
Desde el 3 hasta al 21 de mayo 2019 visité a las comunidades de los Focolares de Santiago de Chile y de Mendoza. Me habían pedido compartir las experiencias de mi vida como focolarina evangélica-reformada y un aporte para conocer un poco más la Iglesia Reformada en su historia, fundamentos y valores.
En Chile me propusieron de participar del almuerzo de trabajo mensual de la comisión ecuménica de la Arquidiócesis de Santiago de Chile con aproximadamente 25 miembros de mas de 10 iglesias y movimientos distintos. Y lo mismo pasó en Mendoza: ya que durante la semana de mi visita se reunía también el Consejo ecuménico de la Arquidiócesis, para preparar la celebración de la semana de oración por la unidad de los cristianos. Me impactó que no me encontré con una “comisión” sino una “familia” entre las 17 personas de mas que 10 iglesias (Ortodoxa de Antioquia, Luterana, Católica, Metodista, Anglicana, Bautista, Pentecostales, Ejercito de la Salvación, Hermanos libres …): la comunión entre todos es inmediata y profunda, compartiendo experiencias, alegrías, preocupaciones. Todo enriquece la colaboración fraterna de la celebración próxima. Con algunos profundizamos la amistad compartiendo en el focolar nuestras experiencias de vida y ahondando algunos aspectos de la espiritualidad de unidad del movimiento.
Particularmente precioso fue conocer varios amigos del Movimiento de los Focolares pertenecientes a otras iglesias cristianas como, por ejemplo, en Chile: el pastor Pedro Zavala, actual presidente de los pastores en la Iglesia Luterana de Chile. El nos involucró en la celebración con su Comunidad en el barrio humilde de “La Bandera”, donde ya hace años gestionan un jardín de infantes. En Mendoza nos recibió en su casa Gerta, una voluntaria anglicana de 95 años que nos contó del cambio radical que significó para ella encontrarse -años atrás- con el focolar. Esta manera de practicar la Palabra de Dios desde el amor, cambió sus relaciones y empezó en su Iglesia Anglicana a reunirse mensualmente para compartir experiencias con la Palabra de vida. En la misma ciudad conocí a Abraham, un joven ortodoxo de la Iglesia de Antioquia. Con él dialogamos sobre el significado de María en nuestras Iglesias y como Chiara (Lubich) nos ayuda descubrir la en su ser mas profundo como primera discípula y modelo nuestro en su donar a Jesús al mundo.
Igualmente incisivos fueron los distintos encuentros en las comunidades de los Focolares. Aunque compartí simplemente unas breves nociones sobre la Iglesia Reformada y sobre mi camino como focolarina reformada, cada vez quedé sorprendida de cómo la acogida y escucha profunda generaba una resonancia que nos hizo ver a todos, también a mi misma, mis relatos en dimensiones más grandes y luminosos.
De hecho, varios participantes expresaron que su mirada hacia al dialogo ecuménico había cambiado esencialmente y con eso hacia cualquier otro diálogo con “diferentes”. No por casualidad cada vez concluimos diciendo que la raíz más profunda para encontrarnos y entendernos en medio a nuestras diferencias, la podemos encontrar en la “Unidad de la Trinidad”: en el uno en el seno de Dios-Padre, como Chiara Lubich lo había experimentado luminosamente con sus primeros compañeros/as en el verano del 1949. Intuimos como en ese “UNO en el Padre” todos nos encontramos en una unidad que va más allá de todas nuestras Iglesias e identidades.
Desde allí, la diversidad que cada uno encuentra en el “otro”, emerge bajo una luz nueva, ya no como un impedimento para entenderse, sino como una invitación a una dinámica enriquecedora: vivir cada encuentro con “otros” como una entrega al otro en el Amor según el modelo de la relación de Jesús hacia el Padre que se entregó totalmente y volvió reconstituyendo una unidad mas completa: incluyéndonos a todos nosotros.
Esta dinámica nos permitirá estar mas unidos y al mismo tiempo mas auténticos en nuestras variadas experiencias de fe. Y será un testimonio aun mas auténtico para nuestra sociedad marcada por conflictos y diferencias.
Kathrin Reusser (Buenos Aires)