Movimiento de los Focolares

María Voce: un llamamiento a la fraternidad

El pasado 3 de octubre, durante la Conexión CH  – la videoconferencia bimensual que conecta las comunidades de los Focolares en el mundo – María Voce hizo un llamamiento a todos, pidiendo un compromiso no pequeño: vivir las relaciones con los demás según el modelo de las relaciones  “trinitarias”, en las que cada uno hace emerger al otro, encontrando “su identidad más profunda” y poniendo así las bases de una sociedad fraterna. La video-conferencia tenía lugar pocas horas después de la firma en Asís de “Fratelli tutti”, la última encíclica del Papa Francisco. Así que era inevitable sentirse llamados en primera persona. A continuación, una síntesis del discurso de la presidenta de los Focolares. Pregunta: Hoy, el Papa en Asís ha firmado la nueva Encíclica con este título tan bonito: “Fratelli tutti”. Y en un tweet ha escrito: “El esfuerzo para construir una sociedad más justa implica una capacidad de fraternidad, un espíritu de comunión humana. ¿Te ha sorprendido que el Papa haya elegido este argumento? Maria Voce: ¡En absoluto! Porque es la necesidad más grande de la humanidad de hoy. El Papa ha sabido hacerse eco de ella y con esta encíclica ha querido ponernos a todos juntos a buscar la respuesta a esta necesidad de la humanidad. Nos surge una pregunta: “¿Qué podemos hacer?” A este punto quisiera dirigirme especialmente a todos aquellos que se sienten llamados por Dios a hacer algo para responder y hacerlo dándose completamente, sin medida, sin miedos. A todos los que han encontrado en el carisma de la unidad, en el carisma de Chiara Lubich, una ayuda que les ha hecho ver que es posible, que les ha hecho vivir la experiencia concreta, verdadera, profunda de la unidad en esta tierra; a todos estos quisiera decirles: ¡Hagámoslo juntos! ¡Hagámoslo juntos! Sí, hemos recibido un don que nos ha permitido hacer esa experiencia; pero esta llamada a la fraternidad, que para nosotros es la llamada al “Que todos sean uno” (Jn  17,21), a la unidad, esta llamada querría que en la tierra se viviese como en el Cielo, como -déjenme decirlo- en la Trinidad, donde la unidad y la distinción coexisten, donde cada persona respeta a la otra, cada persona deja espacio a la otra, cada persona trata de hacer emerger a la otra, cada uno en cierto modo trata de perderse completamente para que el otro pueda expresarse completamente. Y en esto no se anula, al contrario, manifiesta su verdadera, su más profunda identidad. Una unidad tan grande tiene un ejemplo solo: Jesús, que supo perder completamente su ser Dios para hacerse hombre y compartir en la cruz – en el momento del abandono – todos los abandonos, todos los dolores, todas las angustias, todos los sufrimientos, todos los extremismos, todas las victimizaciones, las laceraciones, los abandonos que los hombres de todos los tiempos, de toda condición viven y han vivido, y los asumió con este amor tan grande que logró rehacer, reconstruir esa unidad que se había roto entre Dios y el hombre, entre todos los hombres y también con toda la creación. Si logramos tener un amor tan grande, podemos testimoniarle al mundo que esta unidad existe, que esta unidad es posible, que esta unidad ya ha comenzado. Quisiera que con todos aquellos que me están escuchando en este momento pudiésemos ser para el Papa una primera respuesta ya iniciada y que le diésemos consolación y esperanza, porque ya algo ha comenzado. Que todos juntos, nosotros, pequeño grupo que se inspira en el carisma recibido de Chiara Lubich, fuésemos un principio, una partícula pequeña pero eficaz de esa levadura que penetra en la humanidad y que puede transformarla en un mundo nuevo. Yo quisiera asumir este compromiso juntamente con todos ustedes. ¡Yo estoy dispuesta, quiero hacer toda mi parte, e invito a todos los que quieran a hacer su propia parte!

Stefania Tanesini

Aqui la edición integral de  la Conexión CH.

Chiara Lubich: La fraternidad universal

El 8 de mayo de 2004 en Stuttgart, en Alemania, Chiara tenía delante a casi 9000 personas en la primera cita de “Juntos por Europa”. Un momento histórico, en el que ofreció la llave para construir la paz en el continente-mosaico que es Europa y en el mundo entero: construir fragmentos de fraternidad universal. La fraternidad universal es y ha sido una aspiración profundamente humana, presente – por ejemplo – en almas grandes. Martin Luther King decía: “Tengo un sueño: que un día los hombres (…) se darán cuenta de que han sido creados para vivir juntos como hermanos (…); y que la fraternidad (…) será el orden del día de un hombre de negocios y la palabra de orden del hombre de gobierno”.[2] El Mahatma Gandhi, refiriéndose a sí mismo afirmaba: “Mi misión no es, simplemente, la fraternidad de la humanidad india. (…) Sino que a través de la realización de la libertad de la India, espero realizar y desarrollar la misión de la fraternidad de los hombres”.[3] La fraternidad universal ha sido también el programa de personas que no estaban inspiradas por motivos religiosos. El proyecto mismo de la Revolución francesa tenía como lema: “libertad, igualdad, fraternidad”. Pero aunque después numerosos países, al implantar regímenes democráticos, lograron poner en práctica, de algún modo, la libertad y la igualdad, la fraternidad, en cambio, fue más anunciada que vivida. Pero quien, por el contrario, ha proclamado la fraternidad universal y nos ha dado el modo de realizarla ha sido Jesús. Él, revelándonos la paternidad de Dios derribó los muros que separan a los “iguales” de los “diferentes”, a los amigos de los enemigos. Y liberó a cada hombre de mil formas de subordinación y de esclavitud, de toda relación injusta, realizando así una auténtica revolución existencial, cultural y política. Muchas corrientes espirituales, además, a lo largo de los siglos, han tratado de desarrollar esta revolución. Una vida verdaderamente fraterna fue, por ejemplo, el proyecto audaz y obstinado de Francisco de Asís y de sus primeros compañeros[4], cuya vida es un ejemplo admirable de fraternidad que abraza junto a todos los hombres y las mujeres también el cosmos con el hermano sol, la luna y las estrellas… El instrumento que Jesús nos ha ofrecido para realizar esta fraternidad universal es el amor: un amor grande, un amor nuevo, distinto del que conocemos habitualmente. En efecto, Él, Jesús trasplantó en la tierra el estilo de amar del Cielo. Este amor exige que se ame a todos: es decir, no solamente a parientes y amigos; pide que se ame al simpático y al antipático, al compatriota y al extranjero, al europeo y al inmigrante, al de la propia Iglesia y al de otra, de la propia religión y de la que es diferente. […] Este amor pide que se ame también al enemigo, y que se le perdone si es que nos hubiera hecho daño. […]  Me refiero, por tanto, a un amor que no hace distinciones y toma en consideración a todos aquellos que están físicamente a nuestro lado, pero también a aquellos de los que hablamos o se habla; a los destinatarios del trabajo que nos ocupa día a día, a aquellos de los que sabemos alguna noticia por el periódico o la televisión. Porque así ama Dios Padre, que manda el sol y la lluvia sobre todos sus hijos, sobre los buenos y los malos, sobre los justos y los injustos (Cf. Mt 5,45). La segunda exigencia de este amor es que seamos los primeros en amar. El amor que Jesús trajo a la tierra es desinteresado; no espera el amor del otro, sino que toma siempre la iniciativa, como Jesús mismo hizo dando la vida por nosotros cuando todavía éramos pecadores, y por lo tanto no amábamos. […] El amor que Jesús trajo no es un amor platónico, sentimental, de palabras, es un amor concreto. Exige que se vaya a los hechos, y esto es posible si nos hacemos todo a todos: enfermos con quien está enfermo; alegres con quien está alegre; preocupados, inseguros, hambrientos, pobres con los demás.  Y sintiendo en nosotros lo que los demás sienten, actuar en consecuencia. […] Además, cuando este amor es vivido por varias personas, se hace recíproco, y esto es lo que Jesús subraya más: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 13,34). Es el mandamiento que Él llama suyo y “nuevo”. A este amor recíproco no están llamados solo los individuos, sino también los grupos, los Movimientos, las ciudades, las regiones, los Estados. Los tiempos actuales exigen, de hecho, que los discípulos de Jesús adquieran una conciencia “social” del cristianismo. Es más urgente y necesario que nunca que se ame la patria del otro como la propia. […] Este amor, que alcanza su perfección en la reciprocidad, expresa la potencia del cristianismo porque atrae sobre esta tierra la misma presencia de Jesús entre nosotros, hombres y mujeres. ¿Acaso no dijo Él: “Donde dos o tres están unidos en mi nombre yo estoy en medio de ellos (Mt 18,20)?” ¿Y esta promesa suya, no es una garantía de fraternidad? Si Él, el hermano por excelencia, está con nosotros, ¿cómo podremos dejar de sentirnos hermanos y hermanas los unos de los otros? […] Que el Espíritu Santo nos ayude a todos a formar en el mundo, allí donde estamos, porciones de fraternidad universal cada vez más extendidas, viviendo el amor que Jesús nos trajo del Cielo.

Chiara Lubich

  [2] Cf. MARTIN LUTHER KING, Discurso de la Vigilia de Navidad 1967, Atlanta, cit. en Il fronte della coscienza, Torino 1968. [3] M.K. GANDHI, Antichi come le montagne, Milano 1970, p.162. [4] Cf. Card. R. Etchegaray, Homilía con motivo del Jubileo de la Familia franciscana, en «L’Osservatore Romano», 12 de abril de 2000, p.8. https://vimeo.com/465672222

Siria: el peligro del trabajo infanti

Diez años de guerra y las restricciones por el embargo y la pandemia del Coronavirus han impuesto a la población siria condiciones de vida que están en el límite de la pobreza, favoreciendo el resurgimiento de la explotación del trabajo infantil. “Tras casi una semana de cuarentena quedé impactada al ver que uno de nuestros alumnos vendía verdura en un coche”.  De la experiencia de una de las maestras del apoyo escolar “Generación de esperanza” de Homs, del programa “Emergencia Siria”, nace la preocupación frente al fenómeno de la explotación del trabajo infantil en crecimiento. Según lo que nos dicen nuestros operadores, en el pasado se conocían algunos casos en los que los adolescentes eran empleados en trabajos manuales, pero hoy, es diminuta la edad de los chicos empleados en la venta de verdura en los mercados o como obreros, peluqueros, mozos en los negocios de fast food o en una fábrica. Cuando se les pregunta a los padres, las respuestas hacen hincapié en el hecho que esa práctica es casi inevitable viendo las condiciones económicas y la gran incertidumbre del futuro.  Algunos consideran que hoy es más importante aprender un trabajo en lugar de quedarse en casa (por la pandemia) o bien explican que esas actividades son necesarias para ayudar al balance familiar, que ya no se puede sostener sólo con el trabajo, muchas veces no regular, de los padres. Durante la cuarentena impuesta para enfrentar el Covid19, los operadores y los docentes del apoyo escolar de Homs se comprometieron a seguir a los chicos a la distancia incluso, a pesar de que ello no fuera posible siempre. Muchos viven hacinados en sus casas y la disponibilidad de dispositivos digitales y de la red no está al alcance de todos. Este distanciamiento ha alimentado la fragilidad de los chicos y la opción por parte de los padres de emplearlos en esos trabajos. Por esa razón en el breve período en que se retomó la actividad, en julio, el apoyo escolar de Homs organizó algunos encuentros para indagar en el fenómeno y hacer entender la importancia de preferir la instrucción al trabajo infantil, aun en condiciones de graves dificultades económicas. De esos encuentros surgió que los niños, aunque no quisieran trabajar, sienten la responsabilidad de contribuir económicamente para afrontar los gastos familiares, además del temor de que los dadores de trabajo, frente al rechazo de los niños, puedan hacer daño a los padres. El Centro se cerró nuevamente por la expansión del Coronavirus, pero, ni bien sea posible, operadores y docentes retomarán su trabajo, conscientes de trabajar en lo que pueda ayudar a combatir la práctica del trabajo infantil y garantizar a los chicos de Homs el apoyo para recibir la instrucción adecuada y así construir su futuro.

De la página web Amu – Azione per un mondo unito

Miriam, mártir por la paz

Su sonrisa, su alegría de vivir, su compromiso por la justicia y la paz. Estas son las palabras que se siguen evocando al recordar a Myriam Dessaivre, de 26 años, quien perdió la vida el domingo 9 de agosto en Níger. Con ella fueron asesinados otros cinco jóvenes franceses, además del chófer y guía nigeriano que los acompañó ese día a visitar la reserva de jirafas de Kouré, situada a 60 Km. al sureste de la capital Niamey. Los jóvenes franceses estaban en una misión humanitaria con la ONG Acted en un país que sufre una crisis múltiple, en el último lugar en términos de desarrollo humano. Graduada en Comunicación e Información en el Instituto Católico de Toulouse y Máster en Estudios sobre la Paz en el Paris-Dauphine, Myriam, mártir por la paz, se había especializado en resolución de conflictos políticos. El tema de su tesis de graduación fue: “El estado colombiano y las FARC ¿hacia una reconciliación posible? Su formación se estaba desarrollando también en el campo porque trabajaba en Colombia, Túnez y Chad. El 18 de junio de 2016 ilustró la elección de su carrera durante el Consejo Nacional de la Asociación Mouvement de la paix. Entonces tenía 21 años. Impresiona la fuerza de sus palabras y la resonancia que asumen hoy. Citamos su intervención al final de este artículo. “Personalmente, tengo la impresión que una parte creciente de nuestra generación quiere promover la paz. También pienso que las redes sociales favorecen esta tendencia, no sólo por la profusión de malas noticias, sino porque se percibe el aumento de una especie de “solidaridad global”.  La indignación ante los actuales horrores (ataques terroristas, guerras en Medio Oriente, carestía) se transmite instantáneamente por las redes sociales y nos sentimos directamente afectados por estas noticias, tanto que nos preguntarnos: “¿Cuándo voy?”  Por eso no me sorprende que cada vez más nosotros queramos emprender profesiones para favorecer la paz, quizás simplemente para permitirnos encontrar los medios para vivir en un mundo mejor. Este mundo mejor había aprendido a construirlo gracias a la espiritualidad de los Focolares y a su compromiso con los jóvenes del Movimiento.  Su padre, fallecido en el 2014, era un voluntario. “Era mi mejor amiga”, dice Sophie, desconsolada. “La conocí cuando tenía 13 años durante una Mariápolis en Lourdes. Podrías reír y divertirte de todo cuando estabas con ella”, dice. “Tenía grandes convicciones y defendía los valores de la paz y de la justicia social. No era un trabajo fácil el suyo, pero ella era una apasionada y ese sentía realizada en ese lugar”, testimonia su amiga. “Me consuela saber que por más injusta, terrible y violenta que haya sido su muerte, no carece de significado. Ha dado la vida por lo que creía que era justo”. Otro amigo, Carl, veía a Miriam “como una persona radiante, humilde y bella, que ha dado su vida al servicio de la vida, de la paz, de los demás”. Para él éste es el significado de su muerte: “Me doy cuenta que durante toda su vida ha construido un mensaje que ahora nos transmite a través de su partida al paraíso. Es el martirio del mal que de una u otra forma cada uno de nosotros nutre cotidianamente con sus malas acciones y/o por su inacción”. “Miriam ha realizado su sueño, su pasión, uniendo su experiencia y su compromiso en el campo” dice Anne-Marie, una focolarina que la conocía. “Resulta evidente para los 120 representantes Gen de todo el mundo, reunidos para un congreso online del 7 al 14 de agosto, que Miriam será el precioso ángel de la guarda del Progetto #Daretocare (“Osar y hacerse cargo”) que tiene como objetivo promover iniciativas a favor de una ciudadanía activa en el ámbito de la justicia social, la política y la economía”. Para Anne-Marie, “es como si ahora nos dijera: ¡Adelante! No se carguen con cosas inútiles”.

Emilie Tévané, para Nouvelle Cité

Llamados al diálogo

El camino por excelencia para superar divergencias de cualquier tipo y crear comunión y unidad es – como enseña Chiara Lubich – el diálogo. Podemos vivirlo incluso cuando debemos dedicarnos a nosotros mismos. Todos estamos llamados a reflejar en nosotros la Santísima Trinidad, donde las tres divinas Personas están en eterno diálogo, son eternamente uno y eternamente distintas. Prácticamente, para todos nosotros significa que cada vez que tenemos que tratar con uno o más hermanos o hermanas, directa o indirectamente –por teléfono o por escrito, o porque se dirige a ellos el trabajo que hacemos, las oraciones que rezamos– nos sentimos todos permanentemente en diálogo, llamados al diálogo. ¿Cómo? Abriéndonos a cada prójimo, escuchando con el alma vacía lo que él quiere, lo que dice, lo que le preocupa, lo que desea. Y, cuando hemos hecho esto, intervenir nosotros dándole lo que desea y lo que sea oportuno. Y si dispongo de momentos y horas que tengo que dedicarlos a mí misma (para comer, reposar, vestirme, etc.), hacer cada cosa en función de los hermanos, de las hermanas, teniendo siempre presentes a los que me esperan. De esta manera y solo así, viviendo continuamente la “espiritualidad de la unidad” o “de comunión”, puedo contribuir eficazmente a hacer que mi Iglesia sea “una casa y una escuela de comunión”; a hacer que progrese ‒con los fieles de otras Iglesias o comunidades eclesiales‒ la unidad de la Iglesia; a realizar ‒con personas de otras religiones y culturas‒ espacios cada vez más amplios de fraternidad universal.

Chiara Lubich

Extraído de: Chiara Lubich, Chiamati a rispecchiare la Trinità, en: Città nuova, 5/2004, p. 7.

Evangelio vivido: el amor es la palabra más elocuente

Jesús anuncia libremente su mensaje a hombres y mujeres, de distintos pueblos y culturas, que acudían a él para escucharlo; es un mensaje universal, dirigido a todos y que todos pueden acoger para realizarse como personas, creadas por Dios Amor a su imagen. Una tragedia compartida Hace varios años, con nuestras cuatro hijas, nos transferimos desde el Líbano en guerra a Tasmania, en donde hicimos un gran esfuerzo para integrarnos  a un mundo muy distinto del nuestro: la gente de aquí, de hecho, es muy reservada y la familia “nuclear” contrasta con la “ampliada” de nuestro país. Al principio, enseguida después de nuestra llegada, un compañero de trabajo de mi esposo perdió a su hijo de dos años en un incendio; desde ese momento, con su mujer, rechazaba la idea de recibir visitas o de encontrarse con gente, y se quedaba segregado en su casa. No podíamos entender esa actitud, porque en nuestro país las tragedias se comparten, y nos preguntábamos cómo teníamos que hacer para amarlos, asumiendo nosotros también ese dolor. Entonces, durante algunas semanas, les cociné todos los días, dejándoles fuera de la puerta la comida, con un mensaje, sin molestar. Al final, esa puerta se abrió y desde entonces entre ellos y nosotros nació una relación de amistad. Con el pasar del tiempo nos hicimos amigos, y nos enriquecen con su cultura.  Y a nuestra casa ahora siempre viene alguien a vernos, así como sucedía en el Líbano. (Carole – Australia) Inculturación Para ponernos en los zapatos del otro es importante hablar su idioma. Pero no siempre es necesario. Lo veo con muchas personas que atendí (soy médico) y con las que ha quedado una relación, me doy cuenta de que un mensaje se ha transmitido.  Una vez, en Camerún, le pedí un consejo a un anciano del lugar para ensimismarme con su gente.  Él me dijo: “Si amas realmente con el corazón, los demás lo entienden.  Basta amar”.  Me volvió a poner en lo esencial del Evangelio y era la confirmación de que compartir los sufrimientos y las alegrías de los demás viene antes que cualquier otra cosa. Si luego consigo profundizar su lengua y sus costumbres, mucho mejor… En todas partes, el amor es la palabra más elocuente para expresar la paternidad de Dios. (Ciro – Italia) El apoyo para no aflojar Tras el divorcio, seguí viéndome con mis hijos. Pero con el tiempo, por parte de mi ex esposa, aumentaban los chantajes, las pretensiones, las acusaciones… Temía que tuviera personas que la aconsejaban mal. La prueba más dolorosa fue cuando los hijos también, sobre todo mi hija mayor, empezaron a acusarme de haberles arruinado la vida.  En un momento ya no sabía qué hacer. Cada encuentro que tenía con ellos se había vuelto un infierno.  Una gran ayuda me llegó de un sacerdote amigo, que me sugirió amar a fondo perdido, sin esperar nada.  Lo intenté, sobre su palabra, durante algunos meses. Cuando mi suegra se enfermó y quedó postrada en una cama, me preocupé no sólo por ir a visitarla a menudo, sino también por aliviar de todas las formas posibles su nuevo estado. Un día, en que justamente le estaba haciendo compañía, llegó mi hija. Encontró a su abuela serena y divertida mientras ordenábamos viejos álbumes de fotos. Algo debió cambiar en ella pues esa misma noche mi llamó por teléfono para pedirme perdón.  Es dura la escalada, pero cada vez que intento amar encuentro el apoyo para no aflojar. (V.J. – Suiza) Coloured Mi marido Baldwyn y yo somos coloured, raza mestiza que a menudo sufre una gravísima discriminación. Mi madre era africana y mi padre indio.  Quedándome huérfana de él poco después de nacer, con mi madre nos fuimos a vivir con sus parientes negros, en donde fui educada según sus tradiciones. Pero con el pasar de los años me di cuenta de que era diferente y sufría sintiéndome objeto de burla. Cuando Baldwyn y yo decidimos casarnos, descubrí que yo no estaba registrada en ningún sitio, y por lo tanto yo para el Estado no existía y fue un fuerte impacto para mí.  Nuevamente me sentía rechazada. En ese período tan difícil las circunstancias nos llevaron a conocer a algunas familias cristianas, blancas y negras.  Pertenecían al Movimiento Familias Nuevas y no hacían diferencias de raza.  En ese ambiente por primera vez me sentí a gusto, aceptada como era. La atención de esas personas respecto de mí, me hizo descubrir que Dios me amaba.  Logré aceptarme a mí misma con mis diferencias y también a los demás. Me volví libre. (Gloria – Sudáfrica)

Recogido por Stefania Tanesini

 (extraído del Evangelio del Día, Città Nuova, anno VI, n.5, septiembre-octubre de 2020)