Cada vez estamos más inmersos en una cultura en la que se nos invita a ir solos y a «hacerlo sin ayuda». Por ello, en tiempos de dificultad se ha convertido en un imperativo trabajar la autorregulación emocional, es decir, la capacidad de gestionar las propias reacciones ante estímulos externos emocionalmente significativos sin explotar o implosionar por las dificultades que se atraviesan. Por tanto, la autorregulación emocional es sin duda un aspecto fundamental de nuestro bienestar para mantenernos dentro de «lo que Daniel Siegel llamó la ventana de tolerancia emocional», es decir, ese rango en el que uno es capaz de gestionar sus emociones de forma equilibrada y armoniosa.
La capacidad, por tanto, de regular las propias emociones, las propias crisis. Pero, ¿es éste realmente el único camino? ¿Debemos, como individuos y como parejas, gestionar nosotros mismos nuestras crisis? ¿Por qué se ha vuelto tan difícil compartir las propias dificultades?
Sabemos que muchas parejas han visto amplificadas sus crisis a lo largo de los años debido a este imperativo implícito o mal entendido de no comunicar a los demás las dificultades por las que atravesaban, sobre todo si se trata de parejas prominentes o en primera línea de compromisos sociales o eclesiales. También sabemos que la debilidad y la vulnerabilidad se perciben a menudo como un signo de inadecuación y de falta de valor y no como lo que realmente son: condiciones de identidad del ser humano.
¿Podría ser útil, en cambio, compartir con otras personas, con otras parejas, las propias emociones y crisis, atreviéndose a mostrarse vulnerable? La vulnerabilidad es cualquier cosa menos debilidad. De hecho, hace falta fuerza y valor para permitirse ser vulnerable. Pero no sólo eso, darse permiso para ser vulnerable requiere un acto de confianza, la capacidad de creer que uno es capaz de merecer el amor de un hermano, un amigo, un conocido, un pariente, otra pareja a pesar de no ser perfecto.
Últimamente han surgido muchos modelos, también en el ámbito del tratamiento psicoterapéutico, que se acercan a una visión en la que el cuidado del otro se convierte en algo nuclear y en la que el concepto de corregulación emocional en lugar de autorregulación pasa a ser central. Este constructo puede ser controvertido en el sentido de que significa que uno tiene mucho menos control sobre su propia felicidad y más necesidad de construir un contexto social seguro y de ocuparse de sus necesidades sociales: en resumen, que no todo depende de nosotros. Por ejemplo, en su Teoría Polivagal, Porges afirma que la conectividad es un imperativo biológico.
De hecho, uno de los tres principios de este modelo afirma que «mediante la corregulación nos conectamos con los demás y creamos una sensación de seguridad compartida». Porges explica que, como muchos mamíferos, los humanos somos animales sociales y nuestra supervivencia depende de la corregulación de nuestro estado neurofisiológico mediante la interacción social: no se trata sólo de sobrevivir, sino también de sentirnos seguros en relación con los demás.
Por otra parte, incluso Paul Gilbert con su Terapia Centrada en la Compasión subraya que «Crear conexiones de cuidado compasivo con uno mismo y con otros cuidadores fomenta el desarrollo de una mente sana y funcional». Ser empáticos y compasivos con nosotros mismos no es suficiente para nuestro bienestar: debemos aprender a abrirnos al mundo exterior y estar en equilibrio entre ser capaces de comprender y ayudar a los demás y estar dispuestos a confiar y depender de los cuidados de los demás.
La corregulación es, por tanto, un proceso virtuoso de reparación y cuidado que podemos generar junto con otros: con nuestra pareja, con otras parejas, en un grupo donde exista un alto nivel de conexión emocional profunda. Últimamente, en un grupo de parejas que compartieron en profundidad aspectos dolorosos de sus experiencias personales antiguas y recientes, se produjo precisamente esta corregulación de la que todas las parejas pudieron beneficiarse. Alguien dijo al final de la experiencia: «Quizás no os dais cuenta de lo que está pasando aquí… es un gran regalo para todos», «Es como una fuente que mana abundantemente», «Pensaba que ya no era capaz de sentir emociones y aquí con vosotros las he sentido», «Siento una profunda paz aunque no todo esté resuelto», «Estos días no hemos terminado de crecer».
Aquí, la co-regulación emocional es esto: no da respuestas inmediatas sobre las propias criticidades relacionales individuales o de pareja; pero genera frutos de conexión profunda, autenticidad y serenidad, además, realiza perfectamente lo que dice B. Brown sobre el concepto de empatía: «Rara vez una respuesta puede mejorar las cosas, lo que mejora las cosas es la conexión».
Autor: Lucia Coco
Fuente: Città Nuova
Photo: (Foto Pexels, Kampus)