Enraizarnos bien en el presente

 
"Un modo inesperado de vivir el centenario de Chiara Lubich", dice la volanta del artículo firmado por María Voce (Presidenta del Movimiento de los Focolares) publicado en la primera página de la edición italiana del 2 de abril en el diario del Vaticano: "L'Osservatore Romano", cuya versión digital se puede leer online. Transcribimos el artículo.

«Celebrar para encontrar» es el lema que, como Movimiento de los Focolares, hemos elegido para recordar en el 2020, en todo el mundo, los 100 años del nacimiento de nuestra fundadora Chiara Lubich. Hasta hace unas semanas, este lema nos parecía una elección acertada para celebrar, de las más variadas formas, la persona de nuestra fundadora y el carisma que Dios le había dado y que ella había transmitido generosamente. De hecho, queremos que la gente la encuentre viva hoy y no la evoque como un recuerdo nostálgico; que la encuentre en su espiritualidad, en sus obras y sobre todo en su “pueblo”, es decir, en quienes viven en el presente su espíritu de fraternidad, de comunión, de unidad.

Y a partir del 7 de diciembre de 2019, hemos gozado por los muchos eventos que han tenido lugar en todo el mundo.

Nos hubiera gustado que la fiesta continuara. Pero en poco tiempo el escenario cambió y el lema «celebrar para encontrar» corre el riesgo de parecer anacrónico: nosotros también hemos suspendido todo tipo de celebración o evento. La pandemia causada por el coronavirus está obligando a más países, en todo el planeta, a tomar medidas drásticas para frenar el contagio: el aislamiento y la distancia física son las herramientas más eficaces por ahora. Lo demuestran los signos que nos llegan desde China, que durante semanas hemos acompañado con inquietud. Pero aquí, en Italia y en varios otros países del mundo, la situación sigue siendo muy grave.

Para muchos de nosotros que vivimos aislados, es una experiencia totalmente nueva. No solo tiene una dimensión social o psicológica, sino también una fuerte repercusión espiritual. Esto se aplica a todos y especialmente a los cristianos. Una situación que también afecta nuestra espiritualidad específica como Focolares. Estamos hechos para la comunión y la unidad. Saber cómo crear relaciones es quizás la cualidad más característica de una persona que ha conocido y acogido el espíritu de Chiara. Y, precisamente, esta dimensión ahora parecería limitada al máximo.

Pero el amor no se deja limitar. Esta es la gran experiencia que se está haciendo en estos días dramáticos y dolorosos. Más que nunca y de todas partes, me llegan testimonios de personas que ponen en marcha la creatividad y la imaginación, y que están donando a otros, incluso en condiciones difíciles e inusuales: niños que cuentan los pequeños y grandes actos de amor para superar las dificultades de tener que quedarse en casa; adolescentes que se conectan para crear un relevo de oración; empresarios que van en contra de la corriente para no aprovechar la emergencia, y se ponen al servicio del bien común incluso a expensas de la ganancia personal. Hay muchas maneras de ofrecer apoyo y consuelo: en primer lugar, con la oración; con una llamada telefónica, un mensaje de WhatsApp, un correo electrónico…, para que nadie se sienta solo, los que están en casa, pero también los enfermos y los que hacen todo lo posible para curar, consolar, acompañar a los que sufren las consecuencias de esta situación. Y también hay mensajes de solidaridad que nos ayudan a abrir nuestros corazones incluso más allá de la emergencia del coronavirus, como el de los jóvenes en Siria que, a pesar de sus dramáticas condiciones, encuentran la fuerza para pensar en nosotros en Italia. Son los jóvenes quienes nos enseñan que estas experiencias compartidas en las redes sociales pueden multiplicarse, porque también el bien puede ser contagioso.

A través de estos testimonios, una convicción maduró en mí: el centenario de Chiara Lubich no se ha suspendido y el lema «Celebrar para conocer» está más vigente que nunca.

Pero es nuestro Padre Celestial, o tal vez también la propia Chiara, que nos invita a vivir este año jubilar de una manera más profunda y más auténtica. Más allá de los condicionamientos, incluso en la imposibilidad de celebrar la Eucaristía juntos, estamos redescubriendo la presencia de Jesús, vivo y fuerte en el Evangelio vivido, en el hermano que amamos y en medio de todos aquellos, incluso a distancia, que están unidos en su nombre.

Pero en particular, nuestra fundadora nos hace redescubrir su gran amor, su esposo: Jesús Abandonado – «el Dios de Chiara», como monseñor Lauro Tisi, arzobispo de Trento, le gusta definirlo. Es el Dios que ha ido al límite, para acoger en sí mismo cada experiencia límite y darle valor. Es el Dios que se hizo periferia para hacernos entender que incluso en la experiencia más extrema podemos encontrarnos con Él. Es el Dios que hizo suyo todo tipo de dolor, angustia, desesperación, melancolía, para enseñarnos que el dolor aceptado y transformado en amor es una fuente inagotable de esperanza y de vida.

Este es el desafío de esta emergencia planetaria: no escapar, no tratar solamente de sobrevivir para llegar sanos y salvos a la meta, sino radicarnos bien en el presente, mirando, aceptando y afrontando cada situación dolorosa — personal o de los demás — para que sea un lugar de encuentro con “Jesús Abandonado” y encontrar, en el amor por Él, la fuerza y la creatividad para construir relaciones de fraternidad y amor incluso en esta difícil situación.

Para Chiara, cada encuentro con “el Esposo”, con Jesús Abandonado, era fiesta, era una celebración. Encontrándolo — estoy convencida — nos encontraremos también con ella porque aprenderemos a mirar cada situación con los ojos de Dios, como ella trató de hacer. Quizás también nosotros podremos repetir la experiencia de Chiara y sus compañeras, que “casi” no se dieron cuenta de la guerra, ni de su final, porque, cautivadas por Dios y por su amor, experimentaron que la realidad que vivían, el amor concreto que circulaba entre ellas y con muchos en su ciudad, era más fuerte que todo.

No sabemos cuánto durará esta emergencia: tal vez semanas o meses. Sin embargo, pasará. El mundo que encontraremos al final del túnel, lo estamos construyendo ahora.

María Voce

© L’Osservatore Romano – Edición diaria en italiano – 02-04-2020

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