Marzo 2014

 
“Si cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,10)

Estas palabras están tomadas del largo discurso que Jesús dirigió a sus apóstoles después de la última cena, relatado en el cuarto Evangelio (cf Juan 13, 31-17, 26). Se desprende de ese discurso que lo que nos hace permanecer en el amor es el cumplimiento de sus mandamientos. Esas palabras nos llevan a un versículo precedente, en el cual Jesús le dice a sus apóstoles: “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos” (Juan 14, 15), de donde surge que para Jesús el amor tiene que ser el móvil, la raíz de la cual nace el cumplimiento de sus mandamientos.

Se establece entonces un círculo entre el amor a Jesús y el cumplimiento de sus mandamientos. El amor a Jesús nos impulsa a vivir cada vez más fielmente su palabra; al mismo tiempo vivir la palabra de Jesús nos hace permanecer y por lo tanto crecer cada vez más en el amor hacia Él.

“Si cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”

Permanecer en su amor. ¿Qué quiere decir Jesús con esta expresión?

Sin duda que el cumplimiento de sus mandamientos es la señal, la prueba de que somos sus verdaderos amigos; es la condición para que también Jesús nos asegure su amistad. Pero parece querer decir además que el cumplimiento de sus mandamientos construye en nosotros ese amor que le es propio. Nos transmite ese modo de amar que nosotros observamos en toda su vida en la tierra: un amor que unía a Jesús con el Padre y, al mismo tiempo, lo impulsaba a ensimismarse y a ser una sola cosa con sus hermanos, especialmente los más pequeños, los más débiles, los marginados.

El de Jesús era un amor que curaba cada herida del alma y del cuerpo, que donaba la paz y la alegría a cada corazón, que superaba cada división reconstruyendo la fraternidad y la unidad entre todos.

Si ponemos en práctica su palabra, Jesús vivirá en nosotros y hará también de nosotros instrumentos de su amor.

“Si cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”

¿Cómo vivir entonces la Palabra de este mes? Teniendo presente y apuntando decididamente hacia el objetivo que nos propone: una vida cristiana que no se conforme con un cumplimiento exiguo, frío y superficial de los mandamientos, sino impregnada de generosidad. De esa manera han actuado los santos. Y son la Palabra de Dios viviente.

Este mes tomemos una de sus Palabras, uno de sus mandamientos y tratemos de traducirlo en vida.

Y dado que el mandamiento nuevo de Jesús (“Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”- Juan 15, 12) es el corazón, la síntesis de todas sus palabras, vivámoslo con radicalidad.

 Chiara Lubich

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