Confiados al Espíritu Santo y pidiendo poder descubrir que es lo que Dios querría para este momento, como desafío para vivir la unidad, hemos llegado a la propuesta de realizar el cierre de año de todas las Palabras de vida junto a todas la comunidades de la zona sur de Buenos Aires y participar del inicio del año de la Misericordia (algunos no podrían venir por estar acompañando ese mismo día en la apertura de sus diócesis).
Así convocados para el 13 de diciembre de 2016, hemos llegado cerca de 170 personas desde las 5 Comunidades que forman el territorio de la región de Avellaneda, Buenos Aires, Argentina (Avellaneda-Lanús, Lomas de Zamora, Berazategui, La Plata y San Miguel del Monte) al encuentro de fin de año en San Miguel del Monte, con el trasfondo de la incertidumbre por la pérdida de muchas fuentes de trabajo
por el posible cierre una gran empresa avícola.
Los anfitriones nos han recibido con tan delicado amor, hasta en los más pequeños detalles.
Indicaciones, dónde y cómo llegar al lugar. El mapa que nos enviaron como los carteles en la ruta. Gazebos para la protección del sol, asadores y parrilla exquisita, un árbol de Navidad que completamos juntos con la impronta de nuestras propias manos, inflable para los más chicos, souvenires, hasta las Palabra de vida para todo el 2016.
Qué linda oportunidad tuvimos hoy para testimoniar nuestra vocación cristiana. Estando dispuestos, existe la reciprocidad que florece y hace crecer un vínculo de fraternidad que nos hace sentir que es lo único que queremos: vivir en esta dimensión divina del amor.
Y a pesar del fuerte calor, o quizás por eso, un amor multiplicado en el servicio que se veía en las sonrisas de todos. En la simplicidad del “estar juntos”.
Por la tarde momentos de recogimiento: confesiones, un bloque de experiencias, el mensaje de Chiara Lubich de la Conexión sobre la Paz, una reflexión sobre el año de la Misericordia y una fuerte experiencia de perdón. Luego unidos a la Iglesia, manifestamos la procesión hacia la puerta de la Misericordia atravesando simbólicamente una puerta, “la puerta estrecha” a la que nos invita la vida del Evangelio. Y al final, la Misa, celebrada por el Padre Marino Giampetruzzi.
Infinita la Misericordia de Dios y muy claro nuestro único proyecto: merecer la presencia de Jesús en medio nuestro. Emoción, llantos de algunos, alegría, regresar con el alma renovada.
Resuena en el alma: “bastan dos o más”, después El “lo puede todo”, y “ser siempre familia” y constructores de Paz y Unidad en este mundo que nos espera.
(Con la colaboración de José Luis Diaz y Norma Viturro)