Confidencias de un médico en la pandemia

 
“Si podés brindarte, no te hagas tantas preguntas”

“Bueno, dejame pensarlo un poquito, estoy muy tironeado, con muchas cosas,  llamados todo el tiempo, la gente está muy desbordada, sinceramente no estoy muy de ánimo, pero veamos,  si hay algo interesante para contar, como vos decís, lo pienso y  te digo”.

Ya me imaginaba esta respuesta a mi pedido de una entrevista, pero uno nunca pierde la esperanza, sobre todo con alguien como Martín, con el que, como suponía, a los dos días nos encontramos, con un té de por medio, en el precioso jardincito que cultiva Kuki a la entrada de la casa, en el Polo Solidaridad de Mariápolis, y comenzó diciendo:

“Yo fui médico por una circunstancia medio misteriosa. Viste que hay cosas que a uno le cuesta entender de sí mismo, porque de joven pensaba hacer otra cosa, algo humanístico, estudiar historia, filosofía, sociología, y en un momento dado me pareció que, con mi modalidad era mejor algo que concretamente me vinculara a la realidad y al servicio de las personas y estudié medicina. Después de años le confié a un gran amigo, psicólogo, que sinceramente no sabía muy bien por qué había estudiado medicina, aunque lo hago lo mejor posible, me gusta el servicio a las personas, nunca estuve arrepentido, siempre me pareció una experiencia rica, pero, ¿qué tenía que ver conmigo…? Pienso que a todos nos debe haber pasado, porque  hay momentos que te comprometen tanto, en todo sentido, y es un gran esfuerzo acompañar a familias difíciles, enfermedades dolorosas, que hay algunas situaciones en las que me digo, ‘¡por qué no habré puesto un kiosco…!’, por decir…, otra cosa, y ahí me vuelven las palabras de este amigo, que siempre es muy parco, y mirándome  a los ojos, con gran convicción me dijo: ‘… y sin embargo no podrías haber hecho otra cosa, tan acorde con tu personalidad, forma parte de tu esencia’. Y efectivamente, sobre todo ahora, ante tantos dolores, le encuentro a la profesión el lado humano, más que humanístico, porque se crea un vínculo con las personas que va más allá de la ayuda específica que le brindás, y si la gente se siente ayudada, no tenés que hacerte tantas preguntas”.

Martín Fra, médico clínico, un poco generalista, porque primero estuvo en África, y desde hace 25 años en la comunidad de O’Higgins y en Mariápolis el abanico de situaciones que debe afrontar excede la especialidad, es además  asesor médico en OSDE, Junín  y con consultorio en el Hospital de Chacabuco. Obviamente, en este período está en el ojo de la tormenta y de la “nueva normalidad”, como todo el personal sanitario, comenzando por las modalidades de atención virtual a los pacientes.

“Todo esto, lógicamente, es más complejo – admite – , requirió aprendizaje, nuevas  conexiones y multiplicación de las consultas, porque hay un estado general de preocupación, ansiedad, que no siempre tiene relación consciente con la pandemia. Un momento muy intenso, que requiere un trato más integral, dado que aquí la gente viene cada vez más a contarte la vida, lo que realmente les duele en esta sociedad que se encuentra como en carne viva”.

También le pesa el hecho de no ir más a Junín y verse con los colegas todas las mañanas. “Perdimos ese ámbito donde antes charlábamos, nos veíamos la cara… Ahora nos comunicamos continuamente desde este aparatito – el celular, obvio – , pero por trabajo, y eso también te cansa, agota. Algunos de mis compañeros médicos están muy golpeados y el personal de salud muy cansado”.

Por otra parte, siente que se ha puesto sobre el tapete una cierta normalidad que no era tal, “un montón de llagas, el tema ambiental, las desigualdades sociales y económicas, donde sufren más los que tienen menos. Contra el covid  – reconoce – no hay vacuna ni protocolo que sostenga, pero el virus del hambre sí tendría remedio. En ese sentido siento que nos puede hacer reflexionar como sociedad. Sin dejar de pensar en lo que puede tener que ver con el cambio climático, se habla de los hábitats de los virus… . Además, como todas las cosas, me da la sensación de que, por un lado, pone muy en juego la solidaridad y por otro también el egoísmo, quien se vuelca a cuidar al otro y quien se abroquela a la defensiva o de no querer que dispongan de tu vida, por qué no puedo salir a correr, qué me va a pasar a mí, si uso o no el barbijo”.

Otro  efecto indeseado, lamenta, es que “a pacientes míos, de años, con síntomas y problemas respiratorios,  no los puedo atender, porque se busca mantener independientes los circuitos de salud, dado que en ese caso pondría en riesgo a toda la otra población. Presentan un dolor de garganta, fiebre, y es extraño no atenderlos personalmente…”.

Sin duda habrás tenido que acudir a otros recursos…
“Sobre todo he tenido que aumentar mi nivel de empatía y acompañamiento con todos, por ejemplo mucha gente joven con trastornos de pánico. Hay días que estoy toda la tarde en el consultorio escuchando, con todo el respeto, cosas que son irracionales, no digo mezquindad, pero como de querer a toda costa preservarse fuera de esa realidad, cuando en esa realidad estamos todos.

“Solamente escuchar es importante, y mirá que ahora tenemos más límites, porque estamos todos con la cara tapada, qué cosa, yo no les veo la cara nunca a mis pacientes en el consultorio, hay veces que nos los reconozco en las sala de espera y me pregunto si ellos verán mi expresión. Uno aprende a mirar más a los ojos, darme cuenta cuando se conmueven, hay un plus de exigencia”.

Me imagino que vos también necesitarás acompañamiento…
“La verdad que sí porque por momentos estoy un poco cansado, exigido… y hay que dejarse acompañar también, ¿no? No siempre me doy cuenta. Y bueno, me acompaña mi esposa, también mis compañeros de focolar, que están muy atentos, más que en otros períodos, y también con otros a la distancia, nos mandamos audios, compartimos nuestras preocupaciones…

“Ahora que me lo decís, tengo que dejarme acompañar más, porque para que te acompañen hay que, de alguna manera, manifestar lo que a uno le pasa, aceptarse vulnerable, abrumado y ciertas situaciones gatillan cosas que no veíamos en nuestra aparente normalidad. En ese sentido tal vez es una oportunidad. Hay que decirlo con cuidado porque hay gente que está muy dolida y le parece una cosa nefasta. Pero nosotros sabemos que todo puede tener un sentido, y que cosas que parecían imprescindibles no los son tanto, y cuando aparece algo que te jaquea todas las seguridades descubrís otras cosas que importan y tal vez no tenías en cuenta”.

Vivís en un contexto que te ayuda…
“Sí, primero porque es un ámbito bastante protegido y por el tipo de relaciones que se tejen, desde el punto de vista humano, de cuidar al otro. Esto implica también el gran límite de no poder recibir gente, como que falta algo fundamental en la vocación de la Mariápolis. Por otra parte la primavera está tan bonita, con esa potencia que da la naturaleza. Yo no sé si a raíz de todo esto no estamos más sensibles a todo lo que brota, sigue adelante, a pesar de que la hemos castigado tanto”.

Hasta ahora no hemos hablado del consultorio en el hospital, que en esto del acompañamiento constituye su cable a tierra más profundo y es por eso, para Martín, un espacio privilegiado por lo que puede dar y por lo que recibe.

“Yo en una época trabajaba más en lo público y en contacto con gente carenciada, mientras que ahora en buena medida atiendo también  clase media alta, de condición más acomodada, que tienen necesidades quizás de otro tipo, donde también podés dar una mano. Pero a  mí me gusta seguir yendo al hospital e hice todo lo posible por no dejarlo, aunque sea una vez por semana, porque ahí encontrás más carencia, menos contención, se suman a la pobreza, ignorancia, adicciones,  alcoholismo, maltrato, explotación… . Y lo que me llama es tratarlos como príncipes, darles toda la dedicación, el tiempo y la calidad de atención que les doy a otros pacientes que tienen cobertura o me pagan en el consultorio. Atender, como dice el Evangelio, con la misma calidad o, casi te diría, con más contención, más calidez, más presencia a los que no tienen con qué retribuirte. Creo que es una de las cosas más lindas que tiene que ver con mi  práctica”.

He sabido que ahora, los martes, tienes también otra tarea.
“Sí, al salir del hospital,  entro a recorrer la ciudad para hacer entregas, porque llevo y traigo en el auto todo lo que te puedas imaginar, frazadas, colchones, cajas de  víveres para el Hogar Máximo Gil, para el merendero, colaborando con la red de ‘codo a codo’. Me encantaría acompañar más, pero es mi parte, lo que puedo, voy a las casas, entrego y traigo de allá para acá. Como es una vuelta grande, el reparto lo hago después de la atención del consultorio en el hospital”.

Tocar ese tema ha sido como abrir otro capítulo, donde se sucede un relato tras otro. Será para otra ocasión, porque aquí el espacio no da.

¿Qué dirías, para terminar?
“Lo del principio: que cuando se crea un vínculo con las personas, que va más allá de la ayuda específica que le brindás, y la gente se siente ayudada, no te hagas tantas preguntas”.

(Entrevista de Honorio Rey)

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