Movimiento de los Focolares

INSTITUTO SOPHIA, CONJUGAR DOCTRINA Y VIDA EN EL SIGNO DE LA UNIDAD

ZENIT ha hablado con Maria Emmaus Voce, presidenta del Movimiento de los Focolares, de la idea inspiradora del «Sophia» y de sus perspectivas. El instituto Sophia, una institución de alta cultura, nace de una paradoja: «dejar los libros en el desván» de Chiara Lubich… Maria Emmaus Voce: Chiara tenía un gran deseo de conocer la verdad y esperaba conocerla a través del estudio de la filosofía. Un día sintió dentro de sí que Jesús le pedía no buscar la verdad en los libros, sino seguirle a Él que era la Verdad encarnada. Por esto optó por dejar sus libros en el desván, renunciar al sueño del estudio, para dedicarse completamente a Jesús. Sintió también que Jesús le prometía revelarle su Verdad, su Saber y de esta revelación –Jesús– extraería luego todas las consecuencias, es decir el carisma de la unidad. Precisamente de la profunda convicción de que el carisma de la unidad que Jesús donó a Chiara tiene en sí la capacidad de generar una doctrina tal que ilumina los diversos ámbitos del saber, nace hoy un instituto universitario. Sophia quiere ser un laboratorio de formación e investigación en el que se ponen en contacto las relaciones profundas entre vida y pensamiento, entre estudio y experiencia. ¿Qué significa esto concretamente? Maria Emmaus Voce: El intento de vivir la unidad entre estos aspectos significa que aquellos que se inscriben en este instituto universitario vienen ya con una condición previa, la de estar dispuestos a amar a los otros, estar abiertos a todas las personas, a prescindir de la cultura, la religión, el mundo y la raza a la que pertenecen. Los estudiantes del Sophia aceptan hacer y hacen una experiencia de vida en la que descubren que no sólo como personas pueden estar abiertas las unas a las otras, sino que incluso las propias culturas pueden estar abiertas las unas a las otras. Descubren, además, que cada disciplina está ligada profundamente a las demás y el fundamento de todo el saber es la Sabiduría, es decir la visión de Dios sobre los hombres y sobre la realidad humana. ¿Qué expectativas tanto personales como del Movimiento siente ante el nacimiento de Sophia? Maria Emmaus Voce: Deseamos formar hombres y mujeres que sepan conjugar la doctrina con la vida y sean, por tanto, capaces de ofrecer una aportación de unidad –ser hombres y mujeres constructores de unidad–, allí donde la sociedad les conduzca, a través de los propios caminos profesionales y las actividades sociales. Esperamos verdaderamente que estas personas, integradas como catalizadores en cualquier grupo social, puedan poco a poco ser un punto de atracción, un fulcro en torno al cual se construyan células de unidad que se ensanchen cada vez más en la sociedad hasta que «todos sean uno», hasta que la familia humana sea restaurada en la unidad. Esta es la oración de Jesús al Padre, es el sueño de Chiara, el nuestro y, por tanto, también el mío personal. Por Chiara Santomiero, traducido del italiano por Nieves San Martín 20.11.2008

Seguir las huellas de Jesús – Noviembre 2008

 

No creas que, porque estás en el mundo, puedes nadar en él como un pez en el agua. No creas que, porque el mundo entra en tu casa a través de ciertas radios y de la televisión, estás autorizado a escuchar cualquier programa o a ver todas las transmisiones.
No creas que, porque recorres los caminos del mundo, puedes mirar impunemente todos los afiches y puedes comprarte en el kiosco o en la librería cualquier publicación indiscriminadamente. No creas que, porque estás en el mundo, todas las formas de vivir del mundo pueden ser tuyas: las experiencias fáciles, la inmoralidad, el aborto, el divorcio, el odio, la violencia, el hurto.
No, no. Tú estás en el mundo. ¿Y quién lo puede negar? Pero tú no eres del mundo .

Y esto representa una gran diferencia. Esto te clasifica entre los que no se nutren de las cosas que son del mundo sino de aquellas que te son expresadas por la voz de Dios dentro de ti. Esa voz está en el corazón de todo hombre y – si la escuchas – te hace entrar en un reino que no es de este mundo, donde se viven el amor verdadero, la justicia, la pureza, la mansedumbre, la pobreza, donde rige el dominio de uno mismo.

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga”

¿Por qué muchos jóvenes escapan a Oriente, por ejemplo, a India, para encontrar un poco de silencio y captar el secreto de ciertos grandes espiritualistas que, por larga mortificación de su yo interior, dejan transparentar un amor (…) que impresiona a todos aquellos que se les acercan? Es la reacción natural al alboroto del mundo, al ruido que vive fuera y dentro de nosotros, que ya no deja espacio al silencio para escuchar a Dios. ¡Ay de mí! ¿Hace falta ir hasta la India, cuando desde hace dos mil años Cristo te dijo: “Renuncia a ti mismo… renuncia a ti mismo…”?
La vida cómoda y tranquila no es propia del cristiano, y Cristo no pidió y no te pide menos si lo quieres seguir. El mundo te embiste como un río crecido y debes caminar en contra de la corriente. El mundo para el cristiano es tupida espesura y hay que mirar dónde poner los pies. ¿Y dónde hay que hacerlo? En las huellas que Cristo mismo te marcó a su paso por esta tierra: son sus palabras. Hoy Él vuelve a decirte:

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo…”.

Tal vez esto te exponga al desprecio, a la incomprensión, al escarnio, a la calumnia; esto te aislará, te invitará a mostrarse tal cual sos, a dejar un cristianismo a la moda. Pero hay más: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.”
Lo quieras o no, el dolor amarga cualquier existencia. También la tuya. Y pequeños y grandes dolores llegan todos los días. ¿Quieres esquivarlos? ¿Te rebelas? ¿Suscitan en ti manifestaciones de enojo? No eres cristiano.
El cristiano ama la cruz, ama el dolor, aun en medio de las lágrimas, porque sabe que tienen valor. No por nada entre los innumerables medios que Dios tenía a su disposición para salvar la humanidad, eligió el dolor.

Pero Él – recuérdalo – después de haber llevado la cruz y haber sido clavado, resucitó. La resurrección es también tu destino , si en lugar de despreciar el dolor que te procura tu coherencia cristiana y cualquier otro que la vida te presente, sabes aceptarlo con amor. Experimentarás entonces que la cruz es el camino, desde esta tierra, a una alegría jamás probada; la vida de tu alma comenzará a crecer. El reino de Dios en ti adquirirá consistencia y afuera, de a poco, el mundo desaparecerá ante tus ojos y te parecerá de cartón. Y no envidiarás más a nadie. Entonces te podrás llamar seguidor de Cristo. Y, como Cristo, a quien seguiste, serás luz y amor para las innumerables llagas que laceran a la humanidad de hoy.

Chiara Lubich

 

¿Cómo vivir el Evangelio en cada momento presente?

Viviendo el momento presente, vivo todo el Evangelio. Si las Escrituras enseñan a hacer bien las cosas pequeñas, esta es precisamente la característica del que no hace otra cosa, con todo el corazón, que lo que Dios le pide en el presente. Si uno vive en el presente, Dios vive en él y si Dios está en él, en él está la caridad. Quien vive el presente es paciente, es perseverante, es manso, es pobre de todo, es puro, es misericordioso, porque tiene el amor en su máxima y más genuina expresión; ama verdaderamente a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas; está iluminado interiormente, y guiado por el Espíritu Santo y por lo tanto no juzga, no piensa mal, ama al prójimo como a sí mismo, tiene la fuerza de la locura evangélica de poner la otra mejilla, de caminar dos millas… A menudo tiene la ocasión de dar al César lo que es del César porque en muchos momentos presentes tendrá que vivir plenamente su vida como ciudadano…y así por el estilo. Quien vive el presente está en el Cristo Verdad. Y eso sacia, sacia el alma que siempre anhela poseer todo en cada momento de su vida.   (de Essere tua Parola, Città Nuova Editrice – 2008 p. 51)

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

“Nos comprometemos más que nunca a recorrer juntos el camino que nos han abierto nuestros dos grandes guías”, escribe la presidente de los Focolares, Emmaus María Voce a los familiares y seguidores “del queridísimo Imán W.D. Mohammed, quien ofreció su vida por la paz y la fraternidad universal”.

Una profunda amistad espiritual de más de diez años unía a Chiara Lubich y al Imán, reconocido por su autoridad moral, como el mayor líder de los musulmanes afro- americanos, fallecido en su casa en Markham, Illinois, el pasado 9 de septiembre, a la edad de 74 años.

“Las miles de personas que acudieron de todos los Estados Unidos a su funeral, le rinden homenaje – según se lee en la prensa norteamericana – al más grande líder musulmán de los Estados Unidos”. Y acota: “Grupos de musulmanes en otros tiempos heridos por divisiones internas, se ha encontrado unidos delante de un hombre que dedicó su vida a llevar la unidad”. De las impresiones recogidas entre los presentes: “El 11 de septiembre de 2001 había significado un día triste para los musulmanes. Hoy en cambio, es para nosotros un día que nos llena de orgullo” afirma un seguidor del Imán.

En 1975, sobre su lecho de muerte, su padre, Elijah Mohammed, le había confiado la conducción de la comunidad afro-americana “Nation of Islam”, fundada por él para el rescate moral y social de los afro-americanos. W.D. trabajó para guiar a sus seguidores hacia un Islam más fiel a sus raíces, subrayando la tolerancia racial y la universalidad del Islam. Se convirtió en un constructor de puentes entre los musulmanes afro-americanos y los musulmanes que emigraron a Estados Unidos de Medio Oriente y de Asia, con los cristianos, entre blancos y negros. Por su extraordinario trabajo en el campo interreligioso, en 1994 fue nombrado entre los presidentes internacionales del “World Council for Religions and Peace” (Consejo Mundial de las Religiones por la Paz).

El camino recorrido juntos por los seguidores del Imán Mohammed y Chiara Lubich comenzó en el histórico 18 de mayo de 1997 en la Mezquita Malcolm Shabazz (conocida también como Malcolm X) en Harlem, Nueva York. Era la primera vez que una mujer cristiana, blanca, tomaba la palabra en la mezquita. Tres mil musulmanes y una buena representación de los miembros del Focolar estaban presentes. Mientras Chiara contaba su experiencia cristiana, citando el Evangelio y algunas frases del Corán que ilustraban cuánto tenemos en común, fue interrumpida con frecuentes aplausos y exclamaciones “¡Dios es Grande!”. Poco después, en un encuentro privado, W.D. Mohammed y Chiara hicieron un pacto en el nombre del Dios único: trabajar sin descanso por la paz y la unidad.

La fidelidad a este pacto ha dado innumerables frutos de unidad entre las comunidades del Focolar y sus seguidores: el diálogo que se ha desarrollado se ha vuelto signo de esperanza, luz para muchos. Se ha mostrado particularmente importante después de los atentados del 11 de septiembre.

Luego se dieron varios viajes del Imán Mohammed y de sus seguidores a Roma, para participar en los encuentros interreligiosos organizados por los Focolares. En 1999, en representación de todo el mundo musulmán, fue invitado a hablar en el gran encuentro interreligioso como preparación al Jubileo, en Plaza San Pedro, con la presencia del Papa Juan Pablo II. En dicha ocasión el Papa alentó y bendijo el diálogo iniciado con los Focolares.

En el 2000 invitó nuevamente a Chiara a hablar a los 7.000 musulmanes y cristianos reunidos en Washington en un encuentro de dos días con el título: “Faith Communities Together” (Comunidades Religiosas Juntas), porque, decía, “América tiene necesidad de escuchar tu mensaje, de ver esta unidad que nos une”.

Desde ese momento han nacido y continúan desarrollándose en muchas ciudades de los Estados Unidos (desde Washington a Los Ángeles, Miami, Chicago, Nueva York, etc.) “Encounters in the Spirit of Universal Brotherhood” (Encuentros bajo el espíritu de la fraternidad universal), encuentros de diálogo en los cuales se profundiza un punto de la espiritualidad de la unidad, sea desde el punto de vista cristiano como del musulmán, con intercambios de experiencias de vida concreta.

Resale a pocos días atrás los últimos contactos de los responsables de los Focolares, en Chicago, con el Imán Mohammed. De hecho se había programado para asistir, junto con un grupo de sus seguidores, al próximo congreso internacional de diálogo cristiano-musulmán que se desarrollará en Castelgandolfo del 9 al 12 de octubre próximos. Sin embargo, su médico le había prohibido hacer viajes largos debido a disturbios cardíacos.

Un hombre profundamente de Dios, el Imán Mohammed durante su convenio nacional del 2005, hablando a 4.000 de sus seguidores, había afirmado con fuerza: “Tenemos que amar a todos como deben ser amados: tenemos que amar a los cristianos de modo que sean mejores cristianos, tenemos que amar a los musulmanes de modo que sean mejores musulmanes”.

Cuando se le había preguntado a Chiara acerca de su relación con el Imán Mohammed, había respondido: “Con él me siento a mis anchas, pues me parece que el Señor lo puso a nuestro lado, así como nos puso a nosotros a su lado, por un plan de amor Suyo que comprenderemos conforme vayamos adelante en nuestra comunión y trabajando juntos”.

Y el Imán Mohammed, en una entrevista había declarado: “Yo creo que es posible librarnos del veneno de los prejuicios si somos sanados espiritualmente. Esto es lo que nosotros podemos mostrar, cómo personas de religiones diversas se reconocen parte de una única humanidad. Creo que estamos haciendo un gran trabajo, que damos la posibilidad a personas que se odiaban, de liberarse del odio, de encontrar una vida nueva, una felicidad nueva, porque el peso de los prejuicios ha sido retirado de sus corazones”.

octubre 2008

La entrega desinteresada

¿Te sucedió alguna vez que al recibir un regalo de un amigo sentiste la necesidad de responder? ¿Y de hacerlo no tanto por saldar una deuda, sino por amor verdadero, de reconocimiento? Ciertamente que sí.
Si te pasa a ti, puedes imaginarte a Dios, a Dios que es Amor.

Él responde siempre a cada don que nosotros le hacemos a nuestros prójimos en nombre suyo. Es una experiencia que los cristianos verdaderos hacen, y a menudo. Y todas las veces es una sorpresa. Uno no se acostumbra nunca a la inventiva de Dios. Podría darte mil, diez mil ejemplos, podría escribir un libro con ejemplos. Verías cuánto hay de real en esa imagen: “Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante”. Significa la abundancia con la que Dios responde, su magnanimidad.

“Ya había caído la noche sobre Roma. Y en ese departamento casi subterráneo el exiguo grupo de chicas que quería vivir el Evangelio se daba las buenas noches. En ese momento, suena el timbre. ¿Quién sería a aquella hora? Un hombre que se presentaba a la puerta en estado de pánico, desesperado: al día siguiente lo habrían desalojado junto a su familia de su casa por no pagar el alquiler. Las chicas se miraron y en un mudo acuerdo abrieron el cajoncito en el que, en sobres diferentes, habían guardado lo que quedaba de sus sueldos y una reserva para las facturas de gas, teléfono, luz. Le dieron todo a ese hombre, sin pensarlo. Esa noche durmieron felices. Alguien habría pensado en ellas. Todavía no clarea el día, cuando suena el teléfono. ‘Voy enseguida en taxi’, dice el hombre. Sorprendidas por la elección del medio de transporte, las chicas esperan. La cara del visitante dice que algo cambió: ‘Anoche, apenas volví a casa, me encontré con la noticia de una herencia que nunca hubiera imaginado recibir. Mi corazón me dijo que compartiera la mitad con ustedes’. La suma era exactamente el doble de lo que le habían dado generosamente.”

“Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante.”

¿Has hecho esta experiencia? Si no es así, recuerda que el don tiene que hacerse desinteresadamente, sin esperar el retorno, a cualquiera que pida.
Prueba. Pero hazlo no para ver el resultado, sino porque amas a Dios.
Me dirás: “Pero yo no tengo nada”.
No es verdad. Si queremos, tenemos tesoros inagotables. Nuestro tiempo libre, nuestro corazón, nuestra sonrisa, nuestro consejo, nuestra cultura, nuestra paz, nuestra palabra para convencer a quien tiene para que dé a quien no tiene…
Me dirás todavía: “No sé a quién dar”.
Mira alrededor: ¿Te acuerdas de ese enfermo en el hospital, de esa señora viuda siempre sola, de ese compañero que fue tan humillado, de ese joven desocupado siempre triste, de tu hermanito que necesita ayuda, de ese amigo que está en la cárcel, de ese aprendiz vacilante? Es en ellos que Cristo te espera.

Asume el nuevo comportamiento del cristiano – del que está impregnado todo el Evangelio – que es el del anti-encierro y de la anti- preocupación. Renuncia a sentirte seguro en los bienes de la tierra y apóyate en Dios. Así se evidenciará tu fe en Él, que será pronto confirmada por el don que te volverá.
Lógicamente, Dios no se comporta así para enriquecerte o para enriquecernos. Lo hace para que otros, muchos otros, viendo los pequeños milagros que recoge nuestro dar, hagan otro tanto.
Lo hace para que cuanto más tengamos, más podamos dar; para que – como verdaderos administradores de los bienes de Dios – hagamos circular cada cosa en la comunidad que nos rodea, hasta que se pueda decir como de la primera comunidad de Jerusalén: ninguno padecía necesidad .
¿No sientes que con esto colaboras en el entregar un alma segura a la revolución social que el mundo espera?

“Den, y se les dará”

Ciertamente, Jesús pensaba en primer lugar en la recompensa que tendremos en el Paraíso, pero cuanto sucede sobre esta tierra es ya un anuncio y una garantía.

Chiara Lubich

 

El perdón a cualquier precio

Tanto mi marido como mis hijos son alcohólicos. Hasta hace un año, Tom, el más grande, convivía con una muchacha. Los dos resultaron ser, no sólo alcohólicos, sino también toxico dependientes. Hace alrededor de un año mi hijo volvió a casa pues ya no se entendía con la mujer con quien vivía. Sólo que para entonces había nacido un niño. La idea de este nietecito me daba mucha pena pues la situación era sumamente dolorosa. Yo culpaba a la madre y un día, encontrándomela por la calle, la acusé abiertamente de muchas cosas. Nos dejamos llenas de amargura. Está de más decir que volviendo a casa me sentía culpable por no haber amado. Y todas las justificaciones que trataba de encontrar, el repetirme que en el fondo yo tenía razón, que lo había hecho por mi nieto, no me daban paz. Algo dentro de mì me impulsaba a llamarla para pedirle disculpas, a pesar de que me parecía muy difícil. No sabía si me escucharía. En cambio, cuando le pedí perdón, fue ella quien después la que se disculpó conmigo. Varias semanas después de este episodio, a Dorothy la pusieron presa. Las cosas iban de mal en peor, y yo, preocupada por la situación de mi nietecito, sentía un fuerte resentimiento hacia los padres, por haberlo traído al mundo en esa situación. Al no estar casados, el niño sería confiado al Estado. El resentimiento que sentía dentro crecía hora tras hora, y ni siquiera las palabras de Jesús sobre el perdón me daban la paz. Tenía que amar también a Dorothy, independientemente de lo que le sucediera a mi nieto. Después de varios intentos, finalmente la Palabra hizo brecha en mi corazón y con un alma nueva fui a visitarla a la prisión: me abrazó, conmovida. Creo que sintió que fui para amarla y aceptarla así como era. Fue ella quien me habló del niño y me pidió si podía cuidarlo yo. Así la custodia legal de mi nieto pasó a mi hijo y ahora ambos viven bajo mi techo. Me pareció que el céntuplo prometido por Jesús al que busca su Reino, haciendo su voluntad, el fruto por haberme empeñado en amar, hasta el fondo.

Septiembre 2008

«Amad a vuestros enemigos». ¡Esto sí que es fuerte! ¡Esto sí que transforma nuestro modo de pensar y nos hace a todos dar un giro al timón de nuestra vida!

Porque, no nos engañemos, algún enemigo…, pequeño o grande, todos lo tenemos.
Está ahí, detrás de la puerta del piso de al lado, en esa señora tan antipática e intrigante, que trato de evitar cada vez que va a entrar conmigo en el ascensor…
Está en ese familiar que hace treinta años ofendió a mi padre y por ello le he negado el saludo…
Se sienta detrás de tu pupitre, en el colegio, y no has vuelto a mirarle a la cara desde que te acusó ante el profesor…
Es esa chica que era amiga tuya y luego te dejó plantado para irse con otro…
Es ese comerciante que te ha engañado…
Son los que no piensan como nosotros en política, por lo cual los consideramos enemigos nuestros.
Igual que existen, y siempre han existido, los que ven como enemigos a los sacerdotes y odian a la Iglesia.

Pues bien, a todos éstos y a muchísimos otros que llamamos enemigos, hay que amarlos. ¿Hay que amarlos?
Sí, ¡hay que amarlos! Y no creas que podemos salir del paso sencillamente cambiando el sentimiento de odio por otro más benévolo.
Hay algo más.
Escucha lo que dice Jesús:

«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os maltratan»

¿Comprendes? Jesús quiere que venzamos al mal con el bien. Quiere un amor traducido en hechos concretos.
Podríamos preguntarnos: ¿cómo es que Jesús da un mandamiento semejante?
La verdad es que Él quiere modelar nuestro comportamiento según el de Dios, su Padre, «que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos»2.
Así es. No estamos solos en el mundo, tenemos un Padre y debemos parecernos a Él. Y no sólo esto, sino que Dios tiene derecho a que nos comportemos así porque, cuando éramos enemigos suyos y estábamos todavía en el mal, Él fue el primero3 en amarnos, enviándonos a su Hijo, que murió de ese modo tan terrible por cada uno de nosotros.

«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian…»

Esta lección la había aprendido el pequeño Jerry, ese niño negro de Washington que por tener un coeficiente alto de inteligencia había sido admitido en una clase especial con los demás chicos blancos. Pero la inteligencia no le había bastado para hacer comprender a los compañeros que era igual que ellos. Su piel negra le había acarreado el odio general; tanto que el día de Navidad todos los chicos se intercambiaron regalos ignorando a Jerry. El niño se puso a llorar; ¡se comprende! Pero al llegar a casa pensó en Jesús: «Amad a vuestros enemigos», y de acuerdo con su madre compró regalos y los distribuyó con amor entre todos sus «hermanos blancos».

«Amad a vuestros enemigos…, rezad por los que os maltratan»

¡Qué dolor aquel día para Isabel, una niña de Florencia, que al subir las escalinatas para ir a misa oyó que se burlaban de ella un grupo de compañeros de su edad! A pesar de que quería reaccionar contra ellos sonrió y, una vez en la iglesia, rezó mucho por ellos. Al salir la pararon y le preguntaron el motivo de su actitud. Ella les explicó que era cristiana y por tanto tenía que amar siempre. Lo dijo con una ardiente convicción. Y su testimonio fue premiado. Al domingo siguiente vio a todos aquellos jóvenes en la iglesia, atentísimos, y en primera fila.

Así es como acogen la Palabra de Dios los niños. Por eso son grandes delante de Él.

Quizá convenga que también nosotros arreglemos alguna situación, ya que seremos juzgados según juzguemos a los demás. De hecho somos nosotros los que damos a Dios la medida con la que Él nos medirá4. ¿Acaso no le pedimos: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»5? Por tanto, ¡amemos al enemigo! Sólo si actuamos así podremos arreglar las desuniones, destruir las barreras y construir la comunidad.

¿Es difícil? ¿Es penoso? ¿Nos quita el sueño sólo con pensarlo? Ánimo. No es el fin del mundo; un pequeño esfuerzo por nuestra parte y luego el 99 por 100 restante lo hace Dios y… en nuestro corazón habrá un torrente de alegría.

Chiara Lubich

1) Palabra de Vida escrita en mayo de 1978, publicada en «Ser tu Palabra», Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1980, pág. 17-20.
2) Mt 5, 45.
3) Cf 1 Jn 4, 19.
4) Cf Mt 7, 2.
5) Mt 6, 12.

agosto de 2008

En todos los prójimos que encuentras durante el día –de la mañana a la noche–, trata de ver a Jesús.

Si tu ojo es simple, quien mira a través de él es Dios. Y Dios es Amor, y el amor quiere unir conquistando. ¡

Cuántos –equivocándose– miran a las criaturas y a las cosas para poseerlas! Y su mirada es egoísmo o envidia o, de cualquier modo, pecado. O miran dentro de sí mismos para poseerse, para poseer su alma, y su mirada está apagada, porque está aburrida o turbada.

El alma, a imagen de Dios, es amor; y el amor replegado sobre sí mismo es como la llama que, si no es alimentada, se apaga. Mira fuera de ti: no a ti, no a las cosas, no a las criaturas: mira al Dios fuera de ti para unirte con Él. Él está en el fondo de toda alma que vive, y, si el alma está muerta, es el sagrario de un Dios que espera, para alegría y expresión de la propia existencia. Mira, entonces, a cada hermano amando, y amar es donar.

Pero un don reclama otro don y serás, a tu vez, amado. Así, el amor es amar y ser amado: como en la Trinidad. Y Dios en ti arrebatará los corazones, y encenderá la Trinidad que quizá descansa en ellos, por la gracia, pero está apagada.

No enciendes la luz en un ambiente –aunque haya corriente eléctrica– hasta que no provocas el contacto de los polos. Así es la vida de Dios en nosotros: se pone en circulación para irradiarla más allá, para que testimonie, a su vez, Cristo: quien liga Cielo y tierra, hermano y hermano.

Mira por lo tanto a cada hermano donándote a él para donarte a Jesús, y Jesús se donará a ti. Es ley de amor: “Den, y se les dará” (Evangelio de Lucas 6,38).

Déjate poseer por él – por amor a Jesús –, déjate “comer” por él –como otra Eucaristía–; pon todo a su servicio, que es servicio de Dios, y el hermano vendrá a ti y te amará. Y en el amor fraterno está el cumplimiento de todo deseo de Dios, que es mandato: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros.” (Evangelio de Juan 13, 34).

El amor es un Fuego que compenetra los corazones en fusión perfecta. Entonces reencontrarás en ti no más a ti mismo, no más al hermano, reencontrarás el Amor que es Dios viviente en ti. Y el Amor saldrá a amar a otros hermanos porque, simplificado el ojo, se reencontrará a sí mismo en los demás y todos serán uno. Y alrededor de ti crecerá la Comunidad: como alrededor de Jesús: doce, setenta y dos, miles…

Es el Evangelio que al fascinar –Luz en amor– arrebata y entusiasma.

Después, tal vez morirás sobre una cruz para no ser más que el Maestro, pero morirás por quien te crucifique, y así el amor tendrá la última victoria. Su linfa –esparcida en los corazones– no morirá. Fructificará, fecundando, alegría y paz y Paraíso abierto.

Y la gloria de Dios crecerá.

Pero tú debes ser aquí el Amor perfecto.

 

Chiara Lubich

 

Publicada en el diario “La Via”, 12 de noviembre de 1949, y reimpresa parcialmente en: Chiara Lubich, La doctrina espiritual, Bunos Aires 2005 pp. 116-117.

Giancarlo Faletti

El 7 de julio de 2008, Giancarlo Faletti fue elegido por la Asamblea General como co-presidente, con la particular responsabilidad, entre otras cosas, de seguir la rama de los sacerdotes diocesanos y de los religiosos de las diversas congregaciones. Giancarlo nació en Cerro Tanaro (Asti) el 14 de septiembre de 1940, es una familia de origen campesino, cristiana pero no muy practicante. Su madre, ama de casa. Por el trabajo del padre, obrero de los Ferrocarriles del Estado, la familia se transfiere a Turín. Ya a los 10 años advierte el deseo de donar su vida a Dios, pero eran fuertes los condicionamientos que provenían de la familia y del ambiente en el que vivía. A los 16 años entra en un período de crisis y de búsqueda. A los 19 años casualmente adquiere en la puerta de su parroquia un número de la revista Città Nuova (Ciudad Nueva). “Fue como si aquel domingo de invierno me hubiese introducido en un ambiente cálido. Leyendo aquellos artículos, percibí que existía algo que unía a una familia. Quise en seguida saber más al respecto”. De aquí el contacto con el focolar. Fue decisivo para su vida un encuentro internacional, al año siguiente, en Grottaferrata. Se aclara cuál es su camino: la donación a Dios en el focolar. Finalizados los estudios en Economía, comienza a trabajar en un banco. A los 25 años empieza su nueva vida en el focolar de Turín. Del ’72 al ’83 se encuentra en Génova, como co-responsable del Movimiento de Liguria, donde sigue particularmente a los jóvenes, entre los cuales florecen también frutos de santidad: ha iniciado este año la causa de beatificación de dos de ellos: Alberto Michelotti y Carlo Grisolia. Después, durante 14 años trabajó en el Centro del Movimiento en Rocca di Papa; fue también co-responsable de la comunidad de los Castillos Romanos y de parte de la región de Lazio. En 1997 obtiene la licenciatura en Teología y es ordenado sacerdote. En ese mismo año es transferido a Roma, como co-responsable del Movimiento para zona de Lazio, Abruzzo y Cerdeña. En el 2000 Chiara Lubich, que siempre tuvo un amor especial por la ciudad sede del papado y de la cristiandad, lanza “Roma-Amor”, una gran experiencia de nueva evangelización. Giancarlo Faletti ayuda de cerca a la fundadora que sigue paso a paso esta iniciativa. El objetivo es contribuir a animar, de forma capilar, con el ideal evangélico de la unidad, la vida de la ciudad a nivel civil y religioso. Entre las más variadas iniciativas, se encuentran la apertura del diálogo con la comunidad islámica de Roma que desemboca en la invitación a hablar de la experiencia cristiana y del diálogo interreligioso del Movimiento en la Mezquita de Roma.  

julio de 2008

¿Has experimentado alguna vez una sed de infinito? ¿Has sentido alguna vez en tu corazón el deseo ardiente de abrazar la inmensidad? ¿O tal vez has advertido en algún momento, en lo más íntimo de ti, la insatisfacción por todo lo que haces y por lo que eres?
Si es así, te gustará encontrar una fórmula que te dé la plenitud que anhelas: algo que no te deje sinsabores por los días que se van medio vacíos…
Hay una frase del Evangelio que nos deja pensando y que, apenas la comprendemos un poco, nos hace exultar de alegría. En ella está concentrado todo cuanto debemos hacer en la vida. Resume todas las leyes impresas por Dios en el fondo del corazón de cada hombre. Escúchala: Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Esa frase se llama “la regla de oro”. La trajo Jesús, pero ya era conocida universalmente. El Antiguo Testamento la poseía, y es patrimonio de todas las grandes religiones mundiales. Eso denota la importancia que tiene para Dios: hasta qué punto Él quiere que todos los hombres la conviertan en norma de su vida. Cuando se lee es bonita y suena como un eslogan. Escúchala de nuevo:

«Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos»

Amemos así a cualquier prójimo –hombre o mujer– que encontremos durante el día.
Imaginémonos que estamos en su situación y tratémoslo como quisiéramos ser tratados nosotros en su lugar. La voz de Dios que habita dentro de nosotros nos sugerirá la expresión de amor adecuada para cualquier circunstancia.
¿Tiene hambre? Pensemos: soy yo quien lo tiene. Y démosle de comer. ¿Sufre injusticias? ¡Soy yo quien las sufre! ¿Está en la oscuridad o en la duda? Soy yo quien lo está. Digámosle palabras de consuelo y compartamos sus sufrimientos, y no nos quedemos tranquilos hasta que no esté iluminado y aliviado. Nosotros quisiéramos ser tratados así. ¿Es un discapacitado? Quiero amarlo hasta el punto de sentir en mi cuerpo y en mi corazón su limitación física, y el amor me sugerirá el modo exacto de actuar para que se sienta igual que los demás, es más, con una gracia mayor, porque los cristianos sabemos cuánto vale el dolor.
Y así con todos, sin discriminación alguna entre el simpático y el antipático, entre el joven y el anciano, entre el amigo y el enemigo, entre el compatriota y el extranjero, entre el lindo y el feo… El Evangelio quiere decir a todos.
Me parece oír un murmullo general… Comprendo… Quizá mis palabras parezcan simples, pero ¡qué transformación exigen! ¡Qué lejanas están de nuestro modo habitual de pensar y de actuar! Pero, ¡ánimo! Intentémoslo. Un día empleado de este modo vale una vida. Y por la noche ya no nos reconoceremos a nosotros mismos. Una alegría desconocida nos invadirá. Una fuerza nos investirá. Dios estará con nosotros, porque está con quienes aman. Los días se irán sucediendo con plenitud.
Quizás a veces aflojemos, estemos tentados de desanimarnos, de claudicar. Y desearíamos volver a la vida de antes… ¡Pero no! ¡Ánimo! Dios nos da la gracia.
Volvamos a empezar siempre. Si perseveramos, veremos cambiar lentamente el mundo a nuestro alrededor. Comprenderemos que el Evangelio contiene la vida más fascinante, enciende la luz en el mundo, da sabor a nuestra existencia, contiene el principio para resolver todos los problemas.
Y no estaremos tranquilos hasta que no comuniquemos nuestra extraordinaria experiencia a otros: a los amigos que puedan comprendernos, a los familiares, a todo aquél a quien nos sintamos impulsados a dársela.
Renacerá la esperanza.

«Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos»

Chiara Lubich

Texto publicado en La doctrina espiritual, Buenos Aires, 2006, p. 162.

 

“En el amor de esa nueva familia descubrí el verdadero rostro de Dios”

Tenía 6 años cuando mi mamá se fue de la casa. Somos 4 hermanos y con mi padre la vida se hizo cada vez más difícil: todos los días regresaba a la casa borracho y a menudo nos pegaba, sin motivo.  Era una vida insoportable.  Un día mi hermano más grande decidió ir a la policía para denunciarlo. Papá fue a la cárcel y a nosotros nos dejaron en un orfanato. En ese ambiente no encontraba paz: dificultades por doquier. Una noche nos escapamos a escondidas y por algún tiempo encontramos refugio con algunos parientes. Hasta que el asistente social me confío a una nueva familia, junto con otros dos de mis hermanos, una vez más estaba asustado… En cambio en el amor de esta nueva familia, descubrí el verdadero rostro de Dios: Dios Amor. No lo había experimentado nunca. Ahora me doy cuenta de que estos nuevos padres nos han amado “dando la vida” por nosotros, desde el primer día y siempre. Junto a ellos descubrí que el amor sanaba poco a poco todas las heridas de mi pasado. Pero ¿hacia dónde dirigir mis pasos? ¿Qué significaba para mí amar? Un día recibí una invitación y participé en un gran encuentro en Roma. Una experiencia extraordinaria, intuí que mi sed de un gran ideal, de un ideal auténtico por el cual vivir, encontraba una respuesta. Después de algún tiempo me esperaba el servicio militar, que en Grecia es obligatorio. Estaba preocupado, nuevamente me encontraría en un ambiente pobre de esos valores que estaba descubriendo.  Preparando la maleta, tomé conmigo un libro de Chiara Lubich que alguien me había dado y, en las largas noches de guardia, cuando era posible, lo sacaba del bolsillo y lo leía. La luz del Evangelio que Chiara me explicaba era tan fuerte que me sostuvo también en esos meses. También yo quiero amar de este modo, sin límites, quiero aprender mejor el arte de amar y después llevarlo a mi país, a Grecia. Realmente puedo decir que “todo lo vence el amor”. (L. K. – Grecia)

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

Ser el ‘espejo’ de Jesús

¡Las palabras de Jesús! Deben haber sido su mayor arte. El Verbo que habla con palabras humanas: ¡qué contenido, qué intensidad, qué entonación, que voz! La volveremos a escuchar en el paraíso. Él nos hablará. La Palabra de Dios no es como las demás. Ella tiene el poder de obrar todo lo que dice. Genera a Jesús en nuestra alma y en el alma de las otras personas. La Palabra debe transformarse en acción y guiar la vida. De este modo es atrayente. Bastan pocas letras y pocas reglas gramaticales para saber leer y escribir, pero si no se conocen, uno se que analfabeta para toda la vida. Del mismo modo,  quien no asimila una por una las palabras del Evangelio, no sabe escribir Cristo con su vida. Se necesitan pocas frases para formar a Jesús en nosotros. Nosotros no tenemos otro libro que el Evangelio, no tenemos otra ciencia, otro arte. ¡Ahí está la Vida! Quien la encuentra, no muere. Chiara Lubich  

junio 2008

Es suficiente con amar

Cuando se ama se querría estar siempre con la persona amada. Dios también tiene ese deseo, porque es Amor. Nos creó para que pudiéramos encontrarlo. No seremos plenamente felices hasta que no alcancemos una íntima unión con él, el único que puede saciar nuestro corazón. Bajó del cielo para estar con nosotros e introducirnos en su comunión.
Juan, en su carta, habla de “permanecer” el uno en el otro, Dios en nosotros y nosotros en él, recordando la exigencia más profunda que Jesús manifestó en la última cena: “Permanezcan en mí y yo en ustedes”. Así había dicho el Maestro, explicando con la alegoría de la vid y de los sarmientos lo fuerte que es el vínculo que nos une a él. (1)
¿Cómo podemos alcanzar la unión con Dios? Juan no demuestra perplejidad: basta con observar sus mandamientos:

“Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”

¿Son muchos los mandamientos que hay que observar para llegar a esta unidad? No, desde el momento en que Jesús los condensó en un solo mandato. “Este es mi mandamiento – recuerda Juan antes de anunciar la Palabra de vida que elegimos para este mes–: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros tal como nos mandó.” (2)
Que creamos en Jesús y nos amemos como él nos amó: he aquí el único precepto. Si la existencia humana encuentra su cumplimiento cuando Dios habita entre nosotros, hay un solo modo para llegar a ser nosotros mismos: amar. Juan está tan convencido que sigue repitiéndolo durante toda su carta: “quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (3); “si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros…” (4).
Con respecto a esto, la tradición cuenta que cuando era ya anciano y le preguntaban sobre las enseñanzas del Señor, repetía siempre las palabras del mandamiento nuevo. Si le preguntaban por qué Juan no hablaba de otras cosas, respondía: “¡Porque es el mandamiento del Señor! Si se lo practica, es suficiente.”
Del mismo modo sucede con cada Palabra de Vida: conduce irremediablemente a amar. No podría ser de otra forma, porque Dios es Amor y su Palabra contiene al amor, lo expresa y, si se la vive, transforma todo en amor.

“Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”

La Palabra de este mes nos invita a que creamos en Jesús, a que adhiramos con todo nuestro ser a su Persona y a su enseñanza. A que creamos que él es el amor de Dios – como nos enseña Juan en esta carta – y que por amor dio la vida por nosotros . Que creamos en él aun cuando parezca lejano, cuando no lo sintamos, cuando se presenten dificultades o llegue el dolor…
Si nos fortalecemos con esta fe, sabremos vivir siguiendo su ejemplo y, obedeciendo a su mandamiento, sabremos amarnos como él nos amó. Amar aún cuando el otro no nos parezca amable, cuando tengamos la impresión de que nuestro amor es inadecuado, inútil; cuando no es correspondido. De esta forma haremos revivir nuestros vínculos, cada vez más sinceros, más profundos, y nuestra unidad permitirá que Dios habite entre nosotros.

“Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”

“Durante los primeros años de matrimonio, mi marido y yo estábamos enamorados y era muy fácil la relación entre nosotros. Este último tiempo él está muy cansado y estresado. En Japón el trabajo pesa en las espaldas de un hombre como si fuera un yugo.
Una noche, al regresar del trabajo, se sentó a la mesa a cenar. Intenté sentarme junto a él, pero me gritó que me fuera: ‘¡No tienes derecho a comer, porque no trabajas!’. Me pasé la noche llorando, rumiando la idea de irme de casa, de separarme. Al día siguiente me asaltaban mil pensamientos: ‘Me equivoqué casándome con él, no puedo más vivir a su lado’.
Esa tarde hablé con algunas amigas con quienes comparto mi vida cristiana. Me escucharon con amor y de la comunión con ellas reencontré la fuerza y la valentía necesarias para seguir. Una vez más, le preparé la cena mi marido. A medida que se acercaba la hora de que volviera a casa, mi temor aumentaba: ¿cómo reaccionará hoy? Pero una voz adentro me decía: ‘Acoge este dolor, no aflojes. Sigue amando’. Abrió la puerta y vi que me había traído una torta: ‘Perdóname – me dijo – por lo que pasó ayer”.

Chiara Lubich

1 Cf. Jn. 15, 1-5
2 1 Jn. 3, 23
3 Ibid. 4, 16
4 Ibid. 4. 12

 

Mayo 2008

“Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” También hoy, como en los tiempos de Pablo, Jesús resucitado, el Señor, sigue actuando en la historia, y en particular en la comunidad cristiana a través del Espíritu Santo. Él nos permite comprender el Evangelio en toda su novedad, y lo escribe en nuestros corazones para que sea nuestra ley de vida. No somos guiados por leyes impuestas desde afuera, no somos esclavos sometidos a disposiciones de las que no estamos convencidos y que no compartimos. El cristiano es movido por un principio de vida interior, que el Espíritu ha depositado en él con el bautismo, por su voz, que repite las palabras de Jesús haciéndolas comprender en toda su belleza, expresión de vida y de gozo: las vuelve actuales, enseña cómo vivirlas y al mismo tiempo infunde la fuerza para ponerlas en práctica. Es el mismo Señor el que, gracias al Espíritu Santo, viene a vivir y a actuar en nosotros, haciéndonos Evangelio vivo. Ser guiados por el Señor, por su Espíritu, por su Palabra: ¡ésta es la verdadera libertad! Coincide con la realización más profunda de nuestro yo.

“Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad”

 Todos sabemos que, para que el Espíritu Santo actúe, se requiere plena disponibilidad para escucharlo –dispuestos a cambiar nuestra mentalidad, si fuera necesario– y luego adherir plenamente a su voz. Es fácil dejarse esclavizar por las presiones que ejercen las costumbres y convenciones sociales, que pueden inducir a opciones equivocadas. Para vivir la Palabra de Vida de este mes es necesario aprender a decir un no decidido a lo negativo que aflora de nuestro corazón cada vez que nos sentimos tentados a acomodarnos a formas de actuar que no son conformes al Evangelio. Y, a su vez, aprender a decir un sí convencido a Dios cada vez que él nos llama a vivir en la verdad y en el amor. Descubriremos, entonces, el vínculo que existe entre la cruz y el Espíritu, como entre causa y efecto. Cada corte, cada poda, cada no a nuestro egoísmo es fuente de luz nueva, de paz, de gozo, de amor, de libertad interior, de realización de uno mismo; es una puerta abierta al Espíritu. En este tiempo de Pentecostés él nos podrá brindar con mayor abundancia sus dones; podrá guiarnos; seremos reconocidos como verdaderos hijos de Dios. Estaremos cada vez más libres del mal, cada vez más libres para amar.

“Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” Esa es la libertad que encontró un funcionario de las Naciones Unidas durante la última misión que tuvo a cargo en los países balcánicos. Le habían encomendado un trabajo gratificante, aunque muy comprometido. Una de las mayores dificultades para él eran los largos períodos lejos de su familia. Además, cuando volvía a casa le resultaba muy difícil dejar atrás la carga de su trabajo y dedicarse a su esposa e hijos. Inesperadamente, lo trasfirieron a otra ciudad de esa misma región, donde era impensable llevar consigo a su familia porque, a pesar de los acuerdos de paz recién firmados, las hostilidades continuaban. ¿Qué hacer? ¿Qué era más valioso, la carrera o la familia? Conversó largamente con su esposa, quien comparte su compromiso de vida cristiana. Pidieron luz al Espíritu Santo y juntos buscaron la voluntad de Dios. Al fin, la decisión: dejar ese trabajo tan codiciado. Decisión realmente insólita en ese ambiente profesional. “La fuerza para esa elección – cuenta él mismo – fue fruto del amor recíproco con mi esposa, quien nunca me hizo pesar los inconvenientes que le ocasionaba. Por mi parte, al buscar el bien de mi familia, más allá de las seguridades económicas, encontré la libertad interior”. Chiara Lubich

Vivir la Palabra cambia la relación con Dios y con los hermanos

He aquí el último pensamiento preparado por Chiara Lubich para el Movimiento, desde su cama en el “hospital Gemelli”, poco antes de su “partida” y que ha sido difundido en estos días: “Quisiera esta vez subrayar el valor de la relación, de las relaciones entre nosotros. Viviendo la Palabra, en los inicios, en Trento, Cambió, ya sea nuestra relación con Dios que nuestra relación con los hermanos. Así nació aquella que entonces llamábamos “comunidad cristiana”. No nos olvidemos de estos orígenes. Construyamos nuestra obra sobre estas bases”. Reportamos a continuación algunas líneas extraídas del primer comentario sobre la Palabra de Vida, de hace más de 50 años, todavía de gran actualidad. Bien se podrían referir al pensamiento recién citado, para penetrarlo en profundidad y traducirlo en vida. “Las palabras del Evangelio quizás parezcan simples, Pero ¡qué transformación requieren! ¡Qué lejos están de nuestro habitual modo de pensar y de actuar! Pero ¡ánimo! Probemos. Una jornada así aprovechada vale una vida. Y en la noche no nos reconoceremos más a nosotros mismos. Una alegría jamás probada nos inundará. Una fuerza nos investirá. Dios estará con nosotros, porque Él está con quienes lo aman. Los días transcurrirán en plenitud. Alguna vez quizás aflojaremos, sentiremos la tentación de desilusionarnos, de detenernos. Y querremos volver a la vida de antes. ¡Pero no! ¡Ánimo! Dios nos da la gracia. Recomencemos siempre. Perseverando, veremos lentamente cambiar el mundo a nuestro alrededor. Comprenderemos que el Evangelio lleva a la vida más fascinante, enciende la luz en el mundo, da sabor a nuestra existencia, contiene el principio de la resolución de todos los problemas. Y no nos quedemos tranquilos, hasta que no comuniquemos nuestra extraordinaria experiencia a otros: a los amigos que nos puedan comprender, a los familiares, a cualquiera que nos sintamos impulsados a darla. Renacerá la esperanza”.

El coraje de ponerse en juego

La planilla para solicitar trabajo como profesor que tengo delante de mí me dice que mi vida de estudiante se ha concluido. La casilla en la cual debo indicar la provincia escogida me pone tenso. ¿Qué será mejor: quedarme en mi ciudad del Sur, o ir a otra parte? Me están pidiendo una elección de vida. Muchos de mis colegas eligen el Norte, para tener mayores posibilidades de trabajo y para alejarse de esa realidad que con frecuencia la crónica amarillista pone en evidencia: ilegalidad, desviaciones, criminalidad.  Y sin embargo, ¡hay tanto que me ata a mi  ciudad! No sólo la familia, los afectos, los amigos, los intereses, si no también la esperanza de poder hacer algo por ella, yendo contra la corriente, a pesar de mis límites. Me regresa a la mente la exhortación de Chiara a las jóvenes: “morir por la propia gente…”.  La idea de quedarme, arriesgando de encontrarme con menos posibilidades de trabajo y en “escuelas difíciles”, crece en mí, con un poco de inconciencia. Lo comento en casa, con mi novia, con mis colegas. Es de noche, y mañana tengo que enviar la planilla. La decisión está tomada: me quedo. En las afueras y en las zonas marginales hay más posibilidad de trabajo, no siendo lugares ambicionados. Pienso: “¿Qué puedo hacer yo en este barrio, que es zona de luchas de la camorra, donde se disparan y se matan? ¡Puedo amar! ¡Que Dios me ayude!”. Por este motivo señalo algunas escuelas “de frontera”, junto a escuelas “de élite”. Dios me hará entender dónde me quiere. Después de algunos meses me nombran por un año. Increíble, entro en el mundo de la escuela por la puerta principal, ¡con el mejor contrato! El día que me presento en la escuela las lecciones están suspendidas por actos vandálicos perpetrados la noche anterior. Comprendo en seguida que Dios me tomó la palabra: el momento de la prueba llegó. El contexto es especial, el malestar social se hace sentir. Los jornadas pasan entre momentos de desaliento en los cuales todo parece no funcionar y otros en los cuales se iluminan los ojos de los muchachos, me buscan, porque quieren superarse y prepararse para un futuro mejor; me aferro a esta esperanza, y mi sufrimiento encuentra sentido. No sé si “resistiré”, porque a veces es difícil hacer frente a los muchachos pendencieros, obtener respecto, hablar de matemática en estos contextos. Pero sé que, momento tras momento, puedo tratar de hacer entrar a Dios en las aulas; llevarlo en los regaños, en las notas, en los coloquios, en las disputas, en las explicaciones, en los silencios, en las las notas que hago en el registro. Si Dios me ha querido aquí, existe un por qué. (P.D. – ITALIA)

Poner en marcha la fraternidad en el deporte

Un horizonte hacia un deporte confiable y bello, libre de las amenazas que comporta la violencia, el doping, la comercialización exasperada, se ha abierto en el congreso 2008 de “Sportmeet”, con el título: “Sport In” – Confiable – Pon en marcha la fraternidad, desarrollado en Castel Gandolfo – Roma, del 28 al 30 de marzo. El desafío de la fraternidad en y a través del deporte, proviene de parte de los 420 deportistas, de 38 naciones diferentes, provenientes de los 5 continentes, que han participado en el evento, con testimonios significativos de vida, exposiciones de expertos internacionales, mesas redondas, talleres, momentos deportivos y juegos. Entre los numerosos testimonios de deportistas de todo nivel, estaba el de Josefa Idem, pluricampeona olímpica de canoa; la de Ippolito Sanfratello, medalla de oro de patinaje a velocidad en Turín 2006; la del “camiseta roja” (líder) de la Vuelta a Italia 2007 Marco Pinotti; del alpinista de los 8.000 metros de altura, Karl Unterkircher; la del pluricampeón mundial de “orienteering”, Nicoló Corradini; y la de la corredora de maratón Petra Teveli de Hungría, tercera en el último maratón de Milán. Junto a ellos han participado varios promotores de proyectos deportivos de carácter social en países en vías de desarrollo (Colombia, Brasil, Argentina, la República Democrática del Congo, Burundi, Líbano, Pakistán, Filipinas,…), y los animadores de proyectos de educación para la paz, antimafia y anticamorra, en Sicilia y en Campania. Además docentes y estudiantes de 17 universidades de todo el mundo, conectados en red con Sportmeet, han manifestado su compromiso de trabajar y difundir una cultura del deporte nueva, orientada a la fraternidad.

abril 2008

“… hasta que sea infundido en nosotros un espíritu desde lo alto. Entonces el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque”. Con estas palabras comienza el texto del cual se extrajo la Palabra de Vida de este mes. El profeta Isaías, en la segunda mitad del siglo VIII antes de Cristo, anuncia un futuro de esperanza para la humanidad, casi una nueva creación, un nuevo “vergel”, habitado por el derecho y la justicia, capaces de generar paz y seguridad.

Esta nueva era de paz (shalom) será obra del Espíritu divino, una fuerza vital capaz de renovar la creación, y consecuencia del respeto del pacto entre Dios y su pueblo y entre los integrantes del mismo pueblo, en el que la comunión con Dios y la comunidad de los hombres serán inseparables.
Las palabras de Isaías evocan la necesidad de un compromiso serio y responsable de seguir las normas comunes de la convivencia civil que impiden el individualismo egoísta y la ciega arbitrariedad, favorecen la coexistencia armoniosa y la laboriosidad orientada al bien común.

“La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre” (Is, 32,17)

¿Será posible vivir y practicar el derecho de manera justa? Sí, si se reconocen a todas las personas como a otros tantos hermanos y hermanas y se ve a la humanidad como una familia, en el espíritu de la fraternidad universal.
Ahora bien, ¿cómo verla así sin la presencia de una Padre para todos? Podría decirse que El ya ha inscripto la fraternidad universal en el ADN de cada persona. En efecto, el primer deseo de un padre es que los hijos se traten como hermanos y hermanas, y quieran el bien el uno del otro, se amen. Por eso el “Hijo” por excelencia del Padre, el Hermano de todo hombre, vino y nos dejó como norma de vida social el amor recíproco. Es expresión de amor respetar las reglas de la convivencia, cumplir con el deber. El amor es la norma última de cualquier acción; es lo que anima a la verdadera justicia y procura la paz. Las naciones necesitan leyes cada vez más adecuadas a las necesidades de la vida social e internacional, pero sobre todo tienen necesidad de hombres y mujeres que ordenen la caridad en su interior. Ese orden es justicia, y sólo en ese orden las leyes tienen valor.

“La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre” (Is, 32,17)

¿Cómo vivir, entonces, la Palabra de Vida de este mes? Poniendo más empeño en los deberes profesionales, en la ética, en la honestidad, en la legalidad. Reconociendo en los demás a personas de la misma familia que esperan de nosotros atención, respeto, cercanía solidaria.
Si tu vida, tus relaciones con el prójimo, se fundamentan en la mutua y continua caridad (que precede a todas las cosas), como la expresión más plena de tu amor a Dios, entonces tu justicia verdaderamente agradará a Dios.
Un guarda municipal del Sur de Italia que eligió compartir la situación de las personas más cadenciadas de la ciudad, tomó la decisión de ir a vivir con su familia a uno de los barrios formados recientemente: calles de tierra, sin iluminación pública, sin agua corriente ni cloacas; sin servicios civiles ni transporte público.

“Fuimos tratando de crear con cada familia y habitante del barrio – cuenta – una relación de conocimiento y de diálogo, tratando de restablecer el tejido roto entre los ciudadanos y la administración pública. Poco a poco, los casi tres mil habitantes se fueron convirtiendo en sujetos activos en la relación con las instituciones pública, por medio de un comité creado con ese objetivo.
Se llegó a obtener de la administración regional la adjudicación pública de una suma considerable para el saneamiento del barrio, que se ha convertido en un barrio-piloto y ha dado vida a actividades formativas para los representantes de todos los comités de barrio de la ciudad”.

Chiara Lubich

‘La heroica lección sobre qué es el Amor’

 Viernes santo: la muerte de Jesús en la cruz es la sublime, divina, heroica lección de Jesús sobre qué es el amor. Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de las incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación revelando la Verdad, dando testimonio del Padre, prometiendo el Espíritu Santo y haciendo toda clase de milagros de amor. Tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre y, finalmente, su Cuerpo y su Sangre después de habérnoslos dado místicamente, en la Eucaristía. Le quedaba la divinidad. Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel del que dijo que era una sola cosa con Él: “El Padre y yo somos una sola cosa” (Jn 10, 30). En Él, el amor estaba anulado, la luz apagada; la sabiduría callaba. Se hacía nada, entonces, para hacernos partícipes del Todo; gusano de la tierra (Salmo 22, 7), para hacernos hijos de Dios. Estábamos separados del Padre. Era necesario que el Hijo, en el que todos nos encontrábamos, probara la separación del Padre. Tenía que experimentar el abandono de Dios para que nosotros nunca más nos sintiéramos abandonados. Él había enseñado que nadie tiene mayor caridad de quien da la vida por los amigos. Él, la Vida, daba todo de sí. Era el punto culminante, la expresión más bella del amor. Su rostro está detrás de todos los aspectos dolorosos de la vida; cada uno de ellos es Él. Sí, porque Jesús que grita el abandono es la figura del mudo: ya no sabe hablar. Es la figura del ciego: no ve; del sordo: no oye. Es el cansado que se queja. Roza la desesperación. Es el hambriento de unión con Dios. Es la figura del desilusionado, del traicionado, parece haber fracasado. Es miedoso, tímido, desorientado. Jesús abandonado es la tiniebla, la melancolía, el contraste, la figura de todo lo que es raro, indefinible, que parece monstruoso, porque es un Dios que pide ayuda. Es el solitario, el desamparado. Parece inútil, un descartado, trastornado. Lo podemos ver en cada hermano que sufre. Acercándonos a los que se parecen a Él, podemos hablarles de Jesús abandonado. A los que se descubren semejantes a Él y aceptan compartir su suerte, Él se convierte, para el mudo la palabra; para quien no sabe, la respuesta; para el ciego, la luz; para el sordo, la voz; para el cansado, el descanso; para el desesperado, la esperanza; para el separado, la unidad; para el inquieto, la paz. Con Él, las personas se transforman y lo absurdo del dolor adquiere sentido. Él había gritado el por qué, al que nadie había dado respuesta, para que tuviéramos la respuesta a cada por qué. El problema de la vida humana es el dolor. Cualquier tipo de dolor, por más terrible que sea, sabemos que Jesús lo ha hecho suyo y transforma, por una alquimia divina, el dolor en amor. Por experiencia puedo decir que apenas nos alegramos de un dolor, para ser como Él y luego seguimos amando haciendo la voluntad de Dios, el dolor, si es espiritual desaparece, y si es físico se convierte en yugo suave. Nuestro amor puro en contacto con el dolor, lo transforma en amor; en cierto modo lo diviniza, casi continuando en nosotros – si así podemos decir – la divinización que Jesús hizo del dolor. Y después de cada encuentro con Jesús abandonado, amado, encuentro a Dios de un modo nuevo, más cara a cara, más evidente, en una unidad más plena. La luz y la alegría vuelven y, con la alegría, la paz que es fruto del Espíritu. La luz, la alegría, la paz que nacen del dolor amado impactan y conquistan a las personas más difíciles. Clavados en la cruz se es madre y padre de almas. La máxima fecundidad es el efecto. Como escribe Olivier Clément “el abismo, que por un instante abrió aquel grito, se ve colmado por el gran soplo de la resurrección”. Se anula cualquier tipo de desunión, la separación y las rupturas son sanadas, resplandece la fraternidad universal, da lugar a milagros de resurrección, nace una nueva primavera en la Iglesia y en la humanidad

«Es todo Amor»

Todos los años en Semana Santa nos sentimos envueltos en una atmósfera especial. De hecho son días en los que se manifiesta más que nunca su amor por nosotros, porque todo lo que se recuerda es amor. Jueves Santo: Amor el sacerdocio que posee un carácter ministerial, es decir de servicio y por lo tanto de amor concreto. Amor la Eucaristía en la cual Jesús se dona a sí mismo. Amor la unidad, efecto del amor, que ha invocado al Padre: “Que todos sean uno como yo en ti”. Amor ese mandamiento que Jesús conservó en su corazón toda la vida, para revelarlo el día antes de morir: “Como yo los he amado, así ámense también ustedes. De esto todos reconocerán que son mis discípulos, si se amar recíprocamente”. No podemos pasar este día sin un momento de recogimiento en el que digamos a Jesús toda la adhesión de nuestra alma a ese Mandamiento que Él llamó “suyo” y “nuevo”. Un mandamiento que es el eco de la vida misma de la Trinidad. Lo habíamos descubierto ya en Trento, mientras se desencadenaba el segundo conflicto mundial. El Verbo de Dios nos pareció como un divino emigrante que, haciéndose hombre, sin duda se adaptó al modo de vivir de este mundo. Fue un niño y un hijo ejemplar, y hombre trabajador. Pero trajo el modo de vivir de su patria celeste y quiso que hombres y cosas se recompusieran según un nuevo orden, según la ley del cielo: el amor.

«Mujer de intrépida fe, humilde mensajera de esperanza y de paz»

El servicio ‘silencioso e incisivo’ prestado por Chiara Lubich en ‘total sintonía’ con el magisterio de los Pontífices fue subrayado por Benedicto XVI en la carta leída por el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado, durante los funerales de la fundadora del Movimiento de los Focolares, celebrado la tarde del martes 18 de marzo, en la Basílica de San Pablo Extramuros Al Señor Cardenal TARCISIO BERTONE Secretario de Estado Tomo parte espiritualmente en la solemne liturgia con la que la comunidad cristiana acompaña a Chiara Lubich en su despedida de esta tierra para entrar en el seno del Padre celeste. Renuevo con afecto los sentimientos de mi viva condolencia a los responsables y a la entera Obra de María –Movimiento de los Focolares, como también a cuantos han colaborado con esta generosa testigo de Cristo, que se entregó sin reservas a la difusión del mensaje evangélico en cada ámbito de la sociedad contemporánea, siempre atenta a los “signos de los tiempos”. Muchos son los motivos para agradecer al Señor del don que le ha hecho a la Iglesia en esta mujer de intrépida fe, humilde mensajera de esperanza y de paz, fundadora de una vasta familia espiritual que abraza múltiples campos de evangelización. Quisiera sobre todo agradecer a Dios por el servicio que Chiara ha rendido a la Iglesia: un servicio silencioso e incisivo, siempre en sintonía con el magisterio de la Iglesia: “Los Papas –decía- siempre nos han comprendido”. Y esto porque Chiara y la Obra de María siempre han tratado de responder con dócil fidelidad a cada uno de sus llamados y deseos. El ininterrumpido vínculo con mis venerados predecesores, del Siervo de Dios Pío XII al Beato Juan XXIII, a los Siervos de Dios Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, es un concreto testimonio de ello. Guía segura por la cual dejarse orientar, era para ella cada pensamiento del Papa. Más bien, mirando las iniciativas que ha suscitado, se podría afirmar que tenía casi una profética capacidad de intuirlo y actuarlo anticipadamente. Su herencia pasa ahora a su familia espiritual: la Virgen María, constante modelo de referencia de Chiara, ayude a cada focolarino y focolarina a proseguir en su mismo camino, contribuyendo a realizar, como escribía el amado Juan Pablo II, después del gran Jubileo del año 2000, que la Iglesia sea siempre más casa y escuela de comunión. El Dios de la esperanza acoja el alma de esta nuestra hermana, conforte y sostenga el empeño de cuantos heredan su testamento espiritual. Aseguro para esto un particular recuerdo en la oración, mientras envío a todos los presentes en este rito sagrado, la Bendición Apostólica. Del Vaticano, 18 de Marzo  de 2008

«Un canto al amor de Dios»

Eminencias reverendísimas, Excelencias reverendísimas, Autoridades ilustres, Queridos miembros del Movimiento de los Focolares Queridos hermanos y hermanas, La primera lectura nos ha vuelto a proponer que meditemos sobre el conocido pasaje del libro de Job. El justo puesto duramente a prueba proclama, casi grita: «Yo sé que mi redentor está vivo… lo veré yo mismo, mis ojos lo contemplarán no como extranjero». Al mismo tiempo que despedimos a Chiara Lubich, las palabras del san-to Job evocan en nosotros el recuerdo del ardiente deseo del encuentro con Cristo que caracterizó toda su existencia y, de un modo más intenso, los últimos meses y días, probados por el agravarse de la enfermedad que la despojó de todas sus ener-gías físicas, en una gradual subida al calvario que culminó con el dulce retorno al seno del Padre. Chiara ha recorrido la etapa final de la peregrinación terrena acompañada por las oraciones y el afecto de los suyos, que han estado estrechamente unidos a ella en un grande e ininterrumpido abrazo. Débil pero decidido fue, en medio de la noche, su último «sí» al místico esposo de su alma, Jesús «abandonado-resucitado».  Ahora todo está completamente cumplido: el sueño de los comienzos se ha hecho realidad, el anhelo apasionado se ha visto saciado. Chiara se encuentra con Aquel que tanto amó sin verlo y, llena de gozo, puede exclamar: «¡Sí, mi redentor está vivo!». La noticia de su muerte ha suscitado un amplio eco de condolencia en todos los ambientes, entre miles de hombres y mujeres de los cinco continentes, creyentes y no creyentes, poderosos y pobres de la tierra. Benedicto XVI, que inmediatamente mandó su confortante bendición, ahora renueva a través de mí su seguridad de su participación en el gran dolor de su familia espiritual. Representantes de otras Iglesias cristianas y de distintas religiones se unieron al coro de admirable estima y de profunda participación. También los medios de comu-nicación han puesto de relieve el trabajo que ella llevó a cabo para difundir el amor evangélico entre personas de distinta cultura, fe y formación. De hecho −lo podemos decir con propiedad– la vida de Chiara Lubich es un canto al amor de Dios, a Dios que es Amor. «Quien está en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él». ¡Cuántas veces meditó Chiara estas palabras y cuántas veces las reprodujo en sus escritos, por ejemplo en las «palabras de vida» a las que han acudido cientos de miles de personas para su formación espiritual! No hay otro camino para conocer a Dios y pa-ra dar sentido y valor a la existencia humana. Sólo el Amor divino nos hace capaces de «generar» amor, de amar incluso a los enemigos. Ésta es la novedad cristiana, aquí está todo el Evangelio. Pero ¿cómo vivir el Amor? Después de la Última Cena, en medio de la conmovida despedida de los apóstoles −lo hemos escuchado hace poco– Jesús pide «para que todos sean uno». Es la oración de Cristo lo que sostiene el camino de sus amigos de todas las épocas. Es su Espíritu el que suscita en la Iglesia testimonios de Evangelio vivo; y sigue siendo Él, el Dios vivo, el que nos guía en las horas de tristeza y duda, de dificultad y de dolor. El que a Él se confía nada teme, ni el esfuerzo de cruzar ma-res tempestuosos ni obstáculos ni adversidades de ningún tipo. Quien construye su casa sobre Cristo, construye sobre la roca del Amor, que todo lo soporta, todo lo es-pera, todo lo vence. El siglo XX está cuajado de astros luminosos de este amor divino. Por ello no sólo habrá que recordarlo por las maravillosas conquistas conseguidas en el campo de la técnica y de la ciencia o por el progreso económico, que −lamentablemente− no ha eliminado, sino que incluso ha acentuado la injusta distribución de los recursos y de los bienes entre los pueblos; no pasará a la historia sólo por los esfuerzos desplega-dos en el construir la paz, que desgraciadamente no han impedido crímenes horren-dos contra la humanidad y conflictos y guerras que no cesan de ensangrentar am-plias regiones de la tierra. El siglo pasado, si bien cargado de no pocas contradiccio-nes, es el siglo en el que Dios suscitó innumerables y heroicos hombres y mujeres que, a la vez que curaban las heridas de los enfermos y los que sufren y compartían la suerte de los pequeños, de los pobres y de los últimos, distribuían el pan de la ca-ridad que sana los corazones, abre las mentes a la verdad, restituye confianza y ánimo a vidas destrozadas por la violencia, por la injusticia y por el pecado. Algunos de estos pioneros de la caridad la Iglesia los considera ya como santos y beatos: Don Guanella, D. Orione, D. Calabria, la Madre Teresa de Calcuta y otros más. También fue el siglo en el que nacieron nuevos movimientos eclesiales, y Chiara Lubich ocupa un lugar en esta constelación con un carisma que es completamente peculiar y que caracteriza su fisonomía y su acción apostólica. La fundadora del Mo-vimiento de los Focolares, con un estilo silencioso y humilde, no crea instituciones de asistencia y promoción humana, sino que se dedica a encender el fuego del amor de Dios en los corazones. Suscita personas que sean amor en sí mismas, que vivan el carisma de la unidad, de la comunión con Dios y con el prójimo; personas que difun-dan «el amor-unidad» haciendo de sí mismas, de sus casas y de su trabajo un «focolar» donde el amor arde, se hace contagioso e incendia todo lo que está a su alre-dedor. Misión ésta posible a todos porque el Evangelio está al alcance de todos: obispos y sacerdotes, chicos, jóvenes, adultos, consagrados y laicos, casados, fami-lias y comunidades, todos llamados a vivir el ideal de la unidad: «¡Que todos sean uno!». En la última entrevista que ella concedió y que apareció precisamente en los días de su agonía, Chiara afirma que «es la maravilla del amor mutuo, la linfa vital del Cuerpo místico de Cristo». Así es como el Movimiento de los Focolares se compromete a vivir al pie de la letra el Evangelio, «la revolución social más potente y eficaz» y de él surgen los movi-mientos Familias Nuevas y Humanidad Nueva, la editorial Ciudad Nueva, la ciudadela de Loppiano y otras ciudadelas de testimonio en los distintos continentes y ramas laicas, como por ejemplo los «Voluntarios de Dios». En el clima de renovación suscitado por el pontificado del beato Juan XXIII y por el Concilio Vaticano II, encontró terreno fértil su valiente apertura ecuménica y la búsqueda del diálogo entre religiones. En los años de la protesta juvenil, el Movimiento Gen llegó a miles y miles de jóvenes, los fascinó con el ideal del amor evangélico y amplió después su radio de acción con los «Jóvenes por un mundo unido». La propuesta del Evangelio sin paliativos también la quiso hacer Chiara a los niños, a los chicos, para los que fundó el movimiento «Chicos y chicas por la unidad». En Brasil, para aliviar las condiciones de los que vivían en la periferia de las metrópolis, lanzó el proyecto de una «economía de comunión en la libertad», formulando una nueva teoría y praxis económica basa-das en la fraternidad, para un desarrollo sostenible en beneficio de todos. ¡Ojalá el Señor quisiera que muchos estudiosos y operadores económicos asumieran la economía de comunión como un recurso serio para programar un nuevo orden mundial compartido! Y también otros muchos encuentros con los representantes de distintas religiones, con personas destacadas de la política y del mundo de la cultura! Mariápolis, ciudad de Maria es como quiso llamar a los encuentros y a las pro-puestas de una sociedad renovada por el amor evangélico. ¿Por qué ciudad de Ma-ría?  Porque para Chiara la Virgen es «la preciosísima llave para entrar en el Evange-lio». Y quizá precisamente por eso, fue capaz de resaltar en la Iglesia, de manera eficaz y constructiva, su «perfil mariano». Decidió confiar su obra a María dándole precisamente su nombre: Obra de María. Así la Obra −afirma Chiara− «permanecerá en la tierra como otra María: toda Evangelio, nada más que Evangelio; y puesto que es Evangelio, no morirá». Y ¿cómo no imaginar que precisamente la Virgen acompa-ñe a Chiara en su llegada a la eternidad? Queridos hermanos y hermanas, continuemos con la celebración eucarística lle-vando al altar nuestro gracias al Señor por el testimonio que nos deja esta hermana en Cristo, por sus intuiciones proféticas, que han precedido y preparado los grandes cambios de la historia y los acontecimientos extraordinarios que ha vivido la Iglesia en el siglo XX. Nuestro gracias se une al de Chiara. Considerando los muchos dones y gracias recibidos, Chiara decía que, cuando se presentase ante Dios y el Señor le preguntase su nombre, respondería sencillamente: «Mi nombre es GRACIAS. Gracias, Señor, por todo y por siempre». A nosotros, especialmente a sus hijos espirituales, les toca la misión de seguir la misión iniciada por ella. Desde el Cielo, donde nos gusta pensar que ha sido acogida por Jesús, su esposo, seguirá caminando con nosotros y ayudándonos. Hoy, al salu-darla con afecto, volvemos a escuchar de su voz esas palabras que ella tantas veces amó repetir: «Quisiera que la Obra de María, al final de los tiempos, cuando tenga que presentarse compacta delante de Jesús abandonado-resucitado, pueda repetirle – haciendo suyas las palabras que siempre me han conmovido del teólogo Jacques Leclercq: “… En tu día, Dios mío, iré hacia ti… iré hacia ti, Dios mío […] y con mi sueño más loco: llevarte el mundo entre mis brazos”». Éste es el sueño de Chiara; que sea también nuestro más ardiente deseo: «Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea». ¡Amén!

El último saludo a Chiara Lubich en San Pablo extramuros en Roma Martes 18 de marzo a las 3.00 p.m.

«He recibido con profunda conmoción la noticia de la muerte de Chiara, llegada al término de una larga y fecunda vida sellada incansablemente por su amor por Jesús Abandonado”. Así inicia el telegrama firmado por el Papa Benedicto XVI llegado esta mañana.  “En esta hora de doloroso desapego”, el Santo Padre asegura su espiritual cercanía “con afecto”, “a los familiares y a toda la Obra de María-Movimiento de los Focolares que ha tenido origen de ella, como también ha cuantos han apreciado su compromiso constante por la comunión en la Iglesia, por el diálogo ecuménico y la fraternidad entre todos los pueblos”.  El Papa agradeció al Señor “por el testimonio de su existencia gastada a la escucha de las necesidades del hombre contemporáneo en plena fidelidad a la Iglesia y al Papa”. Benedicto XVI expresó el auspicio que “cuántos la han conocido y encontrado, admirando las maravillas que Dios ha hecho a través de su ardor misionero, sigan sus huellas manteniendo vivo el Carisma”. El Papa concluyó invocando “la materna intercesión de María” e impartiendo “a todos” su bendición apostólica. El último saludo a Chiara Lubich tendrá lugar el martes 18 de marzo a las 3.00 p.m. en la Basílica Romana de San Pablo extramuros. La ceremonia será presidida por el Cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Será transmitida en directo vía internet y vía satélite. Durante toda la mañana ha habido un continuo flujo de visitas a su residencia. La capilla ardiente se abrirá hoy en la tarde, a partir de las 4.00 hasta el martes en la mañana, en el Centro Internacional del Movimiento de los Focolares en Rocca di Papa (vía Frascati 306). Será sepultada en la Capilla del Centro Internacional del Movimiento en Rocca di Papa. En Trento el alcalde Alberto Pacher ha proclamado luto en la ciudad.

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

El homenaje de miles de personas a Chiara Lubich

080315-03En un clima denso de serenidad, conmoción y oración, es continuo el flujo de personas de todas las edades que vienen a rendir homenaje a Chiara Lubich. En la capilla ardiente, preparada en la sala de encuentros del Centro Internacional de los Focolares en Rocca di Papa, Chiara se encuentra acomodada en el centro de la sala, rodeada por muchísimas flores. Detrás de ella un icono de María con el Niño Jesús, regalo del Papa Juan Pablo II.

Entre las personalidades: un testigo de los últimos 30-40 días de su vida en el Policlínico Gemelli, el Dr. Salvatore Valente, titular de la Cátedra de Neumología quien le hizo el tratamiento: “En este tiempo Chiara ha soportado, ha tolerado todos los sufrimientos con una serenidad, con una participación constructiva, verdaderamente conmovedora. Muchas veces el sufrimiento es sólo un peso doloroso. En cambio ella ha mantenido una mirada serena que me ha impresionado muchísimo. Hasta el momento del “pasaje”.

También el Card. Stanislao Rylko, Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos ha querido subir a Rocca di Papa: “He tenido varios encuentros con Chiara: el último con ocasión de las fiestas de Navidad. Pero cada encuentro con ella ha sido para mi vida un acontecimiento que ha dejado unas huellas muy profundas. Era una persona que, con su entusiasmo por las cosas de Dios, contagiaba a todos sus interlocutores”. El Cardenal ha dejado un mensaje a sus hijos espirituales: “lleven adelante esta llama del Carisma con mucha valentía: es una historia, en la Iglesia, que no se cierra, sino que se abre”. También el Subsecretario del Consejo Pontificio, Guzmán Carriquiry, vino personalmente.

Andrea Riccardi, de la Comunidad de San Egidio expresó, como fundador, una impresión personal: “Chiara me ha enseñado la dignidad del carisma, su valor, que es la cosa más preciosa que tenemos” y agregó “Chiara es de todos: es de la Iglesia, es también de la gente de otras religiones, Chiara es del mundo, porque ha sido de Jesús. Ahora que está en silencio debemos aprender a escucharla mejor y la podremos escuchar sólo si hacemos unidad entre nosotros”.

Salvatore Martínez, coordinador nacional de la Renovación Carismática italiana afirmó: “La herencia de Chiara es una herencia de amor signo de una maternidad espiritual de la cual todos nosotros laicos estamos agradecidos”. Resaltó el testimonio de esta mujer “que no se ha detenido ante los desafíos de la secularización y de los antagonismos culturales, ideológicos y religiosos”.

Permanecieron en oración ante Chiara también Frère Alois, el prior de la Comunidad de Taizé, sucesor de Fr. Roger, junto a dos hermanos. “Nosotros en Taizé –dijo Fr. Alois- damos gracias a Dios por la vida de Chiara. Es una luz para nosotros. Y esta luz permanece entre nosotros”. Y recordó “la gran estima y el gran amor que Fr. Roger sentía por ella”.

Mientras tanto siguen llegando mensajes de todo el mundo de personalidades políticas y religiosas:

El presidente de la República italiana Giorgio Napoletano define a Chiara Lubich como “una de las figuras más representativas del diálogo interreligioso e intercultural, una voz fecunda y límpida en el debate contemporáneo. Ha sabido fundar –se lee- un Movimiento entre los más extensos del mundo, en grado de confrontarse con espíritu abierto, con el mundo laico sobre la base de la supremacía de los ideales humanos de la solidaridad, la justicia y la paz entre los pueblos y naciones”.

El telegrama de la Conferencia Episcopal Italiana firmado por el Presidente Card. Bagnasco y por el Secretario General Mons. Betori, habla de la experiencia de Chiara, como de “una experiencia de comunión que enriquece la vida de la Iglesia en Italia y en el mundo”. Y recuerda “con particular reconocimiento la fuerza de su testimonio que ha propuesto un camino de fe fundado en el principio de la unidad, fuente en la Iglesia y en el mundo de itinerarios de vida bajo el signo de la plenitud de la alegría”.

Muchos los testimonios de fundadores y presidentes de Movimientos y nuevas Comunidades con los que Chiara tenía una relación muy profunda, en especial a partir de 1998 cuando Juan Pablo II los había invitado a la comunión recíproca. Citamos sólo dos:

La comunidad del Padre Benzi en las palabras del sucesor Paolo Ramonda, expresa la gratitud “por su amor por los otros Movimientos, asociaciones y nuevas comunidades para los que Chiara era una conductora incansable hacia la comunión”.

El Padre Julián Carrón, sucesor del Padre Giussani guía de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en una carta “recuerda los largos años de amistad con el Padre Giussani. Habla de su Carisma “suscitado para hacer vivo el acontecimiento cristiano como luz que sostiene la esperanza”.

«Que todos sean uno”: el testamento de Jesús

«Que todos sean uno” de «Ciudad Nueva» del 15 de diciembre de 1959 Si tienes la ventura de viajar a Tierra Santa, en primavera, entre las mil cosas que Jerusalén te ofrece para contemplar y meditar, una te impacta de manera particular, debido a lo que te recuerda, en su extrema sencillez. Resistiendo al tiempo y lavada por las intemperies de dos mil años, una larga escalera de piedra -salpicada aquí y allá por amapolas rojas como la sangre de la Pasión- se extiende casi como una cinta encrespada que desciende, límpida y solemne hacia el valle del Cedrón. Ha quedado desnuda, al descampado, enmarcada por un prado, de modo que ningún templo pudiera reemplazar con su bóveda  el cielo que la corona. Desde allí – cuenta la tradición – Jesús descendió aquella última tarde, después de la cena, cuando, “levantando los ojos al cielo» henchido de estrellas, rogó: «Padre, ha llegado la hora…” Impresiona poner los propios pies allí donde han tocado los pies de un Dios y el alma se te escapa por los ojos mirando el firmamento que los ojos de un Dios han mirado. Y la impresión puede ser tal que la meditación te deje clavada en adoración. Fue única su oración antes de morir. Y cuanto más irradia Dios este «Hijo del hombre” que tú adoras, tanto más lo sientes hombre y te enamora. Su discurso fue entendido plenamente sólo por el Padre; sin embargo lo dijo en alta voz, quizás para que a nosotros también nos llegara un eco de tanta melodía. 1943. No se sabe por qué, pero fue así: casi cada tarde, las primeras focolarinas reunidas en busca del amor de Dios, a la luz de una vela – porque la luz muchas veces faltaba – leían aquel fragmento. Era la carta magna del cristiano. Y allí, palabras que les eran desconocidas brillaron como soles en la noche: noche de un tiempo de guerra.  Jesús, durante tres años, había hablado muchas veces a los hombres: dijo palabras de Cielo, sembró en las duras cervices, anunció un programa de paz, pero ofreció Su divino patrimonio casi adaptándose a la mente de los suyos, y las parábolas dan prueba de ello. Pero ahora que no habla a la tierra, y su voz se dirige al Padre, parece no frenar su ímpetu. Es espléndido ese hombre, que es Dios, y derrama – como fuente de la que fluye la Vida Eterna – Agua que sumerge el alma del cristiano, perdida en Él, en los mares infinitos de la Trinidad bienaventurada. Es hermoso como se presenta en ese último discurso: «Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo… Cuida en Tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros». Ser uno, como Jesús es uno con el Padre: ¿pero qué significaba? No se entendía mucho, pero sí que debía ser algo grande. Fue por eso  que un día, unidas en el Nombre de Jesús, alrededor de un altar, le pedimos que nos enseñara él a vivir esta verdad. Él sabía lo que significaba y sólo él nos habría podido abrir el secreto para realizarla. «… Pero ahora voy a ti, para que su gozo sea perfecto». Por esa breve experiencia de unidad que habíamos hecho ¿acaso no habíamos experimentado una «nueva» alegría? ¿Era quizás esa de la cual habló Jesús? Es verdad que la alegría es el vestido del cristiano, y Alguien dentro de nosotros nos hacía entender que, para quien sigue a Cristo, la alegría es un deber, porque Dios ama al que da con alegría. «No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno». Una vida fascinante y nueva, por lo menos para nosotros: vivir en el mundo, que todos saben que está en antítesis con Dios, y vivir por Dios en una aventura celestial… «Conságralos en la verdad. No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.» ¿Pero qué cristianismo habíamos vivido antes, si habíamos pasado uno al lado del otro con indiferencia –cuando no con desprecio y juzgándonos- mientras que nuestro destino era fundirnos en la  unidad invocada por Cristo? Con estos acentos nos parecía que Jesús arrojaba un lazo al Cielo y nos ligaba  a nosotros, miembros dispersos en unidad – por él  – con el Padre, y en unidad entre nosotros. Y el Cuerpo místico se nos desplegaba en toda su realidad, verdad y belleza. «Como Tú, Padre, estás en mi y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros.» Como Jesús es uno con el Padre, así cada uno de nosotros habría tenido que ser uno con Jesús y, por consiguiente, uno con los otros: era un modo de vivir en el cual antes poco o nada habíamos pensado: un modo de vivir «a la Trinidad»… «Para que el mundo crea que Tú me enviaste». La conversión del mundo que nos rodeaba habría sido la consecuencia de nuestra unidad. Era tal vez por eso que, ya desde los albores del Movimiento, muchas almas volvían a Dios, sin que nosotros nos hubiéramos ocupado de convertirlas, sino sólo de mantener la unidad entre nosotros y de amarlas en Cristo. «… Yo les he dado la gloria que Tú me diste para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado….» Los hombres habrían creído en Cristo si nosotros éramos perfectos en la unidad. Por lo tanto teníamos que perfeccionarnos en esta vida. Habríamos tenido que posponer cualquier cosa a la unidad. 1943 también había sido el año de la Mystici Corporis: Cristo en el Papa Pío XII hacía escuchar la voz de su Testamento. ¿Será que Jesús, que vive en su Cabeza y en su Cuerpo, también nos empujó a nosotras a subrayar la exigencia de la unidad y a hacer así un regalo a muchos? ¡Unidad, unidad, todos uno! Tal vez en  momentos en que la idea fundamental de Cristo se estaba volviendo, deformada y empobrecida de lo divino, la idea-fuerza de la revolución atea, Dios nos la quiso subrayar en el Evangelio. No se sabe. Sólo se sabe  que el Movimiento de los Focolares tuvo ese sello inconfundible y que para nosotros nada tiene más valor que la unidad: porque formó el sujeto del Testamento de Aquel que queremos amar por sobre todas las cosas;  porque la experiencia que tenemos hasta aquí es rica y fecunda de frutos para el Reino de Dios, para Su Iglesia. «Yo les di a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos y yo también esté en ellos.» Jesús, después de haber dicho estas cosas, se dirigió con sus discípulos más allá del torrente Cedrón…

Chiara ha concluido su viaje terreno

En un clima sereno, de oración y de intensa conmoción, Chiara Lubich ha concluido a 88 años su viaje terreno hoy, 14 de marzo de 2008, a las 2, en su residencia de Rocca di Papa (Roma), donde entrada la noche había regresado por su expresa voluntad después del internamiento en el Policlínico Gemelli. Durante toda la jornada, en las horas conclusivas de su existencia, cientos de personas –parientes, estrechos colaboradores y sus hijos espirituales – han pasado para dirigirle el último saludo en la habitación, para luego detenerse en oración en la capilla del lado, permaneciendo largo rato en los alrededores de su casa. Una ininterrumpida y espontánea procesión. Con algunos Chiara intercambió algún gesto de acuerdo, a pesar de su extrema debilidad. Están llegando del mundo entero mensajes de participación y condolencia por parte de líderes religiosos, políticos, académicos y civiles, pero sobre todo de tanta gente de “su” pueblo.

Chiara Lubich regresó a su hogar, en Rocca di Papa

 Desde hace días Chiara Lubich había expresado el deseo de “regresar a casa”. Ayer en la tarde se tomó esta decisión. Desde el Policlínico Gemelli, donde estaba internada por una grave insuficiencia respiratoria, regresó a su casa en Rocca di Papa-

Como declaró el prof. Salvatore Valente, titular de la cátedra de Neumología del Policlínico: “Chiara Lubich fue trasladada a su domicilio según el deseo que ella expresó”. Y aseguró: “Sigue recibiendo todos los soportes farmacológicos y las terapias necesarias. Lamentablemente –agregó- hasta el momento ha habido respuesta alguna al tratamiento aplicado”.

marzo 2008

Esta es una maravillosa palabra de Jesús que, en cierto sentido, todo cristiano puede repetir para sí mismo y que, si la pone en práctica, está en condiciones de llevarlo muy lejos en el Santo Viaje de la vida.
Jesús, sentado junto al pozo de Jacob, en Samaría, está concluyendo su diálogo con la samaritana. Los discípulos, que vuelven de la ciudad cercana, donde fueron a comprar provisiones, se asombran de que el Maestro esté hablando con una mujer, pero ninguno le pregunta por qué lo hace y, cuando la samaritana se va, lo invitan a comer. Jesús intuye sus pensamientos y les explica el motivo de aquella conversación, respondiéndoles: “Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen”.
Los discípulos no comprenden: piensan en el alimento material y se preguntan entre ellos si, durante su ausencia, alguien le ha traído de comer al Maestro. Entonces Jesús les dice abiertamente esta frase:

“Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34)

Todos los días tenemos necesidad de alimento para mantenernos con vida. Jesús no lo niega. Y aquí habla precisamente de su necesidad natural, pero lo hace para afirmar la existencia y la exigencia de otro alimento, de un alimento más importante, del cual él no puede prescindir.
Jesús bajó del Cielo para hacer la voluntad de aquel que lo envió a llevar  a cabo su obra. No tiene ideas o proyectos suyos más que los del Padre. Las palabras que pronuncia, las obras que realiza, son las del Padre. No hace su  propia voluntad sino la de aquel que lo ha enviado. Esa es la vida de Jesús. Realizarla es lo que sacia su hambre. Al hacer su voluntad, se alimenta.
La adhesión plena a la voluntad del Padre es lo que caracteriza su vida, hasta la muerte de cruz, donde verdaderamente habrá llevado a cabo en plenitud la obra que el Padre le había confiado.

“Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34)

Jesús considera la voluntad del Padre como su alimento, porque al actuarla, “asimilarla”, “comerla”, al identificarse con ella, recibe de ella la Vida.
Pero ¿cuál es la voluntad del Padre, esa obra suya que Jesús tiene que llevar a cabo? Es procurarle al hombre la salvación, darle la Vida que no muere.
Pues bien, un momento antes, con su conversación y su amor, Jesús le acababa de comunicar a la samaritana un germen de esa Vida. En efecto, los discípulos podrán ver muy pronto cómo esa Vida brota y se extiende, porque la samaritana comunicará la riqueza descubierta y recibida a otros samaritanos: “Vengan a ver a un hombre que… ¿No será el Mesías?”1.
Jesús, hablándole a la samaritana, revela el plan de Dios, que es Padre: que todos los hombres reciban el don de su vida. Esa es la obra que a Jesús le apremia llevar a cabo, para confiarla luego a sus discípulos, a la Iglesia.

“Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34)

¿Podemos nosotros vivir esta Palabra tan típica de Jesús, que refleja de modo tan particular su ser, su misión, su celo? Por cierto: será necesario que vivamos también nosotros nuestro ser hijos del Padre por la vida que Cristo nos ha comunicado, y alimentar así nuestra vida con su voluntad.
Lo podemos hacer llevando a cabo lo que él quiere de nosotros a cada momento de manera perfecta, como si no tuviéramos otra cosa que hacer. En efecto, Dios no quiere más que eso.
Alimentémonos, entonces, de lo que Dios nos pide en cada instante y experimentaremos que esta manera de actuar nos sacia: nos da paz, alegría, felicidad, nos da un anticipo –y no es exagerado decirlo– de la felicidad eterna.
Así contribuiremos también nosotros, con Jesús, a que se realice día a día la obra del Padre. Será la mejor manera de vivir la Pascua.

Chiara Lubich

1) Evangelio de Juan 4, 29.

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

La fuerza transformadora de la Palabra de Dios

El mensaje evangélico se puede convertir en “fuerza transformadora y humanizadora en áreas de crisis”. Quienes dan testimonio de ello son algunos de los Obispos provenientes de todo el mundo reunidos desde el domingo pasado, 24 de febrero, hasta el viernes 29, en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo. De hecho, alrededor de 90 entre Obispos y Cardenales, de 42 naciones, participaron en el 32º Congreso internacional de los Obispos amigos del Movimiento de los Focolares que este año tiene como tema: “La Palabra está viva: personas, ambientes, estructuras que se transforman”. El miércoles pasado, después de haber participado en la Audiencia general del Papa, algunos Obispos, en representación de las diversas áreas geográficas, intervinieron en una rueda de prensa en la sede de la Federación de Prensa italiana. Tomando la palabra el Cardenal Ennio Antonelli, Arzobispo de Florencia, dijo que “en los muchos testimonios hemos podido constatar como la Palabra renueva la vida de las familias, de los jóvenes, de las parroquias, una renovación profunda en la comunión”. “Se ha reforzado en nosotros la convicción de que el testimonio de la Palabra de Dios, escuchada, vivida, encarnada en la vida, el intercambio de experiencias suscitado por la Palabra es un camino importantísimo para la evangelización hoy”. “La gente no sólo quiere escuchar hablar de Jesús, quiere verlo –como escribió Juan Pablo II en la Novo Millennio Ineunte-. Y los Movimientos de algún modo lo hacen ‘ver’, hacen palpar la presencia del Señor, la potencia de su palabra que es creadora de vida nueva”. Por su parte, el Arzobispo de Palmas (Brasil), Mons. Alberto Taveira Corrêa, puso de relieve la importancia del diálogo y de las sectas, subrayando que en este frente “el compromiso es doble: formar a los cristianos a la vida del Evangelio y crear relaciones también con las personas que participan en estos grupos, tratando de establecer un diálogo”. El Arzobispo emérito de Bamenda (Camerún), monseñor Paul Verzekov, dio testimonio del compromiso de la Iglesia en el difícil trabajo de reconciliación, tanto que “en nada menos que 4 países (Togo, Benín, Congo y República Democrática de Congo), a petición del pueblo, y con la autorización de la Santa Sede, las comisiones nacionales para la mediación y reconciliación, están presididas por Obispos católicos, sin ninguna intención de sustituir a los gobiernos”. Mons. Verzekov se refirió después a la acción pacificadora de Movimientos y Comunidades, como la Comunidad de San Egidio en Mozambique y la que lleva adelante el Movimiento de los Focolares, difundido en todo el continente, gracias al “compromiso de vivir el Evangelio en la vida cotidiana”.  A este punto citó la vasta acción de evangelización que llevan adelante los mismos jefes de las tribus en Fontem y otras aldeas, involucrando al pueblo y habló de los frutos de reconciliación y de convivencia pacífica que se encuentran en estas áreas de su país. De la grave situación política y religiosa que atraviesa Líbano habló el Obispo maronita de Baalbek, Mons. Simón Atallah, quien dijo que “mientras que, precisamente los jóvenes habían creído que eran las armas las que abrirían caminos de esperanza para el país, ahora estos mismos jóvenes, musulmanes y cristianos, están descubriendo que la verdadera fuerza está sobre todo en la religión. Se han dado cuenta de que no hay esperanza ni en las armas ni en la política”. “Lo importante –dijo- es acompañar a la gente a leer a la luz de la Palabra los acontecimientos, a saber encontrar en la religión no odio hacia el otro, sino amor por el otro”. Sucesivamente habló del redescubrimiento del Evangelio y del Corán, de encuentros de jóvenes de las dos religiones y citó el Movimiento “Expectativas de juventud” que reúne a cristianos y musulmanes con encuentros de más de 1000 jóvenes: “Juntos leen las palabras del Evangelio y del Corán sobre la solidaridad, la fraternidad, el amor al prójimo”. Sobre la creciente persecución de los cristianos en la India y en especial en el Estado de Orissa, el Arzobispo de Delhi, Mons. Vincent Michael Concessao, dijo que “no podemos culpar a los hindúes, sino sólo a ciertas fuerzas violentas, que por otro lado están presentes en todas las religiones. Lamentablemente los partidos políticos están usando las religiones y estos grupos para sus fines”.  “Se están obstaculizando las conversiones, porque se cree que tienen lugar mediante la fuerza o a través de incentivos deshonestos ¬–continuó- Hemos discutido este problema en las conferencias episcopales y estamos tratando de entender cómo responder”. “En éste contexto, participar en este encuentro de Obispos, refuerza en mí la convicción que la respuesta a todos los problemas es el amor, es la fuerza más potente, porque es participación a la vida misma de Dios que es amor”. Y “estas atrocidades contra los cristianos ¬–agregó- son una nueva oportunidad de dar testimonio del amor cristiano, del amor a los enemigos”. De esperanza habló el Cardenal Miloslav Vlk, Arzobispo de Praga y moderador del Congreso: “”Para mí estos encuentros son un refuerzo en la esperanza, sobre todo abren un horizonte mundial y ya se entrevé realizado cuanto está escrito en el Apocalipsis: “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas. Ya aparecen los nuevos brotes, ¿no los ven?”. Después el Cardenal dio testimonio de esta esperanza, hablando de los años, del ’52 en adelante, cuando una vez concluidos los exámenes de bachillerato, vio que se le cerraban todas las posibilidades por no formar parte de la juventud comunista, y de cómo se sintió iluminado por la Palabra: “Sométanse a la potente mano de Dios, para que los ensalce en el tiempo oportuno”. A partir de entonces muchas puertas se han abierto: “La Palabra de Dios se realiza siempre. Ésta es mi gran experiencia, es más, es la seguridad que me ha acompañado toda mi vida”, concluyó. De la Agencia ZENIT del 28 de febrero de 2008

Un espíritu nuevo en la escuela, gracias al dado del amor…

Trabajo como profesor de inglés en una escuela del Cairo: la mayoría de los estudiantes son musulmanes, de familias muy ricas. Empecé a dar clases cuado se acercaba el mes del Ramadán. Como primera actividad en mis dos nuevos salones de clase, propuse que hiciéramos una decoración típica de este período. Los otros profesores, en su mayoría musulmanes, quedaron impresionados, porque sabían que era cristiano; en clase se creó enseguida, con este pequeño gesto, un bellísimo clima de amistad entre todos y decorando juntos el aula, empezaron a entender que la norma más importante habría sido aprender a querernos entre todos. El mejor examen de la clase – Había en la clase un niño que sufría de autismo: a menudo estaba ausente con el pensamiento, tenía dificultades de integración. A pesar de sus 10 años no lograba escribir, y hacía falta repetirle muchas veces cada cosa. La madre, angustiada, ya no sabía qué hacer, ya que no encontraba una escuela que se hiciera cargo de su caso. Yo trataba de quedarme con él durante el recreo, para jugar, hablar, animarlo a estudiar más en casa. Un día él, normalmente muy serio y poco expresivo, entrando en el aula me abrazó diciendo “¿te quiero Mister!”. Durante el examen del primer semestre vi que tomaba el lápiz y que escribía con rapidez y correctamente las respuestas de cada ejercicio. ¡Fue el mejor examen de la clase! Estudiantes, padres de familia, colegas: todos involucrados en la ‘competencia’ – Cada uno de los estudiantes, sintiéndose particularmente amado, para corresponder a este amor se esforzaba en aprender cada lección, haciendo las tareas lo mejor posible y trayendo trabajos complementarios por iniciativa propia. En la clase, cuando alguno terminaba primero los ejercicios, se ofrecía para ayudar a quien tenía más dificultades, creando una “competencia” de amor entre todos. Recibí muchas cartas y llamadas telefónicas por parte de los padres, que agradecían por cómo cuidaba a sus hijos y me confiaban también sus problemas personales. A menudo también los profesores venían a buscarme durante el intervalo para pedirme consejos sobre mi método pedagógico, se abrió así, con cada uno, un profundo diálogo. Al final del año, una noticia sorprendente – La premiación de la escuela me designa como el “profesor del año” por “el espíritu nuevo que ha dado nueva luz a la enseñanza” y que ahora tantos de los profesores están interesados en conocer e imitar. Un ulterior paso: como norma de las dos clases he introducido el “dado del amor”: cada mañana se tira y un alumno a la vez explica (en inglés) cómo poner en práctica la regla del día. Después, en el examen semanal, los estudiantes deben escribir sus experiencias de cómo han puesto en práctica las varias normas del dado. Un día entro en la clase y encuentro 22 cartas sobre mi escritorio: son 22 bellísimas experiencias que, por iniciativa de ellos, quisieron comunicarme: ser los primeros en amar, amar a todos, amar al enemigo… y esto durante las clases, durante el recreo, en el autobús para regresar a casa… Las llevo enseguida al director de la escuela. Al final de la mañana todos los docentes son convocados a una reunión fuera de programa: “Esta escuela tiene necesidad de un espíritu nuevo – nos dice el director – y este dado es la respuesta apropiada. A partir del próximo semestre introduciremos la pedagogía del dado del amor en todas las clases”. Todas las mañanas los profesores entran con el dado bajo el brazo, presentando a todos los estudiantes el “arte de amar”. El clima de la escuela está cambiando, no sólo entre los muchachos, pero también entre los profesores y en la relación entre la dirección y el cuerpo docente. (B. S. – Egipto)

Febrero 2008

Jesús, rodeado por la multitud, sube a la montaña y proclama su célebre discurso. Sus primeras palabras, “Felices los que tienen alma de pobres, los pacientes…”, muestran enseguida la novedad del mensaje que ha venido a traer.

Son palabras de luz, de esperanza que Jesús trasmite a sus discípulos para que sean iluminados y su vida adquiera sabor y significado. Transformados por este gran mensaje, son invitados a trasmitir a su vez a otros las enseñanzas recibidas y convertidas en vida.

“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”

Nuestra sociedad necesita, hoy más que nunca, conocer las palabras del Evangelio y dejarse transformar por ellas. Jesús tiene que poder repetir nuevamente: nos se irriten con sus hermanos; perdonen y se les perdonará; digan la verdad a tal punto que no tengan necesidad de hacer juramentos; amen a sus enemigos; reconozcan que tienen un solo Padre y que son todos hermanos y hermanas; todo lo que quieran que los demás hagan por ustedes, háganlo ustedes por ellos. Éste es el sentido de algunas de las muchas palabras del “Sermón de la Montaña” que, si se las viviese, bastarían para cambiar el mundo.

Jesús nos invita a anunciar su Evangelio. Sin embargo, antes de “enseñar” sus palabras, nos pide “observarlas”. Para ser creíbles debemos convertirnos en “expertos” del Evangelio, un “Evangelio vivo”. Sólo entonces podremos ser testimonios con la vida y enseñarlo con la palabra.

“El que cumpla y enseñe (estos mandamientos), será considerado grande en el Reino de los Cielos”

¿Cuál es la mejor manera de vivir esta Palabra? Hacer que Jesús mismo sea quien nos enseñe, atrayéndolo a nosotros y entre nosotros con nuestro amor recíproco. Él será quien nos sugiera las palabras para acercarnos a los demás, quien nos indique el camino, quien nos abra resquicios para entrar en el corazón de los hermanos, para dar testimonio de él en cualquier lugar que estemos, aún en los ambientes más difíciles y en las situaciones más intrincadas. Veremos que el mundo, esa pequeña parte de mundo donde vivimos, se transforma, se convierte a la concordia, a la comprensión, a la paz.

Lo importante es tener viva su presencia entre nosotros con nuestro amor recíproco, ser dóciles para escuchar de su voz, la voz de la conciencia, que, si sabemos hacer callar a las demás, siempre nos habla.

Él nos enseñará cómo observar con alegría y creatividad incluso los preceptos “mínimos”, para cincelar así con perfección nuestra vida de unidad. Que se pueda repetir de nosotros, como un día se decía de los primeros cristianos: “Mira cómo se aman, y están dispuestos a morir el uno por el otro” (1). De cómo nuestras relaciones son renovadas por el amor se podrá ver que el Evangelio es capaz de generar una sociedad nueva.

No podemos guardar sólo para nosotros el don recibido. “¡Ay de mí, si no predicara el Evangelio!”, estamos llamados a repetir con San Pablo (2). Si nos dejamos guiar por la voz interior, descubriremos nuevas posibilidades de comunicar, hablando, escribiendo, dialogando. Que el Evangelio vuelva a brillar a través de nuestras personas, en nuestras casas, en nuestras ciudades, en nuestros países. Florecerá también en nosotros una nueva vida; en nuestros corazones crecerá la alegría; resplandecerá mejor el Resucitado… y él nos considerará “grandes en su Reino”.

La vida de Ginetta Calliari es una muestra excelente de esto. Habiendo llegado a Brasil en 1959, con el primer grupo de los Focolares, quedó impactada al encontrarse bruscamente con las graves desigualdades de ese país. Entonces puso todo su empeño en el amor recíproco, viviendo las palabras de Jesús: “Él nos abrirá el camino”, decía. Con el paso del tiempo, junto a ella se desarrolló y consolidó una comunidad que hoy alcanza a centenares de miles de personas de toda condición y edad, entre habitantes de las favelas y miembros de clases acomodadas, que se ponen al servicio de los más pobres. Es así como se han podido concretar obras sociales que le han cambiado la cara a favelas en distintas ciudades. Un  pequeño “pueblo” unido que sigue mostrando que el Evangelio es verdadero. Esa es la dote que Ginetta se llevó consigo cuando partió para el Cielo.

Chiara Lubich

1) Tertuliano, Apologeticum, 39, 7; 2) Cf. 1 Cor. 9, 16.

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Del diálogo de la vida al diálogo de la cultura

Dar una respuesta a la exigencia de “sabiduría”, que emerge del mundo académico y entre la gente, en una sociedad que está llegando al límite, ante una cultura dominada por la ciencia y la tecnología. Es éste el objetivo que inspira la colaboración que se prospecta entre la Liverpool Hope University y el Movimiento de los Focolares, en especial con el naciente Instituto Universitario Sophia que iniciará su actividad en Loppiano, en las cercanías de Florencia, el próximo otoño. Al respecto habla el prof. Gerald John Pillay, rector anglicano de la Universidad inglesa, la única en Europa de fundación ecuménica, en una entrevista concedida a la revista New City. Es una respuesta inmediata a una propuesta lanzada por Chiara Lubich en el mensaje dirigido a la Universidad con ocasión de la entrega del Doctorado h.c. en Teología (Divinity). El Ateneo inglés quiso reconocer el aporte dado por Chiara Lubich “A la vida de la Iglesia, a la paz y a la armonía de la sociedad, a la unificación de los cristianos de diversas denominaciones, al diálogo y a la comprensión entre las religiones”. Este reconocimiento ha sido la ocasión para profundizar el conocimiento recíproco entre la Universidad inglesa y el Movimiento de los Focolares. Chiara Lubich, en el mensaje leído el 23 de enero, durante el curso de una ceremonia pública en Liverpool, se dijo “profundamente impresionada” por la comunión de ideales caracterizados por la unidad, y auspició el inicio de una colaboración, en la que entreveía una esperanza para el futuro. La Hope University – que cuenta con más de 7000 estudiantes de varios países – quiere ser, de hecho, “una comunidad académica” inspirada en los valores cristianos, “un signo de esperanza” abierto a otros credos, comprometido con la promoción de la armonía religiosa y social, en la “vida educativa, religiosa, cultural y económica”. La colaboración prevista por el prof. Pillay – quien al inicio de enero quiso ir, con una delegación de la Universidad, a Rocca di Papa (Roma), para entregar personalmente a Chiara el doctorado h.c. – es un proyecto todavía en fase de definición. A partir de ese encuentro han nacido las primera ideas, como afirma el rector en una entrevista concedida seguidamente a la revista New City: “Ya en los escritos de Chiara, que había profundizado con ocasión de este reconocimiento, había encontrado el sentido de la unidad y la centralidad de la fe en un modo muy estimulante e interior. Cuando nos encontramos en Roma, quedé muy impresionado por la gran sinergia entre la visión del Focolar y la Fundación Hope. Quisiéramos precisar caminos de colaboración sea entre los docentes que con los estudiantes, de modo que puedan acceder fácilmente a los programas de Hope y a los de Sophia. Aquí hay una posibilidad realmente fascinante”. En tanto representantes de la Hope University estarán presentes durante la inauguración del Instituto Universitario Sophia, una ocasión para preparar el proyecto. Ya un docente de economía del Movimiento de los Focolares ha sido invitado a intervenir, en junio próximo, en el evento Great Hope, una semana de iniciativas para jóvenes futuros líderes de varios países del mundo, promovido por la Universidad inglesa en este año en el que Liverpool es la capital europea de la cultura. Que es la Liverpool Hope University – Es una institución académica que ofrece un amplio espectro de disciplinas. Acoge a 7000 estudiantes, provenientes de Gran Bretaña y de otros países.  Es una de las Universidades más recientes, pero tiene a sus espaldas una tradición de alta formación cultural de más de 150 años. La Universidad nació en el 2005, de la fusión de dos antiguos collage, uno anglicano y otro católico, a los que se unió un tercero, también católico, dando vida en 1980 a una federación ecuménica. Sobre esta base es que se desarrolla la Liverpool Hope University, sostenida por los obispos de Liverpool, Derek Worlock (católico) y David Sheppard (anglicano), ambos activamente comprometidos en el diálogo ecuménico: su lema ha sido “mejor juntos”. Ambos ven en esta nueva iniciativa cultural “un signo de esperanza”.

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Inicia el Instituto Universitario «Sophia» del Movimiento de los Focolares

El Instituto Universitario “Sophia”, nace de la intuición de la fundadora y presidente del Movimiento de los Focolares (Obra de María), Chiara Lubich. Promovido por ella y por un grupo internacional de docentes, fue erigido oficialmente por la Santa Sede mediante decreto del 7 de diciembre de 2007. Sede – El Instituto tendrá su sede en Loppiano, ciudadela del Movimiento, en Incisa in Valdarno (Florencia). A partir del curso 2008/2009 ofrecerá una especialización de dos años de duración (Master) en “Fundamentos y perspectivas de una cultura de la unidad”. En esta fase inicial contará cada año con 50 estudiantes. Más adelante se podrá cursar el correspondiente doctorado. Qué ofrece – Durante el primer año del Master se impartirán cursos comunes en cuatro áreas fundamentales: teología, filosofía, ciencias del vivir social y racionalidad lógico-científica. En el segundo año, el estudiante podrá elegir entre las enseñanzas específicas según las vertientes filosófico-teológica o político-económica. Características – Se trata de un laboratorio académico de formación, estudio e investigación con una fuerte relación a la luz del Evangelio; una ocasión innovadora de crecimiento humano y cultural, que conjuga estudio y experiencia dentro de una comunidad de vida y pensamiento, en la que la relación entre las personas es la base de la relación entre las disciplinas. El estudio, la investigación y las clases se orientan a instaurar un diálogo constante entre los docentes y entre los estudiantes y los docentes. La consecuencia que se deriva es un tipo de enseñanza con distintas perspectivas por parte de los profesores y la activa y personal aportación de los estudiantes en la búsqueda común. Las clases teóricas estarán integradas con prácticas, visitas guiadas, encuentros con testigos privilegiados, períodos de aprendizaje o stages en varios ámbitos, en particular en puestos de compromiso profesional, cultural y social que son expresión de una “cultura de la unidad”, como, por ejemplo, las empresas de la “Economía de Comunión”. También están previstos encuentros con realidades civiles y eclesiales, con comunidades de distintas tradiciones cristianas, con exponentes de varias religiones y con representantes de las expresiones multiformes de la cultura contemporánea. Objetivo – El curso tratará de otorgar una sólida capacidad cultural, de carácter humanístico y antropológico, dando valor a los conocimientos universitarios adquiridos con anterioridad en las distintas disciplinas y promoviendo su integración con aptitudes nuevas y específicas de signo interdisciplinario, intercultural, relacional. El objetivo del Instituto es formar líderes y académicos, preparados para afrontar el complejo mundo de hoy, con un bagaje de capacidades intelectuales y competencias interdisciplinares, interculturales y relacionales. Cuerpo docente – El Presidente del Instituto es Piero Coda, actualmente Profesor titular de Teología sistemática en la Universidad Pontificia Lateranense di Roma y presidente de la Asociación Teológica Italiana; entre los profesores residentes que desarrollarán actividades de enseñanza y de investigación sobre las principales disciplinas, se encuentran Antonio Maria Baggio, Profesor asociado de Ética social en la Universidad Pontificia Gregoriana; Luigino Bruni, Profesor asociado de Economía Política en la Universidad de Milano-Bicocca; Judith Povilus, Profesora de Matemáticas en la De Paul University de Chicago y coordinadora del grupo internacional de investigación Mathzero en el campo de la lógica formal; Sergio Rondinara, Profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma y de Ética ambiental en la Universidad Pontificia Gregoriana; Gerard Rossé, Profesor de Exégesis del Nuevo Testamento en el Instituto Mystici Corporis de Loppiano (Italia) y en el Ecole de la foi de Friburgo (Suiza). Decreto pontificio – El decreto de erección fue firmado por el Card. Zenón Grocholewski, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica que, en la carta de acompañamiento a Chiara Lubich, subraya la novedad del Instituto “que ahonda sus raíces en la espiritualidad de la unidad y en las ricas experiencias del Movimiento”, expresando sus mejores deseos para “este importante proyecto bien enraizado en la tradición académica, pero, al mismo tiempo, audaz y con perspectivas”. Sobre este nuevo Instituto académico se ha pronunciado también el Cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, con motivo de un encuentro con los sacerdotes diocesanos focolarinos (Centro Mariápolis de Castelgandolfo, 15.01.2008), definiéndolo “un don para la Iglesia y para la sociedad de nuestro tiempo”. Ha destacado sus “objetivos de comunión”, en particular el carácter marcadamente interdisciplinario, la influencia sobre la “formación de los líderes”, y las perspectivas de incidir en los campos más variados: “político, económico, científico y filosófico”.

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Card. Bertone: La comunión, base de la Iglesia

Un diálogo intenso, espontáneo, profundo, ha marcado el encuentro del Card. Tarcisio Bertone, con más de 600 sacerdotes diocesanos focolarinos, procedentes de 54 naciones en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo. Era la primera vez que, como Secretario de Estado, el Cardenal hacía una visita al Movimiento de los Focolares, en este centro internacional. Había sido invitado para un diálogo con los sacerdotes, reunidos para su encuentro anual. El Cardenal escuchó los testimonios de algunos “focolares sacerdotales” sobre los efectos que el “carisma de la unidad” vivido provoca en distintos contextos eclesiales y socio-culturales: en Irlanda donde, en un panorama de cresciente secularización, se injerta una relación renovada con el obispo y los demás sacerdotes, un fuerte compromiso en las universidades, en el campo ecuménico e interreligioso, una presencia eficaz en el mundo de los medios de comunicación; en Suiza, el testimonio de unidad hace que la vida en común entre sacerdotes se convierta en punto de referencia para varios presbíteros y antídoto para la crisis de vocaciones, así como causa de crecimiento en la asistencia dominical; la colaboración entre sacerdotes y laicos animados por la espiritualidad de comunión en Ascoli Piceno (Italia), infunde una nueva vida en la ciudad como sucedió durante el pasado mes de octubre cuando, con motivo de un evento promovido por los jóvenes de los Focolares, se logró involucrar a las instituciones civiles y a la ciudadanía. Sacerdotes de distintas partes del mundo, hicieron seis preguntas al Secretario de Estado: sobre la actuación del magisterio de Benedicto XVI, los desafíos de la Iglesia en el mundo de hoy, sobre las “lagunas” existentes en las comunidades eclesiales, así como sobre la prioridad en las elecciones pastorales. Y, luego, el papel de los Movimientos eclesiales, la realización de la “Iglesia-comunión”, la formación en los seminarios, la ayuda a los sacerdotes en dificultad. Y finalmente, sobre la relación personal, cotidiana, del Cardenal con el Papa. «La irrelevancia de la fe» y «el aislamiento y la soledad». Estos son los dos mayores desafíos que se encuentran los cristianos hoy. El Cardenal recordó una reflexión del entonces Card. Ratzinger, publicada en un reciente libro, en la que afirma que «la prueba extrema de la soledad incomunicable es el infierno». «Y esto dice que la soledad nosotros la comenzamos aquí y, por lo tanto, el infierno lo comenzamos aquí». Indicó dos citas. Sartre: “Los demás son para mí el infierno”. Gabriel Marcel: “Los demás son para mí el cielo”. Y añadió: «Entonces, el cielo, el paraíso lo comenzamos aquí con la espiritualidad de comunión, con el carisma de comunión. Lo contrario de la soledad». Como contestación al relativismo, «no hay que cansarse de buscar la verdad y los testigos de la verdad». Una pregunta personal: «Usted es un ilustre hijo de San Juan Bosco. ¿En qué modo esta ‘filiación carismática’ le ayuda en su actual ministerio?». «El carisma salesiano me ha ayudado siempre en mi vida, desde que era un muchacho» – ha respondido. «Después entré en la congregación, asimilé un poco este espíritu de familia, la capacidad de escucha y de acogida, de convivencia y de confidencia…». A propósito de la presencia de los Movimientos eclesiales: «Los Movimientos tienen ciudadanía plena en la Iglesia. Su presencia, viva, eficaz, transformante, suscita atención incluso entre los no cristianos». Dirigiendo una mirada a los carismas antiguos y nuevos: «El Señor sigue siendo creativo; la creación está presente en el universo, en el cosmos…, está presente, sobre todo, gracias a la acción del Espíritu». E invitó a que se «incremente el espíritu y la praxis de la comunión entre nuevos carismas e institutos históricos». El Secretario de Estado envió un «saludo calurosísimo» a Chiara Lubich, después de haber reconocido el papel fundamental de los fundadores en la vida de la Iglesia.

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“ColoreAmos la ciudad”: en todos los continentes una acción de los Muchachos por la Unidad

El programa es comprometedor: la “conquista” de la ciudad. Desde hace algunos años los Muchachos por la Unidad, han decidido arremangarse las mangas, en sus propias ciudades, donde, como sabemos, se juega el reto de la convivencia humana. El lema está hecho con dos palabras en una: “ColoreAmos”. El campo de acción mantiene una preferencia: los rincones más grises de ciudades y pueblos.  El objetivo: colorear con la fantasía del amor, en los cinco continentes, con un método que se expresa con el lema think globally, act locally ya que precisamente es lo que hace, pensar globalmente y actuar localmente, como exige la sociedad de hoy. En Milán los muchachos ponen en la mira un campo Rom . En Ruanda los objetivos son un instituto para niños huérfanos, el reparto de pediatría de un hospital, los enfermos de SIDA. En California, en una escuela donde hay un clima muy racista, fundan un club para difundir la cultura del respeto de la diversidad. En India, juntos, muchachos cristianos e hindúes ayudan a sus coetáneos con discapacidades. Pero pongamos el lente en lo ocurrido a un grupo de muchachos de África que decidieron ir a visitar a las detenidas en la cárcel de Iringa, en Tanzania: «La primera dificultad era convencer a los vigilantes de que nos dejaran entrar. La segunda era lograr llevar los regalos que habíamos puesto en común: fruta, sal, jabón… pero también la ‘Palabra de Vida”, nuestras experiencias y canciones. Caminamos tres kilómetros antes de llegar frente a los militares que custodiaban la entrada. Estaban armados y en sus rostros ¡ni la sombra de una sonrisa!  Recordándonos de que también en ellos debíamos reconocer el rostro de Jesús los saludamos, sonriendo nosotros primero. “¡No todos pueden entrar! Y los que elegiremos de entre ustedes, de todas formas no podrán cantar allá dentro”.  En cambio nos permitieron llevar nuestros regalos. Con las reclusas leímos la Palabra de vida y testimoniamos cómo ella cambió nuestra existencia. Mientras hablábamos del amor de Dios que es para todos y que también nosotros podemos corresponder, los guardias nos escuchaban en silencio. Al final la alegría de las prisioneras estalló en cantos y danzas: era su modo para agradecernos. El personal de vigilancia, sin palabras, se preguntaba: “¿Pero quiénes son estos muchachos?” Regresamos a casa felices con fuerzas nuevas para seguir coloreando la ciudad».

Un gran designio sostiene la familia

Cuando Dios creó el género humano plasmó una familia. Cuando el Autor sagrado quiso manifestar el ardor y la fidelidad del amor de Dios hacia el pueblo elegido, se sirvió de símbolos o analogías familiares. Cuando Jesús se encarnó, se rodeó de una familia y cuando comenzó su misión en Caná, estaba en las bodas de una nueva familia. Son sencillas constataciones que revelan lo importante y valiosa que es la familia en el pensamiento de Dios. Él no solo le ha dado una gran dignidad, sino que ha querido que sea “a Su imagen”, entrelazándola con el misterio de Su misma vida, que es Unidad y Trinidad de Amor. Por lo tanto, un gran designio sostiene la familia y la pone tras las huellas de la Santa Familia de Nazaret. La familia, lugar de un amor que va y vuelve, de comunión, de fecundidad y ternura, es signo, símbolo y tipo de cualquier otra forma de humanidad asociada. No es retórico afirmar que la familia es el primer bien social. En la gratuidad cotidiana que da sentido y valor a sus funciones de generación y educación, la familia introduce en el tejido social ese bien insustituible que es el capital humano, poniéndose de esa manera come recurso eficaz de la humanidad. Pero no solo esto. La familia sabe abrir casa y corazón a los dramas que sufre la sociedad y sabe llevar el calor familiar allí donde las estructuras e instituciones, aun con toda la buena voluntad, no pueden llegar. Pero si es grande su designio, igualmente grande tiene que ser el compromiso para llevarlo a cabo. Hoy, más que nunca, vemos que la familia manifiesta al mundo su fragilidad. Vemos esposos que, ante las primeras dificultades de la vida en pareja, dejan de creer en el amor que se tenían. Vemos hijos que, privados de la cercanía de unos padres unidos, encuentran dificultad para alzar el vuelo hacia un futuro comprometido. Vemos ancianos que, alejados del núcleo familiar, han perdido su ciudadanía y su identidad. Hoy más que nunca la familia tiene que ser amada, protegida y sostenida. Es necesario, no dejar de acudir nunca, al designio originario de la familia, que la ve unida caen un ‘para siempre’ que la consolida y la realiza. Es necesario llenar de significado la vivencia familiar con una espiritualidad de comunión, inherente a la familia, pequeña comunidad de amor. Son necesarias corrientes de opinión fundadas sobre los valores, y políticas familiares adecuadas. Este es el ardiente deseo que pongo en las manos de María Santísima, sede de la sabiduría y ama de casa, para el bien de la familia hoy y para la realización de toda la familia humana.   Chiara Lubich

En Madrid, la belleza de la familia

“Las expectativas y las esperanzas de los últimos días se han viso ampliamente superadas. Toda la celebración se ha desarrollado en un clima de profunda comunión y de alegría. Cada intervención ponía de relieve la difícil realidad en la que la familia vive hoy y, al mismo tiempo, se veía la esperanza, la fuerza, que tiene la vida de la ‘familia cristiana’ para la Iglesia y como fundamento de la sociedad”. Así escriben desde Madrid algunos miembros del Movimiento de los Focolares que han participado activamente en la preparación de este acontecimiento junto a los Neocateumenales, San Egidio, Carismáticos, Comunión y Liberación, y otros Movimientos, en comunión con las diócesis españolas. Un acontecimiento que ha superado cualquier expectativa, también por la participación que ha alcanzado el millón y medio de personas. Las intervenciones de 5 fundadores y presidentes estas realidades eclesiales, el mensaje de Chiara Lubich, los testimonios de las familias han exaltado la belleza de la familia unida, en la que cada generación da su específica e indispensable aportación: desde los niños – numerosísimos –, a los jóvenes, a los adultos de todas las vocaciones, a los abuelos, que mostraban el valor de la fidelidad. “Impactante” el momento de conexión en directo con el Papa durante el Angelus en la Plaza de S. Pedro: un nuevo y vivo aliento para que las familias “inspirándose en el amor de Cristo por los hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia”.

Enero 2008

La “Semana de oración por la unidad de los cristianos” celebra este año su centenario. “El Octavario de oración por la unidad de los cristianos” tuvo lugar por primera vez en 1908. Sesenta años más tarde, en 1968, la Semana de oración por la unidad de los cristianos fue preparada conjuntamente por la Comisión Fe y Constitución (Consejo Ecuménico de Iglesias) y el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos (Iglesia católica). Es así como cada año es de práctica común encontrarse juntos, cristianos católicos y de distintas Iglesias, para preparar un libreto con las sugerencias para la celebración de la Semana de oración.

La Palabra elegida este año por un amplio grupo ecuménico de Estados Unidos, ha sido tomada de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica, en Grecia. Se trataba de una comunidad pequeña, joven, y Pablo sentía la necesidad de que la unidad entre sus miembros fuera cada vez más sólida. Por eso los invitaba a “vivir en paz unos con otros” y a ser pacientes con todos, a no devolver mal por mal, sino a hacer el bien unos a otros y a todos, y también a “orar sin cesar”, como subrayando que la vida de unidad en la comunidad cristiana es posible únicamente a través de una vida de oración. Jesús mismo oró al Padre por la unidad de los suyos: “que todos sean una sola cosa”1.

“Oren sin cesar”

¿Por qué “orar sin cesar”? Porque la oración hace a la esencia de la persona en cuanto ser humano. Hemos sido creados a imagen de Dios, como un “tú” de Dios, en condiciones de estar en relación de comunión con él. La relación de amistad, el coloquio espontáneo, simple y verdadero con él –que es la oración– es por eso constitutivo de nuestro ser, hace posible que lleguemos a ser personas auténticas, en la plena dignidad de hijos e hijas de Dios.

Creados como un “tú” de Dios, podemos vivir en constante relación con él, con el corazón colmado de amor por el Espíritu Santo y la confianza que se le tiene al propio Padre: esa confianza que lleva a hablarle a menudo, a tenerlo al tanto de todas nuestras cosas, nuestras preocupaciones, nuestros proyectos; esa relación confidencial que hace que uno espere con impaciencia el momento dedicado a la oración – reservado en la jornada de otros compromisos de trabajo, de familia–, para ponernos en contacto profundo con Aquel por el que sabemos que somos amados.

Es necesario “orar sin cesar” no sólo por nuestras necesidades, sino también para contribuir a la edificación del Cuerpo de Cristo y a la plena y visible comunión en la Iglesia de Cristo. Este es un misterio que de alguna manera podemos intuir pensando en los vasos comunicantes: cuando se introduce agua nueva en uno de ellos, el nivel del líquido se eleva en todos. Lo mismo sucede cuando uno ora. La oración es una elevación del alma a Dios para adorarlo y agradecerle. De la misma manera, cuando uno se eleva, se elevan también los demás.

“Oren sin cesar”

¿Cómo hacer para “orar sin cesar”, especialmente cuando nos encontramos en la vorágine de la vida cotidiana? “Orar sin cesar” no significa multiplicar los actos de oración, sino orientar el alma y la vida a Dios, vivir cumpliendo su voluntad: estudiar, trabajar, sufrir, descansar y, también, morir por él. Hasta el punto de no poder vivir cada día sin estar en sintonía con él. Nuestra actividad se transforma entonces en acción sagrada y toda la jornada se convierte en oración.

Algo que nos puede ayudar es ofrecer a Dios cada acción acompañándola con un: “Por ti, Jesús”; o bien, en las dificultades: “¿Qué es lo que importa? Amarte importa”. Así lo transformaremos todo en un acto de amor. Y entonces la oración será continua, porque será continuo el amor.

Chiara Lubich

1) Evangelio según San Juan 17,21

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FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!

Cuando un emigrante se traslada a un país lejano, Ciertamente, se adapta al ambiente, Pero, a menudo, lleva consigo sus propias usanzas y costumbres. Así, cuando el Verbo de Dios se hizo hombre, se adaptó al modo de vivir del mundo, y fue niño, hijo ejemplar y hombre trabajador, pero trajo consigo el modo de vivir de su patria celestial; y quiso que los hombres y las cosas se recompusieran según la ley del Cielo: el Amor. Chiara Lubich

Diciembre de 2007

Con estas palabras concluye una amplia sección de la Carta a los Romanos, en la cual San Pablo nos presenta la vida cristiana como una vida de amor a nuestros hermanos y hermanas. Éste es, en efecto, el nuevo culto espiritual que el cristiano está llamado a ofrecer a Dios bajo la guía del Espíritu Santo1, el cual se anticipa a suscitarlo en nuestros corazones.

Resumiendo el contenido de esta sección, el apóstol afirma que el amor al prójimo nos hace realizar plena y perfectamente la voluntad de Dios contenida en la Ley (es decir, en los Mandamientos). El amor a nuestros hermanos y hermanas es el modo más hermoso, más auténtico, de demostrar nuestro amor a Dios.

“El amor es la plenitud de la ley”

Pero ¿en qué consiste concretamente esa plenitud y perfección? Se lo comprende al leer los versículos precedentes, en los cuales el apóstol nos describe las distintas expresiones y los efectos de este amor.

Por lo pronto, el verdadero amor al prójimo no hace ningún mal. Además, nos hace vivir todos los Mandamientos de Dios, sin excluir ninguno, dado que su primer objetivo es el de hacernos evitar todas las formas de mal, hacia nosotros mismos y hacia nuestros hermanos y hermanas, en las que podríamos caer.

Además de no hacer mal a nadie, este amor nos impulsa también a realizar todo el bien que nuestro prójimo necesita.
Esta Palabra nos impulsa a un amor solidario y sensible a las necesidades, expectativas, derechos legítimos de nuestros hermanos y hermanas; a un amor respetuoso de la dignidad humana y cristiana; a un amor puro, comprensivo, capaz de compartir, abierto a todos, como nos ha enseñado Jesús.
Este amor no es posible si no se está dispuesto a salir del individualismo y de nuestra autosuficiencia. Por eso es un amor que nos ayuda a superar todas esas tendencias egoístas (soberbia, avaricia, lujuria, ambición, vanidad, etc.), que llevamos dentro de nosotros y que constituyen nuestro principal obstáculo.

“El amor es la plenitud de la ley”

¿Cómo vivir, entonces, la Palabra de Vida en este mes de Navidad? Teniendo presentes las distintas exigencias del amor al prójimo que ella menciona: en primer lugar, evitaremos así hacer el mal al prójimo en todas sus formas. Prestaremos atención constante a los mandamientos de Dios referidos a nuestra vocación, a nuestra actividad profesional, al ambiente en el cual vivimos. La primera condición para actuar el amor cristiano es la de no ir nunca contra los Mandamientos de Dios.

Por otra parte, prestaremos atención a lo que constituye el alma, el motivo, el objetivo de todos los Mandamientos. Cada uno de ellos nos quiere llevar, como hemos visto, a un amor cada vez más atento, cada vez más delicado y respetuoso, cada vez más concreto.
Al mismo tiempo, desarrollaremos en nosotros el espíritu de desapego de nosotros mismos, de superación de nuestros egoísmos, consecuentes con la práctica del amor cristiano. Así realizaremos “plenamente” la voluntad de Dios; le demostraremos nuestro amor del modo que a El más le agrada.

“El amor es la plenitud de la ley”

Ésta fue la experiencia de un abogado que se desempeña en el Ministerio de Trabajo. “Un día –cuenta– le presento al propietario de una empresa la denuncia de que los obreros no habían cobrado de acuerdo a las normas vigentes. Después de catorce días de búsqueda incesante, encuentro los documentos que atestiguan la irregularidad. Le pido a Jesús la fuerza para ser fiel a sus palabras –que exigen atenerme a la verdad– y ser, al mismo tiempo, instrumento de su amor. Ante las pruebas, el empresario se defiende diciendo que ciertas leyes le parecen injustas. Le hago notar que nuestros errores no pueden ser justificados por la incoherencia de los demás. Durante la conversación que entablamos me doy cuenta de que tiene las mismas exigencias de justicia e igualdad que yo, pero que se ha dejado llevar por su entorno. Al fin me dice: ‘Usted habría podido humillarme y maltratarme, pero no lo hizo. Por eso me siento en el deber moral de comenzar de nuevo’. Como tiene un compromiso que atender de inmediato, no le queda tiempo para la redacción del acta de infracción. Entonces toma una hoja, la firma en blanco  y me la entrega, como prueba de que está dispuesto a cambiar ya mismo”.

Chiara Lubich

 

Una ley más eficaz: el amor

Más allá de las normas jurídicas que regulan nuestra vida, el amor es la medida más alta de la justicia, y resuelve también las situaciones aparentemente sin salida. Como abogado, no me faltan las ocasiones para ejercitar mi capacidad profesional al servicio de los demás, tratando de no poner límite a la posibilidad de amar en las circunstancias concretas. Este modo de interpretar y conducir la profesión a menudo produce un cambio radical en los demás. Un día me llamó por teléfono una señora. Su hija, después de una pelea con el marido, había decidido separarse. El yerno había buscado un abogado que –más o menos en 24 horas- habría preparado el recurso para la separación consensual; faltaba sólo la firma de la esposa. La señora, preocupada, me pedía que interviniera. Sabía que el gesto de los dos jóvenes lo dictaba la rabia del momento, y no quería que esto perjudicara el futuro de su familia. Pero sin el consentimiento de una de las partes, no podía hacer nada. La señora me había pedido que de todas formas recibiera a la hija, que había venido a mí con la excusa de escuchar el parecer de otro abogado. Escuché largo rato a la joven esposa y me di cuenta de que el matrimonio se podía salvar y que realmente los dos habían actuado por impulso, sin darse cuenta de las reales consecuencias: de hecho sólo firmar el recurso podía significar para los dos el final de su relación. Terminando la conversación la señora me pidió que la representara en el juicio. De este modo llamé al colega que había preparado el recurso, diciéndole que antes de preparar una separación tengo la costumbre de profundizar bien las razones de las crisis y que 24 horas no me eran suficientes. Me hice mandar el boceto del recurso. Después de algunos días volví a llamar a la señora. Me respondió que tanto ella como su marido lo habían vuelto a pensar y que habían decidido dar marcha atrás. Últimamente he sabido que ahora además tienen dos bellísimos niños. (F.C.)

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

Discurso del Papa Benedicto XVI a un grupo del Movimiento “Familias Nuevas”

Sala Clementina – 3 noviembre 2007 Queridos hermanos y hermanas: Bienvenidos y gracias por vuestra visita. Provenís de los cinco continentes y pertenecéis al Movimiento Familias Nuevas, nacido hace 40 años en el ámbito del Movimiento de los Focolares. Por tanto, sois una ramificación de los Focolares, y hoy formáis una red de 800.000 familias que actúan en 182 naciones, todas comprometidas a hacer de su casa un «hogar» que irradie en el mundo el testimonio de una vida familiar centrada en el Evangelio. A cada uno de vosotros mi más cordial saludo, que se extiende también a todos los que han querido acompañaros a este encuentro. De modo particular, saludo a vuestros responsables centrales, que se han hecho intérpretes de los sentimientos comunes y me han ilustrado el estilo con el que trabaja y los objetivos de vuestro Movimiento. Agradezco el saludo que me han transmitido de parte de Chiara Lubich, a la que envío de corazón mi saludo y mis mejores deseos, dándole las gracias porque, con sabiduría y firme adhesión a la Iglesia, sigue guiando a la gran familia de los Focolares. Como nos acaban de recordar, es precisamente en el ámbito de esta vasta y benemérita institución donde vosotras, queridas parejas de esposos, os ponéis al servicio del mundo de las familias con una acción pastoral importante y siempre actual, orientada según cuatro directrices:  la espiritualidad, la educación, la sociabilidad y la solidaridad. En efecto, vuestro compromiso de evangelización es silencioso y profundo, orientado a testimoniar que sólo la unidad familiar, don de Dios-Amor, puede transformar la familia en un verdadero nido de amor, una casa acogedora de la vida y una escuela de virtudes y de valores cristianos para los hijos. Ante los numerosos desafíos sociales y económicos, culturales y religiosos que la sociedad contemporánea debe afrontar en todas las partes del mundo, vuestra obra, verdaderamente providencial, constituye un signo de esperanza y un aliento a las familias cristianas para ser «espacio» privilegiado donde se proclame en la vida de cada día, incluso en medio de muchas dificultades, la belleza de poner en el centro a Jesucristo y de seguir fielmente su Evangelio. El tema mismo de vuestro encuentro —»Una casa construida sobre roca:  el Evangelio vivido, respuesta a los problemas de la familia hoy»— pone de relieve la importancia de este itinerario ascético y pastoral. El secreto es precisamente vivir el Evangelio. Por tanto, en los trabajos de vuestras asambleas durante estos días, además de las contribuciones que ilustran la situación en que se encuentra hoy la familia en los diversos contextos culturales, habéis previsto con razón la profundización de la palabra de Dios y la escucha de testimonios que muestran cómo el Espíritu Santo actúa en los corazones y en la vida familiar, incluso en situaciones complejas y difíciles. Basta pensar en la incertidumbre de los novios ante opciones definitivas para el futuro, en la crisis de las parejas, en las separaciones y en los divorcios, así como en las uniones irregulares, en la condición de las viudas, en las familias que se encuentran en dificultades, en la acogida de los menores abandonados. Deseo de corazón que, también gracias a vuestro compromiso, se descubran estrategias pastorales que permitan salir al encuentro de las crecientes necesidades de la familia contemporánea y de los múltiples desafíos que debe afrontar, para que pueda cumplir su misión peculiar en la Iglesia y en la sociedad. Al respecto, en la exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, mi venerado y amado predecesor Juan Pablo II escribió:  «La Iglesia sostiene que el matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos» (n. 40). Para cumplir su vocación, la familia, consciente de que es la célula primaria de la sociedad, no debe olvidar que puede sacar fuerza de la gracia de un sacramento, querido por Cristo para corroborar el amor entre el hombre y la mujer:  un amor entendido como una entrega recíproca y profunda. Como afirmó también Juan Pablo II, «la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa» . Así pues, según el proyecto divino, la familia es un lugar sagrado y santificador, y la Iglesia, desde siempre cercana a ella, la sostiene en su misión hoy más aún, puesto que son numerosas las amenazas que se ciernen sobre ella tanto desde el interior como desde el exterior. Para no ceder al desaliento hace falta la ayuda divina; por eso, es necesario que todas las familias cristianas miren con confianza a la Sagrada Familia, la original «iglesia doméstica» en la que «por misterioso designio de Dios vivió escondido largos años el Hijo de Dios:  es, pues, el prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas» (ib., 45). Queridos hermanos y hermanas, la humilde y santa Familia de Nazaret, icono y modelo de toda familia humana, os dará su apoyo celestial. Pero es indispensable que recurráis constantemente a la oración, a la escucha de la palabra de Dios y a una intensa vida sacramental, junto con un esfuerzo continuo por vivir  el mandamiento de Cristo del amor y del perdón. El amor no busca su interés, no toma en cuenta el mal recibido,  sino que se alegra con la verdad. El amor «todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (cf. 1 Co 13, 5-7). Queridos hermanos y hermanas, proseguid vuestro camino y sed testigos de este Amor, que os transformará cada vez más en «corazón» y «levadura» de todo el Movimiento Familias Nuevas. Os aseguro mi recuerdo en la oración por cada uno de vosotros, por vuestras actividades y por cuantos encontréis en vuestro apostolado, y con afecto os imparto  ahora a todos la bendición apostólica.

Mensaje de Chiara Lubich

Rocca di Papa, 3 de noviembre del 2007 Queridas Familias Nuevas: Con mucha alegría participo con ustedes en la celebración del 40º aniversario de la fundación de vuestro Movimiento. Todavía recuerdo el empuje, el ardor, la pasión que tenía en el corazón aquel lejano 19 de julio de 1967, cuando me preparaba –con apenas un centenar de focolarinos casados- a hacer nacer un Movimiento para todo el mundo de la familia. Después de cuarenta años, y viendo el desarrollo y los frutos de Familias Nuevas, se comprende todavía más el porqué de aquel impulso particular del Espíritu Santo. En efecto, se trataba de un gesto muy comprometedor. No solamente porque la familia, primera célula de la sociedad, tiene una importancia enorme en la construcción de un mundo de valores y de paz, sino porque Dios la ha proyectado siguiendo el modelo de su misma vida, la vida de la Santísima Trinidad. Es un proyecto audaz y bellísimo el de la familia, pero también exigente, especialmente hoy. Basta ver cómo la cultura contemporánea considera la familia estable y la fidelidad conyugal. Ustedes, Familias Nuevas, existen justamente para ser en este mundo testigos de la unidad, del amor duradero, del Evangelio vivido. De este modo no solo vivirán en la alegría, sino que seguirán atrayendo a muchos corazones al amor, hasta realizar con todo el Movimiento de los Focolares, la fraternidad universal. Yo estoy siempre con ustedes, con muchísimo cariño, y las confío una por una a María, Sede de la Sabiduría y madre de casa.

Último saludo al Imán de la paz: W.D. Mohammed

“¡El secreto está precisamente en vivir el Evangelio!” para responder a la compleja situación en la que vive la familia

Ante los tantos retos sociales y económicos, culturales y religiosos que la sociedad contemporánea debe afrontar en todos los lugares del mundo, su obra, realmente providencial, es un signo de esperanza y de aliento para las familias cristianas y debe ser un ‘espacio’ privilegiado donde se proclame en la vida de todos los días la belleza del poner en el centro a Jesucristo y de seguir fielmente el Evangelio”. Son las palabras del Papa Benedicto XVI dirigidas a los 400 representantes del Movimiento Familias Nuevas, recibidos por él en audiencia el sábado 3 de noviembre de 2007. Es ésta la familia “construida sobre la roca”, aquella que elige transformar el Evangelio en acción, según el espíritu del congreso organizado del 1º al 6 de noviembre por Familias Nuevas.  “El secreto está precisamente en vivir el Evangelio”, dijo el Papa, en una época en donde la familia a menudo vive “situaciones complejas y difíciles”. “Si pensamos”  observó Benedicto XVI, “en la incertidumbre de los novios ante elecciones definitivas para el futuro, a la crisis de las parejas, a las separaciones y a los divorcios, a las uniones irregulares, a la condición de las viudas, a las familias en dificultad, a la acogida de los menores abandonados”. El Papa, en las primeras frases de su intervención, envió sus saludos a Chiara Lubich, agradeciéndole “Porque con sabiduría y firme adhesión a la Iglesia, sigue guiando la gran familia de los Focolares”. Después en la tarde, las familias reunidas en la sala de congresos de Castelgandolfo (Roma), celebraron su 40º en conexión vía Internet con las Familias Nuevas de todo el mundo: conmoción al volver a escuchar las palabras pronunciadas en 1967 por Chiara, quien desde entonces preveía el nacimiento de un vastísimo movimiento de familias. Y ha sido siempre Chiara quien, con un nuevo mensaje, ha dado a las familias el empuje para el hoy y el compromiso para el futuro. “Transcurridos cuarenta años y viendo el desarrollo y los frutos de Familias Nuevas, se comprende todavía más el por qué de ese particular impulso del Espíritu Santo”, se lee en el mensaje. “De hecho, se trataba de un gesto muy comprometedor. No sólo porque la familia, primera célula de la sociedad, tiene una importancia enorme para la construcción de un mundo de valores y de paz, sino porque Dios la ha dispuesto según el modelo de Su misma vida, la vida de la Santísima Trinidad”. Un designio audaz y bellísimo el de la familia, pero también exigente, especialmente hoy.  Para las Familias Nuevas el augurio de parte de Chiara fue “ser en este mundo testigos de unidad, de amor duradero, de Evangelio vivido”. Así, “seguirán atrayendo tantos corazones al amor, hasta realizar, con todo el Movimiento de los Focolares, la fraternidad universal”. Y todavía, en las dos horas de transmisión por Internet, una profunda comunión de experiencias de la vida familiar e de su acción, en estos 40 años de historia, en los varios aspectos problemáticos de la familia como lo demuestran las tantas concreciones, en pequeña y vasta escala: desde cursos para novios a escuelas para familias, al sostén a distancia y a las numerosas adopciones internacionales. Para saber más: www.famiglienuove.info