“Yo ya no puedo dejar de hablar así”

 
Llegar y conocer a Dios a través de los hermanos nos da no solo la posibilidad de comunicarnos con Él, sino también la capacidad de transformar nuestras vidas y las de quienes pasan a nuestro lado.

Hace unos días, cuando nos preparábamos para participar con un stand en la Expo en Tucumán, las chicas (las hilanderas del Tinku) habían comprado bolsas plásticas y yo les dije: “¿cómo vamos a llevar bolsas plásticas? Las prendas no quedan bien en bolsas plásticas”. Y no había dinero para comprar de papel madera, que son  las que usamos siempre. Y me dije: me pongo a hacer bolsas. Nos dedicamos entre cuatro o cinco ¡y no había forma de hacerlas! Recuerdo que tardé dos días en confeccionar 30 bolsas, las llevé a mi casa, seguí haciéndolas allí, pero nada. Incluso algunas chicas habían visto por internet, y tampoco lograron.

Le pedí a Jesús que se encargara El, porque yo ya había hecho mi parte y hasta me dolía la espalda. Se lo dije porque necesitábamos las bolsas, eran muy importantes y yo no lograba hacerlas ni tampoco las chicas.

12487285_765979796841587_5898633658202221074_oPasó un día y llegó una delegación que no esperábamos, de Mar del Plata, que estaban de turismo y debido a que una de las personas había sufrido una quebradura, no podían continuar el viaje. Me buscaron para que los recibiera, pero era a la mañana y a esa hora no podemos, porque no estamos todas. Y el guía me dijo: “Por favor, Margarita, atendelos, porque no tengo dónde llevarlos”. Dije “’Por ti, Jesús’, recibamos a esta gente”.

En el grupo, había un hombre que se paraba y me hacía preguntas, como por ejemplo, si la Pachamama era igual que la Virgen, qué opinión tenía yo de Milagros Sala… Preguntas que no tenían nada que ver con lo que yo les decía. En un momento hasta me molestaba la presencia de este hombre, que me interrumpía, “Perdóname, pero yo quiero saber, perdóname, perdóname…”. Yo pensé, bueno es Jesús que quiere que atienda a esta persona, entonces le dije: “Ya voy y conversamos”. Así dejé las cosas y me dispuse a atenderlo y me hizo un montón de preguntas. Me dijo “yo no soy creyente ni creo en nadie”.

Cuando me preguntó mi opinión sobre Milagro Sala, le respondí que ella era una hermana mía, que es de los pueblos originarios, y que yo no la juzgo, porque si ella hizo algo mal, la tendrán que juzgar, yo no puedo, porque no la conozco, pero no la negué como una hermana. Él dijo entonces que con la colonización pasaron cosas muy graves; y le conté la experiencia con un cacique: había venido al Tinku a comprar el poncho santamariano y la banda que habíamos diseñado aquí, para los abanderados; y entonces me nombró autoridad, para trabajar con él. Yo me sorprendí, no sabía lo que esto significada. El cacique me dijo: “Margarita, es un honor lo que te estoy diciendo. Pero quiero pedirte que cuando cuentes tu experiencia, no hables de Dios, porque a nosotros, a Dios nos lo han metido ‘a palos’”. Entonces yo le dije: “Mire hermano mío, yo ya no puedo dejar de hablar así, porque usted llegó tarde a mi vida. Si usted hubiera llegado antes de que yo tuviera estas experiencias, porque a Dios yo lo puedo ver a través de las personas que vienen, de las cosas que nos suceden, yo le hubiera dicho sí”.

Él había comprado algunas cosas y estaban en una bolsita. Miró la bolsita y me dijo: “Yo tengo un emprendimiento de bolsas, y tengo todo, quisiera enseñarte”; y vino al día siguiente a enseñarnos. Pero lloró toda la tarde. Yo le preguntaba por qué lloraba y él no podía responder; decía: “No puedo, no sé cómo responderte”. Y me contó que de niño lo habían puesto en un colegio religioso y desde entonces no creía más en Dios, porque tuvo una mala experiencia. Y nosotras también llorábamos, viendo llorar a un hombre grande.

Nos enseñó a hacer las bolsas y nos dijo: “No sólo les voy a enseñar, voy a mandarles el papel, la guillotina, los moldes, para que comiencen un emprendimiento de bolsas y sea un recurso para ustedes en Santa María, porque da plata. Yo no lo hago más porque vendo otras cosas. Realmente Margarita, has conquistado mi alma”. Yo le digo: “no, yo no”. Pero dijo: “Algo me ha pasado”. Y voy a volver a traerte las cosas y cuando esté más tranquilo, voy a decirte qué me ha pasado. Así fue con M., de Mar del Plata y con su señora, que hasta se llevó las bolsitas mal hechas de recuerdo.

(Margarita B, Santa María de Catamarca)

Normas(500)