Movimiento de los Focolares
Simplemente Emmaus

Simplemente Emmaus

En julio de 2008 se tuvo la primera Asamblea General del Movimiento de los Focolares sin la fundadora. En efecto, Chiara Lubich nos había dejado pocos meses antes, el 14 de marzo. Una incógnita flotaba en la atmósfera, ya densa de emociones e interrogantes: ¿Quién debería suceder a Chiara al frente del Movimiento? Parecía obvio pensar en las primeras compañeras de Chiara, ya ancianas, pero aún capaces de guiar una primera fase pos-fundacional, al menos algunas de ellas.

Durante la primera sesión de la Asamblea, Carlos Clariá, abogado argentino, consejero general, y María Voce, durante muchos años secretaria de la delegada central Gisella Cagliari, pronunciaron un discurso de carácter jurídico sobre un tema relevante para la Asamblea. Recuerdo que yo estaba sentado junto al conocido teólogo Piero Coda. Cuando terminaron su intervención, le dije con cierta audacia: «He aquí nuestra nueva presidenta». La verdad es que la forma en que había explicado las cosas me había impactado mucho.

María Voce (Emmaus) fue elegida en la tercera votación, no sin un cierto “suspense”. Comenzaba una nueva etapa para la Obra de María. También yo fui elegido como consejero.

Una tarde, después de las elecciones, mientras salíamos del Centro Mariápolis de Castel Gandolfo, Emmaus se acercó a mí y me dijo más o menos estas palabras: «He pensado en confiarte el cuidado de los estudios y la cultura en el nuevo consejo. Eres un hombre de pensamiento y siempre me han gustado los informes anuales que hacías cuando eras responsable regional en América Latina». Durante los seis años siguientes, la relación con ella estuvo marcada por la normalidad.

En la Asamblea de 2014 Emmaus fue reelegida, mientras que los participantes volvieron a poner su confianza en mí como copresidente. Desde aquel momento la relación se intensificó enormemente, sin perder su normalidad. Recuerdo que al principio sentía cierta aprensión ante la idea de tener que trabajar codo a codo con una presidenta que pertenecía a la generación inmediatamente sucesiva a la de los primeros tiempos, pero esa sensación duró poco. Siempre percibí de su parte un gran respeto y consideración, lo cual me dejó mucha libertad. Yo llegaba con un puñado de ideas nuevas y ella me apoyaba con su sabiduría y experiencia. En nuestras intervenciones conjuntas preparábamos lo esencial y nos complementábamos con sencillez. Una vez le dije: «Contrariamente a lo que se podría pensar, me siento seguro de exponer algunas ideas creativas solo cuando te tengo a mi lado».
Hicimos largos e importantes viajes a la India y a China, donde pude constatar su capacidad para penetrar en las situaciones más intrincadas y relacionarse con personalidades muy diversas.

María Voce, Emmaus, pasará a la historia del Movimiento de los Focolares como la primera presidenta de la fase pos-Chiara Lubich. Si consideramos que al asumir el cargo, aún vivían muchos de los primeros compañeros y compañeras de Chiara, podremos comprender la “resiliencia espiritual” con la que actuó en aquellos primeros años; no porque fuesen personas difíciles, simplemente porque eran los primeros, los brazos de la fundadora, personas que de alguna manera participaban del carisma fundante.

Emmaus pasará a la historia del Movimiento de los Focolares por haber sido la presidenta de la “nueva configuración”, el primer paso innovador-organizativo del Movimiento en la era pos-Chiara, en fidelidad creativa al carisma. Durante su primer mandato, cuando la ausencia de Chiara se hacía sentir y podía provocar desaliento, recorrió el mundo para confirmar a los miembros y adherentes de las comunidades de los Focolares en su compromiso por un mundo más fraterno y unido, según el carisma de la fundadora. En el segundo mandato, comenzó a preparar al Movimiento para la fase de inevitable ‘crisis’ que se perfilaba en el horizonte y que el papa Francisco identificó como una gran oportunidad. Y, a propósito, la gran estima que el papa argentino le ha tributado, haciéndoselo notar en cada ocasión, demuestra otra de sus características: su espíritu eclesial.

Siempre he admirado en Emmaus su sobriedad, su libertad interior, su determinación y su capacidad de discernimiento, ayudada por una formación jurídica que hacía su parte.

Maria Voce pasará a la historia del Movimiento como “Emmaus”, para evocar la centralidad de Jesús en medio de los suyos, un principio absolutamente no negociable para ella.

Gracias, Emmaus, por haber dicho un “sí” solemne en el momento más difícil de nuestra aún breve historia. María te habrá acogido en sus brazos, te habrá presentado a su Hijo y juntos te habrán llevado al seno del Padre, que ha sido la fuente perenne de tu inspiración».

Jesús Morán
Copresidente del Movimiento de los Focolares

Foto @ CSC Audiovisivi

Amazonia, tierra del cuidado y del futuro

Amazonia, tierra del cuidado y del futuro

Desde Santarém, tras siete horas de lancha (el medio de transporte más rápido), se llega a Juruti, en el Estado de Pará. Con orgullo, sus habitantes dicen que esta zona es el corazón de la baja Amazonia brasileña, en donde la única vía de contacto es el río Amazonas, el “río-mar”, como lo llaman los nativos del lugar. De hecho, es el primer río en el mundo por su caudal de agua y el segundo por su longitud. Este río es el que marca los tiempos, la vida social, el comercio y las relaciones entre los alrededor de 23 millones de habitantes de esa vastísima región, en donde vive el 55,9% de la población indígena brasileña. Además de ser uno de los ecosistemas más preciosos del planeta, los intereses políticos y económicos son la causa de conflictos y violencias que siguen multiplicándose día a día. Aquí, la exuberante belleza de la naturaleza es directamente proporcional a los problemas de la calidad de vida y de la supervivencia.

“Observar y escuchar es lo primero que podemos aprender en la Amazonia”, les explica Monseñor Bernardo Bahlmann O.F.M., Obispo de Óbidos, a Margaret Karram y a Jesús Morán, Presidente y Copresidente de los Focolares, quienes han llegado hasta aquí para conocer y vivir algunos días con las comunidades de los Focolares de la región. Los acompañan Marvia Vieira y Aurélio Martins de Oliveira Júnior, responsables nacionales del Movimiento, junto a Bernadette Ngabo y Ángel Bartol del Centro Internacional del Movimiento.

El Obispo habla de la cultura diferenciada de esta tierra, en donde características nativas conviven con aspectos del mundo occidental. La convivencia social presenta muchos retos, como la pobreza, la falta de respeto a los derechos humanos, la explotación de la mujer o la destrucción del patrimonio forestal. “Todo ello exige volver a pensar qué significa cuidar las riquezas de esta tierra, de sus tradiciones originarias, de la creación y de la unicidad de la persona, para encontrar, juntos, un camino nuevo hacia una cultura más integrada”.

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Es una tarea imposible si no se involucran los laicos, agrega Monseñor Ireneu Roman, Obispo de la Arquidiócesis de Santarém: “ellos son la verdadera fuerza de la Iglesia amazónica”. En sus comunidades parroquiales los catequistas son alrededor de mil y tienen en sus manos la formación cristiana, la liturgia de la Palabra y los proyectos sociales. Monseñor Roman le pide a la comunidad de los Focolares en la Amazonia que dé su aporte específico, que es “la unidad en las estructuras eclesiales y en la sociedad, porque lo que se necesita más en esta tierra es volver a aprender la comunión”.

La primera comunidad masculina del Focolar llegó de manera estable a Óbidos en 2020, a pedido de Monseñor Bahlmann y hace seis meses se abrió la comunidad femenina en Juruti. Hoy en Amazonia hay siete focolarinos, entre los cuales un médico, dos sacerdotes, una psicóloga y un economista.

“Estamos en Amazonia para sostener el gran trabajo misionera que la Iglesia lleva a cabo con los pueblos indígenas”, explican Marvia Vieira y Aurélio Martins de Oliveira Júnior. “En 2003, una de las líneas guía de la Conferencia Episcopal Brasileña era incrementar la presencia de la Iglesia en esta región amazónica, porque la vastedad del territorio y la falta de sacerdotes hacían que fuera difícil una adecuada asistencia espiritual y humana”.

Así nació el “Proyecto Amazonia” veinte años atrás, en el que miembros del Movimiento de los Focolares provenientes de todo Brasil van allí por un período, a sitios elegidos de común acuerdo con las Diócesis, con el fin de realizar acciones de evangelización, cursos de formación para familias, jóvenes, adolescentes y niños, consultas médicas y psicológicas, tratamientos odontológicos, entre otras actividades.

“Seguramente no lograremos solucionar todos los innumerables problemas de esta gente –dice Edson Gallego, focolarino sacerdote del focolar de Óbidos y párroco– pero podemos estar cerca de ellos, compartir sus alegrías y dolores. Tratamos de hacerlo desde que llegamos, en comunión con las diferentes realidades eclesiales de la ciudad”.

Las focolarinas explican que no siempre es fácil perder las propias categorías mentales: “A veces nos ilusionamos pensando que damos respuestas, pero sin embargo nosotras salimos enriquecidas de cada encuentro, por la fuerte presencia de Dios que se manifiesta en todos lados; en la naturaleza, pero sobre todo en las personas”.

En Juruti las focolarinas colaboran con las realidades de la Iglesia que desempeñan acciones de promoción humana y social. El “casulo” (capullo) Bom Pastor es una de los 24 jardines de infancia de la ciudad, con una específica línea pedagógica que forma a los niños en la consolidación de su propia cultura y tradiciones, en el sentido comunitario, en la conciencia de sí mismos y del otro. Una opción importante para una formación integral e integrada. Por otro lado, el Hospital “9 de Abril na Providência de Deus” se encuentra gestionado por la Fraternidad “São Francisco de Assis na Província de Deus”. Atiende a la población de la ciudad (alrededor de 51.000 habitantes), las localidades cercanas y las comunidades fluviales, con una particular atención al que no puede permitirse pagar los tratamientos médicos. Las Discípulas del Sagrado Corazón de Jesús, en cambio, son las animadoras del Centro de convivencia “Madre Clelia” en donde reciben a unos cien jóvenes por año, creando alternativas de formación profesional y contribuyendo al desarrollo personal, en particular de los jóvenes en situación de riesgo.

La comunidad del Focolar también actúa en sinergia con las parroquias y las organizaciones eclesiales. Encontrándose con ella, junto a otras comunidades que han llegado desde lejos, Margaret Karram agradece por la generosidad, la concreción evangélica y la acogida. Les dice: “Habéis reforzado en todos nosotros el sentimiento de ser una única familia mundial y por más que vivamos lejos los unos de los otros estamos unidos por el mismo don y misión: llevar la fraternidad allí donde vivimos y a todo el mundo”.

A través de una red de canales que se diversifican dentro de la selva amazónica, a una hora de embarcación de Óbidos, se llega al Mocambo Quilombo Pauxi, una comunidad indígena de unos mil afro-descendientes. Pertenece a la parroquia de Edson, que trata de ir por lo menos una vez al mes para celebrar la Misa y, junto con los focolarinos, compartir, escuchar y jugar con los niños. La comunidad está compuesta por unas mil personas que, por más que vivan sumergidas en una naturaleza paradisíaca, viven en condiciones especialmente desventajosas. Aislamiento, lucha por la supervivencia, violencia, falta de igualdad de derechos, de acceso a la instrucción y a los tratamientos médicos básicos, son los retos cotidianos que estas comunidades fluviales afrontan. Allí también, desde hace dos años, la diócesis de Óbidos ha puesto en marcha el proyecto “Força para as mulheres e crianças da Amazônia”. Está dirigido a las mujeres y a la infancia y promueve una formación integral de la persona en ámbito espiritual, sanitario, educacional, psicológico y de sostén económico. Una joven madre cuenta con orgullo sus progresos en la economía doméstica: “He aprendido mucho y me he dado cuenta de que tengo capacidades e ideas”.

Sin duda es sólo una gota en el gran mar de las necesidades de estos pueblos, “y es cierto –reflexiona Jesús Morán– que, solos, nosotros no solucionaremos nunca los grandes problemas sociales. Nuestra misión, aquí también en la Amazonia, es cambiar los corazones y construir la unidad en la Iglesia y en la sociedad. Tiene sentido lo que hacemos si las personas orientan su vida al bien. Ése es el cambio”.

Acoger, compartir, aprender: ésta es la “dinámica evangélica” que surge, escuchando a los focolarinos en la Amazonia, en donde cada uno y cada una se siente llamado personalmente por Dios a ser un instrumento suyo para “escuchar el grito de la Amazonia” (47-52) –como escribe el Papa Francisco en la extraordinaria exhortación post-sinodal Querida Amazonia– y para hacer crecer una “cultura del encuentro hacia una ‘multiforme armonía’”. (61).

Stefania Tanesini