“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. (Mt 5,9)
¿Sabes quiénes son los constructores de paz de los que habla Jesús?
No son los que llamamos pacíficos, que prefieren la tranquilidad, que no soportan las disputas y se manifiestan por naturaleza sus conciliadores pero a menudo revelan un recóndito deseo de no ser disturbados, de no querer tener problemas.
Los constructores de paz no son tampoco esas buenas personas que, fiándose de Dios, no reaccionan cuando son provocadas u ofendidas. Los constructores de paz son los que aman tanto la paz que no temen intervenir en los conflictos para procurársela a los que están en discordia. […]
Puede ser constructor de paz el que la posee en sí mismo.
Es necesario ser constructor de paz antes que nada en el propio comportamiento de cada instante, viviendo de acuerdo con Dios y haciendo su voluntad.
Los constructores de paz se esfuerzan además en crear vínculos, en establecer relaciones entre las personas, aplacando tensiones, desmontando el estado de guerra fría que encuentran en muchos ambientes, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en el deporte, entre las naciones, etc. […]
La televisión, la prensa, la radio te dicen cada día que el mundo es un inmenso hospital y las naciones están a menudo tan grandemente enfermas que tendrían extrema necesidad de constructores de paz, para sanar relaciones con frecuencia tensas e insostenibles que representan amenazas de guerra, cuando esta no se ha desatado ya. […]
La paz es un aspecto característico de las relaciones típicamente cristianas que el creyente trata de instaurar con las personas con las que está en contacto o que encuentra ocasionalmente: son relaciones de amor sincero sin falsedad ni engaño, sin ninguna forma de implícita violencia, de rivalidad, de competencia o de egocentrismo.
Trabajar y entablar semejantes relaciones en el mundo es un hecho revolucionario. Las relaciones que, de hecho, normalmente existen en la sociedad, son de un estilo muy diferente y, lamentablemente, permanecen a menudo inmutables.
Jesús sabía que la convivencia humana era así y por eso pidió a sus discípulos dar siempre el primer paso sin esperar la iniciativa o la respuesta del otro, sin pretender la reciprocidad: “Yo les digo: amen a sus enemigos… Si saludan a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario?”. […]
Jesús vino a traer la paz. Todo su mensaje y comportamiento están orientados en este sentido.
Pero precisamente esta relación nueva, establecida con las personas, desenmascara a menudo relaciones sociales falsas, revela la violencia escondida en las relaciones entre las personas.
Al ser humano no le gusta que se descubra esta verdad y existe el riesgo, en casos extremos, que responda con odio y violencia contra el que osa disturbar la convivencia y las estructuras existentes.
A Jesús, portador de la paz, lo mató la violencia del hombre. […] “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
¿Cómo vivirás entonces esta Palabra?
Ante todo difundiendo el amor en el mundo. […] Después intervendrás con prudencia cuando la paz a tu alrededor esté amenazada. Con frecuencia basta escuchar con amor, hasta el fondo, a los adversarios y se encuentra una solución pacífica.
. Y para rebajar tensiones, que pueden nacer entre las personas, un medio que no hay que despreciar es el humor. Dice un texto rabínico: “El reino futuro pertenece a aquellos que bromean con gusto porque son constructores de paz entre las personas que pelean”.
Además no estarás en paz hasta que las relaciones rotas, a menudo por una insignificancia, no se restablezcan.
Tal vez puedas ser constructor de paz haciendo nacer, en cualquier entidad o asociación de la que formas parte, iniciativas específicas, dirigidas a desarrollar una mayor conciencia de la necesidad de la paz. […]
Lo importante es que tú no te detengas viendo pasar los pocos días que tienes a disposición sin hacer algo por tus prójimos, sin prepararte convenientemente a la vida que te espera.
Chiara Lubich
(de Parole di Vita, Opere di Chiara Lubich, Citta Nuova Editrice, Roma 2017, pp. 196-197)
Un Papa que soñó y que nos hizo soñar… ¿soñar qué? Él mismo lo dijo una vez: que «la Iglesia es el Evangelio». No en el sentido de que el Evangelio sea propiedad exclusiva de la Iglesia; sino en el sentido de que Jesús de Nazaret, aquél que fue crucificado fuera del campamento como si fuera un maldito, en cambio Dios Abba lo resucitó de entre los muertos. Y como Hijo primogénito entre muchos hermanos y hermanas, continúa –aquí y ahora– a través de aquellos que se reconocen en su nombre, llevando la buena noticia del Reino de Dios, que ha llegado y está llegando… para todos; empezando por los «últimos», a los que el Evangelio alcanza y, por ello, son a los ojos de Dios: los «primeros». En verdad y no por un modo de decir. Este es el Evangelio que la Iglesia anuncia y contribuye a hacer la historia, en la medida en que se deja transformar por el Evangelio. Como sucedió, desde el principio, con Pedro y Juan cuando, subiendo al templo, se encontraron en la puerta llamada «Hermosa» con el hombre lisiado de nacimiento. Juntos fijaron su mirada en él, que a su vez los miró a los ojos. Y Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, ¡levántate y anda!».
El Evangelio de Jesús y la misión de la Iglesia. Entregarse para levantarse y caminar. Así nos piensa el Padre, así nos quiere y nos acompaña. Jorge Maria Bergoglio ¬con toda la fuerza y la fragilidad de su humanidad, que nos hizo sentirlo hermano– entregó por esto su vida y su servicio como Obispo de Roma. Desde aquella primera aparición en la logia central de San Pedro, cuando se inclinó pidiendo que el Pueblo de Dios invocara una bendición para él, hasta la última, el Domingo de Pascua, cuando con voz débil impartió la bendición de Cristo resucitado, descendiendo luego a la plaza para cruzar su mirada con la de la gente. Su sueño era el de una Iglesia “pobre y de los pobres”. En el espíritu del Vaticano II, que llamó a la Iglesia a volver a su único modelo, Jesús: que “se despojó de sí mismo, haciéndose siervo”.
El nombre que eligió: Francisco, ya dice el alma de lo que quiso hacer, y ante todo ser: un testigo del Evangelio «sine glossa», es decir, sin excusas ni acomodaciones. Porque el Evangelio no es un adorno, ni un parche, ni un analgésico: es anuncio de la verdad y la vida, de alegría, de justicia, de paz y de fraternidad. He aquí el programa de reforma de la Iglesia en Evangelii gaudium, y he aquí los manifiestos de un nuevo humanismo planetario en Laudato sí y Fratelli tutti. He aquí el Jubileo de la misericordia y he aquí el Jubileo de la esperanza. He aquí el documento sobre la fraternidad universal firmado en Abu Dhabi con el gran Imán de Al Ahzar, y he aquí las innumerables ocasiones de encuentro vividas con miembros de diferentes credos y convicciones. He aquí la incansable labor en defensa de los descartados, de los emigrantes, de las víctimas de abusos. He aquí el rechazo categórico de la guerra.
Francisco tenía muy claro que no basta hacer que el Evangelio vuelva a hablar con toda su carga subversiva, en el complejo e incluso contradictorio areópago de nuestro tiempo. Hace falta algo más: porque no solo nos encontramos en una época de cambios, sino que estamos en medio de un cambio de época. Hay que observar con una mirada nueva. Aquella con la que Jesús nos miró y nos mira, desde el Padre. La mirada que, con acentos tiernos y sentidos, describe en su testamento espiritual y teológico, la encíclica Dilexit nos. Es la mirada –sencilla y radical– de amar al prójimo como a sí mismo y de amarse los unos a los otros en una reciprocidad libre, gratuita, hospitalaria, abierta a todos, todos, todos. El proceso sinodal en el que la Iglesia católica ha sido convocada –y, por su parte, todas las demás Iglesias–, muestra el camino a recorrer en este nuestro tercer milenio: más allá de una figura de Iglesia clerical, jerárquica, al masculino… Un camino nuevo porque antiguo como el Evangelio. Un camino nada fácil, costoso y lleno de obstáculos. Pero una gran profecía, confiada a nuestra creativa y tenaz responsabilidad.
¡Gracias Francisco! Tu cuerpo descansará ahora junto a Ella que, como madre, te acompañó paso a paso, en tu santo viaje. Tú, con Ella, desde el seno de Dios, acompáñanos ahora a todos nosotros, en el camino que nos espera.
Una Pascua de esperanza, pero sobre todo para vivirla juntos. A los 1700 años del Concilio de Nicea, en este 2025, las varias Iglesias cristianas celebran la Pascua el mismo día, el domingo 20 de abril.
Una coincidencia maravillosa que representa una invitación a todos los cristianos para que demos un paso decisivo hacia la unidad; es un llamado a reconocer que podemos estar unidos en la pluralidad.
En una época marcada por continuas divisiones en todos los frentes, pero más aún en esta ocasión en la que nos acercamos al misterio de la Resurrección, compartimos algunas palabras que Chiara pronunció en Palermo (Italia) en 1998 acerca de “Una espiritualidad para el diálogo”, y específicamente, una “espiritualidad ecuménica”.
Es una invitación directa a responder al llamado del amor recíproco, pero no cada uno individualmente sino de una manera colectiva. Es la posibilidad de mirar a ese Jesús Abandonado en la cruz como una luz que –aun en el extremo sacrificio– no sólo nos guía sino que también se vuelve el camino por el cual ir moviendo nuestros pasos.
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¿Con qué ojos miramos el mundo y a nuestros compañeros de viaje en la aventura de la vida? Es una pregunta de vital importancia, en una época como la nuestra, marcada por la polarización y los desacuerdos, por la soledad y las distancias entre los que tienen y los que no tienen. Por no hablar de la presencia cada vez más invasora de la inteligencia artificial. Sin embargo, crece al mismo tiempo la sed de armonía y de verdad.
Chiara Lubich decía que todo depende de los “ojos” con los que miremos a las personas. Si miro con el ojo del corazón, que es el ojo del Amor, no nos detendremos en las apariencias, sino que captaremos la realidad más profunda que se esconde en cada ser humano. Y de la mirada del corazón procede la acción, la calidad de la relación, el hacerse prójimos, cercanos al otro (1).
En 1961 Chiara escribe:
): Si tú entras en el Evangelio […] te encuentras de golpe como en la cresta de una montaña. Por consiguiente ya en lo alto, ya en Dios. Pero si miras hacia el lado, ves que la montaña no es una montaña sino una cadena de montañas, y la vida para ti consiste en caminar a lo largo de la vertiente hasta el final.
Cada Palabra de Dios es lo mínimo y lo máximo que Él te pide. Por eso, cuando tú lees: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19, 19), tienes la máxima medida de la ley fraterna.
El prójimo es otro tú y como tal debes amarlo. Si él llora, llorarás con él; y si ríe, reirás con él; y si ignora, te harás ignorante con él; y si ha perdido a su padre, te identificarás con su dolor. […]
Porque para ti lo que vale es Dios, que es Padre de ambos. Y no busques excusas al amor. El prójimo es cualquiera que pase a tu lado, pobre o rico, lindo o feo, ignorante o sabio, santo o pecador, de tu patria o extranjero, sacerdote o laico; cualquiera.
Haz la prueba de amar a quien pasa a tu lado en el momento presente de la vida y descubrirás en tu espíritu un nuevo despuntar de fuerzas antes desconocidas. Estas darán sabor a tu vida y responderán a tus miles porqués (2).
Chiara Lubich
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Cfr. Vicinanza, lo stile di Dio nella vita e nel pensiero di Chiara Lubich, A cura di Povilus J. e Ciccarelli L., Città Nuova Editrice, Roma, p. 5.
Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, en sus discursos habló varias veces de la cercanía como el camino de Dios para ser prójimo de la humanidad. Como se lee ya a partir del título de este libro, “La cercanía” es el estilo de Dios, que Jesús nos ha mostrado con su vida. Es también el camino por excelencia para comunicar a los hombres y mujeres de hoy la presencia de Dios. Para conocer mejor los contenidos del volumen hemos entrevistado a las autoras: Judith Povilus y Lida Ciccarelli.
Lida, Judith: ¿de qué habla el libro?
Lida: “Se trata de una recopilación de pensamientos de Chiara Lubich sobre el tema del amor para con los hermanos según la perspectiva de la proximidad. Es un tema muy amado por el Papa Francisco que más de una vez ha pedido que cuidemos el mundo que nos circunda, que seamos prójimos de nuestros hermanos y hermanas según el estilo de Dios: la cercanía, justamente.
Judith “Para la edición en inglés, nos pedían cómo traducir el título. Y la solución responde de algún modo a tu pregunta: Learning closeness from God: aprender de Dios la cercanía, ver y relacionarnos entre nosotros como lo hace Dios que se hizo nuestro prójimo, y así aprender a ser prójimos nosotros de la persona que nos está cerca”.
Judith Povilus, doctora en teología fundamental, es docente emérita de lógica y fundamentos de la matemática en el Instituto Universitario Sophia (Loppiano, Italia). Es autora de: La Presenza di Gesù tra i suoi nella teologia di oggi (1977); Jesús en medio en el pensamiento de Chiara Lubich (1981); Numeri e luce. Sul significato sapienziale della matematica (2013); co-editora de La unidad. Una mirada desde el Paraíso ’49 de Chiara Lubich (2021). La unidad. Una mirada desde el Paraíso ’49 de Chiara Lubich (2021). (2021).
¿Cómo se transmite la presencia de Dios hoy en día, un tiempo en el que hay mucha soledad, indiferencia, guerras y divisiones?
Lida: “Si miramos a nuestro alrededor hay razones para ser pesimistas, y sin embargo como cristianos estamos llamados a dar testimonio del amor de Dios siempre. Para mí, el camino que hay que seguir es el de Jesús: la sociedad de ese entonces no era mejor que la actual; a pesar de ello Jesús donó siempre la vida del cielo. Por lo tanto, nosotros también pongamos amor donde no hay amor, donde hay soledad hagámonos compañeros de vida, donde hay división hagámonos instrumentos de reconciliación y unidad”.
¿Quién es “el que está cerca” al que debemos dar la presencia de Dios?
Judith: “La encíclica Hermanos todos habla de la parábola del buen samaritano en donde el Escriba le pregunta a Jesús: ¿quién es mi prójimo? Jesús le da la vuelta a la pregunta y nos hace entender que todos son candidatos a ser nuestro prójimo. No hay límites, depende de mí hacerme prójimo de los demás. Hacerse prójimo es un acto ‘performativo’. Es hermosa tu pregunta: encontrar a Dios es lo que todo ser humano mayormente espera, aunque no sea consciente. Entonces, dejemos que Dios viva en nosotros, que él a través de nuestro amor impacte los corazones”.
Sucede a menudo que la diversidad que encontramos en el plano cultural, social, político, se manifiesta en fragmentaciones y polarizaciones. Y aumenta el miedo frente a los demás. Chiara Lubich con el ideal de la unidad va contracorriente frente a ese fenómeno.
Lida: “Sí, es justamente así, Chiara va contracorriente. Dentro de nosotros ha impreso una idea simple pero revolucionaria: todos somos hermanos porque hijos del Padre que está en los cielos. Una idea simple, pero que nos hace libres y que derriba el muro de las divisiones. Si la ponemos en práctica, cambia nuestra vida. El otro, no importa quién sea, joven o anciano, de mi misma idea o no, rico o pobre, extranjero o de mi mismo país, tiene que ser visto con ojos nuevos: son hijos del Padre y todos, pero realmente todos, son amados por el Padre como yo”.
Lida Ceccarelli, licenciada en filosofía y teología moral, es docente de Historia de la Iglesia y Teología Espiritual en el Instituto internacional Mystici Corporis (Loppiano-Italia). Ex-miembro de la Comisión para la Espiritualidad en la Secretaría del Sínodo, es Postuladora en el Dicasterio de las Causas de los Santos.
La proximidad es un concepto central tanto en las Iglesias cristianas como en las distintas tradiciones religiosas. Por lo tanto, ¿es el camino para la fraternidad universal?
Lida: “Es exactamente lo que hemos vivido en estos días con un grupo de jóvenes musulmanes chiitas, alumnos del Dr. Mohammad Ali Sahomali, Director del Instituto Internacional para los Estudios Islámicos de Qum en Irán. Esos estudiantes vinieron a la Universidad Sophia, en la ciudadela de Loppiano, para un breve curso de cristianismo. No hemos hablado tanto de fraternidad sino que la hemos puesto en práctica”.
Judith: “A mí me tocaba impartir algunas clases sobre la espiritualidad de la unidad. Hablando de Dios amor les conté la parábola del Hijo pródigo. Les dije: “¿Alguno de ustedes es padre y entiende la profundidad de este amor “condimentado” de misericordia? Siete de ellos eran jóvenes padres de familia. Durante una pausa, me mostraron, con alegría y emoción, las fotos de sus hijos. En ese clima, sus preguntas espontáneas acerca de la espiritualidad hicieron entrar el carisma de la unidad cada vez más en profundidad. Con la alegría se descubrían los puntos en común o se aclaraban las verdades del cristianismo que antes no se habían captado. Constaté que la cercanía, con todos sus matices humanos y con el interés por compartir la vida del prójimo, es sin duda el camino para compartir el regalo que el carisma es para todos, incluso para los no cristianos, y ser juntos constructores de un mundo más fraterno”.
¿Qué consejos se pueden dar a los lectores? ¿Cómo debemos “mirar” al otro?
Lida: “Quizá si el lector ya conoce los escritos de Chiara, le sugeriría que se acercara a ellos como si fuera la primera vez. Y luego detenerse en el momento en el que uno se siente impactado por algo, para ponerse a la escucha de la Sabiduría que está a la puerta y golpea a nuestro corazón”.
Judith: “Sí, porque de hecho los escritos de Chiara en la parte de la antología tienen un gran espesor, con variados géneros y contenidos. No puede leerse el libro todo de golpe. Personalmente cada vez, meditando un escrito u otro, descubro nuevas intuiciones o nuevos pasos que dar”.
Lida: “Entonces, para concluir, ¿qué mirada hay que tener para con el otro, para con el prójimo? La que tuvo Jesús con el joven rico: “mirándolo lo amó”. ¿Cómo habrá sido su mirada? Una mirada amante y gratuita que entra dentro de ti y te dice: tú eres importante para mí, yo te amo así como eres”.
El 24 de enero de 1944 Chiara Lubich descubrió lo que se convertiría en un punto clave de la espiritualidad de la unidad: Jesús cuando experimenta el abandono del Padre en la cruz, máxima expresión del dolor, máxima expresión del amor.
Precisamente Jesús Abandonado fue el centro de un momento artístico durante el Genfest 2024, un evento internacional de los jóvenes de los Focolares. Proponemos algunos extractos del mismo.