Tendré una familia que nadie separará jamás

 
Para celebrar el día de San Valentín os contamos una historia de amor, la de Oreste y Luisa de Busto Arsizio (Italia), en la provincia de Varese, que desde el pasado mes de septiembre forman parte del grupo de familias que ayudan a la escuela de Loreto.

“La primera vez que vi a Oreste, estábamos partiendo de vacaciones con las familias del oratorio. Lo veo todavía, apoyado a un poste de la luz, como una visión! Un muchacho bellísimo, rubio, con ojos azules, vestido de jeans, con un físico atlético,” cuenta Luisa. En ese tiempo ella tenía 14 años y sus padres se habían separado mucho antes. “Tenía un gran deseo de familia, como un vacío de amor para llenar. “Recuerdo que me decía a mí misma; “tendré una familia que nadie separará jamás”.

Durante esas vacaciones, Oreste siempre está rodeado por muchas chicas, como “un enjambre de abejas en torno a la miel” y por esto Luisa renuncia inmediatamente a conocerlo. “Cada mañana, cuando entraba en la sala de desayuno, yo bajaba la mirada. No lograba disimular el efecto que me producía y no quería que me viera sonrojar”. En realidad Oreste, cada día trata de saludar a aquella chiquilla que no le da vueltas como las otras. Parece no interesarse por él y por eso le despierta curiosidad. Así, un día, se le aproxima y trata de conocerla.”

“Jugamos al ping-pong! Ha sido amable, gentil, y comprendí que estaba interesado en mí. Esto me lleno el corazón de alegría. Durante esas vacaciones me pidió si quería ser su novia y el día de la Asunción, nos hemos dado “una especie de primer beso”, recuerda Luisa.

Su historia continúa después de las vacaciones, pero cuando su padre los ve juntos, los obliga a separarse: “Tú vienes para acá y tú te vas para allá… nos dice, indicándonos caminos opuestos hacia dónde dirigirnos”.

Así, Luisa y Oreste se pierden de vista por un par de años. Ella comienza a tocar en la banda del pueblo, conoce otro muchacho mucho mayor que ella pero nuevamente su padre la aleja, sacándola de la banda. “Estaba tan triste! A ese punto me vine abajo. Recuerdo que una noche de setiembre, mamá me propone ir juntas a la fiesta de la parroquia. Acepté para corresponder a su amor, para que estuviera contenta.”. Y allí, sorpresivamente, gracias a un amigo, Luisa reencuentra a Oreste. “Nos encontramos hablando a solas, y él repentinamente me pregunta  “qué harás mañana?”, y yo “vengo a misa”…Aunque hacía años que no iba!    Tenía 17 años y él 20. Tres años después nos casamos!”.

Pasan los años, precisamente siete. “Como se esperaba, al séptimo año tuvimos una crisis fortísima. Yo me había apegado a él como un mejillón. Carecía de identidad, sin u modo de ser, había abdicado a mi voluntad. Quién era? Porqué reía? Puse en crisis todo, había cometido un error al casarme!” Por su parte, Oreste espera, aún sufriendo, la deja libre. Recurren a un abogado, él deja la casa. Parece que todo ha terminado.

“Quise vivir perdiendo los lazos que me tenían prisionera. Llenados los vacíos no me quedaba nada y estaba desolada. Pedí ayuda a Dios: “si existes, ayúdame…”, le dije. “Solo Dios podía ayudarme..Y yo, qué relación podía tener con este Dios?”De ese grito de ayuda, Luisa redescubre la potencia de la oración, y que ese Dios lejano, de cualquier manera ahora comienza a sentirlo cerca, presente en su vida. Y hay de nuevo espacio para Oreste, para dar a su matrimonio la esperanza”.

Cuando fuimos al consultorio, para mí fue como desposarlo de nuevo: mi verdadero matrimonio, finalmente  libre de mis necesidades. Ahora me doy cuenta que debía pasar por esta “puerta estrecha” porque era necesario refundar todo sobre la roca. En otro momento habíamos construido ”sobre nuestros vacíos de amor

Después de u tiempo, conocen el movimiento Familias Nuevas, y sus dos niñas se agrega un hermanito.

La red de las familias los apoya y los sostiene, su historia se hace don: “La nuestra es una experiencia forjada en el dolor. Nos parece que logramos entender cuando alguien nos dice que no

siente  más nada por el otro… Y reconocemos este estado como parte de nuestra experiencia. Pero nosotros hemos experimentado que se puede resurgir de esto!”.

Y la Escuela Loreto?

«Llegamos en Septiembre, luego de 37 años de matrimonio. En los últimos años hemos visto como Dios nos abrió el camino para llegar a Loppiano. Y ahora estamos viviendo esta experiencia de apertura que te pone el mundo en el corazón, tan gratificante!. En verdad, como alguien dijo a nuestra familia: una ciudad no basta!”.

(fuente: www.loppiano.it)

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