, arrodillados ante Él en adoración, confesar y decirle de corazón: «Señor mío y Dios mío». […] Y contemplé con otros ojos lo que Jesús hizo durante aquellos extraordinarios días en la Tierra, después que bajase del Cielo un ángel que desplazó la piedra de su sepulcro y lo anunció, el Resucitado se le apareció en primer lugar a la Magdalena, que era una pecadora, porque Él se había encarnado para los pecadores. Lo vemos por el camino de Emaús, grande e inmenso como era, transformado en el primer exegeta y explicando las Escrituras a los dos discípulos. Lo vemos como fundador de su Iglesia, imponiendo las manos a sus discípulos para darles el Espíritu Santo; lo vemos diciendo esas extraordinarias palabras a Pedro, a quien puso como cabeza de su Iglesia. Lo vemos enviando a sus discípulos a todo el mundo para anunciar el Evangelio, el nuevo Reino fundado por Él, en nombre de la Santísima Trinidad, de la cual había descendido a la Tierra y a la cual, después, alcanzaría plenamente con la Ascensión. […] Y por haber resucitado, he aquí que las palabras que había dicho anteriormente, antes de su muerte, adquirían una luminosidad única, expresando verdades irrefutables. Las primeras de todas, aquellas con las que anuncia también nuestra resurrección. Lo sabía y lo creía porque soy cristiana. Pero ahora estoy doblemente segura: resucitaré, resucitaremos. […]». Chiara Lubich, Unidos hacia el Padre, Editorial Ciudad Nueva , Madrid 2005, p.113-116
Mar 26, 2016 | Sin categorizar

Ave Cerquetti “Crocifissione” Lienz (Austria) 1975
«El trágico misterio de la muerte en la cruz, se volcó sobre las pobres mujeres que se encontraban a los pies del patíbulo cuando también cielo y tierra horrorizados se oscurecieron y temblaron. El Padre había abandonado al Hijo; el Hijo había abandonado a la Madre: todo se derrumbaba en el horror y en la tiniebla: sólo aquella mujer quedaba de pie, y a ella se le confió la humanidad abandonada. Nuestro destino quedó en las manos de ella como en el lejano y tranquilo día cuando dijo su primer fiat. Cuando el Padre dirigió la mirada sobre esa colina horrorosa, que se había convertido en el centro sangriento del universo, vio a la humanidad aferrada a esa mujer, bajo el sacrificio cruento del hombre-Dios.
- Mártir, y más que mártir, – dice san Bernardo.
Bajo la cruz, María. Verdaderamente se puede decir, en cierto sentido, que Jesús tuvo necesidad de ella, no sólo para nacer, sino también para morir. Hubo un momento en el cual desde la cruz, abandonado en la tierra por los hombres, se sintió también abandonado por el Padre del Cielo: entonces se dirigió a la madre, a los pies de la cruz: a la madre que no lo había abandonado y vencía la naturaleza para no caer en esa prueba bajo la cual cualquier mujer se habría derrumbado. Como intuyó Goethe, en el Fausto, el padecer de María y de Jesús en el Calvario fueron un «único dolor». Después, habiendo muerto el hijo, la madre siguió sufriendo. Él, muerto, fue depositado en el regazo de ella: más impotente que cuando era niño. Un Dios muerto ¡en el regazo de una madre! Entonces, sí, ella fue reina. Porque Jesús recapitulaba a la humanidad, era la humanidad completa de todos los tiempos, custodiada en el regazo de María, quien en esa desolación se presenta como la madre y la reina de la familia humana que camina por las calles del dolor. Su grandeza fue similar a su angustia. Pero, como se ve, su majestuosidad fue un primado en el sufrimiento: el único modo para ser la más cercana, inmediatamente próxima, al Crucificado. Si pensamos en el desgarro de María bajo la cruz, en el dolor de la madre por el tormento del Hijo, víctima voluntaria de todas las culpas del mundo y de todos los sufrimientos de los hombres, se intuye la inmensidad de la tragedia padecida; una tragedia cósmica. Y es la medida de nuestra pobreza cuando a ella le dedicamos alguna frase de estampita, alguna pobre jaculatoria … Nos parece que perdemos tiempo sólo meditando, o llorando, por ella: y corremos el riesgo de perder la eternidad, Injertarnos en ese dolor significa incluirnos en la redención. Coloquémonos junto a ella al lado del Crucificado, eligiendo el rol de víctimas y no el de verdugos, abrazando el dolor en contra de las insinuaciones que el dinero nos ofrece, la cruz contra el vicio: para estar después con María sosteniendo sobre el regazo, en medio del abandono, el cuerpo exangüe de Jesús, el cuerpo místico que las persecuciones desangran. Siempre, en los momentos en que la Iglesia esdesgarrada y Cristo sufre en los cristianos, se ve nuevamente a María que recoge en su regazo Su cuerpo llagado. Y porque Cristo reasume a la humanidad, se identificó con la humanidad, he aquí que la Iglesia se asemeja a la misma María que acoge a los pueblos en medio de las guerras» (Igino Giordani, Maria modello perfetto, Città Nuova, Roma, 2001, pp.124-129)
Mar 25, 2016 | Sin categorizar

©Ave Cerquetti, ‘L’unico Bene’ – Mariapoli Ginetta (Brasile) 1998
Al inicio de los años ’70 el mundo se encontraba ya interconectado para el “irreversible encuentro entre los pueblos y las civilizaciones del mundo entero, gracias a una verdadera explosión de los medios de comunicación social y del inmenso desarrollo tecnológico”. Chiara Lubich, aun reconociendo lo positivo de esta novedad, advierte a los jóvenes que “no siempre el hombre de hoy está preparado para este encuentro”, a menudo desestabilizador, porque se piensa que el propio modo de pensar sea el único. Y les invita a no confundir los valores absolutos, vinculados a lo Eterno, con las propias estructuras mentales. Ante la pérdida de las certezas, Chiara propone a los jóvenes un modelo a seguir, una llave que les abrirá las puertas para la construcción de un mundo nuevo. “¿Cómo vivir entonces este terrible hoy, en el que parece que por un misterioso cataclismo los más altos valores se tambalean como enormes rascacielos que se doblan y se hacen añicos? ¿Existe una respuesta (…), un medio seguro a tener en cuenta para cooperar con los demás para engendrar el mundo que vendrá?. ¿Existe en la práctica un tipo de Hombre-Mundo que siente, que ha sentido en sí ese terrible terremoto que amenaza con no salvar nada de cuanto hasta ahora se había creído intangible? ¿Que casi duda que la misma verdad absoluta lo abandone a su propio destino, hundiéndolo en la mayor de las confusiones? ¿Existe este Hombre-Mundo que ha sabido superar tan enorme prueba, pagando así por un mundo nuevo que ha vuelto a encontrar en sí y ha generado para los demás? Sí, existe. Pero se intuye inmediatamente que este hombre no podía ser solamente un hombre, sino que tenía que ser “el Hombre”: es Jesús Abandonado. Su humanidad perfecta, pero también débil y sujeta al dolor y a la muerte, es símbolo de toda estructura humana que, aun en sus límites, ha logrado contener en diversas circunstancias algo ilimitado, como la verdad. En la cruz, próximo a la muerte física y en el abandono, a su muerte mística, Jesús advierte el derrumbe de toda su humanidad, de su ser hombre; de su estructura humana, por decirlo de algún modo, y, en el culmen de ese derrumbe, el Padre permite misteriosamente que dude y que la presencia de Dios en Él, casi se desvanezca. Y por eso grita: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27, 46) Pero precisamente en ese grito, Jesús, porque es Dios, tiene la fuerza para superar ese infinito dolor y da a su carne sufriente la potencia de la inmortalidad, insertándola resucitada en el seno de la Trinidad inmortal. Y más aún, con este acto fenomenal de aceptación de la más espantosa destrucción que el Cielo y la Tierra hayan conocido, Jesús da a los hombres la posibilidad de resucitar, en la otra vida, con la resurrección corporal y, en esta vida, con la resurrección espiritual – cuando amamos a Jesús Abandonado- de cualquier muerte, de cualquier destrucción en la que el hombre pudiera encontrarse. “Es Jesús Abandonado (…) el líder seguro para cada joven de este siglo. Cuando se le ama, Él ofrece a quien le sigue el Espíritu de la verdad, del mismo modo que, después de su muerte en el Calvario, hizo descender sobre los apóstoles al Espíritu Santo”. Los jóvenes, afirma Chiara “siguiéndolo, encontrarán la posibilidad de no temblar frente a cualquier situación, más aún, podrán afrontarla con la seguridad de que toda verdad humana y el Reino de los Cielos, es decir, la Verdad, podrá encontrar -también por su contribución- las nuevas estructuras mentales a nivel mundial”. Y concluye: “A ustedes les corresponde acogerlo profundamente en su corazón como la perla más preciosa que hoy se les puede entregar para su alma, para los pueblos que aquí representan, pero sobre todo para ese mundo nuevo que tiene que ver a todos los hombres unidos. Para ese mundo nuevo que acogerá no a muchos pueblos sino al único pueblo de Dios”. Fuente: Chiara Lubich, Chiara a los Gen – 1970/1974, Ciudad Nueva, ed. 1975, págs. 69-80
Mar 24, 2016 | Sin categorizar
«Las líneas del Evangelio de Juan, y no sólo de ése, convergen en la frase que para mí, desde hace ya mucho tiempo, ha asumido un significado profundo e infinito: “Que todos sean una sola cosa, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que el mundo crea” (cf. Jn 17,21). Así es como deberíamos vivir. […] Éstas son las coordinadas de la unidad que me interesan de manera especial. La unidad en nuestras parroquias, la unidad de los distintos servicios y ministerios, la unidad entre clero y laicos, la unidad entre los presbíteros. La unidad se vuelve creíble sólo si demuestra que no somos nosotros los amos, sino que sólo Él es el Señor. Esta unidad en el ámbito del ministerio sacerdotal me interesa de manera particular. Al mismo tiempo debo mencionar la unidad de la Iglesia, la unidad con aquéllos que se encuentran fuera de los confines de nuestra Iglesia católico-romana, la unidad entre todos aquéllos que se reconocen en la fe en el único Dios, el Viviente, y por lo tanto, con los judíos y los musulmanes. Esa unidad entre la Iglesia y la sociedad, donde la una no está al lado de la otra de forma paralela o ni se contrapone a la otra, sino una Iglesia y una sociedad entran en una relación recíproca, evidenciando que la unidad que Dios dona es la levadura para la sociedad, es la levadura que hace que el ser humano sea libre. Es la unidad la que hace al ser humano plenamente humano, porque puede ser humano en su pleno sentido sólo allí donde Dios tiene derecho a ser Dios plenamente, y por lo tanto, puede donarnos todo lo que quiere donarnos. Y Él quiere donarnos nada menos que Su íntimo misterio: la unidad trinitaria. Sin embargo éste no es un simple programa, porque con los programas no se avanza mucho. Más bien debe convertirse en vida […]. También yo tengo que empezar a vivir esta unidad. Y por esto confío en el hecho de que también ustedes, queridos hermanos y hermanas, puedan ayudarme, y que podamos hacerlo juntos en la reciprocidad». Mons. Klaus Hemmerle De: W. Hagemann, Klaus Hemmerle. Innamorato della Parola di Dio, Città Nuova, Roma 2013, pp. 337-338
Mar 24, 2016 | Sin categorizar
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«Si miramos el mundo con las mil heridas que lo afectan, la unidad y la paz pueden parecer sólo una utopía.
Que la fuerza del Resucitado, que ha vencido para siempre la muerte, y por tanto cada muerte, refuerce en nosotros la valentía de creer, de esperar y de obrar para que, en el mundo, la fraternidad sea la regla de la convivencia entre los diferentes pueblos y culturas.
“¡Deseo a todos una Feliz Pascua, con Jesús resucitado en medio de nosotros!”.
Maria Voce (Emmaus)
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Mar 23, 2016 | Focolare Worldwide

“A Bruxelles, Dieu pleure avec nous” © Michel Pochet
En un comunicado intitulado «En Bruselas, Dios llora con nosotros», el Movimiento de los Focolares en Bélgica así se expresa: «Los terribles atentados perpetrados en la mañana del martes (22 marzo) en el aeropuerto de Zaventem y en el subte de Maelbeek, en el corazón del barrio europeo de Bruselas, nos llena de consternación. Solidarizamos con las víctimas y sus familiares que lloran sus seres queridos y los sostenemos con la oración. Rezamos también por todos los que sufren a causa de la violencia en muchas partes del mundo y por los responsables de estos actos insensatos, en antítesis con la paz. De frente a algo tan absurdo nos surge del corazón una pregunta: ¿Dios mío, nos has abandonado?. La Pasión de Cristo, que conmemoramos el Viernes Santo, nos ayude a creer que cada sufrimiento encuentra eco en el grito de abandono de Jesús en la Cruz y que la resurrección nos hace esperar en el alba de un mundo mejor. Los atentados del martes 22 de marzo son una señal elocuente que nos invita a redoblar nuestro compromiso para que triunfe la paz, fruto de la solidaridad y de la fraternidad. Una propuesta: encontrarnos cada día, en donde estemos, para el TIME_OUT: un minuto de recogimiento por la paz, a mediodía». Fuente: Focolares Bélgica online