No hizo mucho ruido. Pocos se enteraron de que una quinta a orillas del lago Acaray (Ciudad del Este, Paraguay)empezaba a poblarse de un heterogéneo grupo de ocho personas procedentes de Brasil y Paraguay entre los cuales, además, había dos italianos y una ecuatoriana. Sin embargo, durante 10 días, esa casita en el “Km 8” de Ciudad del Este fue el hogar de quienes, aunque parezca mentira, conformaban una familia −espiritual pero genuina− abierta a las muchas personas que la visitaron y desde la que los integrantes de ese “Focolar temporario trinacional” partían día y noche para las metas más variadas. La alegría fue la nota dominante de esos días de mucha actividad −y pocas horas de sueño, por cierto− que nunca dejaron de parecerse a la vida ajetreada, con imprevistos, risas, discusiones, reconciliaciones y sobre todo mucho cuidado del otro que caracterizan la vida de cualquier familia.
La aventura comenzó con una intensa jornada en el colegio Sagrada Familia de Nazaret. Ni bien bajados de la camioneta que los traía, los focolarinos alcanzaron a Isabela (de Foz de Iguazu), Patricia, Chiara y algunos amigos de éstas y visitaron todas las aulas, explicando a niños y maestras como funciona el “dado de la paz” e interactuando fluidamente con ellos acerca de cómo sembrar paz en nuestros ambientes y crecer como personas de paz. No faltó el juego, divertidísimo y muy educativo. Luego el “Focolar temporario” recibió a un buen grupo de interesados en conocer el estilo de vida y la espiritualidad que propone el Movimiento. Entre ellos, algunas parejas muy jóvenes que quieren profundizarla en la vida familiar.
Los días siguientes −en el medio de la vida doméstica y las conversaciones con quienes llegaban− se dedicaron a las visitas a familias que hacía mucho habían conocido a los Focolares. Mientra tanto… quién cocina, quién atiende a la visita, cuándo hacemos las compras o cuando limpiamos la casa… éstos y otros entretelones de la vida familiar se resolvían con una mirada o con un ofrecimiento, o bien con un cambio de planes consensuado. Sin perder la calidez en el alma y fuera de ella.
En Foz de Iguazú, que queda en Brasil pero “ahí no más” al cruzar el puente, el CAIA (Centro de Atención Integral al Adolescente) recibió la pequeña comunidad local del Movimiento para el encuentro en torno a la “Palabra de vida”. Foz es una ciudad universitaria, y por esta razón muchos de sus habitantes −incluyendo al pequeño grupo de los Focolares− vienen de otras partes de este país-continente e incluso del exterior, como Max, haitiano, quien conoció el Movimiento en Campinas y lo buscó y encontró, facebook mediante, ni bien llegado aquí.
El grupo también pudo visitar al hermano Joaquim, convaleciente después de un accidente. ¡No podían faltar en el cumpleaños de don Zenón! Toda una institución en la comunidad focolarina esteña. Asado de por medio, esa noche de frío polar fue otra preciada oportunidad de experimentar el calor de la familia y de conocer a nuevos amigos.
Las visitas a los obispos fue importante para esta “misión”. Desde sus orígenes, los Focolares, nacidos en el seno de la Iglesia Católica, están acostumbrados a “no dar un paso” sin la explícita aprobación de quien tiene el don del discernimiento y el de “conducir el rebaño”.
Con mons. Dirceu Vegini, obispo de Foz do Iguaçu, también los quiso acompañar Adnan El Sayed, un gran amigo musulmán, junto a su suegra. Allí surgió la idea de la reedición de un evento interreligioso dedicado a María, que el islam honra como modelo de virgen y mujer virtuosa, única mujer nombrada en el Corán, que le dedica un capítulo entero. “Propuse que esta vez el evento sirviera además para conformar un equipo estable de personas que sigan su legado en el trabajo para el bien de la comunidad ciudadana, con acciones sociales realizadas por musulmanes y cristianos juntos, con todos los que quieran sumarse”, relata Adnan. Mons. Dirceu bendijo la iniciativa y sugirió en el trabajo para la comunión y la unidad del clero y entre los movimientos eclesiales un camino de acción.
Días después, el operativo comenzó a concretarse, en la Sociedade Beneficiente Islámica de Foz, casa de los musulmanes chiíes, donde se reunieron también suníes y católicos, con una predominante presencia femenina, junto al sheikh Mohamad Khalil y al padre Carlos Sosa, en representación del obispo.
En Ciudad del Este, mons. Guillermo Steckling confió como a hermanos sus preocupaciones pastorales, y se alegró de la presencia de estos “apóstoles de la unidad”, tan necesaria en una ciudad “con todo por hacer” desde el punto de vista pastoral, eminentemente comercial, compuesta por inmigrados de otras localidades del país.
El viernes de noche fueron al “focolar” los miembros del Grupo Esperanza Viva. Fuertes los testimonios de quienes encontraron en la vida del Evangelio un nuevo sentido de vida que le permitió rehabilitarse de las adicciones. Alrededor de una ricas pizzas caseras y con más amigos se celebró acto seguido la concurrida “despedida” del “Focolar” que la madrugada siguiente continuaría su marcha rumbo a Argentina.
Comandante Andresito es un joven y próspero municipio a unos 120 km de Puerto Iguazú. Fundado en los años 80 para colonizar la zona, se dedica a la producción yerbatera y agroganadera. Entre los pobladores de los 90 se cuentan los entrerrianos Gustavo Retamar y su esposa Gladys Larrea. Gustavo había conocido e integrado los Focolares en su juventud, y aún guardaba en el alma (y practicaba) las enseñanzas de Chiara Lubich y lo vivido en esos años. Un día, por esas cosas de la vida se pudo conectar con Fátima, de la comunidad de Foz. Y Gladys, que hacia años buscaba sin éxito entender qué había sido esa experiencia juvenil de su marido, se pudo desquitar “ametrallando” con preguntas a los miembros del Movimiento que encontró en la primera oportunidad: un cumpleaños.
Así fue que el fin de semana el “Focolar temporal trinacional” se convirtió además en “itinerante” y se pobló de nuevos componentes que llegaron desde Resistencia y Posadas. En Andresito, el sábado de noche los amigos de Gladys y Gustavo se congregaron en su casa, junto a los sacerdotes del pueblo, para conocer a sus “viejos nuevos amigos” y saber más de los Focolares. Fue la oportunidad para comprobar el gran aprecio que todos ellos tienen a este matrimonio, que “cambió el rostro” del instituto técnico estatal que Gustavo dirige y Gladys administra.
“Quiero entender qué le pasó a Gabriel” confió Emanuel a Ivanaldo acerca de su amigo del alma, el segundo hijo de los Retamar – Larrea. “Después de volver del festival de jóvenes del movimiento, volvió cambiado. Quiero conocer mejor este estilo de vida y vivirlo como él”.
Y el Focolar se fue así como llegó: sin mucho ruido. Pero dejando en las almas y en los corazones que tocó una estela de luz y de amor. No, no es una frase poética. Se trata de la luz para comprender mejor cómo vivir día a día con una plenitud y una intensidad distintas, con un porqué claro; y de un amor que es respuesta a muchas preguntas existenciales y que se puede transformar en acción en todo momento.
Pero sobre todo dejó el “perfume” de la presencia de Jesús entre quienes se aman como él enseñó. (“Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy presente en medio de ellos”, dijo en Mateo, 18, 20).
Silvano Malini (Ciudad Nueva, Asunción, Paraguay)