Matilde: Mi sueño era tener constituir “célula de ambiente” (ndr. Un pequeño grupo de 2 o más personas que viven o trabajan en un mismo ambiente -en este caso un edificio, pero también en una escuela, un trabajo- que se ponen de acuerdo para transformarlo a partir del cambio en las relaciones. Pueden ser dos vecinas o un alumno y una maestra, el capataz y algunos trabajadores, sin distinción de edades o roles). Yo vivo en este edificio hace 42 años y me la pasaba suscribiendo a la revista Ciudad Nueva, repartiendo las hojitas de la Palabra de Vida, tratando de amar a cada uno, pero nunca surgía nada. Me reunía con las amas de casa de la Parroquia, pero todo se diluía.
Y desde que está Mabel, empezamos a ser como la levadura. Yo la veía y decía “Cómo hace” y veía que a lo mejor ella lo hacía de un modo mejor… Si lo hacemos juntas, lo vamos a hacer mejor todavía. Y este año la frutilla del postre fue la experiencia de las cajas navideñas.
Mabel: La relación entre nosotras creció mucho al compartir el grupo que nos reunimos en los Focolares, las dos somos Voluntarias de Dios. Esa posibilidad de tener Jesús en medio nos dio otra visión, también en el edificio.
Matilde: Y llegamos a un punto en que nos podemos decir todo.
Mabel: Y esta relación entre nosotras se contagiaba. Mi hija Barbi con sus compañeras, hace unos años hicieron una experiencia hermosa en el colegio, y tomaron contacto con la gente de la Asociación “Nuevo Sol”. Y quedaron “prendidas” en esto, descubriendo que no es cuestión de dar porque sí, sino que está en juego la dignidad del otro… Y también se contagia en el edificio. Ya el año pasado armamos las cajas y este año las repetimos porque Barbi con sus amigas, nuestra vecina Mariel, nos preguntaron “¿Se arman las cajas este año?” Entonces ahí nos lo planteamos con Matilde.
Matilde: Ni lo pensábamos, ya estábamos en noviembre y ante la inquietud de ellas, pensamos “hay que hacerlo”.
Mabel: Lo charlamos con Araceli, que integra la nueva comisión de “Nuevo Sol”, y ella nos dijo, que podíamos hacerlo para el Centro Social de José C. Paz. En eso, nos invitaron al focolar, a hablar con los Chicos por un mundo unido. Fuimos. Eran unos cuantos chicos en edad de colegio secundario.
Matilde: Ellos también querían hacer algo y nos invitaron para que les contáramos lo que nosotras estábamos haciendo. Les contamos de qué se trata una célula de ambiente, haciéndoles ver que ellos también pueden tener una en el colegio. Se entusiasmaron y nos propusieron juntar cosas también ellos y dárnoslas. Pero a nosotras nos pareció que ellos podían hacerlo para otros y así el amor se multiplicaba. Aunque todavía no sabíamos si nosotras conseguiríamos armar algo.
Mabel: Todavía no habíamos recibido nada. Pero nos lanzamos con amor a decir a los chicos que abrieran su juego. ¡Y estaban super entusiasmados! (De hecho, armaron un montón de cajas para el Centro Social de Laferrere.) Y nosotras comenzamos acá, poniendo en los ascensores la invitación a participar, con la propuesta y lo que se necesitaba. La hija de Matilde nos ayudaba con la redacción. Cuando llamamos a José C. Paz, nos pasaron las necesidades de cinco familias. Y en la lista estaba la composición de cada una, edades y sexo. Necesitaban ropa, zapatillas (por ejemplo “Zapatillas Nº 42 para un nene de 10 años”) y útiles escolares. Y para un bebé que iba a nacer, el ajuar completo.
Lo hablamos con Matilde y pensamos poner sólo los alimentos. Porque si ponemos ropa, llega ropa de invierno y necesitamos de verano… Lo de las zapatillas, no lo dijimos, íbamos a ver cómo las conseguíamos. Tampoco pusimos los útiles escolares; para eso, pensamos esperar a marzo ya que, con el Mundo de las amas de casa, todos los años nos ocupamos de los útiles escolares.
Matilde: Para las cajas, incorporamos a una vecina que trabaja muchísimo, compra y forra las cajas, colaboran sus hijos, el marido… Y a otra señora, que quiso colaborar. Invitamos a todos, pero en esa época la gente no tiene tiempo.
Mabel: El 8 de diciembre, todavía no teníamos nada. Fue fuerte creer que Jesús sabe lo que cada familia necesita. Él es padre y él sabe la necesidad de cada uno. Y pedimos juntas “gracias de abundancia”.
Al día siguiente empezaron a llegar, a llegar, a llegar… de todos lados. Nos dimos cuenta que solas no somos nada. Que es la presencia de Jesús entre nosotras, lo que nos lleva adelante. Es una gracia diferente.
Matilde: Por otro lado, a través de una adherente que pertenece a Cáritas de San Cayetano, nos donaron ropa para el bebé que iba a nacer. Nos impresionó el lugar, con tanta gente trabajando como hormiguitas para poner todo en condiciones, ordenado, limpio, digno. Y nos contaban que tanto dan y tanto reciben. Nos dieron muchísima ropita.
Mabel: Y mientras acomodábamos la ropa nos dicen “¿Les vendría bien una cuna?” “¡Sí!” No sabíamos cómo la íbamos a llevar, porque habíamos ido caminando, y decidimos tomar un taxi. Salimos y empezamos a caminar buscando uno, cargadas con las bolsas y la cuna. Pero estábamos tan entusiasmadas que, de pronto, ¡estábamos en nuestro edificio!
Llegamos contentas, acarreando la cuna, los bolsos… No podíamos creer que habíamos caminado con todo ese peso.
Cuando llegamos, miramos la ropa. ¡Era hermosa! También vino un vecino, a traernos un cochecito. Después recibimos una colaboración a través de Margarita. Ella es una adherente de los Focolares de 92 años. En su edificio hay un pareja de chicas, que tuvieron mellizos por inseminación artificial. Margarita, que siempre trata de que los vecinos las acepten, tiene una hermosa relación con ellas. Les pidió ropa y ellas le dijeron que no. Pero después le llevaron dos bolsas llenas. Cuando yo fui a buscarlas, me encontré con una de ellas que me llevó a un rinconcito y me contó que habían pensado no dar nada, porque habían guardado toda la ropa de sus bebés como recuerdo. Pero cuando supieron que era para una mamá adolescente, pensaron que ellas, que han sufrido la discriminación, las necesidades, ¿cómo no iban a compartir? Y quisieron que esa chica sintiera el amor. Y me dijo “Sabés cómo descubrí que eras vos? Porque ese bolso que tenés ahí, es nuevo. Y la ropa que está adentro, es nueva. Se los compramos, para que con esa ropita sea recibido en el hospital. Todo lo hicimos con mucho amor. Y es poco frente a todo lo que Margarita nos da a nosotras. Ella nos ha integrado al edificio. Este bebé va a ser muy amado”. Y yo pensé: “¡Claro!, amado por Dios”. Porque no teníamos nada y bastó que le confiáramos a Jesús las necesidades para que las cosas empezaran a llegar.
Matilde: Sobreabundantemente. Porque después, era tanta la ropa, que alcanzó para dos bebés. Uno que ya nació y este que está por nacer.
Mabel: Las zapatillas fueron otra experiencia, porque una señora nos compró un par y los otros dos, los compramos con un dinero que nos dieron en un encuentro, cuando comentamos que faltaban las zapatillas. La gente puso dinero en un sobre y nos lo dieron. Nos impresionaba cómo Jesús se iba encargando.
Matilde: Y lo que quedó, lo dejamos para el centro social.
Mabel: Después nos llama María de los Ángeles, profesora de un colegio, que con un grupo de alumnos habían estado juntando alimentos y no sabían adónde donarlos. Les contaron de nosotras y nos llamaron. Así que fuimos con el esposo de Matilde a buscarlos. Era tal la cantidad que no pudimos traer todo. Llenamos el auto, yo me tuve que venir caminando, porque ocupamos todo el espacio. Y lo que quedó lo trajeron ellos otro día.
Matilde: Ahí venía todo tipo de alimentos no perecederos. En cambio las cajas navideñas, las armamos con lo que trajeron los vecinos, como para la cena de Navidad: turrones, panes dulces, budines, garrapiñadas, todo de primera marca. Y pudimos poner varios en cada caja, porque fueron muchos. Y la característica fue nadie que nos dio cosas “para los pobres”, sino que puso lo mismo que compraba para su familia.
Mabel: Armamos unas cajas hermosas. Le habíamos pedido a Jesús “gracias de abundancia” ¡y nos dio el céntuplo! Primero preparamos las cinco cajas originales, con lo que juntamos del edificio, de las compañeras de Barbi y de nuestros amigos. Cuando nos llegó lo del colegio, pensamos mandarlo así como estaba, pero nuestra vecina Mariel, dijo “No. Tienen que ir todas en armonía”. Así que salió a conseguir más cajas y las forró. Y usamos una caja hermosa, forrada en tela, para la ropa del bebé.
Después empezó a llegar la ropa. Nos habían pedido para adolescentes. Y la ropa que venía del colegio era toda de adolescentes. Y en excelentes condiciones.
Matilde: Y también pudimos armar regalos: adornos, perfumes. Nuestras vecinas envolvieron todo y en un papelito le ponían lo que había adentro, para que pudieran darle el mejor destinatario. Teníamos una canasta hermosa, mordida por un perrito. Una vecina la arregló, la pintó, le hizo unas flores preciosas. Y ahí pusimos todos los regalos.
Mabel: Y cuando estábamos terminando todo, viene una compañera de Barbi, cargada de útiles escolares: carpetas, hojas, lápices, colores, gomas, reglas y transportadores. Exactamente lo que había en la lista que nos habían dado y que nosotras no habíamos comunicado a nadie, pensando en no “distraer” la atención, sino centrarnos en Navidad y dejar para marzo, o más cerca del comienzo de clases esa otra parte. Nos impresionó cómo Jesús se encarga de cada uno. Nosotros le habíamos dicho “Te dejamos a vos, que sabés lo que ellos necesitan”. Y nos llegaban exactamente los útiles escolares que nos habían pedido.

Matilde: También Américo, un vecino mayor, nos cuenta que tenía cuarenta juguetes artesanales que había fabricado para vender, muy bien presentados, y no sabía qué hacer con ellos. Eran de tipo didáctico, así que servían tanto para nenas como para varones. Y nos los ofreció. Justo unos días antes de que fuera la fiesta con los chicos del barrio adonde irían las cajas, y serían cuarenta chicos.
Después nos mandaron fotos, con las caras felices de los chicos al recibir los juguetes y Américo se puso muy contento. Nos decía “Tanto tiempo que tuve esas cajas y no sabía qué hacer con ellas”.
Mabel: Para mí lo más fuerte de esta experiencia fue sentir la presencia de Jesús entre nosotras a cada paso de una manera tan palpable. No recuerdo si alguna vez viví algo así tan concreto, tan visible. Nosotras fuimos los instrumentos. Después, Matilde compró gaseosas y sándwiches para festejar con todos los que colaboraron cuando terminamos de armar las cajas, tranquilas y felices de la tarea completa.
Matilde: Yo dije “ya festejé la Navidad”. Había visto a tanta gente que se había contagiado, que había tenido el festejo. Hay que hacer la experiencia para darse cuenta de lo que es. Estoy agradecida a Mabel, y a Jesús que escuchó mi pedido. La verdad es que Chiara sabía lo que era una célula de ambiente y la potencia que puede tener en la sociedad.
A las dos les brillan los ojos. Dan ganas de experimentarlo uno también. Esa es la mejor invitación a vivir amando, y pensar en los demás como hermanos aunque nunca les hayamos visto la cara.
Entrevista de Licy Miranda