27 Mar 2013 | Chiesa, Cultura, Focolare Worldwide, Focolari nel Mondo, Spiritualità

Card. Bergoglio con miembros de algunos movimientos. Susana Nuin esta a su izquierda (2011)
Vivimos tiempos cargados de significado, detrás de las puertas que se cerraron como símbolo de un servicio que llegó a su fin, se abrieron de “par en par” puertas en la misma Iglesia. El mismo papado de Francisco, es hoy heredero de los nuevos aires, a los que llamó en causa la decisión de Benedicto XVI.
Estamos ante un hito del Espíritu, esta vez lo marca el hecho de la elección de un Papa latinoamericano por primera vez en la historia… Francisco llega a la cátedra de Pedro, siendo expresión de una Iglesia continental de la cual ha sido constructor comprometido en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). No trae solo el legado de su pueblo de origen, trae el legado de un episcopado Latinoamericano que desarrolla un ejercicio de servicio como lo expresa la vida de los casi 60 años del CELAM, servicio a la comunión y colegialidad. Llega como hijo espiritual de San Ignacio de Loyola, como conocedor y reconocedor de la vida de San Francisco de Asís, en quien se inspira, y toma su nombre. Trae consigo una vida personal y comunitaria latinoamericana, y una trayectoria fundada en las instituciones que lo respaldan.
Dos pistas comunicacionales emergen en estas primeras semanas de su servicio a la Iglesia universal. La primera: austeridad, sobriedad, sencillez, desprovista de apariencia y centrada en la cercanía con los demás. La segunda potente comunicación: se basó en realidades centrales del Vaticano II, evento que marcó época y del cual celebramos los 50 primeros años.
Desde el momento de su primer aparición en público, expresó un camino de reciprocidad entre el pueblo y su pastor: “Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad”.
Ante los 6000 periodistas reunidos en la sala Pablo VI, confirmó su concepción eclesial: somos el Pueblo de Dios en camino… Y Subrayó la decisión del camino del diálogo hecho realidad, al segundo día de su Pontificado, en la reunión con los representantes de las otras iglesias cristianas, y en la misma línea se dirigió a los representantes de las distintas religiones que lo acompañaron en la asunción del ministerio de Pedro. Queda claro en papa Francisco el deseo de una Iglesia pobre como lo manifestó en su encuentro con los comunicadores cuando dijo: “¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”. Sus palabras manifiestan el anhelo del papa de caminar según las huellas de Jesús de Nazaret.
Una propuesta desafiante abre su papado, una comunicación esencial: la de Jesús con los suyos, la de Pedro, una marcha emprendida hacía la Iglesia de los orígenes, cuando afirma: “Ciertamente Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? (…). Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio”.
Un año y medio atrás tuvimos el gusto, con un grupo de amigos de distintos movimientos de Argentina, de compartir una prolongada conversación mano a mano con el entonces cardenal Bergoglio. Nos convocaba la Doctrina Social de la Iglesia, una de sus pasiones. La atención con que siguió cada uno de los comentarios y aportes de la conversación, manifestaba claramente su interés por el tema, por llegar a los barrios más necesitados y poder operar una real transformación en el orden de la acción evangélica capaz de no dejar las cosas como están.
De Susana Nuin (desde Roma)
27 Dic 2012 | Cultura, Spiritualità
Autor: Chiara Lubich – Florence Guillet (comp.)
¿Es posible soñar con una civilización basada en el amor? Sólo si consideramos a cualquier persona como un hermano al que amar.
Dice san Juan que “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 Jn 4, 20). Chiara Lubich “descubrió” que el amor cristiano a los hermanos, dirigido durante siglos sobre todo a los pobres y abandonados, puede abrirse en un horizonte infinito que abarca a cualquier persona, sea cual fuere su situación social, su pertenencia política, cultural o religiosa. Mediante apuntes, páginas de su diario personal, discursos o respuestas en conferencias dictadas, la autora despliega magistralmente la novedad, el valor del amor al prójimo y su método de aprendizaje.
Grupo Editorial Ciudad Nueva (Buenos Aires – Argentina)
30 Abr 2012 | Spiritualità

Video (italiano) - Discurso programático de Chiara Lubich
Genfest’90
Parte del discurso programático de Chiara Lubich en el Palacio de los Deportes Sport, EUR a 20.000 jóvenes
« (…) Imaginemos que ante nuestros ojos pasen algunas escenas sintomáticas del mundo de hoy. Observamos en el este europeo, en las naciones que han visto los recientes cambios, gente que exulta de alegría porque alcanzó la libertad, junto a otra asustada y decepcionada, deprimidas por la caída de sus ideales. Leemos en algunos rostros amenazas de revancha, de venganza, incluso de odio. Y pensamos: ¿qué diría Jesús si se presentara en medio de ellos? Estamos seguros, hoy como entonces una vez más hablaría de amor: ‘Ámense – diría – como yo los he amado» (cf Jn 15,12). Y solamente juntos, en la concordia, en el perdón, se puede construir un futuro sólido. Trasladémonos, como por sucesivas imágenes disolventes, a otros lugares, a un país de América latina, por ejemplo: por un lado rascacielos, a menudo modernas catedrales erigidas al dios-consumo, y por otro mocambos, villas miseria, favelas y miseria, miseria física y moral, enfermedades de todo tipo. ¿Qué diría Jesús ante esta visión desoladora?
«Les había dicho que se amaran. No lo hicieron, aquí tienen las consecuencias”. Y si otros cuadros nos mostraran, como en un collage, fragmentos de ciudades, conocidas como las más ricas del mundo y otras con la técnica más avanzada, junto a panoramas desérticos con hombres, mujeres y niños que mueren de hambre. ¿Qué diría Jesús si apareciera allí, precisamente? «Ámense». ¿O si viéramos imágenes de luchas raciales con matanzas e violaciones de derechos humanos… O interminables conflictos como los de Medio Oriente, con el derrumbe de casas, heridos, muertos y la constante y mortal caída de bombas o de otras armas homicidas? Preguntémonos aún: ¿qué diría Jesús ante esta enorme cantidad de dramas? «Les había dicho que se quisieran. Ámense como yo los he amado”. Sí, así diría ante esto y ante las más graves situaciones del mundo actual. Pero su palabra no es sólo un lamento por lo que no ha sido hecho. Hoy la repite con más fuerza que nunca. Porque Él murió pero resucitó y – como ha prometido – está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y lo que dice tiene una importancia inmensa. Porque este «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» es la clave para solucionar todos los problemas, es la respuesta fundamental a los males del hombre. Los «Jóvenes por un mundo unido» solo podrán llevar a cabo su tarea de cooperar a dar al mundo un alma, si le darán al mundo, nuevamente, el amor. Ciertamente: este amor no es lo quede parecer a simple vista, no es una broma. Es exigente y fuerte pero tiene el poder de cambiar el mundo.
Jesús a este mandamiento del amor lo llamó «mío» y «nuevo», porque es típicamente suyo, habiéndolo colmado de un contenido particular y nuevo. «Ámense – ha dicho – como yo los he amado». Y Él dio la vida por nosotros. Entonces, aquí se pone en juego la vida. Y un amor dispuesto a dar la vida por los hermanos es lo que Él también nos pide. Para Él no es suficiente la amistad o la benevolencia hacia los demás; no le basta la filantropía ni solo la solidaridad. El amor que nos pide no se agota en la no-violencia. Es algo activo, muy activo. Nos pide que no vivamos para nosotros mismos, sino para los otros. Y esto exige sacrificios, esfuerzos. Nos pide a todos que, de hombres pusilánimes y egoístas, concentrados en nuestros intereses, en nuestras cosas, nos transformemos en pequeños héroes cotidianos que, día tras día, están al servicio de los hermanos, dispuestos incluso a dar hasta la vida por ellos.
Queridos jóvenes, a esto los llama vuestra vocación, si no quieren que sus ideales se desvanezcan como meras utopías. Tienen que amar así, amarse así, siendo ustedes los primeros en testimoniar este amor antes de sugerirlo a los demás. Testigos, modelos: que el mundo vea cómo se aman y pueda repetir como lo hacía de los primeros cristianos: «Mira como se aman y los unos están dispuestos a morir por los otros». Entonces será puesta la base segura, será profunda la raíz del árbol que queremos ver florecer. De hecho, este amor recíproco entre ustedes provocará consecuencias de un valor – digamos – infinito, porque donde hay amor allí está Dios y – como Jesús dijo: «Donde dos o tres están unidos en mi nombre, es decir en su amor, yo estoy en medio de ellos», (Mt 18,20). Tendrán a Cristo entre ustedes, al mismo Cristo, el
omnipotente, y de él podrán esperarlo todo. Será Él mismo quien obrará con ustedes en sus países, porque él volverá en cierto modo al mundo, a todos los lugares donde ustedes se encuentren, esto será posible gracias al amor recíproco, a la unidad que tengan. Y él los iluminará en todo lo que tendrán que hacer, los guiará, los sostendrá, será vuestra fuerza, vuestro ardor, vuestra alegría. Por Él, el mundo alrededor de ustedes se convertirá a la concordia, y cada división desaparecerá.
Lo dijo Él: “Que sean uno y el mundo creerá» (cf Gv 17, 21). Ustedes se han propuesto una grandiosa tarea y sólo él puede ser el líder de la batalla. Entonces, amor entre ustedes y amor sembrado en muchos rincones de la tierra, en los individuos, en los grupos, entre naciones, con todos los medios, para que sea realidad la invasión de amor de la cual muchas veces hablamos, y tome cuerpo, también por vuestra contribución, la civilización del amor que todos esperamos. Están llamados a esto. Y verán cosas grandes. Piensen: si Dios ha vencido en el trozo de historia que hemos vivido, ¿qué sucederá si a la acción directa de Dios se agrega la de los jóvenes, de muchos jóvenes conducidos por Cristo, presente entre ellos por el amor? ¡Vayan adelante, entonces, sin vacilar! La juventud que tienen no hace cálculos, es generosa:
aprovéchenla. Vayan adelante ustedes católicos y ustedes cristianos que creen en Cristo. Vayan adelante ustedes que profesan otras religiones, sustentados por los nobles principios en los que se apoyan. Vayan adelante ustedes que tienen una cultura diferente, que a lo mejor no conocen a Dios, pero que sienten en el corazón la exigencia de poner todos los esfuerzos en el ideal de un mundo unido. Todos tomados de la mano, ¡estén seguros de que la victoria será de ustedes!».
Chiara Lubich