Movimiento de los Focolares

En diálogo con el Prof. Vincenzo Buonomo

El Rector de la Pontificia Universidad Lateranense (Roma) y docente de Derecho Internacional, afirma que no existe y no puede existir una guerra «justa». Nada puede justificar un conflicto armado. La paz es algo que debemos construir individualmente y juntos. Debemos tener el corazón dilatado sobre el mundo entero; no olvidar ningún conflicto y actuar para dar nuestro aporte a la paz a todos los niveles. https://www.youtube.com/watch?v=JWiJRfRyCXg

Chiara Lubich: la esencia del amor cristiano

En el corazón de la Semana Santa que estamos iniciando, el Jueves Santo reviviremos el lavatorio de los pies que Jesús hace a sus discípulos, en el que realiza este acto de amor poniéndose en el último lugar. Chiara Lubich nos introduce con el siguiente texto en la esencia del amor cristiano, que se traduce en comportamientos concretos, capaces de generar reciprocidad y paz. La unidad que nos ha traído Cristo debe ser siempre renovada y traducida en comportamientos sociales concretos, totalmente inspirados por el amor recíproco. De aquí parten las indicaciones sobre cómo orientar nuestras relaciones: Benevolencia: querer el bien del otro. Es “hacerse uno” con él, acercarse a él completamente vacíos de nosotros mismos, de nuestros intereses, de nuestras ideas, de muchos preconceptos que nos nublan la vista, para hacernos cargo de lo que le pesa, de sus necesidades, de sus sufrimientos, para compartir sus alegrías. Es entrar en el corazón de aquellos con quienes nos relacionamos para compartir su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y, en cierto modo, hacerlas nuestras; tratar de comprender verdaderamente qué necesitan y saber captar esos valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En pocas palabras: vivir para quien está a nuestro lado. Misericordia: aceptar al otro tal como es, no como querríamos que fuese, con un carácter distinto, con nuestras mismas ideas políticas, nuestras convicciones religiosas, y sin esos defectos o modos de comportarse que tanto nos chocan. No: hay que dilatar el corazón y hacerlo capaz de aceptar a todos en su diversidad, en sus límites y miserias. Perdón: ver al otro siempre nuevo. Incluso en las convivencias más hermosas y serenas, en familia, en la escuela, en el trabajo, no faltan momentos de roce, divergencias, choques. Se llega a no dirigirse la palabra, a evitar encontrarse, cuando no arraiga en el corazón un verdadero odio hacia quien no piensa como nosotros. El compromiso fuerte y exigente es tratar cada día de ver al hermano, a la hermana, como si fueran nuevos, novísimos, sin recordar las ofensas recibidas, sino cubriendo todo con el amor, con una amnistía completa de nuestro corazón, a imitación de Dios, que perdona y olvida. Por otra parte, la paz verdadera y la unidad se alcanzan cuando la benevolencia, la misericordia y el perdón se viven no solo individualmente, sino juntos, en la reciprocidad. Al igual que en una chimenea encendida, hay que remover las brasas de vez en cuando para que no las cubran las cenizas, también es necesario de vez en cuando proponerse renovar el amor recíproco, reavivar las relaciones con todos, para que no las cubran cenizas de la indiferencia, de la apatía, del egoísmo Estas actitudes requieren traducirse en hechos, en acciones concretas. El mismo Jesús demostró lo que es el amor cuando sanaba a los enfermos, cuando daba de comer a multitudes, cuando resucitaba a los muertos, cuando lavó los pies a sus discípulos. Hechos, hechos: eso es amar. También nuestra jornada puede llenarse de actos de servicio concretos, humildes e inteligentes, expresión de nuestro amor. Veremos crecer a nuestro alrededor la fraternidad y la paz.

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pag. 786/8)

Evangelio vivo: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda criatura”. (Mc 16,15)

Proclamar la Palabra no es simplemente hablar, más bien es una acción concreta, que se manifiesta en la vida, en la relación con los demás, con la creación. Es una misión: ser hermanos y hermanas, la imagen del Reino de Dios en nuestro tiempo. Artesanos de paz Burundi es un país muy bonito, pero después de la guerra civil miles de personas de diferentes grupos étnicos emigraron y ahora estamos dispersos en todo el mundo. Los tutsis huyen de los hutus y viceversa, sin contar el regionalismo que enfrenta a la gente del sur con la del norte y que es muy fuerte, sobre todo en lo que respecta al reparto del poder. ¿Y qué hacemos los cristianos? Aquí en Canadá, mi marido y yo pensamos en crear un pequeño mundo nuevo dentro de la comunidad burundesa: a través de diversas actividades culturales y deportivas, damos paso no solo a nuestros compatriotas, también a otros africanos y a nuestros amigos y vecinos de Quebec, de reunirse en torno a una comida tradicional, una bebida y buena música. Nuestro principal objetivo es contribuir a la realización del testamento de nuestro Señor: «Que todos sean uno». Estamos convencidos, de hecho, de que cada cristiano debe contribuir, a su manera, a la realización de este proyecto. Ahora, varios burundeses están en contacto permanente y se dan la mano, cosa que antes no hacían. (Florida K. – Canadá) Una decisión común Un día, al notar que algo preocupaba a una colega, me acerqué a ella y le pregunté amablemente cómo estaba. Fue entonces cuando me confió que había decidido acoger en su casa una hermana con cáncer en fase terminal. Como me dijo que necesitaba comida especial, incluyendo un tipo de leche muy cara, sentí que también quería contribuir. Podía extraer de mi cuenta, segura de que mi marido estaría de acuerdo, pero esta vez quería decidir con él. No siempre había hecho esto en el pasado, especialmente para los gastos pequeños. Pero desde que nos comprometimos a vivir las Palabras del Evangelio con más convicción, nos volvimos más sensibles al hecho de que “es mejor juntos”. Así que, cuando ambos llegamos a casa del trabajo, le hablé de mi colega y de la ayuda que quería brindarle. Me apoyó inmediatamente. No sólo eso, sino que sugirió dar el doble de la cantidad que yo había planeado. Su rostro expresaba una gran alegría. Esta atención al prójimo que sufre nos hizo sentir más unidos. (Thanh – Vietnam) Optimizar las relaciones A menudo tengo la tentación de “optimizar el tiempo” de acuerdo con mi propio programa, decepcionándome cuando el orden establecido de las cosas por hacer, se ve alterado por un imprevisto: aquel imprevisto que tan a menudo comunica la voluntad de Dios y da un sabor diferente a la jornada. Sin embargo, cada vez me doy más cuenta de que, en el entramado de la vida cotidiana, la mejor actitud es “optimizar las relaciones” con cada prójimo que encuentro. ¡Y aquí la prisa es el gran enemigo! Así que intento detenerme, por ejemplo, con los jubilados debajo del edificio, con la vecina del piso, recién salida del hospital. Me detengo para dar los “buenos días” al habitante en arresto domiciliario, al que muchos marginan por miedo, y para advertirle de que hoy se cortará el agua a todo el barrio por obras de mantenimiento. (Ciro – Italia)

Por Maria Grazia Berretta

(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VIII, nº 2, marzo-abril de 2022)

Ser y formar una comunidad

Focolares en el mundo Así como sucedía en las primeras comunidades cristianas, hoy surgen, en el espíritu de los Focolares, comunidades locales en todas partes del mundo en donde hay un grupo, grande o pequeño, de personas que adhieren a la espiritualidad de la unidad. Dice Emmanuel Mounier, filósofo francés fundador del personalismo, que vivió en la primera mitad del siglo pasado: “La primera experiencia de la persona es la experiencia de la segunda persona.  Es el ‘tú’. Por lo tanto el ‘nosotros’ viene antes que el ‘yo’, o por lo menos lo acompaña”. En dos palabras, ello quiere decir comunidad. Y puesto que “somos” comunidad, tenemos que “formar” una comunidad.  El esfuerzo, no fácil en nuestra época, es ir más allá del individualismo, mirando a nuestro alrededor y reforzar los vínculos con quienes compartimos el espacio geográfico de una ciudad o de un barrio, un ambiente de trabajo, un colegio… Es el reto que los grupos de los Focolares tratan de llevar adelante en distintas partes del mundo, desde los grandes centros hasta los pueblitos o aldeas de montaña, o en medio de las grandes llanuras del planeta. Fue una sensación muy agradable la que experimenté tiempo atrás en una pequeña ciudad en el medio de la campiña argentina.  Yo había ido allí para visitar un centro para niños discapacitados y a medida que iba llegando y adentrándome me daba cuenta de la presencia de una comunidad viva, unida por fuertes vínculos de hermandad.  Una comunidad activa y presente en los varios rostros de la ciudad misma, como el club deportivo, la parroquia, el municipio y el colegio.  Adultos, jóvenes y niños juntos, sin distinción.  Y ello no sólo en esa ocasión.  Me sucedió también otras veces, visitando varias partes del mundo. En la provincia de Namibe, Angola, las comunidades locales se han unido para desempeñar varias actividades, impulsadas por los desafíos que habían ido surgiendo durante la Asamblea General de los Focolares del año 2021. La idea es ir al encuentro del grito de una humanidad enferma, que refleja el rostro de Jesús Abandonado. De esa forma, los adultos preparan y distribuyen una “sopa solidaria” a quienes la necesitan, subdividiéndose las tareas entre los varios miembros de la comunidad. Es una actividad que se lleva a cabo junto con la Iglesia local a la que se añadió también una recolección de ropa y utensilios para la casa, que se ofrecen luego a quienes carecen de ellos. Mientras tanto, los jóvenes se han hecho promotores de un centro para niños de la calle, más de 30, de entre los 5 y los 17 años.  Recogen mensualmente alimentos y artículos para la casa.  Los adolescentes, por su parte, respondiendo al Grito del Planeta, se ocupan de recoger botellas de plástico de agua mineral (hoy ampliamente usadas y tiradas por las calles de la ciudad) para luego entregarlas a los que, estando en dificultades, han hecho de ello una verdadera actividad laboral. Reciben ayuda de los adultos para movilizar a las familias, a los amigos del barrio y a los compañeros de trabajo en la entrega gratuita de botellas vacías. La comunidad de Tombwa, siempre en  Angola, se concentra concretamente en la organización de la limpieza y recolección de desechos en la ciudad, salvaguardando y cuidando la vida de los árboles. Pasando a Holanda, en la región de Limburgo, en el sur de ese país, Peter Gerrickens (voluntario de Dios) cuenta: “A finales de noviembre de 2019 visitamos a una persona de una ciudad cercana. Sabíamos que allí ofrecían comida a los más necesitados y queríamos lanzar la misma iniciativa en nuestra parroquia”. Lamentablemente, cuando la iniciativa estaba por encaminarse, llegó el Covid y no fue posible para ellos poner en funcionamiento un comedor. Entonces empezaron a repartir almuerzos para llevar.   Maria Juhasz (adherente de los Focolares), que ayuda en la preparación de las comidas, añade: “No es sólo cuestión de repartir la comida, quisiéramos hacer algo más. Queremos que sea mucho más que una acción social”. Al cabo de un año consiguieron repartir 400 comidas por día y el número fue creciendo tanto que no pudieron solos sostener esa actividad.  Pero no claudicaron, y al poco tiempo llegaron los refuerzos.  El Ejército de Salvación y la Comunidad de San Egidio fueron manos dispuestas a ayudar y con su experiencia práctica, sumamente valiosa, dieron su aporte. Además, la ayuda de la Providencia sigue llegando.  Algunos empresarios dan de lo que les sobra, y también,  por ejemplo, hay un negocio que todas las semanas les envía mucha fruta y verdura… “Cada dos semanas, por la noche –cuentan– hacemos un momento de oración juntos. Están todos invitados: los amigos que reciben la comida y los voluntarios de la cocina que distribuyen los platos. Son cristianos de todas las Iglesias, personas de otras religiones y otros que no tienen una fe particular”. Han armado incluso un espacio en donde ofrecen café en la plaza que está frente a la Iglesia, todas las semanas.  El párroco siempre está disponible. “La gente tiene muchas preocupaciones y sufrimientos que no se pueden solucionar solamente con un plato de comida –sigue diciendo Peter–.  Nuestros amigos quedan muy agradecidos por la comida, pero también por la oración que se hace por un amigo difunto o por un nieto que acaba de nacer. Además de dar de comer, es importante construir amistades fuertes, ver a Jesús en el otro. Éste es nuestro punto de partida, crear un contacto real, entrar en diálogo, de persona a persona, y descubrir la necesidad de cada uno. Mucha gente viene sólo para charlar un rato.  Un señor, por ejemplo, tras concluir su almuerzo, nos agradeció por haberlo escuchado, algo que en su familia no le sucede nunca”. Actualmente son alrededor de 2000 personas las que reciben de comer cada semana, pero la comunidad no se detiene en ello. Un nuevo proyecto está empezando. La Municipalidad de Heerlen ya ha entregado un primer aporte financiero. Con eso se creará una escuela profesional técnica para jóvenes provenientes de varias zonas desfavorecidas. Recibirán una formación culinaria y ellos mismo ayudarán en la preparación de las comidas. “En todo esto la Palabra de Vida es de gran ayuda –concluyen–. Podemos realmente dar de comer a Jesús en los que tienen hambre”. Se podría continuar, realmente, siguiendo una recorrida por el mundo.  Las comunidades locales de los Focolares surgen justamente allí, en donde dos o tres han hecho propia la espiritualidad de la unidad y que inspirándose en las primeras comunidades cristianas, quieren dar testimonio del amor recíproco: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros” (Juan 13, 35). Así, juntos, son una contribución en la transformación de la propia realidad, con una particular mirada a los hermanos más necesitados.

Carlos Mana

Escuela comunidades locales Para reflexionar sobre el potencial de las comunidades justamente en el amor preferencial por los que sufren, y así dar testimonio y anunciar el Evangelio en las variadas realidades de la Iglesia en el mundo hoy, líderes de las comunidades locales del Movimiento de los Focolares se reunirán en una Escuela del 7 al 10 de abril.  Se encontrarán  presencialmente y al mismo tiempo desde cientos de puntos en el mundo se conectarán entre ellos por vía telemática durante un par de horas por día. Vivirán así una experiencia “global”, o sea la de estar profundamente arraigados en lo local y formar parte de una gran familia universal.

Burundi: “¡Se puede hacer!”

Burundi: “¡Se puede hacer!”

La historia de Rose, una burundesa que, gracias a un proyecto de microcrédito comunitario, puso en marcha un restaurante. Rose vive en Burundi y tiene seis hijos. Desde hace algunos años ha abierto su propio restaurante, con el que prepara comidas que también entrega a clientes lejanos de su pueblo. A través de esta actividad logró enviar a sus hijos a la escuela y pagar un salario a algunos empleados. Sin embargo, hasta hace trece años la situación era muy diferente. Rose no sabía lo que significaba la palabra ahorro y tenía grandes dificultades para administrar la economía de su familia. La situación cambió cuando conoció el Proyecto “¡Se puede!”, llevado a cabo por AMU, Acción por AMU, Azione per un Mondo Unito y por Casobu, una ONG burundesa y socio local. “A través de este proyecto – explica Rose – hemos aprendido a ahorrar. Entré en contacto con un grupo de personas que, como yo, necesitaban dinero para mejorar su condición. Con el primer crédito recibido, inmediatamente compré algo de ropa: no sabía cómo hacer una inversión real. Entonces me dije: ¿cómo puedo tomar el dinero sin tener un proyecto concreto? Así que decidí comprar ollas, platos, sartenes. Y así, abrí mi propio restaurante”. “¡Se puede hacer!” es un proyecto basado en el microcrédito comunitario, una metodología a través de la cual algunos grupos de personas se unen y se autofinancian, poniendo sus propios ahorros en un fondo común. De esta forma, el grupo puede otorgar pequeños créditos a miembros individuales, para apoyarlos en algunos gastos y en la puesta en marcha o gestión de pequeñas actividades generadoras de ingresos. Emanuela Castellano, gerente de proyectos de AMU, explica: “Los proyectos de microcrédito comunitario se basan en un enfoque participativo, cuyo objetivo es empoderar a los miembros del grupo para que el proyecto pueda avanzar y expandirse. Los fondos recaudados y nuestro apoyo sirven para sensibilizar a las comunidades, para capacitar y acompañar a los integrantes del grupo, pero el dinero compartido es de ellos. Esta es la característica principal del proyecto: el llamado a la reciprocidad, para que cada uno pueda hacer su propia contribución al desarrollo de la comunidad. Por eso, el proyecto “¡Se puede!” también quiere acompañar a aquellas empresas que están creciendo y quieren acceder a una financiación más cuantiosa, para apoyar su expansión”. Desde que Rose conoció el proyecto, ha podido realizar su sueño: abrir un negocio que le permita mantener a sus hijos y que estudien. Con el tiempo, la cantidad de clientes ha aumentado y ahora también puede pagar los gastos de cinco empleados que la ayudan. También ellos tienen planes de futuro: a uno le gustaría comprar una cabra, a otro un terreno. Cada sueño inicialmente parece difícil de lograr, especialmente en un país como Burundi. De hecho, es el segundo país más densamente poblado de África, así como uno de los cinco países con las tasas de pobreza más altas del mundo. Aquí casi una de cada dos familias, alrededor de 4,6 millones de personas, sufre inseguridad alimentaria y el 56% de los niños menores de 5 años están desnutridos. En este complejo escenario, el restaurante de Rose es verdaderamente la realización de un sueño, y también puede convertirse en la esperanza para hacer realidad los de sus hijos y empleados. El proyecto “¡Se puede hacer!” hace justamente eso: permite esperar que muchos otros, como Rose, realicen sus sueños y miren hacia un futuro mejor.

Laura Salerno

https://www.youtube.com/watch?v=t0W6a2khA3Q

Chiara Lubich: “Amen a sus enemigos”

La paz concierne a las personas, a cada uno de nosotros. Es algo que todos debemos construir siempre y en cualquier condición. Es un compromiso nada fácil y no se da por descontado, sobre todo hoy. Con su intervención en 1978 Chiara nos lanzó un fuerte reto. «Amen a sus enemigos». ¡Esto sí que es fuerte! Esto sí que es un vuelco de nuestra forma de pensar y hace que todos demos un giro al timón de nuestra vida. Porque, no lo ocultemos: algún enemigo…  un enemigo pequeño o grande, lo tenemos todos. Está ahí, detrás de la puerta del apartamento de al lado, en esa señora tan antipática e intrigante, que trato de evitar cada vez que se dispone a entrar conmigo en el ascensor…. Está ahí, en ese familiar que, hace treinta años le causó una ofensa a mi padre, y por ello le he negado el saludo… Se sienta detrás de tu pupitre en la escuela y nunca, nunca más la has mirado a la cara, desde que te acusó ante el profesor… Es esa chica que era tu amiga y luego te dejó plantada para irse con otro… Es ese comerciante que te engañó… Son aquellos que en la política no piensan como nosotros y por eso los declaramos como enemigos nuestros. Y hoy, hay quien ve como enemigo al Estado y practica con gusto la violencia contra las personas que pueden representarlo. Como hay, y siempre ha habido, quien ve como enemigos a los sacerdotes y odia a la Iglesia. Pues bien, a todos estos y a una infinidad de otros, a los que llamamos enemigos, hay que amarlos. ¿Hay que amarlos? Sí, hay que amarlos. Y no creas que podamos arreglárnoslas sencillamente cambiando el sentimiento de odio por otro más benévolo. Hay algo más. Oye lo que dice Jesús: «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, recen por los que los maltratan» » (Lc 6, 27-28). ¿Ves? Jesús quiere que venzamos el mal con el bien. Quiere un amor traducido en hechos concretos. Podemos preguntarnos: pero ¿por qué Jesús da un mandamiento semejante? La realidad es que Él quiere modelar nuestra conducta según la de Dios, su Padre, que «hace salir el sol sobre los malos y los buenos, y hace llover sobre los justos y los injustos». Esto es. No estamos solos en el mundo: tenemos un Padre y tenemos que parecernos a Él. No solo eso, sino que Dios tiene derecho a este comportamiento nuestro porque, cuando éramos sus enemigos y estábamos todavía en el mal, Él fue el primero en amarnos, enviándonos a su Hijo, que murió de esa forma tan terrible por cada uno de nosotros. […] Quizás convenga que también nosotros arreglemos alguna situación, más aún porque seremos juzgados según juzguemos a los demás. De hecho, somos nosotros los que damos a Dios la medida con la que debe medirnos. ¿Acaso no le pedimos «perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden»? Por tanto ¡amemos al enemigo! Solo actuando así se pueden reparar las desuniones, derribar las barreras, construir la comunidad. ¿Es difícil? ¿Es doloroso? ¿Nos quita el sueño solo pensarlo? Ánimo. No es el fin del mundo: un pequeño esfuerzo por nuestra parte y luego, el 99 por ciento lo hace Dios y… en nuestro corazón habrá un torrente de alegría.

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pp. 105-108) https://www.youtube.com/watch?v=fxs_dZ3BqS0