Día Internacional de la Familia
El 15 de Mayo de cada año se festeja el Día Internacional de la Familia, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 1994. El tema de este año es “Madres y Familias: Desafío en un Mundo que Cambia” y se concentra en el importante rol de las madres al interno de las familias y de la comunidad del mundo.

Marco Tecilla: el primer focolarino
Era a finales de 1945, en Trento (norte de Italia), recién había terminado la guerra. Marco tenía 19 años y atravesaba una profunda crisis espiritual. Un religioso amigo lo invita a un encuentro. Una joven, un poco más grande que él, hablaba de Dios con un fervor y una convicción que no dejaban dudas”, recordará. Esa joven era Chiara Lubich; la rodeaba un grupo de chicas que, como ella, habían elegido a Dios como el ideal de sus vidas. En breve tiempo, Marco se convierte en el primer joven en seguirla: el primer focolarino. La familia Tecilla era una familia sencilla: el papá era panadero, la mamá enfermera, una hermana y tres hermanos. «Recuerdo que en los meses de frío se abrigaba con una capa –cuenta Marco- y yo lo acompañaba de una panadería a otra donde tocaba la puerta pidiendo trabajo o un poco de pan para darnos de comer. Sólo después descubrí que mientras me llevaba mi mano con una, con la otra iba pasando las cuentas del Rosario». A pesar de la pobreza material, la suya fue una infancia serena y vivaz. Habiendo cumplido 14 años y terminado la escuela profesional empezó a trabajar como aprendiz en una empresa comercial. En enero del ’43 fallece el papá. Estalla la guerra y llegan los bombardeos a Trento. La familia Tecilla se refugia en las montañas. Marco evita que lo llamen a las armas haciendo el servicio civil. Y en tanto lo contratan como obrero en el ferrocarril Trento-Malè. Su hermana María empieza a frecuentar a menudo retiros espirituales y busca vestidos para los pobres. La familia y también Marco, considera que este comportamiento es “exagerado”, hasta que le llega una invitación, a través de un amigo religioso y su encuentro con Dios Amor.
Desde que conoció a Chiara y al primer grupo de chicas, iba a menudo a la “casita” de la Plaza Cappuccini, donde vivían, para hacer pequeñas reparaciones. Se siente atraído por el clima sobrenatural que allí se respira. «Una noche –recuerda- tuve que hacer una reparación más larga que de costumbre. Chiara estaba cociendo sentada junto a una mesa. Repentinamente se dirigió hacia mí y me dijo: “Si Jesús viniera hoy, sería Jesús 24 horas sobre 24, que trabaja, reza, come, descansa… hoy sería un Jesús electrotécnico, como tu…”». Marco quedó muy impresionado por «esta nueva visión cristiana. Veía abrirse ante mí un horizonte nuevo, lleno de luz. Cuando salí de la “casita” el cielo estaba lleno de estrellas. Empezaba para mí una nueva vida, tenía que cambiar la página y abandonarme entre los brazos de ese Dios que se me había manifestado como AMOR». Marco siente que Jesús lo interpela: «Si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, después ven y sígueme. Seguir a Jesús, ese era mi camino». La noche el 27 de noviembre de 1948, nace el primer focolar masculino, con Livio quien, mientras tanto se había sumado. Marco entonces no sabía que lo esperaban, en los años que vendrían, ¡treinta mudanzas! De hecho el Movimiento naciente se extiende rápidamente a todo el mundo y Marco se moverá a tantas ciudades de Italia… En el ’53 va a Innsbruck, en el ’58 a Uruguay, Argentina, Brasil y Chile; en el 60’ va a Trieste y después, del otro lado de la Cortina, a Zagreb. El 22 de noviembre de 1964 es ordenado sacerdote y regresa a Brasil hasta el ’67, y nuevamente vuelve hasta el ’71. Después, va al sur de Italia y luego a Milán, Padua y finalmente a su ciudad Trento donde regresa después de 31 años. Es entonces que encuentra el terreno para el naciente Centro Mariápolis de Cádine y participa en el proyecto que Chiara Lubich lanza en el 2001: Trento ardiente. A finales de ese año Chiara lo llama al Centro del Movimiento, a Rocca di Papa (Roma), donde permanecerá los últimos años de su vida.
«Era incontenible su alegría cuando venía a Loppiano a dar clases de Espiritualidad a los miembros de todas las escuelas –recuerda Redi Maghenzani, quien vivió con el 20 años-, dedicaba una atención especial a las nuevas generaciones de focolarinos y focolarinas. Nos deja una estela de luz que no se puede apagar». «Marco, sembró amor en muchas partes del mundo –recuerda Armando Droghetti, focolarino que lo acompaño en los últimos años-; ese amor que hizo nacer la unidad entre gente de todas las condiciones sociales y culturales, como testimonian las innumerables personas que pasaron a visitarlo en estos últimos meses, especialmente desde hace un año pequeños ictus dejaron consecuencias en distintos niveles. Pero, mientras todo decae en Marco (sus cuerdas vocales están cada vez más débiles y las piernas paralizadas) esta situación nos impulsa a todos, Marco a la cabeza, a acrecentar el amor recíproco. Sobre la base de una vida espiritual y de unidad cada vez más intensa en el focolar, también la inesperada crisis del 8 de mayo nos encuentra a Marco y a nosotros preparados. En un breve momento en el que parecía recuperarse dijo con seguridad: “Yo sólo debo ser purificado”. Recibe al médico, con ojos luminosísimos que envuelven con su amor. Y es ésta también la impresión de tantos que vinieron a darle un último saludo. Decían que, más allá de la sensación de orfandad que experimentaban con su partida, era más fuerte la realidad a la que Marco los había preparado diciendo siempre que él era nada y que Dios es todo y que nosotros vivimos sólo en Él». María Voce, presidente de los Focolares, pone en evidencia entre otras cosas que «Marco deja en nosotros la huella de la radicalidad de los primeros tiempos del Movimiento con su fortaleza y fe en el carisma de la unidad, con la pureza de su vida evangélica». En una entrevista que concedió el 31 de marzo de 208, pocos días después de la muerte de Chiara Lubich, Marco dijo con fuerza: «Mientras tenga un poco de aliento, un poco de respiro, mi deseo es poder donar todo de mí mismo a las nuevas generaciones. Estoy seguro que quien vendrá después de nosotros hará cosas más grandes que las nuestras, precisamente por la riqueza que transmite el carisma de la unidad, que no morirá nunca».

Giordani: María, la Madre
«Como madre María fue una madre ejemplar; y por lo tanto llegó a ser y sigue siendo nuestro modelo de maternidad. No sólo fue digna de la divinidad del Hijo, por la cual transformó su corazón en templo, sino que fue digna también de la humanidad de él, de tal suerte que si él no sólo fue hombre, sino el Hombre perfecto, ella no sólo fue una mujer, sino la Mujer, que vivió en sí misma en forma unitaria vivió en sí ambas vidas, es decir enteramente humana y divina: toda para Dios y toda para el Hijo, y a través de Él, para la humanidad. Así nos enseñó y nos sigue enseñando cómo vivir armoniosamente la vida del espíritu y de la carne, en santidad y castidad, haciendo de ésta una custodia de aquella. Esta vida humano-divina incluyó sobre todo las alegrías de la divinidad –el amor del Esposo, el Espíritu Santo-, y los sufrimientos de la humanidad, -privaciones, maledicencias, persecuciones y finalmente el asesinato en la cruz. De María las madres en especial, y las mujeres en general, o mejor todos los seres racionales, han de aprender esta integralidad, que hace que la existencia sea plena: pues si se desatiende el elemento espiritual o se descuida el elemento material, se cae en el defecto o hacia la humanidad o hacia la divinidad. María asumió y armonizó, en la justa medida jerárquica, según el modelo del hombre-Dios, esta doble realidad: fue virgen y fue madre; y resolvió siempre el dolor con el amor. Fue a mujer fuerte: porque Dios estaba con ella. Divinamente fuerte. Según este modelo se forjaron millones de criaturas, sobre todo las madres, las cuales, al igual que María se revigorizan en Dios, volviéndose siervas de Su voluntad, y no dan cabida a cualquier rumor, como las mujeres vacías: vacías del Espíritu Santo. «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?». Un lema que le gustaba mucho a Santa Cabrini, que se formó según el modelo de María Virgen y Madre, como le gustó a miles de ilustres mártires y a millones de víctimas desconocidas de la miseria, de la persecución, de la guerra, de la desgracia: mujeres y hombres humildes que conservaron y conservan vigorosamente en su corazón todo tipo de pena, mirando a María. Quien fuera y sigue siendo la fuente de la energía: madre de un amor más fuerte que la muerte. Madre de Jesús y madre de todos: maestra. San Bernardo nos enseña que Dios quiso que nosotros obtuviéramos todas las cosas a través de las manos de María, madre de gracia y de misericordia. Se dice: pero el mediador de las gracias es Jesús. Cierto, pero Jesús es nuestro hermano, nuestra carne, hecho así por María, y dirigirse a Él a través de María es interponer entre él, el ofendido, y nosotros, los ofensores, a la madre. Inicia así una cadena mediante la cual María escucha al pecador. Jesús escucha a María, el Padre escucha a Jesús, y el Espíritu Santo circula entre ellos. Jesús vino a nosotros por medio de María: nosotros vamos a Jesús por el mismo trámite; como un cauce por el cual transita la vida de Dios a los hombres y regresa de los hombres a Dios. El cristiano hace valer, mediante los labios de la Madre, su fraternidad con Cristo: su parentesco con Dios. – Mater Dei et mater mei – invocaba ingenuamente la piedad medieval, es decir: -¡Madre de Dios y madre mía!- Un pensamiento que Silvio Pellico (1) tradujo en estos versos: Virgen Consoladora, esperanza de los atribulados, eres nuestra madre y al mismo tiempo ¡eres la madre del Salvador! Por lo tanto gracias a María la convivencia se vuelve un circuito familiar, donde circula la vida de Dios». De Igino Giordani, Maria modello perfetto, Città Nuova, Roma, (1967) 2012, pág. 81-85, 108-109. (1) Escritor, poeta y patriota italiano, nacido en 1789 y fallecido en 1854, conocido sobre todo por ser el autor de “Le mie prigioni” (“Mis prisiones”).
Caminar hacia la unidad
“Saludo a los participantes de la semana ecuménica promovida por el Movimiento de los Focolares y los exhorto a continuar el camino común de la unidad, del diálogo y de la amistad entre las religiones y los pueblos”. Con estas palabras el Papa Francisco, a conclusión de la audiencia general del miércoles 8 de mayo, ha saludado a los miembros del movimento fundado por Chiara Lubich participantes de la Semana Ecuménica que se concluyó el 13 de mayo en Castel Gandolfo (Roma).

El Papa Francesco visita Fátima
Mientras el Santo Padre va a rezar por la paz a Fátima, publicamos fragmentos de un artículo de Chiara Lubich publicado en el Osservatore Romano, en 1984, con motivo del Jubileo de las Familias. El evento de Fátima, afirma Chiara, llama también a la familia a la conversión y a la fidelidad al Evangelio. «[…] Cuando el Papa (Juan Pablo II, ndr) dio lectura al acto de consagración de la humanidad a María, comenzó con estas palabras: «La familia es el corazón de la Iglesia. Desde este corazón se eleve hoy un acto de particular entrega al Corazón de la Madre de Jesús». Y así, de corazón a Corazón, en esta intensa comunión que se había creado con la celebración de la Eucaristía, surgió del corazón del Padre universal, inundado de preocupación por las necesidades de la Humanidad, la oración de consagración a la Virgen María, para que cuide muy especialmente a la familia humana. El Papa estaba allí, arrodillado ante la blanca imagen de la Virgen de Fátima. En aquel momento, para muchos de los que estábamos allí presentes, era imposible no recordar el 13 de mayo de 1981, día del atentado […] Ahora en la Plaza de San Pedro, abarrotada hasta lo inverosímil, ante la Virgen de Fátima, estaban reunidas simbólicamente junto al Papa – como flor surgida de su dolor y de su sangre- todas las familias de la Iglesia, signo de todas las familias del mundo. Así el Santo Padre, al confiar el mundo a María, podía contar no sólo con la comunión de todos los Pastores de la Iglesia, “formando un cuerpo y un colegio”, sino también con la plena adhesión de los hijos de la Iglesia representados por muchas familias de muchas naciones. […] Y en la oración con la que concluyó su homilía, pidió esta gracia: “Haz que el amor, reforzado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que pasan a veces nuestras familias”. Todas estas relevantes coincidencias y estas expresiones, nos permiten realmente captar […] el sentido profundo de esta consagración que no puede dejar de motivar a las familias cristianas a vivir –con la ayuda y el ejemplo de María- el proyecto luminoso y fascinante que Dios tiene para la familia en todas sus expresiones: el amor conyugal, según el plan de Dios, signo del amor de Cristo por su Iglesia hasta la total entrega de sí mismo; la paternidad y la maternidad, como participación del amor fecundo del Creador; la paz y la armonía que supera todas las tensiones y dificultades, como fruto de una caridad cada vez más viva y proyectada tenazmente a mantener la presencia espiritual de Cristo en la familia y, con Él, la unidad del pensamiento y de la acción; la apertura de comunión y de servicio hacia otras familias. […] El mensaje de Fátima, que llama a todos a la conversión y fidelidad al Evangelio, se convierte así en la respuesta de la consagración de la familia, un compromiso de renovación para que resplandezca más el rostro de la Iglesia, que en la familia cristiana tiene como el signo de su ser “familia de Dios”, morada acogedora para todos los hijos dispersos, llamados a la casa del Padre e invitados a entrar en ella por el corazón maternal de la Madre de Jesús». Chiara Lubich