Los “cargadores” de las “pilas de amor”

 
El regreso a "El Espinal" en Salta para unas vacaciones diferentes. Una semana junto a los jóvenes esperados por los habitantes de ese paraje.

“Las ‘pilas de amor’ que nos dejaron el año pasado se nos estaban descargando…por eso bienvenidos a nuestros ‘cargadores’!”, así recibía Dominga, de la comunidad de El Espinal en Salta, a los 44 que este año eligieron, una vez más, pasar allí unas vacaciones diferentes. Desde el 3 y hasta el 11 de enero la consigna a vivir fue “el amor de Jesús nos impulsa”, a partir de la cual se lanzaron a compartir con la comunidad del paraje de El Espinal y también con el grupo que se iba conformando; así como descansar y pasear. El grupo de ‘misioneros’ -como la gente del lugar elige llamarlos- estaba formado no solo por jóvenes (como en la experiencia del 2016) sino también por familias, adultos y adolescentes de varias ciudades de Argentina, Bolivia y Paraguay. Entre ellos 3 jóvenes de la comunidad Guaraní de Yacuy (Tartagal, Salta), dos de los cuales pertenecen a la iglesia evangélica y el tercero es mormón, dándole así un toque ecuménico a la experiencia y siendo un hermoso testimonio de unidad para la comunidad de evangélicos del paraje.

_DSC0318IMG_2489

En esta ocasión, las vacaciones se vivieron como una vertiginosa experiencia de familia para construir y gozar desde el amanecer hasta el alba. Así fue como todos calificaron esta experiencia: una verdadera oportunidad para construir esa familia, entre los “misioneros” y con el pueblo de El Espinal, que con tantas ansias los esperaban. Fue fundamental para sentirse en familia la predisposición de cada uno en los quehaceres de todos los días, aun en la libertad de decir que no. Nunca faltó el que se ofreciese para hacer algo que hiciera falta, aunque no le tocara hacerlo o le cansara la actividad: lavar los platos, cocinar el almuerzo, ir a buscar las verduras a la finca, cortar pollos congelados, limpiar el baño, quemar la basura. Todos se encontraban en un constante estado de “dar”, hasta con las fuerzas que a veces no tenían.

IMG_3368La experiencia este año, además, fue aún más rica por la presencia de una familia que emprendió viaje desde Punta Alta: mamá, papá e hijo. Esto cooperó a que la comunidad del paraje se sintiese todavía más identificada, pues veían en ellos reflejada también a sus familias. La presencia de más varones también ayudó a que más hombres se acercaran y no tuvieran miedo de hablar o participar de las actividades propuestas. Fue sumamente enriquecedora para todos también, la presencia de 20170105_120151adolescentes, que en El Espinal pudieron conocer una nueva forma de vida, muy distinta a la de sus ciudades, y sorprenderse en cada encuentro con la comunidad.

El otro lado de la familia lo construyó la comunidad de El Espinal. Se propuso la oportunidad de ir a visitar las casas de los lugareños, inclusive las más alejadas, como una manera de hacerse presente, conocerlos e invitarlos a compartir. Si bien la gente allí es muy tímida, en cada encuentro en sus hogares no dudó en abrir las puertas, invitar una silla, mostrar sus mascotas (desde cabras hasta cerditos) y sus artesanías, su trabajo, su forma de vida. De la misma forma se dieron los encuentros en la capilla, con la posibilidad de llevar a cabo la celebración de la palabra todos los días para quien quisiese participar. De todos esos encuentros, en su mayoría espontáneos, se dieron otras experiencias muy fuertes para algunos de los chicos: desde conocer a fondo la historia de vida de Pancho, uno de lo habitantes, que trabaja con el cuero y quien hasta les invitó una bebida; hasta acompañar a María Magdalena a su campo a las 7 de la mañana, a varios kilómetros de distancia y en subida, teniendo así la oportunidad de conocer su familia y su estilo de vida simple más a fondo, así como el asombroso paisaje. También estuvo la oportunidad de trabajar en el tabacal, fuente de vida de la mayoría de las personas de El Espinal, en este caso “encañando”: tarea que consiste en atar a una caña una por una las hojas del tabaco; ayudándolos así a terminar su trabajo antes de tiempo. Si bien todas estas actividades que se compartieron eran muy simples, el amor de la comunidad se expresó de mil maneras: desde esa bebida fresca en el calor, unas docenas de empanadas en agradecimiento, una bolsa entera de papas fritas caseras hasta la posibilidad de llamarnos, según uno de los chicos del paraje, “familia”.

IMG_321820170106_145433

 

Por supuesto que también se buscó la manera de descansar (después de todo, eran estas unas vacaciones) a través de distintas actividades. Entre ellas: levantarse sin despertador, largos baños frescos en el río para contrarrestar el calor, paseos en tractor, infinitos juegos de cartas, momentos de baile, partidos de fútbol con los chicos del paraje, una cervecita en el bar, películas con la comunidad al aire libre y hasta una caminata subiendo un cerro llamado “Sunchal” ida y vuelta desde las 6 de la mañana hasta pasado el mediodía.

Queda la promesa de una nueva visita: los viejos, los nuevos, los grandes, los chicos, todos invitados a conocer este nuevo hogar para todos que es El Espinal.

(Colaboración de Sol Wamba. Fotografías de Glenda Todica, Giacomo Monachessi y Sol Wamba)

Fotogalería

Normas (500)