
Un mar de paz: el abrazo de Francisco, Bartolomé y Jerónimo a los inmigrantes

El Papa Francisco visita el campo de refugiados de Moria, en Mytilene, Lesbo, 16 de abril de 2016.


El Papa Francisco visita el campo de refugiados de Moria, en Mytilene, Lesbo, 16 de abril de 2016.
«Cuando empezaron los conflictos en Siria, viendo que el futuro no prometía nada bueno, pensé que era más prudente dejar el país. Esta decisión la reforzaba el hecho que me llegó una posibilidad de trabajo en Líbano. Así reservé los boletos para viajar y empecé los preparativos para trasladarnos con toda la familia. Dentro de mí surgían muchas dudas; ¿era justo irnos para asegurarle un futuro a mi familia o era más oportuno permanecer en el país que tanto amaba para ayudar a mi gente? Hablando con mi esposa entendí que ella estaba más propensa a quedarse, pero me apoyaba a mí, para ella lo más importante era que permaneciéramos todos juntos. Me sentía muy angustiado y confuso. Hasta que un día –estando en la Iglesia- advertí claramente que nuestro lugar era aquí, en Alepo, para compartir la suerte de nuestro pueblo. Un pueblo muy variado por etnias, religiones y confesiones distintas, pero que sin embargo había sido capaz de vivir en armonía. Un pueblo tan generoso que había acogido en las últimas décadas, a pesar del embargo, a palestinos, libaneses, iraquíes, dándoles igualdad de derechos y posibilidades de trabajo. Decidimos quedarnos. Trabajaba en mi negocio propio y ganaba bien. Pero después de lo sangrientos eventos que empezaron a devastar el país, mi taller fue saqueado y después destruido. Sin embargo, son innumerables las posibilidades de prestar ayuda, en primera persona y también a través del Centro de sordomudos que empezamos a atender mi esposa y yo. Seguidamente se encaminó una sinergia con otras organizaciones humanitarias para llegar, con la ayuda de la providencia que prodigiosamente siempre nos ha asistido, a ofrecer lo indispensable a más de 1500 familias. En estos cinco años de guerra, debido a los bombardeos lanzados ‘por accidente’ en nuestros barrios, hemos visto a muchas familias perder a sus seres queridos y a muchas personas quedar discapacitadas permanentemente. Un día el chofer del Centro para sordomudos donde trabajamos, mientras caminaba por la calle con su familia, perdió a su esposa y a su hija, heridas por un mortero. También él quedó gravemente herido y fue llevado en estado de shock al hospital. Les pude contar de esta grave situación a un sacerdote y al obispo, que al enterarse se hicieron cargo del funeral de la esposa y la hija. Por mi parte empecé a buscar la cifra necesaria para la operación del papá. El hospital, viendo la solidaridad de tantos, disminuyó los costos y algunos médicos renunciaron a su paga. Así logramos cubrir todos los gastos, y nos quedó dinero para las sucesivas operaciones a las que tuvo que someterse el chofer para poder recuperarse. Otra vez me llamó un musulmán que trabaja en la iglesia a la que asistimos, para pedirme que lo ayudara a conseguir una casa donde vivir. Había visto entrar a rebeldes armados en su barrio y estaba preocupado por la seguridad de sus tres hijas. Después de muchas llamadas finalmente logré encontrar una habitación para ellos. Cuando se pasó a la casa nueva se dio cuenta de que necesitaba urgentemente un tanque de gas, pero no lograba encontrarla. Entonces me llamó a mí. “Te pido esta ayuda –dijo- porque eses mi hermano ¿verdad?”. Yo le respondí: “Cierto somos hermanos”. Después del reciente ‘cese al fuego’ estamos atravesando un período de aparente calma, aunque de vez en cuando se escuchan retumbos que nos dejan inquietos y no logramos dormir durante la noche. Con respecto a mi actividad económica, hasta que las armas no callen del todo es imposible pensar en retomarla. En esta situación precaria y sin futuro nos sostiene la comunidad del Focolar y una fe incondicionada en el amor de Dios que nunca nos abandona. Delante de cada problema, sentimos que no estamos solos. Seguimos experimentando que en la donación a los demás encontramos la paz. Una paz que es siempre un desafío, porque es un don que hay que conquistar todos los días».
Luego de dos Sínodos sobre la familia, con Amoris Laetitia llega por fin el pronunciamiento del Papa. De este Papa. El Papa de la misericordia, que ha sido aprobado también por los que afirman que ‘cerraron’ con la Iglesia, o que no creen en absoluto. La reciente exhortación, de más de 100 páginas, responde a las expectativas tanto de quienes esperaban un cambio – muy evidente por el aspecto pastoral, mientras que el plano doctrinal se mantiene invariado – como quienes están más vinculados a la tradición. Una mano extendida hacia todos, también hacia quienes se encuentran en situaciones así llamadas ‘irregulares’. Para el Papa Francisco “ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar” (AL 325). De manera que vemos casi derrumbarse la tendencia a distinguir entre ‘regulares’ e ‘irregulares’ para subrayar que nadie está condenado y excluido sin remedio. La apertura más significativa de Amoris Laetitia es seguramente la que se refiere a los divorciados en nueva unión, para quienes se prevé una trayectoria de crecimiento en la capacidad de discernimiento, acompañados por pastores o, como también se menciona, por “laicos que viven entregados al Señor” (AL 312) conscientes de estar llamados a “formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37). Una trayectoria que en ciertos casos, como se dice en la nota 351 de la exhortación, podría desembocar también en el acceso a los sacramentos. Porque, remarca el Papa, la Eucaristía “no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”. Si bien la ‘apertura’ hacia los que se han vuelto a casar, es lo que llama la atención de los medios de comunicación, el mérito del documento va más allá en los capítulos 4 y 5, que se refieren a la belleza de la familia que se basa en el designio trinitario y que se alimenta de esa caridad de la que habla S. Pablo en Cor 1,13. Como tal vez nunca antes, se presenta aquí la centralidad de la vida de pareja: “Es el encuentro con un rostro, con un ‘tú’ que refleja el amor divino y es el el bien mayor. O como exclamará la mujer del Cantar de los Cantares en una estupenda profesión de amor y de donación en la reciprocidad: ‘Mi amado es mío y yo suya. Yo soy para mi amado y mi amado es para mí’” (AL 12-13). «… con frecuencia presentamos al matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, ha quedado opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreación» (AL 36). Una expresión casi autocrítica, que manifiesta la intención de valorar el eros inscrito en las criaturas, mostrando el matrimonio en su realidad concreta de « combinación de gozos y de esfuerzos, de tensiones y de descanso, de sufrimientos y de liberaciones, de satisfacciones y de búsquedas, de molestias y de placeres» (Al 126). Se pone de relieve cada momento de la vida cotidiana, superando la contraposición entre sagrado y profano, entre evento el solemne y el insignificante, porque no hay nada secundario ante los ojos del amor y de la fe. El Papa tiene en cuenta también el hecho de que las expectativas de vida se han incrementado y los cónyuges deben “volver a elegirse una y otra vez” (AL 163), en una continua regeneración y cambio de los registros del amor: «No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad» (AL 163). ¡Gracias Papa Francisco! Sentíamos la necesidad de una mirada de la Iglesia que sigue presentando a los esposos el ideal alto y jamás alcanzado de la armonía trinitaria. Así como de una mano fraterna, la Iglesia, que se hace próxima a todos, sin descartar a nadie.
«Los expertos calculan que desde el año 3000 A.C., más o menos, llegaron al continente americano poblaciones provenientes del sureste asiático. Se trata del pueblo Guaraní (y no sólo), compuesto por muchos grupos étnicos y que, a lo largo de los siglos, se difundió al Caribe hasta el extremo sur del continente», explica Diana Durán, paraguaya, socióloga e investigadora de los pueblos originarios de América. El encuentro con una pequeña comunidad de la etnia Avá Guaraní y Mbya tuvo lugar cuando, hace dos años, una gran inundación del río Paraguay obligó al grupo indígena, compuesto por 33 familias (115 miembros) a abandonar el precario asentamiento a la orilla del río, donde vivían recogiendo los desechos del basurero cercano. «Al inicio tratamos de ayudarlos con ropa, alimentos, medicinas, atención médica, para internar a una persona diabética, o con la operación de uno de ellos que recibió una herida por arma de fuego; o bien alquilándoles servicios sanitarios móviles cuando se encontraron desalojados en un terreno desértico; o también, después de un temporal, les procuramos tiendas de campaña y agua potable… sin embargo veíamos que esta ayuda no era suficiente. Ellos necesitaban un terreno, que les diera reparo y seguridad». Después de una larga búsqueda se encontró el lugar apropiado: 5.5 hectáreas, a 4.5 Km de la ciudad de Ita, con una escuela y un ambulatorio sanitario cerca; todo sumergido dentro del bosque y, sobre todo, con la posibilidad de que ellos pusieran a producir un huerto comunitario para poder mantenerse, además de un espacio para construir un local para cursos de formación. El desafío entonces era encontrar los recursos para comprar el terreno. «Tocamos muchas puertas –cuenta Diana-. Una persona experta nos facilitó el camino para obtener el estatus jurídico de la Comunidad Indígena, para que pudieran poner a nombre de ellos la propiedad. Además, un amigo de la comunidad Menonita se ofreció para hacer un anticipo y pagar el terreno, cosa que para nosotros habría sido realmente imposible. Nos comprometimos, junto con nuestros amigos Avá, a devolverle el dinero poco a poco».
«Dios nos ha mirado con un amor especial», dice Bernardo Benítez, jefe de la comunidad. Un Dios que para ellos es el “Padre Primigenio”, cuyo mandato principal es el amor recíproco. Está presente en las acciones cotidianas y dona la tierra, lugar sagrado que hay que custodiar y donde se deben construir relaciones fraternas. «Acompañar a la comunidad de Yary Mirì no está exento de sufrimientos – afirma Diana –, debido a la discriminación que sufren por prejuicios ancestrales, y también por la miseria en la que viven. Pero es también una alegría conocer y compartir sus valores comunitarios y solidarios que han conservado a lo largo de los siglos, además de constatar el amor y la confianza que crece entre nosotros y ellos. Hoy no estamos solos: nos ayudan muchos amigos, dos asociaciones vinculadas a los Focolares (Unipar y Yvy Porà que se hará cargo de acompañar el desarrollo del huerto comunitario), dos obispos, algunos funcionarios de instituciones bancarias, 2 cristianos menonitas y la Pastoral Indígena. Hemos obtenido 4 becas en Ciencias de la Educación para su líder y 3 jóvenes. Ellos mismos quisieron elegir esa Facultad “porque nuestra gente necesita instrucción”, dicen». «Ahora estoy escribiendo un libro sobre la historia de su comunidad –concluye Diana Durán-, no sólo como una denuncia y para darle voz a quienes no la tienen, sino como un deber hacia ellos por todo lo que han sufrido y por todo lo que les debemos. Yo lo considero un paso hacia la fraternidad universal, que es el ideal que nos anima».
«Vengo de Sarajevo, Bosnia y Herzegovina, donde durante siglos convivieron musulmanes bosnios, croatas católicos, serbios ortodoxos, judíos, gitanos y otros. La guerra de los años ’90 que quería convencernos de que no podíamos convivir en un mismo país, ocasionó millares de víctimas, un millón de prófugos, y la destrucción de ciudades, edificios religiosos y monumentos históricos. En nuestro edificio vivíamos croatas, serbios y bosnios musulmanes. Entre nosotros compartíamos todo, hasta el último cigarrillo, el aceite aunque fuera poco, la harina, el café y también el dolor de la muerte. Mi marido que trabajaba como técnico de radio aficionado en las instituciones del Estado, instaló una estación de radio para poder vincular a las personas que durante meses, por causa de la interrupción de las conexiones telefónicas, no tenían noticias de sus seres queridos. Cuando terminó el conflicto me comprometí en política, en el Partido Socialdemócrata y me postulé como Consejero Municipal. Las consecuencias de la guerra eran terribles. En ese período le llegó al Alcalde de Sarajevo la invitación de participar en el encuentro “Juntos por Europa” que se realizaba en Stuttgart y dado que él no podía asistir, me pidió que lo hiciera yo en su lugar. En esa ocasión conocí al Movimiento de los Focolares, personas que quieren llevar la unidad a la humanidad. Se pueden imaginar el significado que tuvo para mí este encuentro dado que yo provenía de una experiencia de guerra. Volviendo a casa sentí una gran fuerza de vivir y de luchar para difundir los ideales recién conocidos. En nuestra ciudad, después de 20 años, todavía lloramos por nuestros muertos, y reconstruimos todo lo que fue destruido, pero también construimos puentes entre las personas. Y lo hacemos juntos sin odio. En estos días Sarajevo celebra 20 años del final del asedio a la ciudad, que duró 1425 días, en el que fueron asesinados 12.000 ciudadanos civiles, de los cuales 1500 niños. La ciudad ahora ha cicatrizado sus heridas y recuperó el buen ánimo que tenía en el pasado. Las campanas repican, la oración desde los alminares de las mezquitas resuena en las plazas. Dado que no profeso ningún credo, me identifiqué con el diálogo que Chiara Lubich comenzó entre las personas sin referencias religiosas. Mi compromiso es el de tejer esta red de comunión y de comprensión recíproca en mi ciudad con las vecinas musulmanas, con los católicos, -por ejemplo durante la visita del papa Francisco- y con las personas de convicciones distintas. Ahora en Sarajevo existe un grupo de jóvenes, también ellos de credos y culturas distintas que continúan difundiendo la cultura del diálogo.
Ya desde hace algunos años desarrollamos distintas actividades y nació la idea de fundar una asociación para transmitir a las jóvenes generaciones los valores universales. En el 2014, cuando se conmemoraba el centenario del estallido de la primera guerra mundial, cuya chispa partió desde Sarajevo, organizamos, junto con el grupo internacional Gen Rosso, talleres para jóvenes de distintos Países Europeos. El año pasado colaboramos con otras 5 asociaciones de la Región con objetivos similares a los nuestros: estuvimos 7 días con seminarios y talleres sobre el tema de las minorías étnicas, individualizando proyectos concretos. Este año nuestro programa es el de trabajar con los jóvenes y con los desocupados. Nuestro deseo es que Sarajevo, después de la tragedia vivida en los últimos años, se convierta en una ciudad que sepa relatar lo positivo, donde la gente, creyente o no creyente, de nacionalidades distintas, construya paso a paso una humanidad reconciliada». Testimonio relatado en el Congreso OnCity, Redes de luz para vivir en el planeta, Castel Gandolfo 1-3 de abril de 2016.
La fila era larga, pero para nada aburrida. Personas de todas las edades, procedentes de varios países del mundo, esperaban con paciencia su turno para el almuerzo, intercambiándose impresiones y opiniones acerca de lo vivido durante la mañana. Acababa de concluir, de hecho, la primera sesión de OnCity-redes de luz para habitar el planeta, un Congreso que, desde el 1° al 3 de abril, realmente mostró las numerosas luces encendidas en los lugares en donde vivimos, las ciudades: «En estos días, en vez de detenernos sobre el análisis de la noche – dice Lucia Fronza Crepaz, una de las moderadoras del Congreso – hemos elegido pasar al lado del amanecer, donde nace el el sol». OnCity fue organizado por el Movimiento Humanidad Nueva, Jóvenes por un Mundo Unido y AMU (Acción por un Mundo Unido), tres entidades comprometidas en la construcción de un mundo unido y más fraterno a nivel social, entre los jóvenes y las generaciones, y a través de acciones de apoyo y cooperación para el desarrollo. Seguramente la actual coyuntura está interpelando a todos: atentados, terrorismo, nuevas marginaciones y pobreza, “guerras a ”. Nuestras ciudades están viviendo problemas y contradicciones que están bajo nuestra mirada, pero no faltan experiencias positivas ya consolidadas, que confirman la posibilidad de trabajar, creer y esperar en ciudades más solidarias y fraternas, más habitables para todos. Los organizadores partieron de esta conciencia para construir un itinerario de tres días, a lo largo del cual los casi 900 participantes pudieron experimentar juntos una nueva manera de vivir la ciudad y los propios espacios cotidianos. Una ocasión para ahondar en los temas de la solidaridad, de la fraternidad, para hacer una lectura de los cambios de las metrópolis en las que vivimos, para aprender el diálogo como estilo de vida, de aproximación al mundo y a las cosas. En un mundo global, pero también tan fragmentado, este estilo debe ser cultivado y difundido. OnCity se articuló por lo tanto, entre sesiones plenarias, seminarios temáticos, y 32 mesas de trabajo, las mismas que fueron fundamentales para verificar la propia capacidad de ser ciudadanos activos, creativos y responsables. Haciendo un rápido recuento, en estos días se concretaron 46 intervenciones, con el objetivo de valorar las redes que ya existen, animar el nacimiento de nuevas redes allá donde hace falta, hacer nacer por doquier donde estamos, “células de fraternidad”, nudos estratégicos de un entramado, más bien de muchos entramados de vida y de historia. Fuente: Città Nuova online
Organiza: Psicología y Comunión Tema: “La contribución de la psicología al diálogo” Participantes: 50-60 jóvenes psicólogos procedentes de Brasil, Argentina, Chile y países europeos. (existe la posibilidad de becas para jóvenes estudiantes) Info: info@psy-com.org www.psy-com.org
Organiza: Sportmeet, con Udruga Kinesiologa Krizevci (Asociación local de los Profesores de Educación Física de Croacia y Serbia de la Provincia de Krizevci-Croacia) Participantes: 50 personas, entre profesores, entrenadores y jóvenes estudiantes. (existe la posibilidad de becas de participación para jóvenes estudiantes) Info: info@sportmeet.org www.sportmeet.org
Organiza: Comunión y Derecho Participantes: 25/30 jóvenes (existe la posibilidad de becas de participación para jóvenes estudiantes) La Escuela de Verano está dedicada principalmente a estudiantes de materias jurídicas y jóvenes profesionales (edad prevista: 20-35 años) que permitirá, junto con sesiones de estudio y de diálogo, tomar contacto directamente con las realidades del ambiente siciliano y la emigración. Es un itinerario que se está diseñando con un grupo de jóvenes y desea ser una continuación del Congreso desarrollado en Castel Gandolfo en el mes de noviembre de 2015: Ambiente y “derechos”: entre responsabilidades y participación. Programa Info: info@comunionediritto.org www.comunionediritto.org