Cuando nos encontramos el viernes 17 de noviembre en la Mariápolis Lía fuimos a amasar el pan sobre el que diríamos la bendición en las mesas de Shabat, y manos judías y manos cristianas, juntas, trenzaban el pan de la celebración.
Y luego la preparación para el Shabat. Todos vestidos de blanco, sin distinción a los ojos del Señor.
Encendimos luces, símbolo de alegría y santidad y una larga fila de mujeres y jóvenes, como emulando el momento de la eucaristía, esperaban su turno para compartir la luz. Y así con el sonido de un Ney, largas notas que venían de oriente, meditamos a la luz de LA LUZ, que era la presencia de todos juntos.
Compartimos la plegaria vespertina de Shabat, cantando salmos y alabanzas por el tiempo de santidad que vivíamos. Nos abrazamos con una melodía sin letra, porque el contenido era la vibración de nuestros corazones juntos. Nos saludamos con un Shabat Shalom deseándonos la paz, que verdaderamente estábamos experimentando.
A la mañana siguiente volvimos al salón “Rosa Mística” transformado en sinagoga coronado por un cuadro de Jerusalén y la mirada de Chiara Lubich sobre nosotros. Y rezamos las oraciones de la mañana hasta llegar al momento más sagrado- guiados por la rabina Silvina- que nos fue invitando a esta experiencia tan cercana a la vida de Jesús, como la lectura del rollo de la Torá. Un texto sin vocales con toda la posibilidad de hacerlo sonido cuando lo atravesamos con nuestro hálito de vida.
Por la tarde, la misa, que cambió de horario para recibir a nuestros hermanos judíos. Y un sacerdote que da cuenta de que así como nuestros hermanos judíos nos han explicado cada uno de los momentos y los signos del rezo, así nosotros, cristianos debíamos hacer lo mismo. Una misa, extensa, amorosa, detallada, preparada con toda la voluntad de incluir al hermano. Allí el sacerdote nos invitó a darnos el Shalom – la paz.
La tarde del sábado continuó con una clase especial de Lecturas Compartidas, lideradas por el teólogo José Luis D’amico, y la rabina Silvina Chemen. Nos recibió una mesa con una jarra de agua, otra de vino y una canasta de panes. Y ése fue el contenido: el vino, el agua y el pan para ambas tradiciones, desde la Biblia, el Evangelio, y la liturgia de nuestros días.¡Cuánto aprendimos! ¡Cuán cerca estamos! ¡Qué bien nos hace transitar nuestra tradición a la luz de la tradición del hermano!
Y de la emoción de la lectura compartida, salimos al jardín y éramos más de 200 personas, junto con los habitantes de la Mariápolis y los 100 chicos por un Mundo Unido, que hacían su congreso al mismo tiempo. 200 velas, que se fueron prendiendo una a una, con la luz del amigo. Melodías que hablaban del amor al prójimo. Perfumes que olimos para que el alma adicional que portábamos- de acuerdo con la tradición judía- permanezca en nosotros. Se hizo la noche, y el círculo de luz iluminaba nuestros corazones. Después de la cena, fiesta compartida. Cada uno trajo sus mejores talentos. Y entre todos tuvimos una experiencia de alegría y felicidad.
Amanecimos el domingo con una plegaria judía matutina, en la que, además, bendijimos el comienzo de un nuevo mes en el calendario hebreo.
Luego, los participantes del Shabaton fuimos al polo Solidaridad; a aprender sobre el ideal de economía de comunión. Quedamos impactados por la posibilidad de unir economía y materialidad con trascendencia y espiritualidad.
Al mismo tiempo, los chicos por un Mundo Unido, tuvieron un taller con la rabina Silvina sobre la cultura del diálogo.
Y para finalizar, la misa del domingo junto a los habitantes de la Mariápolis. Tuvimos la dicha de que el sacerdote junto con la rabina dieron su mensaje acerca de la Carta del Papa Francisco sobre la proclamación de la Jornada Mundial de los Pobres. En el ofertorio, los participantes del Shabaton ofrendaron una caja inmensa de juguetes para llevar a un hogar de niños. (https://royaldentallabs.com/)
Y como no podía faltar en Argentina, culminamos con un gran asado y la convicción de que todos volvíamos a nuestras casas, modificados y llenos de esperanza para mejorar al mundo.
(Del relato de Silvina Chemen y Patricia Alonso)