Corría el año 1996 y por iniciativa de Susana Dileo y Jorge Affanni (encargados en ese momento del diálogo ecuménico en el ámbito de los Focolares de Buenos Aires), fruto de la relación con amigos de varias Iglesias surge la iniciativa de reunirnos en torno a la Palabra en un clima de fraternidad.
En una visita a la Mariápolis Lia (O’Higgins, Provincia de Buenos Aires, Argentina) nace la exigencia de incrementar esos momentos de comunión, así comienzan los Encuentros Ecuménicos de la Palabra (EEP).
Desde ese momento, de marzo a diciembre, los primeros miércoles de cada mes, teníamos una cita en los EEP. En cada ocasión una de las Iglesias recibía a este numeroso grupo que se trasladaba de un lugar a otro de la ciudad.
Después de varios años de actividades ininterrumpidas, por falta de fuerzas, dejamos de participar como Movimiento, sin embargo un pequeño grupo, compuesto por Luteranos, Reformados, Metodistas y católicos, siguió adelante con la iniciativa. Este año volvimos a participar y se cumple el 20° aniversario, que quisimos celebrar en un lugar tan querido y significativo como la Mariápolis.
Llegó el día propuesto, 15 de octubre de 2016. Armado en coordinación con tantas personas que transitaron por los EEP.
Viajamos con lluvia intensa en la confianza de que nuestras oraciones serían escuchadas y la Mariápolis nos recibió sin lluvia, verde, verde de primavera y con el saludo de sus habitantes, 15 de ellos, entre los cuales 3 sacerdotes, hicieron parte de la celebración.
Ya en el salón, nos ubicamos las 32 personas que llegábamos de Buenos Aires. El Pastor Gerardo Oberman, de la Iglesia Reformada Holandesa, con su guitarra, nos hizo participar del primer canto y Marta Santarsiero de la Iglesia Metodista de la Boca, fue hilvanando el encuentro. Presentación de las comunidades. Breve reseña de los inicios. Luego invocación del Espíritu, todos juntos.
Siguió la lectura del Evangelio (Juan 15: 1-5) “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” seguida por una breve reflexión del Padre Guillermo Curti y el Pastor Metodista, Fernando Suárez, que nos pusieron en lo esencial con calidez y simpatía. Concluimos la mañana con la bendición Irlandesa.
El almuerzo también fue una oportunidad de estrechar vínculos y compartir. Por la tarde recorrimos algunos talleres, donde los jóvenes contaron la experiencia de su vida allí y la labor que realizan.
Finalmente nos trasladamos al lugar donde se plantó la vid en el año 1999, como símbolo de la unidad que queríamos seguir construyendo entre los cristianos. Reafirmamos el pacto que se había hecho y Monseñor Siluan, de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía, concluyó con una reflexión profunda y afectuosa.
La alegría de sentir que el diálogo es riqueza, que la unidad es un don de Dios para agradecer y que los frutos no se hacen esperar.