Les escribo con gran dolor y profunda emoción para anunciarles que hoy, a las 17:22, Dios ha llamado a Sí a nuestra Emmaus, María Voce, la primera presidenta del Movimiento de los Focolares después de Chiara Lubich.
Su Santo Viaje se ha cumplido en Rocca di Papa, en su casa, rodeada del cuidado y del amor de las focolarinas de su focolar y de la oración de todos nosotros. Hoy, a primera hora de la tarde, Jesús y yo pudimos visitarla por última vez. Estaba serena.
Me une a ella un gran afecto y una estima inmensa por su entrega a Dios en la Obra de María hasta el final.
Desde mi elección como presidenta, su cercanía, tan discreta pero viva, me ha acompañado siempre, sosteniéndome con sus consejos muy llenos de Sabiduría. Estaba presente en las más diversas ocasiones: fiestas, aniversarios, viajes; me aseguraba sus oraciones, la ofrenda de su vida y a menudo me hacía encontrar un regalo, una flor, un poema suyo.
El nombre “Emmaus” que Chiara le había dado, que evoca la experiencia del Resucitado en camino con nosotros, ha marcado toda su vida. De hecho afirmaba: “¿Cómo se construye la Obra de Dios? ¡Con Jesús en medio!”.
En nuestros corazones quedan grabados su luminosa fidelidad al Carisma de Chiara, el coraje para afrontar los numerosos retos y su fe en la unidad, en la comunión.
Son innumerables los reconocimientos por su estatura humana, espiritual y sapiencial de las más diversas personalidades religiosas y civiles: del Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco; de los líderes de las distintas Iglesias, hasta los representantes de otras religiones y culturas.
El funeral será el próximo lunes, 23 de junio a las 15.00 (hora italiana) en el Centro Internacional de Rocca di Papa.
¡Permanecemos unidos en el amor que une el Cielo y la tierra!
Margaret Karram Rocca di Papa, 20 de junio de 2025
La guerra è un omicidio in grande, rivestito di una specie di culto sacro, come lo era il sacrificio dei primogeniti al dio Baal : e ciò a motivo del terrore che incute, della retorica onde si veste e degli interessi che implica. Quando l’umanità sarà progredita spiritualmente, la guerra verrà catalogata accanto ai riti cruenti, alle superstizioni della stregoneria e ai fenomeni di barbarie.
Essa sta all’umanità, come la malattia alla salute, come il peccato all’anima : è distruzione e scempio e investe anima e corpo, i singoli e la collettività.
[…]
«Tutte le cose appetiscono la pace», secondo san Tommaso. Difatti tutte appetiscono la vita. Solo i matti e gl’incurabili possono desiderar la morte. E morte è la guerra. Essa non è voluta dal popolo; è voluta da minoranze alle quali la violenza fisica serve per assicurarsi vantaggi economici o, anche, per soddisfare passioni deteriori. Soprattutto oggi, con il costo, i morti e le rovine, la guerra si manifesta una «inutile strage». Strage, e per di più inutile. Una vittoria sulla vita, e che sta divenendo un suicidio dell’umanità.
«Tutte le cose appetiscono la pace», secondo san Tommaso. Difatti tutte appetiscono la vita. Solo i matti e gl’incurabili possono desiderar la morte. E morte è la guerra.
[…] Dicendo che la guerra è una « inutile strage », Benedetto XV diede la definizione più precisa. Il Card. Schuster la definì « un macello di uomini ». Significa regioni intere distrutte, migliaia e migliaia di povera gente senza più nè casa nè averi, ridotti ad errare per la campagna desolata, fintanto che non venga a falciarli di fame o di freddo la morte.
[…] I vantaggi materiali che si possono trarre da una guerra vittoriosa, non riescono mai a compensare i danni che essa importa ; tanto, che si richiedono parecchie generazioni successive per ricostruire stentatamente tutta quella somma di valori spirituali e morali che erano andati distrutti durante un eccesso di frenesie belliche » [1]. […]
L’ingegno umano, destinato a ben altri scopi, ha escogitato e introdotto oggi strumenti di guerra di tale potenza da destare orrore nell’animo di qualunque persona onesta, soprattutto perché non colpiscono soltanto gli eserciti, ma spesso travolgono ancora i privati cittadini, i fanciulli, le donne, i vecchi, i malati, e insieme, gli edifici sacri e i più insigni monumenti di arte ! Chi non inorridisce al pensiero che nuovi cimiteri si aggiungeranno a quelli tanto numerosi del recente conflitto e nuove fumanti rovine di borghi e città accumuleranno altri tristissimi ruderi ? » [2]. […]
La guerra es un homicidio en gran escala, disfrazado de una suerte de culto sagrado, como el sacrificio al dios Baal. Y la razón de ella es el terror que inspira, la retórica tras la que se esconde y los intereses que implica. Cuando la humanidad haya progresado espiritualmente, la guerra será incluida entre los ritos cruentos, las supersticiones de los hechiceros y los fenómenos de barbarie.
La guerra es para la humanidad lo que la enfermedad para la salud, o el pecado para el alma. Es destrucción y vergüenza; ataca al alma y al cuerpo, a los individuos y a la colectividad.
[…]
«Todas las cosas apetecen la paz», según Tomas de Aquino. En efecto, todas apetecen la vida. Solo los locos o los enfermos terminales pueden desear la muerte. Y la guerra es muerte. El pueblo no la quiere; la quieren algunas minorías que con la violencia se aseguran provechos económicos o, también, la satisfacción de las peores pasiones. Más que nunca hoy, los costos, las muertes y la destrucción definen a la guerra como una «masacre inútil». Masacre y, además, inútil. Una victoria de la muerte sobre la vida, verdadero suicidio de la humanidad.
«Todas las cosas apetecen la paz», según Tomas de Aquino. En efecto, todas apetecen la vida. Solo los locos o los enfermos terminales pueden desear la muerte. Y la guerra es muerte.
[…] Benedicto XV dio la definición más precisa al decir que la guerra es una «matanza inútil». El cardenal Schuster la llamó «una matanza de hombres». Significa regiones enteras destruidas, miles y miles de pobres sin hogar ni bienes, obligados a vagar por la desolada campiña hasta que la muerte los selle de hambre o de frío.
[…] Las ventajas materiales que pueden sacarse de una guerra victoriosa nunca llegan a compensar los daños que ésta ocasiona; tanto es así que se requieren varias generaciones sucesivas para reconstruir laboriosamente toda esa suma de valores espirituales y morales que habían sido destruidos durante un exceso de frenesí bélico»[1]. […] […]
“La inteligencia humana, destinada a otras finalidades, ha inventado y puesto en marcha hoy instrumentos de guerra capaces de despertar el horror en el ánimo de toda persona honesta, sobre todo porque no atacan solo ejércitos, sino que a menudo también a poblaciones civiles, niños, mujeres, ancianos, enfermos, además de destruir construcciones sacras y obras de arte. ¿A quién no espanta la idea de que nuevos cementerios se sumen a los ya numerosos del reciente conflicto y que nuevas ruinas humeantes de barrios y ciudades aumenten las destrucciones anteriores?» [2]. […] […]
Tras la publicación de la primera parte de la biografía del Padre Foresi dedicada al período inicial de su vida, salió también la segunda parte, que lleva como título: “La regola e l’eccesso” (La regla y el exceso) de la Editorial Città Nuova, de las tres previstas, que afronta los años que van de 1954 a 1962. ¿Qué surge, para Usted, en este volumen como nota característica de ese período de la vida de Foresi?
Una nota que caracteriza profundamente la vida y la experiencia de Pasquale Foresi en los años indicados se puede expresar de la siguiente manera: era un espíritu libre, de una persona animada por una tensión creativa entre carisma y cultura, movida por la exigencia de traducir espiritual y operativamente la inspiración de Chiara Lubich (el carisma de la unidad) y la necesidad, de alguna manera, de darle espesor teológico, filosófica e institucional, en un contexto eclesial ampliamente preconciliar. El libro lo describe muy bien, como una persona comprometida, junto a Chiara Lubich, en “encarnar” el carisma en formas comprensibles para la Iglesia del tiempo y para el mundo cultural y laico en general. En ese sentido se puede llegar a definirlo, más allá de un cofundador, también como un intérprete eclesial del carisma; como la persona que trataba de hacerlo “explicable” en los códigos de la Iglesia y que quiso ser constructor de puentes entre la dimensión mística de Chiara Lubich y la teología clásica, haciéndola accesible a muchos sin aguarla.
Al mismo tiempo Foresi era un intelectual atípico y un pensador original. A pesar de no haber dejado grandes obras sistemáticas (tampoco se lo había propuesto como tarea específica), ejerció un fuerte impacto en la Obra de María (Movimiento de los Focolares), justamente en el lapso de tiempo descrito en este volumen. Este segundo libro documenta una existencia dinámica, atravesada por un sentimiento de urgencia, como si las palabras del Evangelio relacionadas con el desarrollo del Movimiento de los Focolares tuvieran que encarnarse “enseguida”, sin postergaciones.
“Don Foresi, un espíritu libre, una persona animada por una tensión creativa entre carisma y cultura”.
Nuestro entrevistado, el profesor Marco Luppi, investigador de Historia Contemporánea en el Instituto Universitario Sophia de Loppiano (Italia).
Las más de 600 páginas del texto afrontan no sólo los episodios que se refieren a la vida de Foresi en el período en examen, sino que también trazan la vida y la historia de Chiara Lubich y del Movimiento de los Focolares de esos años, detallando también situaciones y acontecimientos en los cuales él no estuvo presente, como el mismo autor afirma. ¿Por qué piensa Usted que se hizo esa opción editorial?
Zanzucchi incluye eventos y episodios de vida incluso que Foresi no vivió directamente porque su figura no puede separarse de la historia del Movimiento de los Focolares. Contar el contexto, los protagonistas y las dinámicas colectivas permite captar el significado del aporte de Foresi, insertándolo en la trama viva de una experiencia comunitaria. Como afirma claramente en su introducción, Zanzucchi ve en Foresi no sólo un protagonista, sino también un cofundador, o sea uno de los elementos estructurales y constitutivos del Movimiento de los Focolares. Por consiguiente la biografía de Foresi es inseparable de la biografía de la biografía del Movimiento. En otros términos, el autor adopta una perspectiva que podríamos definir “biografía inmersa”: no una simple reconstrucción individual, sino una narración relacional y contextual, en donde el sentido de la figura de Foresi surge del diálogo vivo con otros actores (Chiara Lubich, Igino Giordani, personalidades del ámbito eclesial, etc.) y con la historia colectiva del Movimiento.
Don Foresi con Chiara Lubich durantge un congreso (1967)Con jóvenes (1976)
El trabajo de Michele Zanzucchi es la primera biografía sobre Foresi. ¿Cuáles cree Usted que son los aspectos de la vida de Foresi que merecerían ulteriores profundizaciones e investigaciones históricas?
A Zanzucchi le gusta decir, a menudo, que él no es un historiador puro, sino más bien un narrador y divulgador atento y escrupuloso y que por lo tanto en varios momentos se tomó esa licencia, con la finalidad de aclarar algún pasaje no demasiado explícito. Pero, sin duda, ése es un trabajo muy importante y un primer esfuerzo por devolvernos la personalidad y la vivencia de Foresi con una mirada completa. Es una mirada, y muchas otras podrá haber, a través de ese mismo espíritu crítico, abierto a múltiples interpretaciones, que debe animar la reconstrucción de la historia de todo el Movimiento de los Focolares y de sus figuras de referencia. Entre las muchas profundizaciones que tienen que ver con posibles futuras investigaciones sobre Foresi, indicaría tres. Una primera sobre el pensamiento teológico y filosófico de Foresi. Zanzucchi destaca que Foresi no fue un teólogo académico, sino más bien un “visionario cultural”, con una producción desperdigada en artículos, discursos y apuntes. Por ello se nota la falta de una exposición orgánica de su pensamiento sobre temas clave como Iglesia, sacramentos, relación fe-razón, etc. Además habría que estudiar la originalidad de su pensamiento eclesiológico, que anticipa algunas intuiciones conciliares. Una segunda investigación podría ser la del rol “político” de Foresi y las relaciones con el mundo eclesiástico romano. El autor menciona repetidamente los vínculos de Foresi con la curia vaticana y con algunas personalidades eclesiásticas. Sin embargo, no queda del todo claro el peso que tuvo Foresi en las mediaciones políticas o eclesiales de la segunda posguerra y por lo tanto sería útil explorarlo, especialmente en los momentos de tensión con la jerarquía. Finalmente, un tercero y estimulante frente podría ser la iniciativa editoral y el “laboratorio cultural” de Città Nuova (Ciudad Nueva). Zanzucchi destaca el rol de Foresi como fundador, director e inspirador de la revista “Città Nuova”. ¿Qué tipo de “cultura” trataba de proponer Foresi? ¿Cómo se posicionaba respecto de otras revistas católicas (Civiltà Cattolica, L’Osservatore Romano, Il Regno)? Tarde o temprano será necesaria una monografía también sobre lo que hizo Foresi como editor y periodista, en el contexto de la prensa católica del siglo XX.
En el mundo también surgen espacios en los que la fraternidad se cultiva con propósito. Uno de ellos es MilONGa, un proyecto que se ha establecido como una iniciativa clave en el ámbito del voluntariado internacional, con el objetivo de promover la paz y la solidaridad a través de acciones concretas.
MilONGa propone una alternativa concreta: vivir la solidaridad en primera persona, a través de experiencias que trascienden fronteras culturales, sociales y geográficas.
Su nombre, que proviene de “Mil organizaciones no gubernamentales activas”, es mucho más que un proyecto. Es una red que une a jóvenes con organizaciones de diversas partes del mundo, brindándoles la oportunidad de involucrarse activamente en iniciativas sociales, educativas, medioambientales y culturales. Desde su creación, el programa ha crecido tejiendo una comunidad global que se reconoce en valores compartidos: la paz, la reciprocidad y la ciudadanía activa.
Lo que distingue a MilONGa no es solo la diversidad de sus destinos o la riqueza de sus actividades, sino el tipo de experiencia que propone: una inmersión profunda en realidades locales, donde cada voluntario y voluntaria no llega a “ayudar”, sino a aprender, intercambiar, construir juntos. Se trata de un camino de formación integral que transforma tanto a quienes lo viven como a las comunidades que los acogen.
Los países donde se pueden realizar estas experiencias son tan diversos como los jóvenes que las protagonizan y abarca distintas latitudes: México, Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Perú en América, Kenia en África, España, Italia, Portugal y Alemania en Europa, Líbano y Jordania en Medio Oriente.
En cada uno, MilONGa colabora con organizaciones locales comprometidas con el desarrollo social y la construcción de una cultura de paz, ofreciendo a los voluntarios oportunidades de servicio que tienen un impacto real y duradero.
Detrás de MilONGa hay un sólido entramado de alianzas internacionales. El proyecto cuenta con el respaldo del AFR.E.S.H., project, co-financiado por la Unión Europea, que permite consolidar su estructura y ampliar su impacto. Además, forma parte del ecosistema de New Humanity, organización internacional comprometida con la promoción de una cultura de unidad y diálogo entre los pueblos.
Una historia que deja huella
Francesco Sorrenti fue uno de los voluntarios que viajó a África con el programa MilONGa. Su motivación no fue solo el deseo de “ayudar”, sino una necesidad más profunda de comprender y acercarse a una realidad que sentía lejana. “Era algo que me llevaba dentro desde hacía años: una curiosidad profunda, casi una urgencia de ver con mis propios ojos, de intentar acercarme a una realidad que sentía lejana”, cuenta Francesco sobre su experiencia en Kenia.
Su experiencia en Kenia estuvo marcada por momentos que lo transformaron. Uno de ellos fue su visita a Mathare, un barrio marginal de Nairobi. “Cuando uno de ellos me dijo: ´Mira, aquí viven mis padres. Yo nací aquí, mis hijos también. Mi esposa la conocí aquí, y probablemente muramos aquí´, sentí una impotencia muy fuerte. Entendí que antes de hacer cualquier cosa, era necesario detenerse. Que no estaba allí para arreglar las cosas, sino para mirar. Para no dar vuelta la cara”.
También vivió momentos de luz en su trabajo con niños en una escuela local. “La alegría de esos chicos era contagiosa, física. No hacían falta muchas palabras: bastaba estar ahí, jugar, compartir. Ahí comprendí que no se trata de hacer grandes cosas, sino simplemente de estar presente”, cuenta.
Dos años después de su experiencia, Francesco sigue sintiendo su impacto. “Mi manera de ver las cosas cambió: ahora valoro más lo que realmente importa y aprendí a apreciar la simplicidad. Esta experiencia también me dejó una forma de fuerza, una tenacidad interior. Te queda dentro una especie de resistencia, como la que vi en los ojos de quienes, al amanecer, querían hacerlo todo aunque no tuvieran nada”.
Encuentros que multiplican el compromiso
En abril de 2025, MilONGa formó parte del congreso internacional “Solidarity in Action, Builders of Peace” que tuvo lugar en la ciudad de Porto, en Portugal. Este encuentro fue organizado en conjunto por AMU (Azione per un Mondo Unito), New Humanity NGO y el Movimiento de los Focolares de Portugal, reuniendo a jóvenes líderes de todo el mundo vinculados a los programas Living Peace International y MilONGa.
Durante tres días, Porto se convirtió en un laboratorio de diálogo y acción, en el que los y las jóvenes participantes intercambiaron experiencias, compartieron buenas prácticas y construyeron estrategias conjuntas para fortalecer su rol como agentes de paz. MilONGa tuvo un rol clave, no solo a través de la participación activa de sus voluntarios, sino también mediante la creación de sinergias con otras redes juveniles comprometidas con la transformación social.
Uno de los momentos más significativos del congreso fue el espacio de talleres colaborativos, donde los y las participantes imaginaron y diseñaron proyectos concretos de impacto local y global.
MilONGa no se define solo por lo que hace, sino por el horizonte que propone: un mundo más justo, más unido, más humano. Un mundo donde la solidaridad no es una consigna, sino una práctica cotidiana; donde la paz no es una utopía, sino una responsabilidad compartida.