Sep 10, 2020 | Sin categorizar
El encuentro anual de los delegados de los Focolares de todo el mundo con los miembros del Consejo General del Movimiento tendrá lugar por videoconferencia desde el jueves 10 de septiembre hasta el sábado 12 de septiembre. El llamamiento de la presidenta Maria Voce. “Debemos olvidarnos de nosotros mismos y estar, como Movimiento, más disponibles a acoger el dolor del mundo”. Con este contundente llamado, la presidenta Maria Voce dio una clara indicación al congreso internacional de los responsables de los Focolares que está a punto de comenzar este jueves 10 de septiembre, vía videoconferencia. En un discurso durante un reciente encuentro con el Consejo general de los Focolares, Maria Voce comunicó su consternación ante los numerosos sufrimientos que diariamente informan los medios de comunicación, especialmente en este período de pandemia. Y compartió una pregunta con sus colaboradores más cercanos: “¿Quién puede absorber todo este dolor? Me parece que Dios nos pide estar más cerca de este dolor en el mundo, más disponibles para acogerlo, amarlo, a rezar… pero también para hacer algo más”. Una respuesta que es tanto un programa espiritual como de acción. El programa del encuentro de los delegados del Movimiento de todo el mundo con el Consejo General (10-12 de septiembre) se desarrollará a través de videoconferencia y se caracterizará por un amplio intercambio sobre los desafíos locales, propios de los diferentes contextos geográficos, pero también comunes, de este período en particular; con su enorme sufrimiento y su nuevo potencial. En el diálogo y en el compartir se intentará identificar la contribución específica de los Focolares a los cambios de época en curso, presentes y futuros. Esta temática seguramente no se agotará en estos días, sino que también quedará sobre la mesa para la próxima Asamblea General del Movimiento, inicialmente prevista para la primera quincena de septiembre de 2020 pero que debido a la emergencia Covid-19 se ha pospuesto para el inicio del próximo año: del 24 de enero al 7 de febrero de 2021. Durante la próxima conferencia, los delegados del Movimiento también serán informados sobre las modalidades propuestas por la Comisión preparatoria de la Asamblea general para aprovechar el tiempo “ganado” en vista de una participación cada vez mayor de todos los miembros del Movimiento en la preparación de la Asamblea.
Joachim Schwind
Sep 9, 2020 | Sin categorizar
Un sacerdote recorre muchos kilómetros todos los días, desde hace meses, en bicicleta o con una camioneta para estar cerca de su comunidad. Una experiencia, vivida junto a un equipo de parroquianos, que ha unido y ampliado horizontes, con efectos también en la pos-pandemia.
Si los periodos de encierro y las normas de distanciamiento social nos obligan a no acudir a lugares de como la parroquia, ¿por qué no puede ser el párroco quien haga de puente y vínculo entre todos? Esto es lo que está haciendo el padre Clint Ressler, un sacerdote católico de los Estados Unidos, que todos los días desde el inicio de la pandemia, recorre a lo largo y ancho el territorio de su parroquia de Santa María de la Medalla Milagrosa en la ciudad de Texas, para visitar a sus feligreses. Padre Clint, ¿cómo ha cambiado la vida en su parroquia durante esta pandemia? Es cierto que la pandemia está cambiando drásticamente la forma en que mantenemos las relaciones y las acrecentamos. Siento mucho más fuerte en mí la conciencia de que Dios nos llama a la corresponsabilidad. Como pastor, me siento aliviado y rodeado de un gran equipo, fuerte y muy motivado. Quizás, también debido al hecho de que estamos más enfocados en lo esencial de nuestra misión, experimentamos alegría y gratitud al ver los frutos de nuestro esfuerzo. Antes de la pandemia, mis días estaban llenos de contacto con tanta gente. Puede ser que en ocasiones haya estado demasiado ocupado con proyectos o reuniones o con estar presente y atento a cada persona. Ahora, también porque en todos hay necesidad de comunión, de relaciones auténticas, me encuentro más en mi “ser” que en mi “hacer”. La relación entre los grupos parroquiales y otros que ofrecen un servicio parroquial es más personal, con contactos a través del teléfono, las redes sociales e incluso con visitas breves. Me parece que este gran deseo de vivir la comunión, que Dios ha puesto en nuestro corazón, encuentra su camino para superar las dificultades. ¿Qué hizo para seguir estando cerca de sus parroquianos? Quizás también porque hay menos reuniones y una mayor atención a la misión esencial, no me siento tan ocupado como antes de la pandemia. Luego, está la voz de Dios dentro que sugiere ir más despacio, confiar en Él y tener paciencia. Al comienzo de la pandemia, trataba de visitar a muchos parroquianos, en bicicleta o con una camioneta. En los primeros meses, visité a doce familias al día. Ahora voy a un ritmo más lento; hago menos visitas, pero trato de pasar más tiempo con las personas. ¿Puede contarnos el momento más bonito y más difícil de estas visitas? No es fácil elegir un solo episodio. Una vez llegué a la casa de una familia que había perdido su casa unos días antes a causa de un incendio. Los niños se quedaron no solo sin techo, sino también sin juguetes. Un vecino le ofreció hospitalidad de inmediato y llevó a esta familia a su casa. Fue la visita más triste, pero la más edificante. Me llamó la atención cómo esta experiencia cambió repentinamente el llamado del Papa Francisco a ser “discípulos misioneros” de palabras hermosas a algo que podría y debería ser vivido desesperadamente. En su opinión, ¿qué traerá esta experiencia de positivo en la vida de su comunidad parroquial incluso después del final de la pandemia? La pandemia ha ayudado a muchas personas a familiarizarse con la “fe online”. Los parroquianos se han vuelto más expertos en el uso de los medios tecnológicos n general, pero también en lo que concierne a su fe. Personalmente, me edifica cómo nuestros feligreses se cuidan unos a otros. Creo que después de la pandemia veremos los frutos de esta cercanía y estas expresiones concretas de reciprocidad. Con la pandemia, el sentido de solidaridad se ha vuelto aún mayor; nos sentimos llamados a vivir la solidaridad no solo con los cercanos, sino también en las necesidades y desafíos del mundo entero. Sentimos que “estamos todos juntos” en esta situación. Y espero que esto permanezca en nuestros corazones y en todo lo que hacemos, incluso después de la pandemia. Ud. conoce y vives la espiritualidad de los Focolares, ¿qué influencia tiene en tu vida como sacerdote y párroco, en general y especialmente en este período de pandemia? La responsabilidad de una parroquia puede ser pesada y compleja y requiere discernimiento y decisiones difíciles. Sin embargo, si trato de concentrarme en el amor concreto, no parece tan abrumador. Evidentemente, todo comienza con la unión con Dios. Como sacerdote y sobre todo como pastor, se me encomendó una tarea que implica influencia y autoridad. A veces, siendo el líder, puedo caer en un “enfoque empresarial” que valora la eficiencia, evita riesgos y evalúa resultados. La espiritualidad de los Focolares, el testimonio de Jesús, me llama al servicio, a la humildad y a la fidelidad en la paciencia. Comprendí que para nosotros el punto de partida fundamental para descubrir la voluntad de Dios es vivir con Jesús en medio. En otras palabras, debemos ser “Iglesia”, el cuerpo místico de Cristo. Mientras que por la gracia de Dios vivimos y crecemos en estas relaciones recíprocas, podemos escuchar la voz “sutil” del Espíritu Santo. Creo que estos años de vida con el Movimiento de los Focolares han arraigado en mí el deseo de llevar este tipo de discernimiento a la parroquia, con el personal parroquial, con el consejo pastoral, y con cada grupo y comisión.
Anna Lisa Innocenti
Sep 7, 2020 | Sin categorizar
Todos estamos vinculados como miembros de un único cuerpo. Si uno es más débil, interviene el otro. Esta es la sencilla, pero sorprendente lógica evangélica que Chiara Lubich nos presenta en el siguiente escrito, hoy más actual que nunca He visto a un hombre escayolado en una sala de hospital. Tenía inutilizados el tórax y un brazo, el brazo derecho. Con el izquierdo se las arreglaba para hacerlo todo… como podía. La escayola era una tortura, pero el brazo izquierdo, aunque estaba más cansado por la noche, se robustecía trabajando por los dos. Nosotros somos miembros unos de los otros y el servicio recíproco es nuestro deber. Jesús no solo nos lo ha aconsejado, sino que nos lo ha mandado. Cuando, por caridad, sirvamos a alguien, no nos creamos santos. Si el prójimo es impotente, debemos ayudarle, y ayudarle como él mismo se ayudaría, si pudiera. De otro modo, ¿qué clase de cristianos somos? Si después, cuando llegue nuestra hora, tenemos necesidad de la caridad del hermano, no nos sintamos humillados. En el juicio final oiremos repetir a Jesús: “Estaba… enfermo… y me visitasteis,… estaba encarcelado, estaba desnudo, hambriento”[1]…, pues a Jesús le gusta ocultarse precisamente en el que sufre, en el necesitado. Por tanto sintamos nuestra dignidad también por ello y demos gracias de todo corazón a quien nos ayuda, pero reservemos el más profundo agradecimiento para Dios, que ha creado el corazón humano caritativo; para Cristo que difundiendo con su sangre la Buena Nueva y sobre todo “su” mandamiento, ha impulsado a un inmenso número de corazones a moverse en ayuda recíproca.
Chiara Lubich
Extraído de: Chiara Lubich, Estaba enfermo, en: Chiara Lubich, El atractivo de nuestro tiempo. Escritos espirituales /1, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1995, 59-60. [1] Mt 25,35-36.
Sep 5, 2020 | Sin categorizar
En el trabajo, en la familia, en cada situación, para Omar y Lina, musulmanes, los valores del diálogo y del encuentro también entre distintas religiones están en el centro. By Stefania Tanesini and Dalma Tímár. https://vimeo.com/430370911
Sep 3, 2020 | Sin categorizar
Algunos proyectos solidarios llevados a cabo por la Asociación “Goccia dopo goccia”, también en colaboración con otras organizaciones que operan en el Sudeste Asiático.
Las víctimas del coronavirus en todo el mundo siguen siendo muy altos. Pero muchas más son las personas que, a pesar de no haber contraído el virus, debido a la situación económica y social creada, se encuentran en condiciones de pobreza extrema privadas, en algunos casos, incluso de lo necesario para vivir. También en estas situaciones se multiplican las iniciativas solidarias, fruto de redes que en ocasiones trascienden las fronteras nacionales. En Vietnam, por ejemplo, el área de Long An, al sur de la ciudad de Ho Chi Minh, tiene situaciones de pobreza muy profundas. Aquí son los estratos vulnerables de la sociedad los que se ven afectados por las consecuencias de la pandemia. Muchos, incluso entre los ancianos, que vivían de la venta de billetes de lotería, con el bloqueo de actividades, se vieron obligados a permanecer encerrados en casa, muy a menudo reducidos al hambre. En esta región es donde opera la asociación “Goccia dopo goccia” con sede en Suiza, coordinada por un focolarino italiano, Luigi Butori, que vive en Asia desde hace muchos años. Entre los voluntarios y simpatizantes del mismo, en varios países del mundo, hay muchos amigos del Movimiento de los Focolares. “Goccia dopo Goccia” ha estado trabajando desde hace algunos años implementando más de 20 proyectos solidarios en Tailandia, Myanmar y Vietnam.
En Long An, la asociación distribuye alrededor de 40 raciones de leche y alimentos cada mes. Entre las personas atendidas, además de los ancianos, también discapacitados, adultos solos, niños abandonados con sus abuelos o personas que sufren las consecuencias de accidentes graves, como An, de 14 años, que quedó paralizada y obligada a vivir en una cama. A nivel local, la asociación cuenta con una persona que interviene cuando es necesario. Gracias a estos colaboradores voluntarios locales intenta llegar a los “últimos de los últimos” y aportar, además de ayuda material, también un apoyo que les haga sentir que no están solos en este período dramático de la historia humana. Esto, para los responsables de “Goccia dopo goccia” es un elemento muy importante de su actividad: hacer sentir a las personas que no están abandonadas, sino que hay alguien que las cuida, empezando por una sonrisa. El proyecto de Long An va adelante desde hace aproximadamente dos años y se sostiene con la ayuda de niños de algunas clases y varias familias en diferentes países del mundo. Mucha gente que envía pequeñas sumas de dinero y que, como dice el nombre de la asociación, como muchas pequeñas gotas permiten llevar grandes cantidades de ayuda. Pero “Goccia dopo goccia” también opera a lo largo de la frontera entre Tailandia y Myanmar, con otro proyecto que apoya a los niños Karen en varios pueblos de Mae Sot, en el campo de refugiados de Mae La, en el orfanato Heavenly Home. Incluso en período de pandemia los voluntarios de “Goccia dopo goccia” han afrontado recientemente un largo viaje para visitarlos y también entregarles ayuda material. “Tres días maravillosos – dicen – en los que recibimos mucho más de lo que dimos”. Y, finalmente, durante el período de difusión de Covid-19 “Goccia dopo goccia” pudo colaborar con Caritas Singapur y Caritas Vietnam, junto con otras Asociaciones que operan en el Sudeste Asiático, para un proyecto destinado a distribuir 1.200 paquetes-compra a familias en la zona de Binh Thanh de la ciudad de Ho Chi Minh.
Anna Lisa Innocenti
Aquí el video de la acción
Sep 2, 2020 | Sin categorizar
El testimonio de José Luis Raygada, un médico peruano en primera línea en la lucha contra el COVID-19. Cómo conjugar el rol profesional y de padre, en coherencia con los valores evangélicos.
Soy médico desde hace 25 años y padre desde hace 17 años, y me doy cuenta de que no termino de aprender a ser ambas cosas en coherencia con los valores en los que creo.
En estos tiempos de pandemia, descubro una escuela intensiva para mejorar en ambos roles, también en aspectos hasta ahora poco considerados por mí, así como por la mayoría.
Desde el inicio de esta epidemia mundial, estoy trabajando en un hospital de campaña para enfermos de Covid 19 en la ciudad de Piura (norte del Perú), el primero en esta ciudad. Estoy ayudando a los enfermos internados y he visto morir a más pacientes en estos últimos 3 meses que lo que he visto en mis 25 años como médico.
He sido formado en una de las mejores escuelas de medicina del país, con prestigio académico y rigor científico. He descubierto, ante esta terrible enfermedad, las limitaciones, la impotencia y la frustración de la “medicina científica” ante esta infección desconocida. He visto a mis pacientes sufrir y morir asfixiados por falta de oxígeno, aún suministrándolo a grandes flujos; con todo lo que la ciencia iba proponiéndonos como terapias, pero con todas las carencias de personal y equipos de un hospital en un país pobre. Y cuando la enfermedad se torna agresiva, me he visto, muchas veces frente al paciente, impávido y frustrado con mi ciencia. Es en medio de este desconcierto, que escucho con frecuencia un grito: ¡Tengo sed! … ¡Agua por favor! … ¡Dénme agua! … ¡Agua!… A veces sólo gimen y, sólo cuando te acercas y les preguntas si quieren beber, asienten con un movimiento de cabeza.
A la par de mi labor “científica”, comencé a dar de beber a todo el que me lo pedía, a acomodarles la almohada, a sostener sus manos entre las mías, a acariciar su frente, a darle un masaje a su espalda cuando me lo pedían o a pasarle el balde para que orinen. O tan sólo acompañarlos y hasta rezar con ellos o por ellos; y, finalmente, a consolarlos en su partida.
Me he dado cuenta de mi doble dimensión como médico: la dimensión de autoridad respaldada en lo científico, que muchas veces cura, y mi dimensión como ser humano, fundada en la misericordia y en el amor que provienen de Dios y expresados en actos cotidianos y sencillos que tantas veces sanan el alma. Ciencia y humanidad plena, conocimiento y misericordia, cuerpo y alma, hombre y Dios, razón y fe, una moneda de dos caras que hace pleno nuestro dar y vivir, un balance delicado de lograr.
Entre el trabajo desgastante en el hospital, la sobrecarga de emociones intensas y mis propias debilidades, llegaba a casa a cenar con ganas de descansar y de desahogarme. Mi hijo mayor, en plena adolescencia, frustrados sus proyectos por el encierro y con la energía juvenil, comenzó a enfrentarse con todos, pero especialmente conmigo. Parecía que yo había pasado a ser como su contrincante o enemigo, convirtiendo la mesa en un campo de batalla. Inicialmente, presa de mis pasiones e impulsividad, terminábamos en una agria y hasta insultante pelea. Nuevamente veía “mi autoridad” mellada y, querer imponerla por la fuerza empeoraba las cosas.
Entonces, también en casa he redescubierto el otro aspecto de mi rol como padre: “misericordia y humildad”; y así comenzar a callar y a ofrecer a Dios ante el improperio; expresarle mi perdón y pedir perdón si me excedí; tratar de leer entre sus agresiones un pedido de ayuda y cariño; hacer más silencio para enfriar una discusión y continuar orando en soledad y en familia aunque pareciera inútil.
Poco a poco nuestra relación se va restableciendo dentro de los cauces normales de la relación de un padre y un hijo. Nuevamente estos dos ejes: autoridad y misericordia, que ¿no son, acaso, expresiones de la vida divina?
Experiencia recogida por Gustavo E. Clariá