Miloslav_Vlk«Todo lo que sucedió en mi vida fue un don de Dios. Mi apellido quiere decir “lobo”, y así es también mi naturaleza. Pero cuando comencé a vivir el Evangelio a la luz de la espiritualidad de la unidad se terminó la vida del lobo, y comenzó la de Miloslav que significa “manso”. Parecería una contradicción: un “lobo manso”, pero es así».

Así empezó el Arzobispo, y prosiguió: «En el ’64 fui a la DDR (Alemania Oriental) para agradecerle a un sacerdote que siempre me mandaba libros de Teología, porque en este tiempo nosotros no teníamos nada. Él había conocido la espiritualidad de la unidad en Erfurt. Me contó cómo nació el Movimiento de los Focolares y me habló de Jesús Abandonado. Para decir la verdad, no comprendí mucho. Me acuerdo que me dio un libro de Chiara Lubich».

Más adelante, se encontró con Natalia Dallapiccola, una de las primeras focolarinas, también ella estaba viviendo en la DDR. El cardenal no era ni siquiera seminarista, solo poco después comenzó el Seminario. «Tuve muchas ocasiones para comprobar personalmente que esta espiritualidad era verdadera», en primer lugar con los seminaristas que me resultaban “antipáticos”. Fue precisamente con uno de ellos que comenzó a compartir el ideal de la unidad.  «Después de la ordenación sacerdotal, en el ’68, fui nombrado secretario del obispo de Cesdké Budejovice, un hombre muy profundo». El Obispo, sin embargo, tenía dificultades en aceptar la reforma litúrgica ocurrida con el Concilio Vaticano II. «Me resultaba fácil juzgarlo, pero los focolarinos me explicaban que debía amarlo en vez de criticarlo. Sentí entonces que la unidad era el camino para comprender y hacer comprender las cosas también a los otros».

Después del ’68, el comunismo tomó el poder y Miloslav, que tenía mucha influencia en los jóvenes, fue enviado lejos, a una parroquia aislada entre las montañas. «Aquí comencé a comprender lo que se me había dicho sobre Jesús abandonado. Me confié a Dios, como Jesús en la Cruz que se abandona en el Padre. Fue un primer y profundo encuentro con Jesús abandonado».

Después de un año y medio, por orden de las oficinas del Estado también tuvo que abandonar ese lugar, a cuyos habitantes ya les había tomado gran afecto, y recibió la prohibición total de celebrar la misa. «Comprendí que mi elección de Jesús en su abandono era un sí que debía decir para siempre».

Fue trasladado a otra parroquia, donde sólo podía predicar y bendecir y recomenzó su trabajo desde el comienzo. Pero también esta experiencia duró poco tiempo: en breve, se le quitó la licencia para ejercer el ministerio sacerdotal. El Padre Vlk no se desanimó.  «Dios me abría otras perspectivas. Encontré un trabajo como “lavavidrios”, para poder vivir. Era libre para poder circular por las calles de Praga y de encontrar a muchos sacerdotes, estaba menos controlado entre la multitud, era un simple y desconocido obrero. Otra vez era un rostro de Jesús abandonado. Al comienzo me rebelaba. Pero recuerdo de escuchar una voz en lo más profundo de mí mismo: “Yo te amo, te quiero, no por tu trabajo, quiero el encuentro directo contigo”. Desde ese día, cada mañana le repetía mi “Sí”. Durante diez años anduve por las calles con mi balde y los instrumentos para lavar los vidrios. Hiciera calor o frío, en las calles llenas de tránsito, sucias, estrechas, en el aire contaminado».

En 1980 se abrió en Praga el focolar masculino y el “obrero Miloslav” pidió entrar al focolar “como el último de los focolarinos…” «Fueron años benditos. Comprendí mejor lo que Dios nos pedía a los sacerdotes: ir adelante con la fuerza de Jesús en medio, amando a Jesús abandonado, recomenzando cada día».

En 1987 tuvo un infarto imprevisto. «Allí, en el hospital, le pedí a Dios: “¿Cómo es posible? Perdí el sacerdocio, ahora estoy perdiendo la vida… Una vez más comprendí que también esta situación era un rostro de Él abandonado y puse mi vida en Sus manos».

Miloslav VlkUn año antes de la caída del muro se le devolvió la licencia para ejercer el ministerio sacerdotal. Fue nombrado Obispo de Ceské Budejovice. Poco después llegó otro nombramiento: «El Santo Padre deseaba que yo fuera a Praga, como Arzobispo. Allí comprendí que Jesús abandonado había sido desde siempre el hilo de oro de mi vida».

Al año siguiente, habiendo concluido el mandato del cardenal Martini quien era el presidente de aquél momento, fue  elegido delegado del Consejo de las Conferencias Europeas (CEE). «Veía toda mi inexperiencia, habiendo estado durante años aislado del resto del mundo. Pero sentía el apoyo de la Obra de María. Fui ante Jesús Eucaristía y Le dije: “Ésta es una cosa tuya, el Reino es tuyo, no mío”. Este nuevo abrazo de Jesús abandonado me liberó».

Continúan años de compromiso en muchos frentes, pero uno muy especial era el de moderador, durante 18 años, de la comunión entre los obispos que adhieren a la espiritualidad de la unidad.

Después de una vida prodigada por este objetivo, hace un mes, el 18 de marzo de 2017, se apagó. Una multitud se reunió en la Catedral de Praga para rendirle el último, conmovedor, saludo.

 

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