Movimiento de los Focolares
Comunicación sinodal en el Jubileo de la esperanza

Comunicación sinodal en el Jubileo de la esperanza

Desde hace más de dos años, un grupo de profesionales de la comunicación, por iniciativa de NetOne, la red internacional de comunicadores del Movimiento de los Focolares, se reúne online en encuentros mensuales para profundizar algunos temas relacionados con el Sínodo de los Obispos, en particular sobre la sinodalidad y la comunicación. Escucha, silencio, testimonio, comunicación fraterna: son algunos de los elementos claves durante los encuentros. En estos dos años también se realizaron dos webinars: el primero en abril de 2024 (puedes leer más sobre ello aquí ) y el segundo en febrero de 2025 titulado “¿Qué comunicación para la sinodalidad?” (video). Este evento fue seguido en varias partes del mundo y contó con la participación de numerosos expertos en comunicación conectados desde diversos países.

Alessandro Gisotti, vicedirector de los Medios Vaticanos, abrió el ciclo de intervenciones citando tres términos esenciales para un buen comunicador: Comunicación, Acción y Comunidad. “En este Año Santo necesitamos una comunicación sinodal que sepa emprender el camino con las personas que vendrán —dijo—, para acompañarlas, sin la presunción de querer guiarlas. Pero dispuestos a escucharlas, a acompañarlas, a recorrer juntos un tramo del camino”.

Desde Estados Unidos, Kim Daniels, profesora de la Universidad de Georgetown en Washington D.C., coordinadora del Grupo de Estudio 3 del Sínodo “La misión en el entorno digital”. “Nuestro objetivo”, explicó Daniels sobre el grupo de estudio, “es ofrecer recomendaciones prácticas al Santo Padre para fortalecer la misión de la Iglesia en esta cultura digital, asegurándonos de que se mantenga firmemente arraigada en nuestro llamado a encontrar a las personas dondequiera que estén, orientándolas hacia una comunión más profunda con Cristo y entre sí”.

Pál Tóth, profesor del Instituto Universitario Sophia de Loppiano, habló desde Hungría y explicó que “para sanar las profundas heridas del mundo globalizado, se necesita una colaboración transversal, incluso con quienes tienen concepciones parcialmente diferentes a las nuestras. La idea del consenso diferenciado promueve un nuevo tipo de relación social: colaboramos para la realización de algunos valores, mientras que permanecemos en plataformas diferentes para otros”.

El Sínodo se construye a partir de los últimos. Esto surge de la experiencia de Muriel Fleury y Béatrice Binaghi, respectivamente responsables de Comunicación y encargada de Redes Sociales del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. “Dar voz a quienes no la tienen”, dice Fleury, recordando que “hablar de quienes son explotados o marginados por los procesos dominantes significa hacer que estas personas existan. Sin estas voces a contracorriente, todo favorecería a quienes dominan, porque callar significa terminar apoyando a quienes maltratan, esclavizan, exprimen y quieren invisibilizar a demasiados hombres y mujeres”. Y Binaghi habló de la red de colaboración nacida entre los “obispos de frontera” responsables de la pastoral migratoria en Colombia, Costa Rica y Panamá, especialmente para afrontar la crítica situación en Darién, por donde pasan cada día cientos de migrantes. “El debate y la comunicación han creado comunidad, y el trabajo que antes estaba fragmentado ahora es más sinérgico e incisivo”.

La actriz Stefania Bogo tiene la tarea de brindar dos momentos de reflexión con la lectura artística de algunos pasajes de la reciente encíclica del Papa Francisco, Dilexit nos y La atracción del mundo moderno, de Chiara Lubich.

Erica Tossani, presidenta de la Asamblea Sinodal de la Iglesia Italiana, explicó la importancia de escuchar, lo cual “no es simplemente una acción pasiva, un silencio a la espera de ser llenado por las palabras de otros. Es una actitud activa que implica atención, discernimiento y disposición a ser cuestionado. Sin escucha, la comunicación se reduce a polarización y oposición estéril”.

Entre las experiencias sinodales se encuentra la de Paolo Balduzzi, corresponsal del programa A sua immagine del canal italiano Rai 1. “Las historias que se cuentan —explica— nacen de un diálogo compartido con todo el equipo editorial. Para mí, cada entrevista es un encuentro. Y la sinodalidad parte de este encuentro con mi interlocutor; es decir, implica adentrarse en su historia, en su experiencia, e intentar comprender juntos los aspectos más esenciales de la historia”.

La historia de Mariella Matera, blogger de Alumera, un espacio de evangelización en redes sociales, quien cuenta la historia de una comunicadora fascinada por la idea de transmitir el Evangelio a través de internet. “¿Cómo puedo ser un pequeño puente entre la red y Cristo?”, se pregunta. Alumera, en el dialecto calabrés (sur de Italia), es la antigua lámpara de aceite. Así como la lámpara, mientras tiene aceite, no se apaga, así también, mientras tenga el amor de Cristo en mí, no puedo permanecer callada”.

Por último, Anita Tano, responsable de comunicaciones de United World Project-NetOne Argentina. Relató la experiencia del Genfest 2024 en Brasil, el evento juvenil del Movimiento de los Focolares con el tema Juntos para Cuidar. A través de intercambios culturales, arte y talleres, el objetivo fue reconocer la comunicación como una herramienta para cuidar la “vida de uno mismo, de los demás y del planeta”. Un mensaje que destacó la diferencia entre estar simplemente “conectados” y estar verdaderamente “unidos”.

La transmisión en vivo fue moderada por Enrico Selleri, conductor y autor de los canales de la Iglesia italiana Tv2000 e InBlu2000, y Sara Fornaro, editora jefe web de la revista italiana Città Nuova y fue promovida por NetOne junto con la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, el Dicasterio para la Comunicación, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Vatican Media, el Camino Sinodal de la Iglesia en Italia, TV2000, InBlu2000 y SIR (de la Conferencia Episcopal Italiana), el Instituto Universitario Sophia, Weca (Asociación de Católicos Web Italianos), el grupo editorial Città Nuova y la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

Para más información y mantenerse en contacto: net4synodcom@gmail.com

www.youtube.com/@SynodalCommunicationNetwork

Lorenzo Russo

Fotos: © Pixabay

El Padre Enrico Pepe: una vida dedicada totalmente a la unidad y a la Iglesia

El Padre Enrico Pepe: una vida dedicada totalmente a la unidad y a la Iglesia

«Creo que el Padre Pepe, después del Padre Silvano Cola, ha sido el sacerdote focolarino más carismático que he conocido», así se expresó un sacerdote italiano cuando supo de la noticia del fallecimiento del Padre Enrico Pepe, ocurrido el 2 de marzo de 2025 en el focolar sacerdotal de Grottaferrata (cerca de Roma). «Era una persona que tenía una mirada pura. Veía a las personas en la verdad y también con misericordia», así decía otro sacerdote de los Estados Unidos. Y el Cardenal João Braz De Aviz, prefecto emérito del Dicasterio para la vida consagrada, en la homilía del funeral que él presidió: «Agradezco al Señor por cómo el Padre Pepe nos cuidó a nosotros sacerdotes, ayudando a muchos a no extraviar el regalo de la vida cristiana y del sacerdocio ministerial, porque nos consolidó en la búsqueda continua de la unidad entre nosotros, con la Iglesia y con la Obra de María».

Pues bien, ¿quién era el Padre Enrico Pepe? Él mismo nos cuenta algo en su libro Un’avventura nell’unità (Una aventura en la unidad), Città Nuova, 2018).

Enrico nació el 15 de noviembre de 1932 en el pueblo de Cortino (en la provincia de Téramo, Italia), y era el primero de nueve hermanos y hermanas. Aun en medio de las sombras de la guerra, vivió una infancia feliz. Volvía siempre de buen grado a esos lugares, también para encontrarse con el calor de su familia: la “tribu” Pepe, con 76 entre sobrinos y sobrinos nietos.

Ya en la adolescencia, siente la vocación al sacerdocio y entra al seminario. Vive un momento de duda cuando una joven le expresa su afecto, pero justamente en esa circunstancia renueva con mayor conciencia su elección.

Es ordenado sacerdote en 1956 y en 1958 el obispo lo manda a Cerchiara, un pueblo a los pies de los Apeninos, dividido entre dos facciones políticas que impactan también la parroquia. El Padre Enrico, con su “astucia” evangélica, consigue hacerse camino y la situación se tranquiliza.

En 1963 conoce el Movimiento de los Focolares. Con el Padre Annibale Ferrari cada quince días van a Roma a encontrarse con el Padre Silvano Cola en el primer focolar sacerdotal. Un año más tarde, le propusieron ir a Palmares en el Noreste de Brasil, desde donde el obispo Monseñor Acacio Rodrigues había recurrido a los Focolares por la gran falta de sacerdotes. En 1965 el Padre Pepe fue nombrado párroco en Ribeirão, en una zona de cultivo de la caña de azúcar, con candentes problemas sociales y morales. Él da una respuesta pastoral iluminada por el Concilio Vaticano II y por su sentido común. Allí, con los años, nacerá un focolar sacerdotal del que también participaba muy a menudo el mismo obispo Acacio.

Tras haber transcurrido algunos meses en su Italia natal, parte nuevamente a Brasil, pero esta vez para dedicarse completamente al Movimiento y transmitir el espíritu de la unidad entre los sacerdotes. En 1972, con ese objetivo, se traslada a la Mariápolis Araceli, la ciudadela de los Focolares, cerca de San Pablo. «La Iglesia en Brasil –escribirá años después al Papa Francisco– atravesaba en ese entonces una crisis tremenda, sobre todo en el clero. Junto a los focolarinos y las focolarinas empecé a ofrecer a los sacerdotes y a los seminaristas diocesanos y religiosos la espiritualidad de la unidad. De esa manera se despertó una vida nueva, dinámica, en muchas diócesis y congregaciones religiosas». Con un fruto inesperado: «Al comienzo de la década de 1980, la Santa Sede empezó a nombrar obispos a algunos sacerdotes que vivían esta espiritualidad».

En 1984 le piden al Padre Pepe que vaya a formar parte del Centro Sacerdotal de los Focolares en la localidad de Grottaferrata (cerca de Roma), para tener a su cargo, junto con el Padre Silvano Cola, a los miles de sacerdotes que viven la espiritualidad de la unidad y coordinar la vida que florece en muchas parroquias de todo el mundo. En el tiempo libre, trabaja en la recopilación de vidas de Mártires y Santos. De allí nacerá un libro de la editorial Città Nuova, tan apreciado que se le pide que lo amplíe a tres volúmenes.

En 2001, estalla el caso del arzobispo de Zambia Milingo. Cuando éste se arrepiente, la Santa Sede busca a quién encomendarlo para que pueda recuperarse, y se dirige al Movimiento de los Focolares, Se le asigna al Padre Pepe esa tarea. Años más tarde, el Cardenal Bertone, en ese momento Secretario del Dicasterio para doctrina de la fe, le escribirá al Padre Pepe: «Nos conocimos en un momento especial de la vida de la Iglesia de Roma, sin que nos hubiéramos encontrado nunca, pero percibimos una tal convergencia de ideales, de misión y de transmisión del amor misericordioso de Dios, que todo ello selló nuestras relaciones».

Durante los últimos años, su salud le presenta nuevos retos. «En Brasil –comenta el Padre Pepe– he pisado tantos aeropuertos… y ahora me encuentro a menudo en la pista de despegue, listo para el último vuelo, el más bonito, porque nos lleva a lo Alto».

Hubertus Blaumeiser

Nostalgia del infinito

Nostalgia del infinito

La nostalgia es un sentimiento determinante para enfrentarse a los interrogantes morales, filosóficos y espirituales del ser humano. Etimológicamente significa “dolor del retorno”, en un sentido a veces indeterminado porque no siempre se refiere a un pasado hecho de lugares, personas o acontecimientos concretos, sino más bien a una emoción profunda que nos hace anhelar algo bello, justo y universal, como si, en el fondo, supiéramos que formamos parte de ello o que estamos llamados a ello.

El tema del exilio atraviesa la historia del pensamiento humano: el viaje de Ulises (“La Ilíada y la Odisea” de Homero) es un viaje que remite al infinito porque siempre queda inacabado, pero conlleva una experiencia de sabiduría.

(…)

“Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años (…) Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.”[1]

Cada relato de exilio, desde las civilizaciones más antiguas hasta nuestros días, plantea preguntas existenciales fundamentales no solo para su tiempo: ¿existe un “hilo” que dé sentido a la historia? Esta pregunta también puede formularse a nivel personal: ¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido? ¿Por qué el mal, el dolor, la muerte? Son cuestiones no siempre expresadas, pero profundamente presentes en las investigaciones más recientes sobre las necesidades auténticas de los jóvenes. A menudo, la nostalgia del infinito se describe como melancolía, soledad del alma, búsqueda de un por qué.[2].

Y sin embargo estos interrogantes tienen dificultades para emerger: estamos distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan. Tal vez no nos detenemos lo suficiente para descubrir a nuestro alrededor pequeñas respuestas que podrían ser un faro que nos ayude a no perder el sentido de nuestro camino.

Intentemos, entonces, buscar de todas las maneras posibles esas oportunidades -en tiempos y espacios de escucha, con reflexiones compartidas- y junto a quienes viajan con nosotros en el camino de la existencia: nuestra comunidad, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, tratemos de trabajar, de confrontarnos sin perder la confianza en que las cosas pueden cambiar para mejor. También nosotros nos sentiremos transformados.

En las comunidades cristianas de todo el mundo, este mes se celebra la Pascua. El mensaje de los “tres días” es profundo y sigue interpelando a todas las personas capaces de hacerse preguntas y de dialogar[3]. El misterio del dolor, la capacidad de “permanecer” en las heridas de la humanidad, la fuerza de recomenzar son valores presentes en cada corazón y acompañan nuestro viaje a través de los desiertos guiando la historia y nuestra vida.

© Foto da StockSnap/Pixabay

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LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales.


[1]Konstandinos P. Kavafis. Poesie, Mondadori, Milano 1961

[2]Istituto Giuseppe Toniolo: Cerco, dunque credo? (Vita e Pensiero, 2024) cura di R. Bichi e P. Bignardi

[3]Convegno Internazionale “Il senso nel dolore?” (Castel Gandolfo, 2017) https://www.cittanuova.it/senso-neldolore/?ms=006&se=007

“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43, 19).

“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43, 19).

El exilio en Babilonia y la destrucción del templo de Jerusalén habían provocado en el pueblo de Israel un trauma colectivo y les había planteado un interrogante teológico: ¿sigue estando Dios con nosotros, o nos ha abandonado? El fin de esta parte del libro de Isaías es ayudar al pueblo a entender lo que Dios está obrando, a fiarse de Él y así poder volver a la patria. Y precisamente en la experiencia del exilio es donde se revela el rostro de Dios creador y salvador.

“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Isaías recuerda el amor fiel de Dios por su pueblo. Su fidelidad se mantiene constante incluso durante el tiempo dramático del exilio. Aunque las promesas que había hecho a Abrahán se ven inalcanzables y el pacto de la Alianza pasa por momentos críticos, el pueblo de Israel sigue siendo un lugar especialmente privilegiado de la presencia de Dios en la historia.

El libro profético aborda preguntas existenciales, fundamentales no solo para aquel tiempo: ¿quién lleva las riendas del discurrir y del sentido de la historia? Esta pregunta se puede plantear también a título personal: ¿quién tiene en mano el destino de mi vida? ¿Qué sentido tiene lo que estoy viviendo o lo que he vivido?

“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Dios actúa constantemente en la vida de cada uno, haciendo «algo nuevo». Si no siempre nos damos cuenta de ello o conseguimos entender su sentido y su alcance es porque aún son brotes o porque no estamos dispuestos a reconocer lo que Él está obrando. Distraídos por cosas que nos suceden, por las mil preocupaciones que nos atenazan el alma, por pensamientos que nos importunan, quizá no nos paramos suficientemente a observar esos brotes, que son la certeza de su presencia. Él nunca nos ha abandonado, y crea y recrea una y otra vez nuestra vida.

«Nosotros somos ese “algo nuevo”, la “nueva creación” que Dios ha engendrado. […] No sigamos mirando al pasado añorando todo lo bello que nos ha sucedido o lamentando nuestros fallos: creamos con fuerza en la acción de Dios, que puede seguir realizando algo nuevo» .[1].

“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.

Junto con quienes comparten con nosotros el camino de nuestra existencia, nuestra comunidad, los amigos y los compañeros de trabajo, hagamos la prueba de trabajar, compartir y no perder la confianza de que las cosas pueden cambiar a mejor.

2025 es un año especial porque la fecha de la Pascua ortodoxa coincide con la de las otras denominaciones cristianas. Que este acontecimiento, la fiesta de la Pascua común, pueda ser un testimonio de la voluntad de las Iglesias por continuar dialogando sin descanso para afrontar juntos los desafíos de la humanidad y promover acciones conjuntas.

Preparémonos, pues, a vivir este tiempo pascual con alegría plena, fe y esperanza. Así como Cristo ha resucitado, también nosotros, después de haber atravesado nuestros desiertos, dejémonos acompañar en este viaje por Aquel que guía la historia y nuestra vida.

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de vida
©Foto di Adina Voicu da Pixabay


[1] Cf. C. LUBICH, Palabra de vida, marzo 2004: Ciudad Nueva n. 407 (2004/3), p. 23

Arturo, invisible

Arturo, invisible

Era una tarde preciosa, un clima ideal. El malecón de Lima estaba lleno de gente: familias enteras disfrutando de la playa, padres e hijos que llegaban con sus tablas y el equipo para practicar surf, escuelas de surf con sus maestros, turistas y gente vendiendo bebidas y todo lo necesario para ofrecer a ese enjambre de posibles compradores.

Estábamos acompañando a un amigo del norte del Perú que había venido a visitarnos. Con Marcelo lo llevamos hasta los lugares más amenos y atractivos. Al horizonte se veían los surfistas cabalgar con destreza las altas olas del océano Pacífico, que de pacífico tiene bien poco o nada. ¡Un verdadero espectáculo! El sol se preparaba para la última escena del día con una puesta exclusiva, pintando el cielo de un anaranjado rojizo fuego.

En ese hermoso contexto, donde solo una cierta clase social puede acceder, todo se desarrollaba a las mil maravillas. En el medio de la multitud, noté a un hombrecillo delgado como un palillo cargando cuatro bolsas de reciclado que él mismo había ido recolectando: cartones, botellas de plástico, de vidrio, otros materiales de descarte… Este ser diminuto, completamente invisible en ese ambiente, se preparaba para subir unas altas escaleras que llevan al pasaje aéreo que atraviesa la autopista de un lado al otro, de la playa a la carretera. Parecía una hormiguita con una carga tres veces su peso.

En esa multitud sin rostro, su presencia atrajo toda mi atención. “Ven, siéntate un ratito junto a mí”, le dije, señalándole el lugar vacío a mi derecha del banco en el que estaba sentado. Me miró sorprendido y sonriente. Dejó sus bolsas y se sentó. “Hola, me llamo Gustavo, ¿y tú?”. “Arturo”, respondió con una amplia sonrisa que mostraba una boca desdentada. Me explicó que venía de lejos y que tenía que pasar al otro lado de la autopista, subiendo la impresionante escalera, para tomar el bus que lo llevaría hasta su casa. Allí, en su barrio, vendería todo el material descartado que había recolectado. Era su trabajo cotidiano para lograr sobrevivir, él y su familia.

Marcelo le ofreció 5 soles, el precio del pasaje en bus. Lo saludamos estrechando calurosamente su mano llena de sudor, deseándole buena suerte. Mientras subía las escaleras, cargando con sus bolsas, cada tanto dirigía su mirada hacia nosotros y nos regalaba su sonrisa desdentada.

En medio de la multitud sin rostro, Arturo pasó a ser la persona más importante, la que tocó nuestros corazones, la que nos movilizó interiormente, quien nos conectó con las bienaventuranzas, con el modo de mirar de Dios.

Gustavo E. Clariá