Bety Stero

 
“Supo desarrollar una maternidad sin límites” (27-11-1947 / 25-05-2011)

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Así la recuerdan quienes compartieron su vida: “No dejó palabras escritas sino ‘hechos de vida’, amor concreto”; “Muchas cosas me enseñó Bety: humildad en el recomenzar y pedir perdón, ser concreta a fondo, el servicio, la alegría de festejar y amar al otro como quiere ser amado”; “Era capaz de recomenzar a cada instante y sostenía su amor con miles de detalles más allá de sus errores, pronta a donarse nuevamente con una fuerza de niña ingenua”.

Por más de 30 años fue una excelente profesora de filosofía, tenía pasión por llevar el Ideal que había abrazado a los alumnos. “Gracias por enseñarnos que las clases pueden ser algo diferente… te quiero mucho Bety… sos una genia…”; “Fue una de las mejores profesoras que tuve en mi vida…”.

Había nacido en Buenos Aires el 27 de noviembre de 1947, tercera de cinco hermanos. Fue una de las jóvenes pioneras de la Mariápolis Lía, donde sintió el llamado a dar todo a Dios y entró en focolar en 1975.

Entusiasta animadora de Chicos por un Mundo Unido, organizó durante muchos años las famosas “pizzeadas”, en su casa, con más de 100 chicos que demostraban lo importante que era Bety para ellos. Constructora en primera persona del Deportchicos

Bety con un grupo de sus alumnos durante una "pizzeada"
Bety con un grupo de sus alumnos durante una “pizzeada”

(competencias deportivas organizadas por Chicos por un Mundo Unido en Buenos Aires). Amó y vivió por la revista Ciudad Nueva, llevando adelante con pasión durante varios años la campaña de suscripciones.

En una carta escrita a Chiara Lubich el 7 de diciembre del 2003, después de haber escuchado los temas de la Unión con Dios, le decía: “La emoción me tomó desde el inicio hasta el final… es esto lo que mi alma desea (…) Pero me da miedo, no lo merezco, nadie en el mundo lo puede merecer, pero gozo de su presencia en mí y esto me conmueve hasta las lágrimas. A mí, que soy impulsiva, impaciente, loca, Dios me llama y me hace probar la unión con Él”.

Con algunas compañeras de focolar en ocasión de la visita de Silvana Veronesi, una de las primeras compañeras de Chiara Lubich
Con algunas compañeras de focolar en ocasión de la visita de Silvana Veronesi, una de las primeras compañeras de Chiara Lubich

Estaba en el focolar del Centro Mariápolis de José C. Paz. Jesús le hizo desarrollar: donándose dentro y fuera del focolar, trabajando en la cocina, animando la comunidad, convocando a los vecinos, siempre sonriente, con un amor personal, concreto y delicado. Pero también la preparó para su “encuentro final”. Se acercaba el momento de jubilarse, lo cual significaba dejar su pasión por la escuela, por los alumnos. Animosa y trabajadora comenzaba a sentir que las fuerzas disminuían por algunos problemas de salud. Su futuro se presentaba incierto. En el último retiro, con simplicidad, nos contaba como trataba de hacer su parte con todos los controles médicos pero sobre todo, estaba atenta al nuevo sí que Dios le pedía. Bety dio ese Sí pleno, en la unidad, con la gracia del último retiro que compartió con sus compañeras, testigos de que supo estar al juego hasta el final, el día antes de que partiera.

Su Palabra de Vida era: “Grande es su amor por mí” (Sal 86,13)”.

 

 

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