Una escuela para fortalecer la familia

 
A ser familia se aprende. La relación de pareja, los hijos, la economía, distintas formas de pensar, pueden ser obstáculos o riquezas que se convierten en roca firme a la hora de construir una familia. La experiencia en la Mariápolis.

Desde hace 15 años, se viene realizando la “Escuela Loreto” para Familias en la Mariápolis Lía en O’higgins, Pcia de Buenos Aires. Durante todo el mes de enero 7 familias vivieron, interiorizaron y disfrutaron de una experiencia única, la de vivir 24 hs por 24 hs el amor recíproco en familia.

La propuesta es simple pero profunda y oportuna: vivir el Evangelio en familia, en cada momento y circunstancia de la vida cotidiana, rodeado de otras familias e insertados en una realidad que acompaña, como es la Mariapolis. Ésta, como otras experiencias, están orientadas para despertar y fortalecer el ser familias, para construir desde la realidad cotidiana la fraternidad universal de la gran familia humana.

Dos familias de Bolivia, una de Paraguay y cuatro de Argentina, conformaron una maqueta de sociedad, en la que el amor mutuo rige todas las acciones, proponiendo con ello, repetir la experiencia de vida en su propio lugar, al regreso para ir extendiendo la “red de Amor” por doquier.

El programa fue simple y contundente: una meditación por las mañanas, luego trabajo de 4 horas en alguna actividad de la ciudadela, almuerzo en familia, y tardes alternadas entre temas de formación y vida de familia, además de momentos de juego con los niños y mateadas para los adultos. No faltaron las noches de asado, pizza a la parrilla, todas excusas para tener un momento de compartir entre todos.

Construyendo sobre la roca: es digno de mencionar la experiencia de Daniela y Diego de Bolivia. Una joven pareja de tan solo 4 meses de matrimonio, que optaron por realizar su “luna de miel” en la escuela, reemplazando así un viaje al Caribe para la celebración. La frescura del aporte que realizaron, con la dulzura y delicadeza que tenían y aportaban al grupo, ayudó a que el mismo, se sintonizara en la alegría y esperanza renovada en el vínculo matrimonial y familiar. Teníamos la impresión de que el joven matrimonio, había comenzado a “edificar el edificio de su familia”, sobre la roca, como lo hizo el hombre sabio de las escrituras. Al concluir, manifestaron su contundente alegría de haber realizado tal elección, porque disfrutaron y capitalizaron todas las experiencias compartidas por los demás matrimonios que ya tenían un camino de pareja de más años.

“ …Dejen que los niños vengan a mi”. Los 7 pequeños que participaron de la experiencia, junto a sus padres, también tuvieron sus momentos propios de juegos, compartir y de formarse en el amor recíproco, de la mano de familas y jóvenes que se dedicaron con mucha dedicación a ese cometido.

Observando la evolución de las familias participantes y sus propias conclusiones puestas en común al finalizar, es altamente recomendable participar, dentro de las posibilidades de esta experiencia única. Si se impone el deseo de crecer juntos en familia, a las dificultades de trabajo u obligaciones cotidianas, en unos días en el año, sin lugar a dudas, se fortalecerán y encontrarán nuevos motivos para recomenzar siempre con alegría y esperanza.

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