Jun 4, 2018 | Sin categorizar
La torta No siempre todo es fácil en la familia. Cuando menos te lo esperas, puede estallar una discusión. El fin de semana pasado fuimos a visitar una familia. Mi esposa había pasado todo el día en la cocina preparando una torta. Estábamos en el auto, casi por llegar, cuando me di cuenta, demasiado tarde, que tenía que girar. Frené bruscamente y la torta terminó en el suelo. Se encendió una discusión. Quería argumentar que ese no era el lugar apropiado para llevar una torta, que se podía caer, como de hecho había sucedido. Pero me detuve y pedí disculpas. Poco a poco la tensión bajó. Cuando llegamos donde nuestros amigos, sin traer nada y sucios de torta, la armonía ya había regresado. Enrique – España Un hermano desafortunado Acababa de bajar del tren cuando me embistió un chico de color, al que estaban persiguiendo tres hombres que gritaban: «¡Es un ladrón, deténganlo!». Los tres lo alcanzaron y empezaron a golpearlo. Viendo la escena me precipité y me puse como escudo: era un chico, que podía tener dieciséis años. Hecho un puño, en el piso, trataba de explicar, con su pobre italiano, que había robado porque había días que no comía. A la policía, que llegó mientras tanto, le explicó que había huido del Congo, y era el único sobreviviente del exterminio de su familia. Obtuve el permiso para acompañarlo al hospital. «Tú me salvaste la vida, ¡tú eres mi mamá italiana!», me decía a lo largo del camino. El diagnóstico fue un trauma craneal y tres costillas rotas. Era necesario internarlo. Como estaba desprovisto de la ropa apropiada, fui a comprársela. Al regresar, alguien me preguntó por qué me prodigaba tanto por un desconocido, que además era un ladronzuelo. Respondí: «Soy cristiana, es mi deber ayudar al hermano menos afortunado». Anna Maria – Italia Bendición negada Había concluido su existencia del modo más triste y vergonzoso, después de una noche pasada entre alcohol y prostitutas. No sólo: la noche antes de morir se había llevado a su hijo quinceañero y lo había conducido a ese mondo que solía frecuentar para “enseñarle a ser hombre”. Fui llamado para bendecir sus restos. Respondí que no se merecía la bendición de la Iglesia. Me parecía que haciendo así estaba defendiendo la justicia, y estaba dando un buen ejemplo. Pero después ya no tuve paz. Pensaba en la viuda, en los hijos. Les había negado un poco de consuelo, había condenado a un prójimo que conocía sólo por la historia exterior, convirtiéndome en su juez, en lugar de Dios. Después de una noche sin dormir, me decidí. Fui a visitar a la viuda y a los hijos de ese hombre, para pedirles perdón y ponernos de acuerdo para la misa en sufragio de su ser querido. Quizás este gesto les dio un poco de paz. E. P. – Italia Nariz aguileña Entre nosotras chicas hablamos mucho de lo que forma parte de nuestra vida, de cómo vestirnos, maquillarnos y demás. Un día una de ella se me burló de mí, haciendo notar mi nariz aguileña. Estalló una carcajada general. Me fui desesperada y por varios días estuve de mal humor. En casa mis padres me veían en ese estado sin poder hacer nada. Una noche, mi hermana me invitó a participar con ella en un grupo que ponía como base de cada acción el Evangelio. La acompañé. Me pareció que estaba entrando en otro mundo, donde lo que contaba eran las cosas realmente valiosas y no necedades como la nariz o el vestido. A partir de entonces siento una gran paz dentro de mí. Ahora me siento realmente yo misma. G. K.. – Polonia
Jun 3, 2018 | Focolare Worldwide
«El flujo de emigrantes en la frontera crece cada hora. La crisis económica, que coloca de rodillas al país , une en el dolor tanto al que permanece como al que decide escapar». En las palabras de Silvano Roggero, venezolano, hijo de italianos, se percibe el drama que vive todo un pueblo. Desde hace tres años está en el focolar de Lima, Perú. «Los países vecinos, con la generosidad típica de estas tierras, a pesar de las enormes dificultades provocadas por el ingreso imprevisto e inesperado de centenares de millares de personas, tratan de ofrecerles acogida. Soy testigo directo de uno de tantos dramas que hoy está viviendo la “humanidad de la periferia”. Justo ayer me escribió la directora de una escuela de la península de Paraguaná, del norte de Venezuela. Hay un insólito movimiento en la secretaría, varios papás se han presentado para retirar a sus hijos. ¡Se ven obligados a irse!». Es un éxodo de proporciones bíblicas, causado por una crisis económica y social gravísima, que está transformando la misma fisionomía de Venezuela. La inflación está por las nubes y escasean dramáticamente la comida, las medicinas y la materia prima. «Desde el pasado mes de diciembre, también Ofelia y Armando, de la comunidad de los Focolares de Valencia (la tercera ciudad de Venezuela), llegaron a Lima. Antes administraban un prescolar. Con Ofelia cultivamos un sueño: encontrar un local en el cual ofrecer una primera acogida a los migrantes que llegan, después de un viaje por tierra de más o menos siete días. ¡Se habla de alrededor de 300 mil venezolanos que han llegado a Perú en el último año y medio! Con Ofelia –prosigue Silvano- organizamos una cena de acogida en el focolar para un pequeño grupo de venezolanos. Algunos ya conocían el Movimiento, pero había quien no conocía nada de nuestro grupo. Los huéspedes llegaron desde distintos puntos de la ciudad, desde tan lejos como una hora o dos. Todavía no se orientan muy bien en esta metrópolis de casi diez millones de habitantes». Parece una gota en el mar, pero el deseo es el de recibirlos como si fuera Jesús personalmente quien se presentaba a la puerta.
«Como podemos imaginar, frente a sus difíciles situaciones, no teníamos soluciones “preconstituidas”. Ni siquiera sabíamos por donde empezar, pero, eso sí, podíamos ofrecerles una comida caliente y ¡escucharlos! A uno de ellos lo habían robado: hábiles rapiñeros le sacaron de la mochila el celular y todo lo que tenía para sobrevivir. Otro no sabía qué documentos había que presentar para obtener el permiso de estadía. Ofelia, ya conocedora de los trámites, habiendo ya hecho el trámite completo, ofreció su experiencia. Otro contó que había encontrado un trabajito, a más de dos horas de distancia, por 10 euros al día (pero existen algunos que están dispuestos a trabajar aunque sea por 4 euros). Alguno tenía un “curriculum” demasiado excelente y por esta razón, no era considerado, por el temor de que quisiera sacarle el puesto de trabajo al responsable de turno. Pero, lo que más nos ha conmovido, fue compartir las historias, ver las fotos y escuchar a cada uno hablando de su propia familia».
«Para todos, la primera necesidad ahora es la de encontrar un trabajo. No les importa si duermen en el suelo, sin colchón o si comen poco. El sueño más grande es el de mandar de vez en cuando a la casa unos veinte euros. Nos pusimos de acuerdo para permanecer vinculados entre nosotros. Al focolar había llegado hacía poco, de una colecta hecha por la comunidad, que llamamos “montañita”, una pequeña cantidad y dos chaquetas abrigadas. Fueron providenciales, porque está por comenzar la estación del frío. Repartimos todo. Cuatro horas después, mientras estábamos por levantarnos de la mesa, llegó un nuevo SOS, esta vez provenía de una persona que vive en las Islas Canarias. “Once jóvenes se habían encaminado a pie, desde Venezuela, directamente a Lima. Estaban desesperados, sin plata y sin teléfonos, tenían sólo lo que llevan puesto. Entre ellos estaba el primo de una amiga mía. ¿Podrían ayudarlos?, preguntó. Principalmente para evitar que cayeran en manos de algún malhechor o de algún grupo organizado que se quiera aprovechar de su fragilidad. Calculamos que emplearán casi 30 días”. Nuevas llegadas, nuevas personas tocando a la puerta. Pero todas tienen el mismo nombre, Jesús. Un huésped excepcional. Lo esperamos». Chiara Favotti
Jun 1, 2018 | Sin categorizar
Jun 1, 2018 | Sin categorizar
FECHAS Del 1 al 5 julio: Talleres con los jóvenes
Del 6 al 8 julio: Gen GEN FEST
GenVerde Tours
May 31, 2018 | Focolare Worldwide
May 31, 2018 | Sin categorizar
El 19 de mayo pasado, Vigilia de Pentecostés, tuvo lugar en la Diócesis de Estocolmo un encuentro entre Movimientos de la Iglesia Católica, entre los cuales el Movimiento de los Focolares, el Camino Neocatecumenal y el Movimiento Carismático. Fueron un centenar los participantes. Durante la jornada se ofreció una presentación de la exhortación apostólica del Papa Francisco “Gaudete et exsultate”, y se prosiguió con un intenso intercambio. Es sus palabras de saludo, durante la misa conclusiva, el cardenal Anders Arborelius de Estocolmo subrayó cuán preciosa considera él la presencia de los Movimientos en la Iglesia local. Escriben de la comunidad de los Focolares: “Nos sentimos todos co-responsables del evento. Al final de la jornada se sentía una gran alegría y agradecimiento, un signo, nos parece, de la presencia tangible de Jesús que guía a su pequeña grey. Nos pareció percibir que estos momentos, año con año, son cada vez más esperados, y que está creciendo la comunión entre todos”.
May 30, 2018 | Focolare Worldwide
“Puerta”, no “frontera”, por lo menos hasta cuando Francia suspendió los tratados de libre circulación. Así, Ventimiglia pasó a ser un embudo, en donde se recogen los migrantes que consideran nuestro país sólo una etapa, antes de alcanzar otras metas más allá de los límites geográficos. «Por Ventimiglia pasaron más de 20 mil personas el año pasado». Lo cuenta Paola, de la comunidad de los Focolares. «Prácticamente otra Ventimiglia, porque nuestra población es de alrededor de 24 mil habitantes». Ella es profesora en el Seminario del Obispado, y recuerda: «En los meses de febrero y marzo de 2015, los seminaristas habían empezado un servicio de distribución de alimentos a los que vivían en la estación de tren. Pero, con el pasar de los días, esta gente se multiplicaba». De hecho, a éstos se le agregaban los migrantes que habían desembarcado en las costas italianas y que querían atravesar la frontera con Francia para llegar a los otros países europeos. «Desde entonces empezó una “emergencia” que no ha terminado. Al comienzo nos esforzamos, con otras instituciones locales, por distribuir en forma voluntaria comida por la calle». Un voluntariado que desarrollábamos en colaboración con la Caritas diocesana. «Nos pusimos en contacto con la comunidad de los Focolares del otro lado de la frontera, que compartió con nosotros los turnos, y nos sostuvo con fondos recogidos en ventas de beneficencia durante el Grand Prix de Mónaco».
«En junio de 2015 – continúa contando – surgió un campamento de la Cruz Roja cerca de la estación. El acceso era limitado, pero algunos, con una debida autorización, pudimos entrar para colaborar de distintas maneras». Al lado de este campamento “oficial”, durante el verano nació un campamento “informal” justo en la frontera con Francia. «Muchos migrantes llegaban sin documentos, y como en el campamento gestionado por la Cruz Roja era obligatoria la identificación, muchos preferían acampar allí, para tratar de pasar enseguida la frontera». Luego, en los primeros días de octubre, este campamento fue desmantelado y desalojado, “diría brutalmente”. «Cuando en mayo de 2016 se cerró también el Campamento de la Cruz Roja nos encontramos de golpe con más de mil personas en la ciudad. Una situación insostenible, agravada por una ordenanza municipal que prohibía la distribución de alimentos y bienes de primera necesidad a los migrantes, con sanciones penales y multas. Hasta que la Caritas intervino y pudo mediar. Así nació una realidad de acogida en la iglesia de San Antonio. Iglesia de día, dormitorio de noche. Las familias con niños y las personas más frágiles eran hospedadas en la iglesia; se quitaban los bancos, se ponían mantas y, de mañana, se limpiaba todo». A mediados de julio de 2016 se abre un nuevo campamento de la Cruz Roja, fuera de la ciudad, reservado a los hombres; las mujeres y los menores siguen siendo alojados en la iglesia. «En 2017 empezó la llegada de una serie infinita de menores, que sobre todo se quedaban a lo largo del río Roya. Entonces, el Prefecto le pidió a la Cruz Roja si podía abrir una sección dedicada a ellos. Mientras tanto había rastrillajes continuos, con cientos de migrantes cargados en los buses hacia Taranto. Pero después de pocos días, estaban de nuevo aquí». Lo cierto es que – explica – estas personas quieren reunirse con sus familiares que se encuentran en otros países, y están dispuestas a todo para lograrlo: «Desde aquí pueden intentar pasar la frontera. Hay gente que lo intentó incluso hasta diez veces antes de conseguirlo». La frontera está presidiada día y noche. . «Desafortunadamente lo que estamos haciendo no es más que asistencialismo. Pero ellos no tienen necesidad de ropa o un par de zapatos. Tienen necesidad de ejercitar esa libertad de autodeterminación que debería ser de todo el género humano». Tal vez, la solución podría ser crear un campamento de tránsito, sugiere Paola, «un lugar en donde el migrante, durante el viaje, pueda detenerse, nutrirse, lavarse y cambiarse de ropa; en donde pueda recibir atención médica, asistencia legal». Paola llama a esta atención con el término “rien du tout”, cosas sin valor, detalles que los hacen sentir, a estos viajantes, nuevamente personas: «Cocinamos recetas africanas o árabes a base de cous cous y arroz, hemos aprendido a mezclar las especias y presentar platos como en sus tradiciones. Un día, notamos que una mujer siria se lavaba cada vez que venía a Caritas, pero seguía poniéndose el mismo vestido. Llevaba una túnica, con debajo unos pantalones. Siempre revisaba en la pila de ropa, pero se iba con las manos vacías. Al final entendimos, le pedimos a unas amigas marroquíes si tenían ropa de ese estilo. Y se cambió, se marchó feliz». Fonte: United World Project
May 29, 2018 | Sin categorizar

Beatriz Sarkis
«Un espacio de encuentro entre cristianos, donde desaparecen los prejuicios y se pueden establecer relaciones de estima recíproca». Beatriz Sarkis definió así la III Asamblea del Global Christian Forum (24-27 de abril del 2018) que reunió a más de 250 cristianos pertenecientes a iglesias, organizaciones y movimientos cristianos de todo el mundo. La teóloga brasileña, graduada en Inglaterra y con una Maestría en la Universidad luterana de su país, vino en representación de María Voce, la presidente de los Focolares, y habló sobre la contribución del Movimiento de los Focolares al ecumenismo. En una entrevista, Sarkis, quien desde el 2009 al 2016 participó, siendo la única mujer laica, en la Consulta entre el Consejo Pontificio para la Promoción de la unidad de los Cristianos y la World Evangelical Alliance, nos explicó la finalidad del GCF. «La idea de crear un Foro nació en 1998, como fruto de un profundo intercambio entre la Alianza Evangélica Mundial, el Consejo Ecuménico de las Iglesias, la Fraternidad Mundial Pentecostal y el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Estas cuatro instituciones, juntas, lo siguen sosteniendo como un espacio abierto a todos.
Después de un primer encuentro a nivel mundial, en Kenia (2007), se realizó otro en Indonesia (2011). Esta vez en Bogotá proveníamos de 55 países, estábamos presentes anglicanos, adventistas, bautistas, católicos, cuáqueros, discípulos de Cristo, miembros del ejército de salvación, evangélicos, independientes, luteranos, menonitas, metodistas, neo-carismáticos, ortodoxos, ortodoxos orientales, pentecostales, reformados/presbiterianos, pertenecientes al movimiento de santidad, al African Instituted Churches valdenses, vetero-católicos y un representante de los judíos mesiánicos». El Global Christian Forum tiene como objetivo que cristianos e iglesias de tradiciones muy distintas mantengan un diálogo. «El Forum no sustituye el precioso e insustituible trabajo de los teólogos, en las distintas comisiones –explica Sarkis-, pero es uno de los caminos que hoy se transitan para reunir al pueblo de Dios y ponerlo en marcha enseguida por el camino de la unidad. Si el amor fraterno está vivo, las cuestiones teológicas se irán afrontando más fácilmente. Durante la Asamblea tuvieron lugar muchos momentos de intercambio y reflexión común sobre el futuro y sobre los desafíos que los cristianos tienen que afrontar hoy. No faltaron los momentos de oración común, al inicio y como conclusión de cada jornada. Personalmente yo participaba todos los días, junto con los otros católicos, en la Santa Misa del cercano Monasterio de la Visitación. El tema elegido, “Perseveren en el amor fraterno” (Heb. 13, 1), nos llevó a todos al corazón del cristianismo.
Subdivididos en pequeños grupos, nos donamos recíprocamente el relato de nuestro encuentro con Jesús. Esta práctica, que es típica del Forum desde un inicio, encuentra una especial consonancia con la espiritualidad del Focolar, por la comunión de las experiencias que tiene lugar dentro del Movimiento. Fue un intercambio profundo que abrió nuestros ojos y nos permitió descubrir el trabajo de Dios en la vida de cada uno, haciendo caer muchos prejuicios. Nos descubrimos todos sencillamente cristianos. Además de esto, tuve la gran alegría de poder compartir la experiencia, aunque en forma breve, con la comunidad de los Focolares del lugar, que me acogió, dato que se me presentaron algunos contratiempos en mis documentos que me impidieron regresar enseguida a Italia. El mensaje final de la Asamblea contiene una invitación a unirnos en el amor recíproco en Cristo para seguir caminando juntos, porque las divisiones entre los cristianos contradicen la voluntad de Jesús, escandalizan al mundo y dañan la misión común de anunciar el Evangelio a todas las gentes. Todos juntos debemos seguir construyendo y reforzar esta red. También éste es el objetivo del “Centro Uno” para la unidad de los cristianos (Roma), fundado por Chiara Lubich en 1961, para contribuir, con la espiritualidad de la unidad, a la comunión plena y visible entre las Iglesias».
May 28, 2018 | Sin categorizar
« “Tú nos enseñaste que el matrimonio significa apertura, realización del proyecto que Dios tiene sobre nosotros. Haremos todos nuestros esfuerzos para que la familia y el mundo lleguen a ser como deben ser”. Maria da Conceição, para todos simplemente São, había escrito estas palabras a Chiara Lubich, nada más haber comenzado nuestra aventura. Nos casamos en Braga en 1981 – cuenta Zé Maia – y de nuestra unión nacieron seis hijos. Luego llegaron los nietos, que ya son nueve. La misma Chiara Lubich, un tiempo antes, le había indicado una frase el Evangelio como programa de vida: “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya” (Jn. 3, 30). ¡Cuántas veces me la había repetido!» Zé y São, ambos portugueses, en 2002 se habían ido a vivir junto con sus hijos a la ciudadela de los Focolares “Arco Iris”, a 50 kilómetros de Lisboa, para dar su aporte concreto a la construcción de ese Centro. En noviembre de 2016, São se encontraba en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo (Roma), participando en un Congreso de “Juntos por Europa”. «Antes de partir – prosigue Zé – me había confiado: “Estoy contenta de participar en este Congreso, creo que será éste el camino que tendremos que recorrer”. Fue su último acto de amor, en la alegría de dar su propia vida por los demás. El día 11, de improviso, por un infarto, Dios la llamó consigo.
¿Y ahora? Estoy haciendo la experiencia de vivirla a ella, que está en mí, en esa “sola carne”, entre el cielo y la tierra. No puedo perder la frescura de sus últimas palabras, ese reto a “ir adelante juntos y con coraje”. Vuelvo a comenzar todos los días, con el estímulo y la ayuda de la vida del focolar. En casa, en mi familia, estamos descubriendo un “nuevo nosotros” y experimentamos que lo que hemos construido con el amor permanece. Y continúa, porque la eternidad es el perfecto amor. Vivo en la búsqueda constante de cómo ser, al mismo tiempo, padre y madre. Vivo como si São estuviera aquí conmigo, acogiendo a los demás, o haciendo las compras. Junto con ella compro flores, preparo una buena comida para mis hijos, o lo que les gusta a mis nietos. Junto a ella digo una palabra que corrige, construye, o incentiva. Es un diálogo continuo, entre el cielo y la tierra. He hecho un nuevo descubrimiento, Jesús Eucaristía. Allí se da “nuestro” encuentro. Los momentos de dolor existen, pero nos hacen dilatar el corazón hacia el prójimo. La soledad está, es una sombra real. Hay que darle la espalda y mirar la luz. Al final de cada jornada descubro la gratitud, cuando levanto la mirada para lograr ver lo invisible, aunque el miedo se presenta como un ladrón, a escondidas, para robarnos la paz. A veces el alma desea volar, irse a otro sitio. Pero luego dejo que ese rayo de luz me hable, me salude y me acompañe». «A veces escribo dos líneas a los hijos, para contarles lo que estoy viviendo con su madre: “Todos los días, en el caleidoscopio del alma, ella se muestra con nuevas bellezas, con todos los matices del cielo azul. Y entonces la contemplo en su misterio”. La vida continúa, hecha de momentos de familia y vida de comunión con todos. Sí, es verdad, siento la necesidad de ella, de su compañía, de su complicidad, de su compartición. Nunca estamos preparados para ver partir a nuestro compañero, a quedarnos solos, sin su palabra o su mirada, bajo todos los aspectos, afectivo, psicológico, relacional. Pero también, concretamente, con los hijos, la familia, el trabajo. En el año 1967 Chiara Lubich les dio a las familias esta reflexión: cuando uno de los dos “parte” para el cielo, “se da que el matrimonio, que había hecho de dos criaturas una sola, no sólo física sino también espiritualmente, por el sacramento del matrimonio, se rompe, por voluntad de Dios. Es algo divino – si así se puede decir – como una pequeña Trinidad que se parte”. Se vive en esos momentos una verdadera purificación, que se afronta poniéndose a amar a quien está a nuestro lado. Este año descubrí qué significa Dios-Amor, el Amor: más que las cosas de Dios, es Dios mismo. Sólo el amor permanece. Hemos vuelto a encontrar una breve oración escrita por São: “Ayúdanos a ser la familia que tú has pensado. Dame la gracia de superar las dificultades con sabiduría, ingenio, inteligencia y bondad. Ayúdanos a verlo todo con tu luz”». Gustavo Clariá
May 27, 2018 | Palabra de vida, Sin categorizar
El Evangelio de Mateo inicia el relato de la predicación de Jesús con el sorprendente anuncio de las bienaventuranzas. En ellas, Jesús proclama «bienaventurados», es decir, plenamente felices y realizados, a todos los que a los ojos del mundo son considerados perdedores o desventurados: los humildes, los afligidos, los mansos, los que tienen hambre y sed de la justicia, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz. A ellos Dios les hace grandes promesas: serán saciados y consolados por Él mismo, serán herederos de la tierra y de su Reino. Es, pues, una revolución cultural en toda regla, que trastoca nuestra visión, a menudo cerrada y miope, para la cual estas categorías son una parte marginal e insignificante de la lucha por el poder y el éxito. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Según la visión bíblica, la paz es fruto de la salvación que Dios realiza; o sea, es ante todo un don de Dios. Es una característica de Dios mismo, que ama a la humanidad y a toda la creación con corazón de Padre y tiene sobre todos un proyecto de concordia y armonía. Por eso, quien se prodiga por la paz demuestra cierta «semejanza» con Él, como un hijo. Escribe Chiara Lubich: «Puede ser portador de paz quien la posee en sí mismo. Es necesario ser portador de paz ante todo en nuestro comportamiento de cada instante, viviendo de acuerdo con Dios y su voluntad. […] “…serán llamados hijos de Dios”: recibir un nombre significa convertirse en lo que ese nombre expresa. Pablo llamaba a Dios “el Dios de la paz” y saludaba a los cristianos diciéndoles: “El Dios de la paz esté con todos vosotros”. Los que trabajan por la paz manifiestan su parentesco con Dios, actúan como hijos de Dios, dan testimonio de Dios, quien […] ha imprimido en la sociedad humana el orden, que da como fruto la paz» . Vivir en paz no es simplemente la ausencia de conflicto; tampoco es una vida sosegada, contemporizando con los valores para buscar la aceptación de los demás siempre y como sea; más bien es un estilo de vida exquisitamente evangélico que requiere la valentía de hacer opciones a contracorriente. «Trabajar por la paz» es sobre todo crear ocasiones de reconciliación en la vida de uno mismo y de los demás, en todos los niveles: ante todo con Dios, y luego con quienes tenemos cerca, en la familia, en el trabajo, en clase, en la parroquia y en las asociaciones, en las relaciones sociales e internacionales. O sea, es un modo decisivo de amar al prójimo, una gran obra de misericordia que sanea todas las relaciones. Eso es precisamente lo que Jorge, un adolescente de Venezuela, decidió hacer en el colegio: «Un día, al final de las clases, vi que mis compañeros se estaban organizando para una manifestación de protesta durante la cual tenían la intención de usar la violencia, incendiando coches y tirando piedras. Inmediatamente pensé que ese comportamiento no cuadraba con mi estilo de vida. Así que les propuse escribir una carta a la dirección del colegio: así podríamos pedir de otro modo lo mismo que ellos pensaban conseguir con la violencia. Entre unos cuantos la redactamos y se la entregamos al director». «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». En este tiempo se revela especialmente urgente promover el diálogo y el encuentro entre personas y grupos diversos por historia, tradiciones culturales o puntos de vista, y así mostrar aprecio y acoger la variedad y riqueza que supone. Como dijo recientemente el papa Francisco: «La paz se construye en el coro de las diferencias […] Y a partir de esas diferencias uno aprende del otro, como hermanos… Uno es nuestro Padre, nosotros somos hermanos. Querámonos como hermanos. Y si discutimos entre nosotros, que sea como hermanos que enseguida se reconcilian, que siempre vuelven a ser hermanos» . También podremos esforzarnos por conocer los brotes de paz y fraternidad que ya hacen nuestras ciudades más abiertas y humanas. Preocupémonos de ellos y hagamos que crezcan; así contribuiremos a curar las fracturas y los conflictos que las invaden. Letizia Magri