Ante las recientes noticias alentadoras sobre el acuerdo para la Franja de Gaza, expreso la esperanza de que este sea un primer paso para una paz justa, integral y duradera.
Sin duda, el camino por recorrer aún es largo, pero en este momento mi pensamiento se dirige a los rehenes, los prisioneros palestinos y los habitantes de la Franja, con la confianza de que puedan comenzar a entrever una esperanza de vida digna de ese nombre.
Asimismo, deseamos que quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos continúen tomando decisiones en favor del bien supremo que poseemos: la vida.
Nos comprometemos a unir nuestras fuerzas concretas y espirituales con todos aquellos que trabajan incansablemente por un mundo mejor y nos unimos a la Jornada de Oración por la Paz convocada por el Papa León XIV el próximo 11 de octubre.
A todos los que forman parte del Movimiento de los Focolares en el mundo
Nosotros, dirigentes del Movimiento de los Focolares, reunidos en Roma, en representación de cuantos pertenecen a él en los 140 países donde el Movimiento está presente, expresamos nuestro gran dolor por la continua escalada de los conflictos armados que están devastando Oriente Medio y muchas otras partes del mundo.
Manifestamos nuestra firme y concreta cercanía a las personas, a las poblaciones que sufren, condenando igualmente toda forma de violencia, injusticia y opresión.
Conscientes de que la paz comienza por nuestros gestos cotidianos, queremos invitar a todos a acoger y suscribir con la propia vida los siguientes compromisos:
• Ser “artesanos de la paz”, dispuestos a superar ideologías y confrontaciones;
• promover y sostener redes de solidaridad para brindar apoyo material, psicológico y espiritual a las víctimas de todas las guerras;
• hacer que cada una de nuestras comunidades sea una “casa de paz”, donde se aprenda a desactivar la hostilidad mediante el diálogo y la comprensión mutua, donde se practique la justicia y se construya el perdón;
• favorecer programas educativos para infundir, especialmente en las nuevas generaciones, la cultura de paz, la inclusión y la no violencia;
• alentar toda iniciativa local y global que genere el encuentro, el diálogo interreligioso e intercultural, fundamentales para la reconciliación.
Nos comprometemos a fin de que perdón, diálogo, fraternidad no sean palabras, sino que se transformen en vías maestras que abran el futuro e impidan que la violencia tenga la última palabra.
Que de cada rincón de la tierra se eleve una oración incesante y confiada al Dios de la paz, para que ilumine y mueva los corazones de quienes pueden actuar para detener todo conflicto.
Ven, hermano exiliado, abracémonos. Dondequiera que estés, como sea que te llames, hagas lo que hagas, eres mi hermano. ¿Qué me importa si la naturaleza y las convenciones sociales se esfuerzan por separarte de mí, con nombres, especificaciones, restricciones, leyes?
El corazón no se detiene, la voluntad no conoce límites, y con un esfuerzo de amor podemos cruzar todas estas barreras y reunirnos como familia.
¿No me reconoces? La naturaleza te colocó en otro lugar, te creó de otra manera, dentro de otras fronteras. ¿Eres quizás alemán, rumano, chino, indio? ¿Eres quizás amarillo, color aceituna, negro, bronce, cobrizo? Pero ¿qué importa?
Eres de otra patria, pero ¿de qué sirve? Cuando este pequeño globo, aún incandescente, se consolidó, nadie podía imaginar que por esas fortuitas excrecencias los seres se matarían entre sí durante mucho tiempo.
E incluso hoy, frente a nuestros sistemas políticos, ¿te parece que la naturaleza nos pida permiso para expresarse mediante volcanes, terremotos e inundaciones? ¿Y te parece que le importan nuestras disparidades, apariencias y jerarquías?
Hermano desconocido, ama tu tierra, tu fragmento de la corteza común que nos sustenta, pero no odies la mía. Bajo todas las apariencias, bajo las clasificaciones sociales, por codificadas que sean, tú eres el alma que Dios creó, hermana de la mía, de la de todos los demás (único es el Padre), y eres como todos los demás, un hombre que sufre y quizá hace sufrir, que tiene más necesidades que capacidades, que oscila, se cansa, tiene hambre, tiene sed, tiene sueño, como yo, como todos.
«Hermano desconocido, ama tu tierra, tu fragmento de la corteza común que nos sustenta, pero no odies la mía. (…) In te riconosco il Signore. Lìberati, e sin d’ora fratelli che siamo, abbracciamoci. «
Eres un pobre peregrino que persigue un espejismo. Te crees el centro del universo, y solo eres un átomo de esta humanidad que se mueve sin aliento entre dolores en lugar de alegrías, milenio tras milenio.
No eres nada, hermano, así que unamos fuerzas en lugar de buscar el conflicto. No te enorgullezcas, no te separes, no acentúes las marcas de diferenciación ideadas por el hombre.
¿No lloraste al nacer como yo? ¿No gemirás al morir como yo? El alma regresará, sea cual sea su envoltura terrenal, desnuda, igual. Tú vienes. De más allá de todos los mares, climas, leyes, de más allá de cualquier ámbito social, político e intelectual, de más allá de todos los límites (el hombre no sabe circunscribir, dividir, aislar), vienes, hermano.
En ti reconozco al Señor. Libérate, y desde ya, hermanos como somos, abracémonos.