“La mejor Pascua de mi vida”

 
La Semana Santa son días especiales para compartir la vida de la Mariápolis Lía, en O'Higgins, prov. de Buenos Aires y el Centro Mariápolis de Alta Gracia, en Córdoba. Algunos testimonios.

En el Centro Mariápolis Alta Gracia

“Fue la mejor Pascua de mi vida, la celebración del sábado me conmovió hasta las lágrimas”, así lo expresó Neva de Colazo, que había venido a pasar la Semana Santa con su hija. “Acá todo es amor, se respira, (…) en estos días comprendí que el amor es lo único que nos puede sostener en los tropiezos, en la agitación diaria. Me voy plena, feliz de haber compartido estos días con todos uds. con mi familia, que para mí es muy importante”. Nora (Rosario)

Fueron cuatro días espléndidos, en los cuales nuestra “Casa” se lleno de vida, compartimos la Semana Santa con más de 25 familias de todo el país, con un alto porcentaje de niños, adolescentes y jóvenes. El programa de cada día ofrecía además de la celebraciones, espacios para el sacramento de la reconciliación, reflexiones para adultos y adolescentes, juegos -incluida la gran búsqueda del tesoro-, películas, momentos de diálogos en los cuales se podía disfrutar de un “clima de familia”entre todos.

Es la tercera vez que abrimos nuestras puertas con la propuesta de una Pascua “distinta”, de un año a otro fue aumentando considerablemente el número de las personas que participan. Más allá de cuanto concretamente ofrecemos, movidos por el deseo de hacer que cada uno se sienta atendido personalmente, somos espectadores de cuanto Dios obra en cada persona y ésto nos maravilla.

En la Mariápolis Lía

El jueves santo por la mañana, este año el 29 de abril, la Mariápolis comienza a recibir visitantes. En su mayoría familias. Van llegando cargados de bolsos, bicicletas, monopatines, skates. Apenas llegados, mientras los padres acomodan sus pertenencias en las habitaciones asignadas, los niños comienzan a explorar el terreno. Y las bicicletas no tienen descanso! De aquí para allá con los amigos en el paisaje que empieza a insinuar los amarillos y ocres otoñales, como pinceladas en medio de los tonos verdes.

Hacia el atardecer todos se concentran en el Auditorio. Comienzan las celebraciones de Semana Santa. El celebrante es el Padre Adrián. Nos sorprende un gran altar en medio de las sillas, debajo del escenario. Casi como diciendo que estamos invitados a la última cena con Jesús. El tradicional lavatorio de los pies también tiene una novedad. No están los 12 elegidos puestos en la primer fila, sino en distintos lugares de la sala. El sacerdote y los ayudantes se van desplanzando para significar que el lavatorio de los pies, ese acto de amor infinito de Jesús, es para cada uno de nosotros. Las canciones de la misa, preparadas con esmero por el Coro de la Mariápolis se van sucediendo, dando ese toque especial que tiene la liturgia en la Mariápolis.

Luego de la cena son menos los que llegan al Auditorio. Muchos tuvieron que acostar a los chicos: estaban cansados de tanto corretear durante la tarde. Se celebra la Hora Santa. Un tiempo de meditación y oración. Un encuentro con Jesús presente en la Eucaristía.

Por la mañana del viernes un tiempo para recorrer la Mariápolis, que se repetirá el sábado: no se lográ hacer en un momento! Hay mucho para ver y contar.

Por la tarde, la lectura de la Pasión y el beso de la Cruz. El celebrante es el Padre Melchor. Un sí a Jesús. Incondicional. Quizá cómo se nos presentará a lo largo del año: dolor y alegrías serán combustible para crecer en el amor a Dios y a los hermanos.

Cuando llegan las primeras estrellas, desde la Capilla de Campo Verde parte el via crucis, con la fascinación para los chicos de las antorchas, las teatralizaciones, el relato, el camino, siguiendo los pasos de Jesús hacia el Gólgota.

El sábado por la tardecita, mientras vamos llegando al Auditorio para la celebración de la Misa Pascual, que conducirá el Padre Gustavo, ya está el fuego encendido. Comienza precisamente allí la liturgia, alrededor de esa fogata de la que luego se encenderá e cirio pascual para entrar en el salón todavía a oscuras. Es muy rica la liturgia de esa noche en la que se expresa la alegría de la resurrección.

Mientras tanto llega la lluvia tan esperada, que se hará más copiosa durante la noche

Se concluye con la cena y a los postres un festejo improvisado en los comedores. Algunos parten luego del desayuno del domingo, otros lo harán por la tarde. Nos vamos con la profunda experiencia de esos días y muchas sensaciones. El encuentro con Dios, con lo trascendente y con los hermanos y la certeza de que podemos llevar a nuestros hogares, nuestro trabajo, nuestra escuela, el estilo de vida de la Mariápolis. ¿Por qué no intentarlo?

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