Luis Vianel Bravo Álvarez

 
Profunda vocación de servicio (25 de diciembre de 1939 - 16 de junio de 2020)

Luis nació en Santiago (Chile) el 25 de diciembre de 1939, en el seno de una familia tradicional y creyente; fue el cuarto de seis hermanos y su niñez transcurrió tranquila en dónde desde muy temprano comenzaron a destacarse sus rasgos sociales y de ayuda al prójimo, como también su muy buen carácter y sentido del humor.

Participaba –junto a otros estudiantes- del grupo de ayuda social en el Instituto en el que estudiaba y estaba permanentemente preocupado por asistir a quienes tenían alguna necesidad; organizaban rifas y beneficios para cubrir los costos de estas ayudas. Fue un excelente estudiante y logró titularse de contador público.

Conoce a Eugenia y luego de unos meses, en 1961 contraen matrimonio; nacen tres hijos: Davis, Cybelle e Iván.

A inicios de los 80 se casan por la Iglesia Católica, como parte de un acercamiento a una fe más activa. Luego a mediados de los 80, sus hijos conocen el Movimiento de los Focolares y se incorporan a los Gen, jóvenes del Movimiento; esto hace que la casa de la familia se transforme en prácticamente en “una sede” en donde Luis y Eugenia, acogían a los nuevos amigos de sus hijos con cariño y generosidad. Así fue que la espiritualidad de la unidad llegó también al matrimonio, que comenzó a participar del Movimiento Familias Nuevas, en el que llegaron a ser verdaderos animadores.

Los hijos se casaron y partieron, cada cual en su hermosa aventura personal; pero comenzaron a llegar los nietos, que a Luis y Eugenia les llenaron la vida.

Con el tiempo, Luis fue penetrando cada vez más en la Espiritualidad de la Unidad y como tantas veces ocurre, cuando un alma se vuelca generosamente en la experiencia de Dios, Este responde amorosamente y comienza el misterioso juego de Amor en el que se va develando cada realidad divina: primero fue descubrir a Dios Amor y pareció que no había otra cosa más hermosa y luminosa para Luis. Después fue, descubrir a María, realidad inmensa que lo marcó para siempre; de hecho, quiso desde ese momento, rezarle el rosario diariamente como un acto de amor a la Madre.

En este período siente que Dios lo llama a una vocación que lo enamoró y se incorporó a los Voluntarios de Dios. Nuevamente su casa volvió a ser “una sede” en la cual se realizaron muchísimos encuentros de núcleo, que han marcado a fuego a muchos de nuestros voluntarios.

En este santo viaje, Dios se reveló abandonado. A Eugenia se le diagnosticó una enfermedad degenerativa que la deterioró rápidamente. También Luis comenzó a experimentar varios problemas de salud que hicieron insostenible permanecer junto y Eugenia fue internada en una casa de reposo. Para Luis fue un dolor desgarrador que no lo entendía, pero como él mismo cuenta, paulatinamente fue comprendiendo que ninguna experiencia de Dios está completa, sin pasar por el dolor. Fueron catorce años de permanencia de Eugenia en la casa de reposo en su proceso de enfermedad y Luis no dejó de visitarla ni un solo día, demostrando así el gran amor que le tenía, incluso si ella había perdido completamente sus recuerdos y ya no le conocía.

 

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