Movimiento de los Focolares
Vangelo Vissuto: un passo per andare oltre

Vangelo Vissuto: un passo per andare oltre

Bullying
En el colegio, durante un recreo, me estaba lavando las manos en el baño cuando unas cinco o seis chicas y dos chicos me atacaron, tirándome de los pelos y dándome puñetazos y patadas. Hasta incluso me rompieron las gafas. Se escaparon rápidamente cuando –al oírme gritar– acudió la supervisora. ¿Por qué me sucedió eso? Yo creía tener una buena relación con todos. De la investigación que se llevó a cabo después se supo que ese día el “juego” del grupo consistía en agredir a la primera chica rubia con la que se encontrarían. Y yo soy rubia. Durante algunos días quedé traumatizada con la idea de volver al colegio. En el movimiento católico del que formo parte un día nos contábamos cómo habíamos vivido la invitación de Jesús a perdonar setenta veces siete. Por primera vez me di cuenta de lo difícil que es perdonar. Lo pensé muchas veces, durante días. Después entendí que la fuerza para perdonar es un don del Resucitado. Yo no habría sido capaz. Y cuando volví al colegio, libre y serena, sentía que había dado un paso importante en mi vida de fe.
(M. H. – Hungría)

Una “caja de barrio”
Me había impactado la siguiente definición que había escuchado en uno de nuestros encuentros comunitarios: “Una ciudad es el hombre en relación con el otro…”. “Por lo tanto lo es también el barrio”, concluí pensando en la zona en donde vivo. Desde entonces cada nuevo día me parece más interesante si lo vivo como posibilidad de establecer relaciones auténticas con los vecinos, conocidos, etc… De esa forma, entramos en las historias más variadas, se comparten alegrías y dolores, se descubren maneras nuevas de ir al encuentro de ciertas exigencias. Como el caso de la “caja de barrio”, nacida de la idea de poner en común algo de nuestro dinero para ciertas necesidades de las que teníamos conocimiento: la pusimos en el garaje que uno de nosotros puso a disposición, cuya puerta no está cerrada con llave, para que cualquiera de nosotros pueda entrar cuando sea necesario. En esa caja hay dos carteles: “Dad y se os dará” y “El que ama da con alegría”. La suma recogida ha servido a veces para comprar zapatos especiales o ropa, para un depósito a raíz de una internación hospitalaria, para préstamos sin intereses e incluso préstamos sin devolución.
(A. – Italia)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año X– número mayo-junio de 2024)

Foto: © Pixabay

Evangelio vivido: una semilla que germina y crece

Evangelio vivido: una semilla que germina y crece

En el semáforo
Una vez a la semana viajo desde mi ciudad natal a una ciudad más grande para reunirme con amigos con los que comparto los mismos ideales. Intento llevar dinero extra conmigo para ayudar a la gente que pide limosna en los semáforos. La semana pasada, de regreso a casa, me detuve en un semáforo en rojo y se me acercó un joven dispuesto a limpiar el parabrisas. Bajé la ventanilla y mientras buscaba el dinero para darle le dije que no lo limpiara porque no llegaría antes de que el semáforo se pusiera en verde.

Me miró y dijo: “¿Puedes darme un poco más? Tengo que comprar pollo para mis hijos”. Respondí que sí. De hecho, lo que le estaba dando no le habría servido de mucho. Tomó el dinero y dijo: “¿Me deja que me lo gane? Prometo que lo haré rápido”.

Casi sin esperar mi respuesta, comenzó a limpiar el vidrio, terminando justo antes de que el semáforo se pusiera en verde. Acto seguido se acercó a la ventanilla del coche y, con cara de alegría, estrechándome la mano, me agradeció y me deseó todo lo mejor. Mientras regresaba a casa pensé en lo sucedido y entendí que los pequeños gestos a veces nos edifican y enseñan más a nosotros mismos que a las personas para las que las hacemos. Sé que Dios está en todas partes, pero nunca se me ocurrió que me estaba esperando en un semáforo.
(S. Z. – Argentina)

En la cárcel
Por tráfico de drogas acabé en la cárcel de menores, donde sin embargo seguí recibiendo visitas de Valerio, mi profesor cuando iba al colegio. Y esto no podía dejarme indiferente. Si en mi vida había tratado con gente mala que creía amigos, no con Valerio: él me quería sin ningún interés. También me contó historias de otros chicos que habían hecho una elección diferente a la mía, basada en el Evangelio. Un día llegó a mi celda un nuevo “huésped”: un chico tan sucio que apestaba. Los compañeros comenzaron a insultarlo, escupirle y ordenándole que fuera a lavarse. Como no tenía jabón, ni toalla, ni muda de ropa, salí en su defensa y le di mi ropa, jabón y toalla. Fue a darse una ducha y volvió la calma. Esta experiencia fue el comienzo de un punto de inflexión. Pensé que por todo lo que había hecho, el amor había desaparecido dentro de mí. En cambio, fue como una semilla que, más viva que nunca, empezó a florecer.
(T. – Italia)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año X– número 1 mayo-junio de 2024)

Evangelio vivido: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Primera carta de Juan 4, 8).

Evangelio vivido: “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (Primera carta de Juan 4, 8).

Resucitar

Jesús resucitado nos abrió un camino, pero ahora la Resurrección sucede todas las veces que resucito dentro de mí, venciendo mi egoísmo. Esa “toma de conciencia”, que es la caridad puesta en práctica, me está cambiando poco a poco la vida. Me lo dice no sólo mi marido, sino que también es algo que advierten mis hijos, mis amigas. Queriendo saber más, leo las vidas de los santos que hasta ahora había evitado y encuentro la confirmación de ese secreto que es la clave para una vida verdadera. Una noche nuestro hijo regresó a casa aturdido, casi ausente. No respondía a mis preguntas. Por la noche se sintió mal. Estaba drogado. Tal vez porque era una de las primeras veces, la reacción fue fuerte. En los días siguientes, en mi interior, traté de ir más allá de todas las preguntas o de la búsqueda de los culpables, y sin querer indagar en sus amistades. En un momento dado “resucité”, para poder ser sólo amor para con él. Una tarde estaba sentada a su lado, sin decirle nada. En ese silencio pleno él me dijo: “Gracias, mamá, por cómo ustedes me reciben. Si un día llego a ser padre, quisiera ser un padre con el amor que tú tienes, con un corazón sin horizontes”.

(M.S. – Países Bajos)

Donde no hay amor…

En la oficina de correos a la que suelo ir para retirar las cartas o por otros motivos, hasta hace algún tiempo me encontraba con algunos empleados nerviosos y descorteses conmigo, y sobre todo el Jefe, que una vez incluso me gritó por haberme atrasado en retirar una suma de dinero. Pero yo, dejándome guiar por la frase de San Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, pon amor y encontrarás amor”, soporté la ofensa, y seguí saludando con amabilidad. Con esa forma de moverme por amor a Jesús, poco a poco pude establecer en esa oficina relaciones más humanas. Una constatación de ello fue cuando le propuse a uno de los empleados un billete para una rifa de beneficencia y los demás colegas se interesaron y quisieron comprarme uno, incluso la señora de la limpieza. Hasta el mismo Jefe vino a pedirme un billete y, más aún, poco después me pidió otro. Entonces yo le dije: “Espero que el premio le toque a alguno de ustedes”. Él respondió: “¿Y eso qué importa? ¡Aunque no ganemos nada, hemos hecho algo hermoso juntos!”.

(M.F. – Italia)

Una ocasión para amar

Unos quince años atrás, yo era voluntaria en un centro de atención y escucha de la Cáritas Diocesana. Un día vino a vernos una joven mujer, me preguntó si podía ponerla en contacto con una ginecóloga porque quería abortar; no tenía recursos económicos como para sostener los gastos de criar la nueva vida que estaba en ella. En ese momento para mí fue como un puñal en el corazón, pero al mismo tiempo una gran oportunidad de amar a esa joven madre y a su hija. Le hablé del maravilloso don que es la vida y que las dificultades económicas no tenían que ser un obstáculo, que estábamos allí para ayudarla. La joven mujer se conmovió y me dijo que quería ser ayudada. Tiempo después esa joven vino a saludarme, estaba con una maravillosa beba en sus brazos. Me dijo con una gran sonrisa: “ésta es la niña y quería hacértela conocer”. Gracias por haberme ayudado ese día. ¡Gracias también de su parte!”. Me quedé profundamente conmovida y agradecida a Dios, agradecida por ese encuentro tan especial; agradecida por haberme dado la ocasión de amar.

(M.M- Italia)

A cargo de Maria Grazia Berretta
(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año X– número 1 mayo-junio de 2024)