En esta encrucijada de pueblos donde confluyen los ríos Iguazú y Paraná, se encuentra la frontera más transitada de Latinoamérica; la zona se caracteriza por una gran diversidad cultural y por la presencia secular de pueblos indígenas, como el gran pueblo guaraní. El turismo es el mayor recurso económico de esta región a la que la gente llega sobre todo para visitar las Cataratas del Iguazú que son las más extensas del mundo, con una anchura de 7.65 Km y son consideradas una de las siete maravillas naturales del planeta.
En su mensaje de bienvenida, Tamara Cardoso André, Presidenta del Centro para los Derechos Humanos y la Memoria Popular de Foz de Iguazú (CDHMP-FI) explica que en este lugar se quiere dar un significado diferente a las fronteras nacionales: “Queremos que nuestra triple frontera se convierta cada vez más en un lugar de integración, una tierra que todos sientan como propia, como la entienden los pueblos originarios que no conocen barreras”.
Foz de Iguazú, última parada
Aquí concluye el viaje de Margaret Karram y Jesús Morán – presidente y copresidente del Movimiento de los Focolares – a Brasil. Lo han recorrido de norte a sur: desde la Amazonia brasileña, pasando por Fortaleza, Aparecida, la Mariápolis Ginetta en Vargem Grande Paulista, la Fazenda da Esperança en Pedrinhas y Guaratinguetà (SP), hasta Foz de Iguazú. Aquí la familia “ampliada” de la comunidad tri-nacional de los Focolares celebra su joven historia y cuenta la contribución de unidad que ofrece a este lugar: el abrazo de tres pueblos que la espiritualidad de la unidad reúne en uno, superando las fronteras nacionales, aun manteniendo cada uno su propia identidad cultural. Para la ocasión también están presentes el Card. Adalberto Martínez, arzobispo de Asunción (Paraguay), el obispo del lugar Mons. Sergio de Deus Borges, Mons. Mario Spaki, obispo de Paranavaí y Mons. Anuar Battisti, obispo emérito de Maringá. También está presente un grupo de la comunidad islámica de Foz con el que desde hace tiempo existen relaciones de amistad fraterna.
Pueblos con raíces comunes
Arami Ojeda Aveiro, estudiante de Mediación Cultural en la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA) ilustra el camino histórico de estos pueblos y las graves heridas que se han acumulado a lo largo de los siglos. El conflicto entre Paraguay por un lado, y Argentina, Brasil y Uruguay por el otro (1864-1870) fue uno de los más sangrientos de Sudamérica en términos de vidas humanas, con consecuencias sociales y políticas para toda la región. Por otro lado, también son muchos los factores culturales en común, como la música, la gastronomía, las tradiciones populares derivadas de la misma raíz cultural indígena, como la Yerba Mate Guaraní, bebida típica de los tres pueblos.
La cultura guaraní es una de las más ricas y representativas de América del Sur; es un testimonio vivo de la resiliencia y de la capacidad de adaptación de un pueblo que ha sabido conservar su identidad a lo largo de los siglos con una cosmogonía única, donde la conexión con la naturaleza y el respeto por las tradiciones son fundamentales y pueden ser una gran riqueza para toda la humanidad.
“Por eso –concluye Arami Ojeda Aveiro– la región de la triple frontera no solo representa un confín geográfico, sino un espacio multicultural y de cooperación que fortalece toda la zona”.
La comunidad “tri-nacional” de los Focolares
Entre todas las comunidades de los Focolares del mundo, esta presenta un carácter único: “Sería imposible –cuenta una joven argentina– sentirnos una sola familia si mirásemos solo nuestras historias nacionales”. Mónica, paraguaya, una de las pioneras de la comunidad junto a Fátima Langbeck, brasileña, cuenta que todo comenzó con una oración suya cotidiana: “‘Señor, ábrenos el camino para que podamos establecer una presencia más sólida del Focolar y que tu carisma de la unidad florezca entre nosotros’. Desde 2013 somos una única comunidad y queremos escribir otra historia para esta tierra, que atestigüe que la fraternidad es más fuerte que los prejuicios y las heridas seculares. Nos une la palabra de la unidad de Chiara Lubich, cuando dijo que la verdadera socialidad supera a la integración, porque es amor recíproco en acto, como anuncia el Evangelio. Nuestras peculiaridades y diferencias nos hacen más atentos los unos a los otros y las heridas de nuestras historias nacionales nos han enseñado a perdonarnos”.
Los aportes artísticos expresan la vitalidad y la actualidad de las raíces culturales de los pueblos que habitan esta zona. Están los cantos de la comunidad argentina llegada del “litoral“, de la costa; luego “El Sapukai”, la rítmica danza paraguaya que se baila con (hasta) tres botellas en la cabeza; la representación del pueblo guaraní entona un canto en su propia lengua que alaba a la “gran madre”, la selva, que debe ser protegida, produce buenos frutos y da vida a todas las criaturas.
Don Valdir Antônio Riboldi, sacerdote de la diócesis de Foz, que conoció a los Focolares en 1976 continúa la historia por escrito: “Los focolares de Curitiba en Brasil y de Asunción en Paraguay comenzaron a promover eventos que involucraban a personas de las tres naciones vecinas, una experiencia que llamábamos ‘Focolar tri-nacional’. También la vida eclesial aquí se mueve en la línea de la comunión, promoviendo iniciativas conjuntas entre las diferentes diócesis”.
Está claro que la vida de esta región y de la comunidad de los Focolares locales no habla solo a América Latina, sino al mundo entero. Y dice que es posible caminar juntos, siendo diferentes: es la espiritualidad de la unidad que entra en contacto con la parte más profunda de la identidad de las personas y los pueblos, haciendo florecer la común humanidad y la fraternidad.
La palabra a Margaret Karram y Jesús Morán
“Me he sentido abrazada no por uno, sino por tres pueblos –dijo Margaret Karram–. Toda mi vida he soñado vivir en un mundo sin fronteras. Aquí me ha parecido ver realizado este profundo deseo mío, por eso me siento parte de ustedes. Son la confirmación de que solo el amor aleja cualquier obstáculo y elimina las fronteras”.
“Viví en América Latina 27 años –continuó Jesús Morán– pero nunca había venido a esta zona. Ustedes han sufrido mucho: el pueblo guaraní fue despojado de sus tierras y dispersado. Lo que están haciendo hoy es importante aunque sea pequeño: no podemos reescribir la historia, pero podemos seguir adelante y sanar las heridas, acogiendo el grito de Jesús Abandonado. Las heridas se curan creando relaciones interregionales también con los pueblos originarios porque, de hecho, son los únicos realmente «tri-nacionales». También ellos recibieron la luz de Cristo; no olvidemos la obra de evangelización y promoción humana que los jesuitas hicieron en esta región con “las Reducciones” del siglo XVII al XVIII. Hoy estamos conectados a esta historia, a todo lo que hace la Iglesia y sabemos que la unidad es la respuesta en este mundo que necesita un alma y brazos para hacer una verdadera globalización a la altura de la dignidad humana”.
Al final, volviendo a tomar la palabra, Margaret comparte lo vivido en este mes: “Este viaje ha aumentado en mí la fe, la esperanza y la caridad. En la Amazonia, en los confines del mundo, la ‘fe’ emergió poderosa: conocí a personas que creen firmemente que todo es posible, incluso las cosas más difíciles. ¡Sueñan y realizan! Me gustaría tener al menos una pizca de su fe, como dice el Evangelio: “Si tienen fe como un grano de mostaza, dirán a este monte: ‘Muévete de aquí allá’, y se moverá, y nada les será imposible” (Mt 17,20). De allí me llevo esta fe que mueve montañas y el valor de soñar cosas grandes. Después, la palabra del Genfest no puede ser otra que «esperanza»: hemos vivido esta experiencia juntos: todo el Movimiento estaba comprometido con los jóvenes y por los jóvenes. Fue también un evento ecuménico e interreligioso que dio mucha esperanza.
Y por último la ‘caridad’, que hoy he visto aquí entre ustedes y que hemos palpado en las numerosas organizaciones sociales con las que hemos tenido contacto en este mes: la Fazenda da Esperança; los varios Movimientos y nuevas comunidades eclesiales con las que nos hemos encontrado en Fortaleza; el encuentro de UniRedes que reúne a todas las organizaciones sociales y agencias culturales de América Latina que se inspiran en el carisma de la unidad [del que escribiremos aparte]. Todo esto dice «caridad», porque toda realidad social nace del amor al prójimo, del querer dar la vida por la propia gente.
Desde esta frontera parte una esperanza para todas las comunidades de los Focolares en el mundo y más allá. En diciembre pasado sugerí el proyecto “Mediterráneo de la fraternidad”, donde reunir todas las acciones ya en curso y las que surgirán, para construir la paz en esa región que tanto sufre por la guerra. También desde aquí podría comenzar un proyecto de «fraternidad para América Latina» que puede extenderse a todos sus países, ¡se lo encomendamos a María!».
El cambio siempre asusta, sobre todo cuando nuestras experiencias han sido fuertes y gratificantes. Lo experimentamos en todas las etapas de la vida, en nuestros estudios y en el trabajo, en todas las realidades políticas, sociales y organizativas, sobre todo cuando vivimos roles de responsabilidad que no queremos perder.
Nos gustaría que ciertas experiencias no acabaran nunca. Pero esto es engañarse. Permanecer en “experiencias verdaderas y bellas” no nos hace vivir la vida, porque la vida misma es cambio y esta es la dinámica que la hace fascinante incluso cuando es dolorosa.
Lo explicó muy bien Cicely Saunders, fundadora del primer hospital de paliativos moderno. Una mujer extraordinaria que como enfermera, trabajadora social y médico “inventó” una nueva forma de cuidar a las personas en sus momentos más difíciles. El tiempo de las experiencias reales, según ella, es un tiempo hecho de profundidad más que de duración. “Las horas de las relaciones reales parecen pasar en un instante, mientras que los días aburridos parecen no pasar nunca. Pero con el pasar de los años, las horas auténticas quedan impresas para siempre, los días inútiles se desvanecen en la nada” (1)
Estos momentos genuinos -incluso cuando se viven en el dolor y la oscuridad- pueden transformarse, tal vez con asombro y emoción, en ocasiones de profunda paz y de luz. Estos pasajes, sobre todo cuando van acompañados de una auténtica relación con los demás, pueden ayudarnos y darnos fuerzas para afrontar las dificultades, las pruebas, los sufrimientos y las fatigas que encontramos en el camino. Nos animan a empezar de nuevo sin miedo afrontando con audacia lo que nos espera yendo al encuentro del otro y acogiendo los dolores de la humanidad que nos rodea, poniéndonos en juego, a su vez, con el deseo de llevar, allí donde falta, esa luz y esa paz que nosotros mismos hemos experimentado.
Dietrich Bonhoeffer decía: “el tiempo perdido sería un tiempo no vivido en el que no hubiéramos amado” (2)
¿Qué ocurre cuando estas verdaderas experiencias parecen desaparecer y ya no están ahí? ¿Quita esto valor a la experiencia y a las raíces? En absoluto. El valor de la memoria es el fundamento mismo del progreso humano. Además, como dice el filósofo George Santayana, “quien no recuerda el pasado está condenado a repetirlo”.
Hubo quienes antes que nosotros gastaron sus vidas por nuestra libertad y felicidad. Debemos ser capaces de volver a las experiencias que han cimentado nuestra vida personal y la de nuestros grupos para tener la fuerza de volver a empezar siempre, incluso en tiempos de duda, fragilidad y cansancio.
Cicely Saunders. Premio Templeton 1981
Dietrich Bonhoeffer. “Resistencia y rendición” cartas y escritos desde la cárcel
Foto di Sasin Tipchai – Pixabay
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L’IDEA DEL MESE è attualmente prodotta dal “Centro del Dialogo con persone di convinzioni non religiose” del Movimento dei Focolari. Si tratta di un’iniziativa nata nel 2014 in Uruguay per condividere con gli amici non credenti i valori della Parola di Vita, cioè la frase della Scrittura che i membri del Movimento si impegnano a mettere in atto nella vita quotidiana. Attualmente L’IDEA DEL MESE viene tradotta in 12 lingue e distribuita in più di 25 paesi, con adattamenti del testo alle diverse sensibilità culturali. www. dialogue4unity.focolare.org1
“Start Here and Now” es el nuevo single del grupo internacional Gen Verde. Un himno a la unidad, la fuerza, el coraje y la alegría en el que participan dos grupos de música juvenil: Banda Unità (Brasil) y AsOne (Italia). “Todos nosotros, con nuestra diversidad, estamos invitados a ir más allá de las fronteras para construir un mundo en el que el cuidado, el amor, la justicia y la inclusión sean la respuesta al dolor, el horror de las guerras y las divisiones”, explica la banda.
¿Qué hay detrás de la canción?
“La nueva canción es en sí misma una experiencia ‘más allá de las fronteras’ por la forma en que se produjo”, continúa la banda. Las voces se grabaron en tres partes distintas del mundo y el video también se filmó en tres lugares diferentes: Loppiano y Verona (Italia) y Recife (Brasil).
El proyecto cuenta con la participación de dos grupos musicales juveniles que comparten los valores de Gen Verde. Banda Unità es un conjunto musical brasileño y AsOne es una banda de Verona (Italia). Estos grupos también quieren compartir, a través de la música, los valores de la paz, el diálogo y la fraternidad universal.
“Start Here and Now tiene una mezcla intergeneracional e intercultural», continúa Gen Verde, “este single destaca por su ritmo muy atractivo y su letra potente, cantada en diferentes idiomas, para poner de manifiesto el proceso creativo inspirado en la interculturalidad y el compromiso con la fraternidad universal que se pone de relieve en el evento internacional Genfest”.
El Gen Verde interpretó esta canción por primera vez en Aparecida, Brasil, junto con los conjuntos musicales Banda Unità y AsOne, el 20 de julio de 2024, durante el Genfest, el evento juvenil mundial del Movimiento de los Focolares. Esta edición tenía como título: “Juntos para Cuidar”.
Bullying En el colegio, durante un recreo, me estaba lavando las manos en el baño cuando unas cinco o seis chicas y dos chicos me atacaron, tirándome de los pelos y dándome puñetazos y patadas. Hasta incluso me rompieron las gafas. Se escaparon rápidamente cuando –al oírme gritar– acudió la supervisora. ¿Por qué me sucedió eso? Yo creía tener una buena relación con todos. De la investigación que se llevó a cabo después se supo que ese día el “juego” del grupo consistía en agredir a la primera chica rubia con la que se encontrarían. Y yo soy rubia. Durante algunos días quedé traumatizada con la idea de volver al colegio. En el movimiento católico del que formo parte un día nos contábamos cómo habíamos vivido la invitación de Jesús a perdonar setenta veces siete. Por primera vez me di cuenta de lo difícil que es perdonar. Lo pensé muchas veces, durante días. Después entendí que la fuerza para perdonar es un don del Resucitado. Yo no habría sido capaz. Y cuando volví al colegio, libre y serena, sentía que había dado un paso importante en mi vida de fe. (M. H. – Hungría)
Una “caja de barrio” Me había impactado la siguiente definición que había escuchado en uno de nuestros encuentros comunitarios: “Una ciudad es el hombre en relación con el otro…”. “Por lo tanto lo es también el barrio”, concluí pensando en la zona en donde vivo. Desde entonces cada nuevo día me parece más interesante si lo vivo como posibilidad de establecer relaciones auténticas con los vecinos, conocidos, etc… De esa forma, entramos en las historias más variadas, se comparten alegrías y dolores, se descubren maneras nuevas de ir al encuentro de ciertas exigencias. Como el caso de la “caja de barrio”, nacida de la idea de poner en común algo de nuestro dinero para ciertas necesidades de las que teníamos conocimiento: la pusimos en el garaje que uno de nosotros puso a disposición, cuya puerta no está cerrada con llave, para que cualquiera de nosotros pueda entrar cuando sea necesario. En esa caja hay dos carteles: “Dad y se os dará” y “El que ama da con alegría”. La suma recogida ha servido a veces para comprar zapatos especiales o ropa, para un depósito a raíz de una internación hospitalaria, para préstamos sin intereses e incluso préstamos sin devolución. (A. – Italia)
A cargo de Maria Grazia Berretta
(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año X– número mayo-junio de 2024)
En el semáforo Una vez a la semana viajo desde mi ciudad natal a una ciudad más grande para reunirme con amigos con los que comparto los mismos ideales. Intento llevar dinero extra conmigo para ayudar a la gente que pide limosna en los semáforos. La semana pasada, de regreso a casa, me detuve en un semáforo en rojo y se me acercó un joven dispuesto a limpiar el parabrisas. Bajé la ventanilla y mientras buscaba el dinero para darle le dije que no lo limpiara porque no llegaría antes de que el semáforo se pusiera en verde.
Me miró y dijo: “¿Puedes darme un poco más? Tengo que comprar pollo para mis hijos”. Respondí que sí. De hecho, lo que le estaba dando no le habría servido de mucho. Tomó el dinero y dijo: “¿Me deja que me lo gane? Prometo que lo haré rápido”.
Casi sin esperar mi respuesta, comenzó a limpiar el vidrio, terminando justo antes de que el semáforo se pusiera en verde. Acto seguido se acercó a la ventanilla del coche y, con cara de alegría, estrechándome la mano, me agradeció y me deseó todo lo mejor. Mientras regresaba a casa pensé en lo sucedido y entendí que los pequeños gestos a veces nos edifican y enseñan más a nosotros mismos que a las personas para las que las hacemos. Sé que Dios está en todas partes, pero nunca se me ocurrió que me estaba esperando en un semáforo. (S. Z. – Argentina)
En la cárcel Por tráfico de drogas acabé en la cárcel de menores, donde sin embargo seguí recibiendo visitas de Valerio, mi profesor cuando iba al colegio. Y esto no podía dejarme indiferente. Si en mi vida había tratado con gente mala que creía amigos, no con Valerio: él me quería sin ningún interés. También me contó historias de otros chicos que habían hecho una elección diferente a la mía, basada en el Evangelio. Un día llegó a mi celda un nuevo “huésped”: un chico tan sucio que apestaba. Los compañeros comenzaron a insultarlo, escupirle y ordenándole que fuera a lavarse. Como no tenía jabón, ni toalla, ni muda de ropa, salí en su defensa y le di mi ropa, jabón y toalla. Fue a darse una ducha y volvió la calma. Esta experiencia fue el comienzo de un punto de inflexión. Pensé que por todo lo que había hecho, el amor había desaparecido dentro de mí. En cambio, fue como una semilla que, más viva que nunca, empezó a florecer. (T. – Italia)
A cargo de Maria Grazia Berretta
(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año X– número 1 mayo-junio de 2024)
La violencia, el odio, las actitudes belicosas a menudo también están presentes en aquellos países que viven “en paz”. Cada pueblo, cada persona siente un profundo anhelo de paz, de concordia, de unidad. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y la buena voluntad, después de milenios de historia nos encontramos incapaces de una paz estable y duradera. Jesús vino a traernos la paz, una paz ─nos dice─ que no es como la que “da el mundo”, porque no es solo ausencia de guerra, de peleas, de divisiones, de traumas. “Su” paz es también esto, pero es mucho más: es plenitud de vida y de alegría, es salvación integral de la persona, es libertad, es fraternidad en el amor entre todos los pueblos. ¿Y qué hizo Jesús para darnos “su” paz? Pagó con su vida. Precisamente cuando nos prometía paz, fue traicionado por uno de sus amigos, entregado en manos de los enemigos, condenado a una muerte cruel e ignominiosa. Se puso en medio de los contendientes, se hizo cargo de los odios y las separaciones, derribó los muros que separaban a los pueblos. Muriendo en la cruz, después de haber experimentado por amor a nosotros el abandono del Padre, reunió a los hombres con Dios y entre ellos, trayendo a la tierra la fraternidad universal. También a nosotros la construcción de la paz nos exige un amor fuerte, capaz de amar incluso a quien no corresponde con su amor, capaz de perdonar, de superar la categoría del enemigo, de amar a la patria ajena como la propia. (…)
La paz comienza con la relación que puedo establecer con cada uno de mis prójimos. “El mal nace del corazón del hombre” ─escribió Igino Giordani─ y “para eliminar el peligro de la guerra, es necesario eliminar el espíritu de agresión, explotación y egoísmo del que proviene la guerra: es necesario reconstruir una conciencia”. (…) El mundo cambia si cambiamos nosotros. Ciertamente debemos trabajar, cada uno según sus posibilidades, para resolver los conflictos, para elaborar leyes que favorezcan la convivencia de las personas y de los pueblos. Pero sobre todo, poniendo de relieve lo que nos une, podremos contribuir a la creación de una mentalidad de paz y trabajar juntos por el bien de la humanidad. Testimoniando y difundiendo valores auténticos como la tolerancia, el respeto, la paciencia, el perdón, la comprensión, las otras actitudes, que son contrarias a la paz, se alejarán por sí solas. Esta fue nuestra experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, cuando entre nosotras, pocas chicas, decidimos vivir solo para amar. Éramos jóvenes y temerosas, pero en cuanto nos esforzamos en vivir la una por la otra, por ayudar a los demás empezando por los más necesitados, por servirles incluso a costa de la vida, todo cambió. Nació en nuestros corazones una fuerza nueva y vimos a la sociedad empezar a cambiar de rostro: comenzó a renovarse una pequeña comunidad cristiana, semilla de una “civilización del amor”. Al final es el amor el que vence porque es más fuerte que todo.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, Parole di Vita, Città Nuova, 2017, p. 709/12)