Guillermo Curti

 
La simplicidad de un niño, junto a la pasión por los ideales más sublimes (17 de febrero de 1934 - 9 de mayo de 2018)

Nacido en 1934 en Genova, Italia, era el segundo de tres hijos. Su padre, de ideas socialistas, perseguido por el régimen fascista, tuvo que transferirse a Génova con toda la familia. Allí Guillermo tiene su primer encuentro con el dolor cuando, todavía niño, le explota en la mano un dispositivo que encontró mientras jugaba, causándole graves heridas en las manos, que luego de varias operaciones logra rehabilitar.

Atraído de joven por el ideal de la fraternidad universal se integra al Movimiento de los Focolares viviendo con intensidad las etapas de su difusión desde el ‘67 en Brasil, luego en Uruguay y en Argentina, Buenos Aires, Rosario y finalmente en la Mariápolis permanente de O’Higgins. Tenía un concepto muy realista de sí mismo, de su temperamento sanguíneo, que reconocía y reparaba recomenzando con la simplicidad de un niño, junto a la pasión por los ideales más sublimes. Su vitalidad, simpatía, el amor por las personas y por la vida se manifestaban en una especial sensibilidad para comprender las necesidades de los demás. Amable, fácil de querer, conquistaba el afecto de las personas por su cercanía.

Su atracción por todo lo nuevo, internet, fotografía, su gusto por la fiesta, el canto, unidos a una particular curiosidad intelectual, hacían de él un referente autorizado para personas de cualquier edad, condición, estado, que establecían con él una relación fraterna e incluso cómplice en esa multiplicidad de intereses. Multifacético, aunque no siempre el orden y la puntualidad eran su fuerte, lo compensaba con una capacidad de recomenzar que lo mantuvo siempre joven de espíritu y cada vez más sabio.

En 1986, ordenado sacerdote, el obispo de Mercedes-Luján le confió, junto a una focolarina, la pastoral del diálogo ecuménico en la arquidiócesis. Desde allí supo ganarse el afecto y la amistad de los pastores de las distintas iglesias cristianas, visitándolos con frecuencia, participando en los festejos de sus comunidades, construyendo un clima de diálogo y amor recíproco que precedía a los momentos compartidos en la Semana por la Unidad de los cristianos.

En las celebraciones su prédica se destacaba por lo concisa y concreta, apoyada en experiencias de la propia vida. Confesarse con él solía ser un diálogo donde abría el camino a la confidencia compartiendo incluso sus propias faltas con el penitente. Muy apreciado por las familias como puente de unidad y de contención en situaciones límite.

Durante mucho tiempo fue secretario incondicional de Victorio Sabbione y, cuando éste necesitó atención permanente por su decaimiento físico, atendiendo a su salud en los mínimos detalles hasta el final.

Más adelante, también él de salud precaria, aunque temeroso y cuidadoso, siguió manteniendo la misma disponibilidad para todo, centrándose cada vez más en el momento presente. Un día, parecía un olvido de su parte, no llegó a celebrarnos la misa. En forma imprevista, mientras se preparaba como siempre para ir en bicicleta a la capilla, había llegado a la otra Vida.

Ese año, 2018, los jóvenes quisieron que el lema de su Jornada anual fuera “Hasta el último minuto”, en agradecimiento a Guille, y en el logo aparecía también la bicicleta que asociaban a su imagen de todo los días. “Tu alegría fue mi ejemplo, tu mirada un consuelo y nuestras charlas van a quedar guardadas en mi corazón por siempre. Hoy llegaste a tu fiesta en bicicleta, con el iPhone y tus Crocs! ¡El cielo canta de alegría!”, escribió una joven en la carta leída durante la misa de despedida.

Su palabra de vida, “Vayan e incendien todo con el amor”, había sido elegida por Chiara de una frase de San Ignacio de Loyola a San Francisco Javier.

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