Ago 18, 2019 | Sin categorizar
Para realizar su “laboratorio” los Chicos por un mundo unido” de la región italiana de Emilia Romagna este año fueron a Tierra Santa. Unieron el recorrido espiritual a una profunda experiencia de compartición con coetáneos que viven en esas tierras. Varios momentos significativos: la gruta de la Natividad, un trekking en el desiero de Judea, la visita al Sepulcro, un chapuzón en el Mar Muerto, la renovación de las promesas bautismales en el río Jordán, un excursión en barco por el lago de Tiberíades. Hasta aquí, sin embargo, no es más que un viaje o, como muchos dijeron, una peregrinación, por Tierra Santa tras los pasos de Jesús, recorriendo la vida de Aquel que dio sentido a nuestra vida de cristianos.
Pero si luego añadimos una tarde en el orfanato Crèche de Belén, un encuentro con el obispo auxiliar Kamal Bathish del patriarcado de Jerusalén y un intercambio de experiencias con chicos y jóvenes del lugar que adhieren al Movimiento de los Focolares, todo esto se vuelve entonces el Laboratorio de los Chicos por un mundo unido de Emilia Romagna, que se llevó a cabo del 23 al 30 de julio en Tierra Santa. Los protagonistas son 45 chicos y animadores, un grupo deseoso de conocer más de cerca los lugares que son el centro de su fe cristiana. Este grupo ha hecho muchas experiencias, a partir de la JMJ de hace tres años en Polonia, luego una visita a la localidad de Amatrice, ciudad de la región italiana de los Abruzos destruida en 2016 por un violento terremoto, para donar una pequeña suma de dinero a los jóvenes del lugar, luego dos laboratorios con las bandas internacionales Gen Verde y Gen Rosso, además de numerosas actitividades ecológicas y de otro tipo, acciones en favor del proyecto Hambre Cero y una recolección de dinero para comprar baterías para aparatos acústicos para chicos sordomudos de Bielorrusia. Después de estas actividades nació el deseo de hacer una experiencia espiritual más profunda y los chicos no se acobardaron. “Caminar en el desierto –dice Giacomo– fue muy fuerte; los animadores nos propusieron quedarnos en silencio y experimentar lo que es tener un momento de diálogo personal e íntimo con Jesús, pero admito que después de un rato ese silencio me dio miedo porque en nuestra sociedad no estamos acostumbrados a ello”. Una experiencia típica es la vida en común, se comparte todo, desde el cansancio hasta lo que pasa por tu alma y si uno en el grupo tiene algún problema enseguida se percibe. “Dentro de algunos días –comenta Chiara– ya no recordaré ni el calor ni el cansancio para subir a pie el monte Tabor, ni la fiebre que tuve justo cuando teníamos que ir al orfanato, experiencia que para mí era muy importante concretar… recordaré, eso sí, para siempre este viaje porque lo hice con ésta que es mi familia por excelencia. Sí, suelo viajar también con mi familia natural, pero no es lo mismo. Los amigos de los Focolares para mí son una verdadera familia, muy especial”.
Como en todas las circunstancias no faltaron momentos de tensión u otros en los que el cansancio se llevó las de ganar, sin embargo “cuando oímos las experiencias de los chicos palestinos –comenta Giosuè– nuestra perpectiva cambió. Nosotros no sabemos qué es ser una minoría por motivos religiosos. No sabemos lo que es la vida de todos los días con un muro que divide Israel de Palestina. Todas estas cosas me hicieron reflexionar mucho”. “Conocer a los niños de la Crèche –sostiene Annamaria– me abrió los ojos. Si pienso en mi vida, ha sido toda un gran regalo”. Los siete días del viaje volaron, volvimos a Italia y más allá de las tantas palabras nos ha quedado impresa en el corazón de cada uno esta experiencia que sintetiza muy bien el gran misterio de dolor-amor que encuentra su plenitud en la Resurrección. Ese sepulcro vacío grita fuertemente un Aleluya.
Tiziana Nicastro
Ago 16, 2019 | Sin categorizar
#intimeforpeace – a tiempo por la paz: es el hashtag que expresa el compromiso de los jóvenes de los Focolares para el próximo año y que ya se encuentra en el centro de algunos campus universitarios, en workshops y cursos en distintas partes del mundo. A partir de Loppiano (Italia). Hasta mayo de 2019 se concentraron en acciones y campañas para una Economía más humana, de comunión, atenta a los que no tienen, pero desde hace un par de meses los jóvenes de los Focolares han empezado a trabajar también en los distintos ámbitos de la Justicia. Sí, porque Economía y Justicia con los primeros dos pasos de Pathways for a United World: seis recorridos de la duración de un año cada uno, en los que se está concentrando el compromiso y la acción de los Jóvenes por un Mundo Unido (JMU) en todas las latitudes. “Cada año afrontamos un desafío distinto, sin olvidar por ello el compromiso que nos hemos asumido el año anterior” – nos lo explica uno de los organizadores – “nuestro compromiso se refiere a la economía, la justicia, el arte, el diálogo entre culturas, el deporte, y estamos poniendo en movimiento acciones, colaboraciones y proyectos basados en la fraternidad, con un impacto local, pero que se abre a lo global”. “In time for peace” es entonces el lema que resume el compromiso de este próximo año que concluirá en Corea, del 1 al 7 de mayo de 2020. Mientras tanto hay varios momentos de encuentro para la formación, la profundización y el intercambio “mundial” de los Gen y los Jóvenes por un mundo Unido en temas de justicia, paz, legalidad y derechos humanos. Significativo fue el de Loppiano, en donde, desde el 7 hasta el 22 de julio pasados se llevó a cabo una Summer School con 40 jóvenes de muchos países, entre los cuales Corea, Hong Kong, Malta, Escocia, Italia, Brasil, Cuba, Myanmar, Polonia, Colombia. Maria Giovanna Rigatelli, abogada, de la red de Comunión y Derecho, participó en calidad de experta, poniendo en claro la importancia de experiencias similares que permiten a los jóvenes sumergirse tanto en el patrimonio cultural como en las heridas de los distintos países con los cuales se contactan. «Viendo la situación mundial se constata una falta de conocimiento del valor de los derechos de los hombres. Durante la escuela surgió la importancia del compromiso personal para dar nuestra contribución, por ejemplo, en el drama de las dos Coreas, o en el problema de Hong Kong. En esos lugares del mundo se puede encender una luz a través de nuestro compromiso». «Nuestra nación está dividida en dos – comentó Y., coreana – y tenemos muchas heridas que, sin embargo, no justifican esta división. Para conseguir la paz debemos aprender a dialogar. Durante la escuela pensé: si seguimos amando, amando y amando, tal vez, al final, conseguiremos unir las dos Coreas». Y a propósito de la crisis que está viviendo su país, D. Explicó: «Antes de venir acá, sucedieron muchas cosas en Hong Kong que me hicieron pensar que la paz podría no ser el único modo para resolver los problemas y que, tal vez, tengamos necesidad de usar la violencia. Me sentía frustrado. Pero me gustó mucho lo que viví aquí y me quedé muy contento con las personas que hablaron conmigo sobre la paz. Este año, como jóvenes, profundizaremos y viviremos el “pathway” (sendero) dedicado a los derechos humanos, a la justicia y la paz. Entonces me pregunto: ¿está bien usar la violencia?, ¿está bien que la gente quede herida o muera? Aquí aprendí cómo amar a los demás y cómo enfocarme en el amor entre nosotros. Sé que recorrer el camino hacia la paz es difícil, pero creo que tenemos que tratar de recorrerlo sin usar la violencia. Cuando vuelva a casa, quiero poner en práctica lo que he experimentado en Loppiano, para amar a las personas de Hong Kong, incluso a las que odio».
Stefania Tanesini
Ago 14, 2019 | Sin categorizar
A veces, la riqueza material puede ocupar nuestro “corazón” y generar una creciente ansia de poseer más, una verdadera dependencia. La compartición de los bienes materiales y espirituales con quienes sufren necesidad, en cambio, permite experimentar una verdadera libertad: este estilo de vida da testimonio de la confianza en un Dios Padre y echa bases sólidas para la civilización del amor. Un don de Dios David, nuestro quinto hijo, parecía muy normal. Pero al poco tiempo los médicos nos dijeron que era Down. En ese momento, muy duro, junto con mi esposo nos acordamos que habíamos aceptado a David desde su concepción, como un don de Dios. La hermana mayor, cuando lo supo, escribió en su diario: “Quiero ser para David no sólo una hermana, sino también una madre”. Rodeado de un gran amor, David sigue haciendo muchos progresos. Va a la escuela y es muy afectuoso, siempre entusiasta de la vida. Esta felicidad que tiene es contagiosa. En definitiva, se ha revelado como un verdadero don de Dios. (Jacqueline – Escocia) En la cárcel En mi celda hay un muchacho que no tenía dinero y para comer se había apropiado del contenedor de otro recluso, que lo amenazó, y lo obligó a pagar tres nairas. Entonces él empezó a pedir ese dinero a los otros compañeros. Yo no tenía más que cinco nairas, que me servían para comprarme algo para comer. Pero me acordé del Evangelio y entendí que para amar a Dios tenía que amar a ese compañero. Le di mi dinero. Más tarde, alguien me trajo comida a mi celda. (Sylvester – Nigeria) La cena Esa noche, nada más salir de la universidad – como hago habitualmente – me senté delante del televisor esperando que mi madre, que estaba viendo su programa favorito, se levantara para prepararme la cena. Al rato vino a mi mente un pensamiento: hace unos días había oído hablar del Evangelio; eran tres estudiantes de medicina con los que había conversado, y subrayaban la importancia de hacer la voluntad de Dios durante la jornada. Entonces me levanté y fui a la cocina a preparar la cena. Fue mi primer acto de amor consciente. (T.C. – Italia) Las bases de nuestro matrimonio Después de habernos casado, a pesar de todo lo que nos queríamos, cada uno seguía siendo “el de antes”, cada uno con sus hábitos. Un día surgieron divergencias acerca de la preparación de un plato checo. En esa ocasión la distancia que se había creado era tan grande que tomamos una decisión: debíamos aceptarnos así como éramos, sin querernos cambiar. Tal vez fue en ese momento cuando pusimos las bases de nuestro matrimonio. Ahora que somos abuelos, tratamos de transmitir a nuestros nietos la misma experiencia, agradecidos a Dios porque nos abrió los ojos. (J. e T. – Boemia)
Recopilado por Chiara Favotti
Ago 13, 2019 | Sin categorizar
En la Mariápolis Europea la historia de una amistad posible que lanza semillas de paz Abrirse y “elegir un estilo de vida inclusivo”. Abrirse a reconciliarse con el otro y descubrir la perla que está dentro de cada hombre. Abrirse como Jesús, que para todos se vuelve encuentro, y dejar actuar al Espíritu Santo “que se alegra en la diversidad pero persigue la unidad”. Es el camino que desde hace muchos años recorre el Reverendo Ken Newell, ministro presbiteriano de Belfast, capital de Irlanda del Norte. Una tierra que todavía hoy sufre por las heridas dejadas por el conflicto de finales de los años ’60, durante 30 años, donde entraron en conflicto unionistas y separatistas: los primeros, protestantes, que apoyaban la pertenencia al Reino Unido; los segundos, católicos, promotores de la reunificación entre el Norte y el Sur de Irlanda. Un conflicto de matriz política que envenenó el tejido social, transformando las ciudades en campos de batalla y llevó a la “segregación religiosa”: protestantes y católicos viven en barrios diferentes, las comunidades no se encuentran, hay desconfianza y prejuicios. No ha sido fácil para el reverendo Ken, intentar construir puentes. El primer trabajo lo tuvo que hacer en sí mismo: “Crecí en Belfast en una comunidad protestante y unionista –cuenta a la Mariápolis Europea- durante mis primeros años de vida fui plasmado por la cultura de mi comunidad (…); muchas cosas eran sanas, buenas y serenas; otros aspectos en cambio me influenciaron con actitudes negativas en relación con la comunidad católica, irlandesa y nacionalista, para superarlas necesité años”. Fue un camino que lo llevó a abrirse poco a poco y a descubrir la belleza de la diversidad. Como cuando estando en Holanda un sacerdote lo convenció de que participara en una Misa. O en Indonesia, donde siendo profesor en un seminario de Timor, pudo sumergirse en un país diferente, con un idioma, alimentación y cultura propios. “Empecé a darme cuenta que, así como el arcoíris tiene colores distintos, así Dios creó la raza humana con increíble diversidad; valorar la cultura de Timor me enseñó a valorar lo bueno de mi cultura”. Por el vínculo con el sacerdote Noel Carrel, descubrió que la amistad era posible: “nos dimos cuenta de que estábamos en Timor para servir al único Cristo, que teníamos el mismo Padre celestial y que éramos hermanos. Me preguntaba si sería posible tener un amigo así en Irlanda del Norte”. A partir de este momento tome clara conciencia: “El Espíritu Santo me hizo abrirme a la “diversidad” del otro lado del mundo y me empujó a buscar lo mejor en la cultura y en la espiritualidad católica irlandesa”. Regresando a Belfast, en el ’76, fue llamado a guiar la Iglesia presbiteriana de Fitzroy: con un estilo de vida incluyente y contracorriente. En uno de los momentos más duros del conflicto, su invitación a construir nuevas relaciones fue acogida por los miembros de un monasterio redentorista de Clonard; así nació la Asociación Clonard – Fitzroy. La amistad humana y espiritual con el Padre Gerry Reynolds, responsable de la Comunidad de Clonard, y “compañero en la construcción de la paz”, dio vida a muchas experiencias de comunión: “Empezamos yendo juntos a los funerales de los policías que habían sido asesinados por los terroristas y de los civiles inocentes asesinados por grupos de paramilitares lealistas; era raro ver ministros protestantes y sacerdotes católicos juntos en los funerales para confortar a los familiares de los fallecidos”. Después sucedió que empezaron a participar los unos en las celebraciones de los otros y también el Padre Gerry y el Reverendo Ken participaron juntos en matrimonios entre personas de Iglesias diferentes. Fue posible otro paso que antes habría sido impensable: el sacerdote y el ministro fueron invitados a encuentros con líderes políticos de las partes en conflicto, para buscar un cese al fuego y adoptar políticas de paz. Poco a poco los políticos de los principales partidos de Irlanda del Norte, el DUP, pro-británico, y el Sinn Fein, pro-irlandés, reconocieron en la Asociación Clonard – Fitzroy un “espacio seguro” donde confrontarse. Siguió creciendo el deseo de reconciliación que en el 2007 llevó al “milagro de Belfast”: “en Stormont, el palacio de gobierno de Irlanda del Norte –cuenta el Rev. Newell – el Rev. Ian Paisley, primer ministro del poder ejecutivo compartido, y el vice-primer ministro, Martin McGuinness, ex comandante del IRA, bajaron juntos la escalera de mármol, se sentaron uno al lado del otro ante la prensa mundial y se dirigieron al pueblo de Irlanda del Norte; hablaron de su determinación de conducir el país hacia un futuro mejor y más reconciliado”. Fue el alba de un nuevo día. La Asociación Clonard-Fitzroy, que trabaja desde hace 38 años y ha inspirado miles de iniciativas similares, en 1999 recibió el premio internacional de paz Pax Christi.
Claudia di Lorenzi
Ago 12, 2019 | Sin categorizar
Potencialmente tiene todos los requisitos para ser un modelo de convivencia social y religiosa para el mundo entero, y sin embargo la larga crisis económica y política amenaza con echar por alto este equilibrio. Desde hace cincuenta años los Focolares tratan de dar su contribución. https://vimeo.com/343256169
Ago 10, 2019 | Sin categorizar
lee el texto del video
Ago 10, 2019 | Sin categorizar
Al finalizar la Mariápolis Europea, María Voce vuelve a resaltar el valor y la actualidad de aquel pacto mundial por la fraternidad estrechado hace sesenta años. Discurso integral de la Presidenta de los Focolares.
“El día en que los hombres, pero no como individuos sino como pueblos; el día en que los pueblos sean capaces de posponerse a sí mismos, de posponer la idea que tienen de su patria, de sus reinos, y ofrecerlo todo como incienso al Señor, (…)y esto lo hagan por ese amor mutuo entre los Estados, que Dios pide, lo mismo que pide el amor recíproco entre los hermanos; ese día será el comienzo de una nueva era, porque ese día, igual que se hace viva la presencia de Jesús entre dos que se aman en Cristo, se hará vivo y presente Jesús entre los pueblos(…)”*. Es el 30 de agosto de 1959 y con estas palabras Chiara Lubich, la fundadora de los Focolares, esboza el sueño de la unidad entre todas las gentes, que se delineará como la tarea confiada por Dios al Movimiento naciente en favor de la humanidad. Mientras resuenan todavía los ecos de la Segunda Guerra Mundial, con sus venenos y con sus heridas, millares de hombres y mujeres de 27 países distintos, representantes de todos los continentes, sellan un pacto de unidad entre ellos. Es el 22 de agosto, día en el que la Iglesia católica festeja a María Reina y la Mariápolis en el valle de Primiero está llegando a su término. A distancia de 60 años, el 10 de agosto pasado, la Mariápolis europea, concluida hace poco en Tonadico, ha querido celebrar este aniversario y volver a resaltar el valor y la actualidad de aquel pacto por la fraternidad de los pueblos. Reportamos a continuación el discurso de María Voce, Presidenta de los Focolares. “Hace sesenta años, en estos lugares, parlamentarios de distintas naciones se unieron en una oración para consagrar su pueblo y todos los pueblos de la Tierra, a María. Cada uno llevaba consigo las razones y las esperanzas de la propia gente y debía responder a ellas, responsablemente, con opciones políticas adecuadas. Ante ellos tenían retos importantes, en una época marcada por conflictos ideológicos que estaban polarizando el mundo en bloques contrapuestos y constituían una amenaza para la paz. Había que reconstruir ciudades, tras la guerra y hacer reemprender su camino a las comunidades, promoviendo el desarrollo económico, garantizando la legalidad, y asegurando servicios a la ciudadanía. Eran problemas urgentes a los que había que corresponder con competencia política y pasión civil. Sin embargo, aquellos políticos no se reunieron en una mesa redonda, no organizaron una cumbre internacional, sino que rezaron por la unidad de los pueblos. Fue una elección inusual, ciertamente, pero cargada de futuro. Lo que se le pide a la política es actuar con competencia y responsabilidad, que sea honesta y coherente, que tenga pasión y valentía. Pero el valor que más califica la acción política es la amplitud de miras, es decir la capacidad de mirar más allá, más lejos, para planificar las configuraciones futuras de la sociedad y favorecer su crecimiento. Sí, en los momentos de crisis y de reconstrucción, descifrar el cambio puede ser importante, intuir el futuro puede marcar la diferencia. Cuanto más lejos se sabe mirar, más incisiva y trasformadora es la acción en el presente. Aquellos políticos que hace sesenta años pidieron a Dios el don de la unidad,y decidieron comprometerse para su realización, supieron mirar muy lejos. De su adhesión al carisma de Chiara Lubich sacaron una gran enseñanza: el destino del cosmos es la unidad. No recibieron una clarificación solo intelectual, porque la unidad era el estilo de vida y la norma de la Mariápolis: de ella se hacía experiencia en lospequeños y grandes gestos y en las opciones cotidianas. La unidad vivida en el Movimiento naciente irradiaba una luz particular sobre las relaciones sociales que todos estaban llamados a vivir, en cualquier circunstancia en la que se encontraran. La unidad se presenta siempre, en cualquier época, como un modo nuevo y revolucionario de concebir la vida y el mundo. No es simplemente un ideal como muchos otros, porque surge de la oración misma que Jesús dirigió al Padre cuando, elevando los ojos al cielo, rezó para que todos fueran uno. De esta invocación toma forma y sentido la historia humana. No por nada uno de los primeros políticos que siguió a Chiara Lubich fue el parlamentario Igino Giordani, que acogió el ideal de la unidad interpretándolo con la siguiente expresión significativa: «La historia es un quinto evangelio», porque muestra la constante, progresiva, realizaciónde la oración de Jesús, y por lo tanto del designio de Dios sobre la Creación. Todo está en marcha hacia la unidad: esto significa que los cambios sociales que pueden transformar positivamente el presente, son los que acompañan a los ciudadanos, a las asociaciones, a los Estados, hacia un mundo más cohesionado y solidario. Lo que sostiene la cooperación, la paz, la cercanía de las comunidades y de los grupos, está en línea con el auténtico progreso y fundamenta el desarrollo. En otras palabras, si se quiere hacer el bien al propio pueblo hace falta ocuparse del bien de los demás. Por eso, en alas de un mensaje profético siempre actual, Chiara Lubich siguió difundiendo el mensaje de la unidad dirigiéndose a los políticos y a todos los ciudadanos comprometidos en lo social exhortándolos a «amar el partido del otro como el propio», «amar la patria del otro como la propia». Los retos actuales no son menos urgentes que los de hace sesenta años. Al contrario, hoy es todavía más evidente la necesidad de trabajar por la unidad de los pueblos. Los procesos globales en curso muestran la interdependencia planetaria de Estados, naciones, comunidades. Es cada vez más evidente que existe un destino común para todos los pueblos de la Tierra, y que los grandes temas de la actualidad se refieren a cuestiones vitales para todos: el cuidado del ambiente, las antiguas y nuevas pobrezas, los conflictos invisibles y las guerras proclamadas, las migraciones a escala global (a menudo fruto precisamente de la pobreza, de las guerras y de los cambios climáticos), la redistribución de las riquezas, el acceso a los recursos naturales, el reconocimiento de los derechos humanos. Son cuestiones transversales a las diferencias culturales, civiles y políticas. Por tanto, introducen a los pueblos en un circuito de constante confrontación, con el fin de madurar procesos de integración política y de convergencia decisoria. Sí, hoy el futuro de la humanidad reclama, a gritos, la unidad. El Movimiento de los Focolares está respondiendo a esta invocación favoreciendo el diálogo entre los distintos agentes políticos (por ejemplo con el Movimiento Político por la Unidad), promoviendo la comunión de los bienes y la cultura del dar (con la Economía de Comunión), profundizando la doctrina de la unidad (por ejemplo con el Instituto Universitario Sophia), dando impulso a launidad en los lugares de compromiso profesional y social y con muchas otras obras e iniciativas específicas (a través de Humanidad Nueva). También hoy, justamente como hace sesenta años, podemos rezar a Dios por la unidad entre los pueblos de la Tierra. Mi deseo es que esta oración esté acompañada por un compromiso renovado, asumido tanto a nivel personal como comunitario, de vivir por el mundo unido. Difundiremos esos gérmenes del cambio útiles para transformar el presente y para escribir páginas siempre nuevas de la historia de la familia humana en marcha hacia la unidad”.
Maria Voce
(*) http://www.centrochiaralubich.org/it/documenti/scritti/4-scritto-it/183-maria-regina-del-mondo.html
Ago 8, 2019 | Sin categorizar
En sus 66 años de vida, Christine, focolarina ugandesa, dijo con su vida que en el mundo no hay muros infranqueables. Supo amar a cada uno y en todo lugar con gran apertura: primero como artista del grupo internacional Gen Verde, luego en Italia, al servicio de la focolarinas; y finalmente nuevamente en África, primero en Tanzania y luego en Kenia.
A principios de los años 70, Chiara Lubich tenía una relación casi diaria con los Gen, los jóvenes del Movimiento de los Focolares. En un mundo en rápida evolución, sacudido por revoluciones de diferentes ideologías y colores, la fundadora de los Focolares los preparaba para la conquista del mundo a través del amor evangélico. Un proyecto de vida que, para ser aceptado, requería dejar todo atrás y saber mirar hacia adelante. En 1972 en Masaka, en Uganda, Christine Naluyange había hecho su elección. A los veinte años se fue a Fontem (Camerún) para participar en uno de los experimentos más visionarios de convivencia social de la época: vivir en una pequeña ciudad, nacida menos de 10 años antes, donde blancos y negros, sanos y enfermos, cultos y menos convivían para decir a sí mismos y al mundo que la fraternidad es un estilo de vida posible, productivo e incluso exportable. Hablar de Christine, focolarina africana, solo unos días después de su muerte el 21 de julio debido a una enfermedad agresiva, no solo es un deber, sino que es necesario en momentos como estos en los que en nombre de reivindicaciones se levantan todo tipo de muros o se quiere ver, del continente africano, solo los rostros de los que huyen en busca del futuro.
En sus 66 años de vida, Christine nunca ha considerado las muchas diferencias encontradas como muros insuperables. Al contrario, las acogió, hizo suya la riqueza de cada persona, pueblo y cultura: primero como artista, durante 23 años como parte del grupo internacional Gen Verde, luego en Italia, en el Centro del Movimiento, al servicio de focolarinas; luego nuevamente en África, primero en Tanzania y luego en Kenia. Una vida variada, la suya, plena, donde hizo de todo. Pisó escenarios, sirvió a los hermanos y ocupó cargos de responsabilidad; todo con gran naturalidad y normalidad. La suya fue una existencia muy rica de relaciones; se acercaba a las personas con el corazón de una madre, siempre dispuesta más a escuchar que a hablar, a cuidar de cada uno de manera concreta. No en vano, el lema de su vida era una frase del Evangelio que Chiara Lubich había elegido para ella: “Vayan y prediquen el Reino de Dios” (cf. Mc 16,15). De los muchos testimonios que han llegado en agradecimiento y alabanza a Dios, referimos dos que expresan bien la riqueza humana y espiritual de Christine. Maricel Prieto, española, que pasó 18 años con Christine en el Gen Verde, escribe: “De ella me viene en mente sobre todo una palabra: “realeza”. Christine era una reina en el escenario, pero también lo era cuando se acercaba a la gente, cuando saludaba a alguien, cuando cargaba o descargaba el material de nuestros camiones, cuando trabajaba en el jardín, cuando preparaba el almuerzo. Y esta no era una simple actitud, sino un constante “calarse” en el momento presente con una firme adhesión a la voluntad de Dios que la hacía siempre disponible, cercana”. “Después de haber vivido más de la mitad de su vida fuera del continente africano – dice Liliane Mugombozi – Chris, como la llamamos, había adquirido en cierto sentido una ‘cultura’ universal, incluso si – para quien la conocían bien – era una mujer ugandesa, auténtica hija de su tierra. A su lado se experimentaba una gran apertura; ella era un ‘mujer-mundo”. Impactaba su constancia en creer y vivir por la unidad con una mirada amplia, que sabía ir más allá de las injusticias sufridas. ¿Cómo explicar todo esto? Creo que Chris tomó una decisión en la vida: amar e hizo de Jesús crucificado y abandonado su modelo en todos sus esfuerzos de coherencia, de acuerdo con el estilo evangélico de la espiritualidad de la unidad”.
Stefania Tanesini
Ago 6, 2019 | Sin categorizar
En el zoco de Alepo escuchamos las palabras de Jalal: la guerra es destrucción y pérdida, es verdad; pero al atravesar las puertas del Focolar descubrimos una casa y una comunidad, un refugio, lugar de consuelo, esperanza, alegría donde se apoyan recíprocamente para volver a levantarse y recomenzar. https://vimeo.com/343254795
Ago 4, 2019 | Sin categorizar
A los 60 años de la “Consagración de los pueblos a María”, cuando, durante el período de posguerra, miles de personas de todos los continentes pronunciaron un pacto de unidad entre ellos y sus pueblos, la Mariápolis europea vuelve a lanzar el sueño de la fraternidad universal. “Amar la Patria del otro como la propia” es la invitación que el Movimiento Político por la Unidad (MPPU), fundado por Chiara Lubich, renueva en el contexto de la Mariápolis europea, que se lleva a cabo en los Alpes Dolomíticos. Una propuesta de fraternidad que sugiere recorridos nuevos en las relaciones entre los Estados y los pueblos. Hablamos de ello con la diputada Letizia De Torre, Presidente del Centro Internacional del MPPU: El MPPU es una corriente de pensamiento que quiere promover en el ámbito político la “cultura de la fraternidad”. ¿Qué consecuencias puede tener la adopción de esta categoría en las relaciones entre los Estados, las instituciones internacionales, los partidos políticos y los distintos representantes de los grupos políticos? Lo que Usted plantea en su pregunta es un pedido, que yo llamaría pesaroso, de un cambio a 360° de la política. De hecho, los ciudadanos están desilusionados, enfadados. Están indignados. Se sienten traicionados. Y tienen razón. La política, salvo raras excepciones, no ha sabido captar a tiempo el cambio de época que estamos viviendo en todo el mundo. Como consecuencia de ello están en una crisis profunda las relaciones y las organizaciones internacionales, los partidos y el sistema de representación. Los movimientos de ciudadanos están asumiendo un rol en todas partes, pero ¿a quién le pueden hablar? ¿Quién puede realizar lo que piden? La protesta no basta para cambiar las cosas. Para hacer intuir el alcance que podría tener el ideal de la unidad en las relaciones internacionales, imaginemos qué sucedería si los Estados (partiendo de las grandes potencias en carrera por su propia supremacía geopolítica) se comportaran en relación con los demás – en cualquiera de las actuales áreas en crisis – “como quisieran que los demás Estados actuasen con ellos”. Imaginemos si esa actitud fuera recíproca… Y no es una utopía, sería un realismo conveniente. En la investigación científica, por ejemplo en el espacio, desde cuando se optó por la cooperación en lugar de la competición, se han logrado conquistas enormes en beneficio de todos. Si los Estados descubrieran que pueden amarse, imaginemos qué conquistas de paz, de compartición de bienes, de conocimientos, de respeto de nuestra casa Tierra… En realidad el mundo está caminando lentamente en esa dirección y la idea de la unidad puede ser un potente acelerador. En los primeros años de la década de 1950 los países europeos empezaban a hacer nacer instituciones comunes: en 1952 nació la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, en 1957 la Comunidad Económica Europea. ¿Cómo podemos renovar hoy ese impulso unitario que pareciera extraviado? No creo que el proyecto de unidad europea se haya extraviado. Más bien creo que la Unión Europea se encuentra sacudida, como el resto del mundo, por las grandes transformaciones de este siglo y, a causa de la crisis cultural que atraviesa Occidente, no encuentra las energías para una nueva visión política, para un nuevo rol que debe ser asumido en el plano internacional; debería entender que tiene justamente en su propio lema “unidad y diversidad” el secreto para afrontar la gran complejidad de hoy. Tenemos que darnos cuenta de que la Unión Europea no está formada por las instituciones de Bruselas, sino sobre todo por sus ciudadanos, o sea por nosotros. Por ende, los pasos futuros dependen, en distintas formas, de todos nosotros. A nivel internacional, junto a situaciones de tensión, no faltan ejemplos de colaboración y conciliación entre los países. Sucede en el continente africano, en las relaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte, y en el viejo continente. ¿Cómo podemos leer estos acontecimientos de la historia? El mundo sólo puede aspirar a la paz, a la concordia, a la colaboración. Sin duda es un camino lento, contradictorio, con muchas marchas y contramarchas, con mucho lastre entre los pies por la corrupción. Pero un camino al que quisiéramos dar un aporte con el paradigma que hemos mencionado antes “Haz al otro pueblo lo que quisieras que se te hiciese a ti”. Y para realizarlo no es suficiente ni siquiera (¡aunque ya sería mucho!) elegir a líderes preparados, capaces de jugarse por su pueblo y por la unidad de los pueblos, sino que también es necesario que los ciudadanos den su consenso, y, más aún, que impulsen una fraternidad global, sepan superar visiones mezquinas en función un bien común universal.
Claudia Di Lorenzi