Enero 2021

 
«Permaneced en mi amor: daréis mucho fruto» (cf. Jn 15, 5-9)

Cada año los cristianos pertenecientes a distintas Iglesias dedican un tiempo común a la oración[1] para pedir juntos al Padre el don de la unidad, como desea Jesús.

Él la quiere «para que el mundo crea» (Jn 17, 21): con la unidad podemos cambiar el mundo, crear comunión, fraternidad y solidaridad. La unidad es fundamentalmente un don de Dios; por eso es indispensable pedirla al Padre con insistencia y confianza.

Es lo que hace un grupo de España que vive la Palabra de vida. Desde hace unos años se sienten empujados, precisamente en la semana de oración por la unidad de los cristianos, a pedir la gracia de la unidad y a construir puentes. Escribe Margarita: «Contactamos con el responsable diocesano de ecumenismo, con los párrocos, el sacerdote ortodoxo y los pastores evangélicos. Nos recogemos para rezar como cristianos unánimes, primero en la parroquia católica y luego en la ortodoxa. En cada ocasión nuestras iglesias se llenan de una alegría que viene de la presencia de Dios. Es Él quien abre caminos de unidad».

Para 2021, la comunidad monástica de Grandchamp ha propuesto como luz en este camino un lema muy eficaz tomado del Evangelio de Juan:

«Permaneced en mi amor: daréis mucho fruto».

Es una invitación apremiante a vivir y trabajar por la unidad de los cristianos en estos días especiales y a seguir haciéndolo todo el año y toda la vida. Nuestras divisiones son una herida grave que necesita ser sanada, ante todo con la misericordia de Dios, y luego con el esfuerzo de conocernos, apreciarnos y dar testimonio del Evangelio juntos.

Con estas palabras Jesús nos desvela qué pasos seguros dar: el primero de todos, «permanecer en su amor.

Para ello hará falta estrechar más nuestra relación personal con Él, encomendarle nuestra vida, creer en su misericordia. Pues Jesús «permanece» con nosotros siempre, fielmente.

Al mismo tiempo nos llama a ponernos tras Él con decisión para hacer de nuestra existencia un regalo al Padre, como Él; nos propone imitarlo afrontando con delicadeza las necesidades de cada persona con la que compartimos una parte pequeña o grande de nuestra jornada, con generosidad y desinterés, para así dar «mucho fruto».

«Permaneced en mi amor: daréis mucho fruto».

Resuenan muy actuales las palabras que Chiara Lubich pronunció en Ginebra en octubre de 2002 durante las celebraciones del Día de la Reforma[3]: «[…] ¡Cuánta necesidad de amor en el mundo! […] (Jesús) dijo que el mundo nos reconocería como suyos, y lo reconocería a Él a través de nosotros, por el amor recíproco, por la unidad: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 35). […] Lo hemos entendido: el tiempo presente reclama amor de cada uno de nosotros, reclama unidad, comunión, solidaridad. Y llama también a las Iglesias a recomponer la unidad desgarrada desde hace siglos. Esta es la reforma de las reformas que el Cielo nos pide. Es el primer paso, necesario, hacia la fraternidad universal con todos los demás: hombres y mujeres del mundo. Pues el mundo creerá si estamos unidos. Lo dijo Jesús: «Que todos sean uno […] para que el mundo crea» (Jn 17, 21). ¡Dios lo quiere! […] Que Él nos dé la gracia, si no de ver realizado todo esto, al menos de prepararlo»[4].

LETIZIA MAGRI


[1] En el hemisferio norte, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra anualmente del 18 al 25 de enero, y en el hemisferio sur, en torno a la solemnidad de Pentecostés.

[3] El Día de la Reforma (Reformationstag) se conmemora cada año el 31 de octubre, fecha en que Martín Lutero clavó sus 95 tesis

[4] Cf. C. Lubich, La unidad (eds. D. Falmi – F. Gillet). Madrid: Ciudad Nueva, 2015, pp. 104-106

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