Una mesa desvencijada. Una hoja de diario y sobre ella más de 50 cruces pintadas cada una con un diseño y colores distintos. Seguramente las dejaron allí para que terminaran de secarse después de terminarlas… La imagen adquiere un valor simbólico muy fuerte. Un ícono del ir “hacia las fronteras” del Papa Francisco. O también de ese “salir, juntos, debidamente preparados” proclamado en la Asamblea de los Focolares de 2014.
Unas 50 gen 3 (entre los 12 y los 15 años) provenientes de Resistencia (Chaco), Corrientes, Concordia, Paraná (Entre Ríos), Rafaela, Santa Fe, Rosario, Funes, Roldán, Ibarlucea (todas ciudades de Santa Fe) y O’Higgins (Buenos Aires), realizaron un campamento a mediados de febrero en el Centro Mariápolis El Salvador, de Paraná.
Juegos, cantos, oraciones, caminatas, fogón, aventuras, salidas, compartir la vida y alegría dan una idea del programa. La comunidad del lugar acompañó la iniciativa con mucho amor poniéndose a disposición en la cocina, las charlas, los traslados.
El “oportunamente preparados” lo describen ellas mismas: “A medida que pasaban los días crecía el termómetro -no sólo de la temperatura, ¡que era mucha!- sino del amor recíproco entre todas, de la relación con Jesús. Algunos momentos solemnes de reflexión y oración, y el tema de la Misericordia que nos permitió ahondar la relación personal con Dios Amor, probarla y ponerla en práctica con gestos concretos hacia los demás”.
Una tarde visitaron al Centro Comunitario que funciona en las cercanías y luego una caminata hacia la costa para encontrarse con los vecinos en sus casas, invitándolos al Centro Mariápolis para compartir un momento fraterno. “La tarde compartida con los chicos de la costa fue muy especial -cuentan-. La programamos con los gen 3 y jóvenes de Paraná que pudieron estar presentes para ayudarnos con los juegos y canciones. Ese momento ‘juntos’ nos hizo experimentar la potencia de la presencia de Jesús en medio, porque pudimos hacer sentir a los chicos ‘en casa’: fútbol, juegos con agua, mateada con las mamás,… fue la posibilidad de vivir el amor que va y que vuelve”.
Un momento central fue cuando profundizaron la elección de Dios que se evidencia en la Comunión de Bienes. “Preparar entre todas la ‘montañita’ fue solemne: cada una, frente a Dios, colocó algo significativo en su historia, un vínculo, un recuerdo. Fue un momento muy intenso”.
Al partir, cada una se llevó una cruz. Fortalecidas por esos días donde cada instante vivido fue formativo, volvieron a sus lugares en pequeños grupos para tratar de transformar la parte que les toca con el amor. Tal vez en el próximo campamento, el diario sobre el que apoyen las cruces, entre las noticias, dé cuenta de la acción de estas adolescentes en sus ciudades.