“Celebrar para encontrar”, a 100 años del nacimiento de Chiara Lubich

 
Se abrió el 7 de diciembre el año del centenario del nacimiento de Chiara Lubich que se festejará en todos los lugares donde hay personas que han hecho propio, su “Ideal” –como ella solía decir– de unidad y de fraternidad universal.
El logo que identificará todos los eventos que se realicen durante el año 2020.

“Celebrar para encontrar”, este es el lema que se propone impregnar las más variadas manifestaciones que poco a poco veremos surgir a lo largo de 2020. “Celebrar” porque la recordaremos; pero será para dar a muchos la posibilidad de conocer el mensaje que ella personificaba. Especial importancia reviste la exposición “Chiara Lubich ciudad mundo”, ideada por la Fundación Museo Histórico del Trentino y por el Centro Chiara Lubich (Rocca di Papa); que se inauguró ese día y en las Galerías de Trento, su ciudad natal.

¿Por qué el 7 de diciembre de 2019 y no el 22 de enero de 2020, día del aniversario de Chiara? ¿O bien el 14 de marzo, aniversario de su dies natalis? Simplemente porque el 7 de diciembre de 1943, Silvia Lubich se convirtió en Chiara, si se puede decir así. Pocos días antes, en efecto –en lugar de sus hermanitas que se resistían a salir de casa por el frío– había respondido a una petición de su mamá para ir a buscar la leche a un establo cercano; y mientras realizaba este acto de amor, sintió límpida y fuerte una llamada: “Entrégate totalmente a mí”. Al regresar a casa Silvia le escribió una carta apasionada al sacerdote que la acompañaba espiritualmente y él, después de ponerla a prueba, le dio el permiso de consagrarse a Dios para siempre.

Así, aquel 7 de diciembre de 1943, todavía antes del amanecer, durante una misa matutina celebrada expresamente para la ocasión, Silvia secretamente –como ella misma dirá– había “desposado a Dios”. A este respecto escribirá 30 años más tarde:

“Imagina a una joven enamorada; enamorada de ese amor que es el primero, el más puro, ese aún no declarado, pero que empieza a quemar el alma. Con una única diferencia: la joven enamorada así, en esta tierra, tiene en sus ojos la imagen de su amado; esta otra no lo ve, no lo siente, no lo toca, no siente su perfume con los sentidos de este cuerpo, sino con los del alma, a través de los cuales el Amor ha entrado invadiéndola por completo. De ahí una alegría característica, difícil de volver a probar en la vida, alegría secreta, serena, exultante”.

Silvia Lubich –según el registro civil– se había quedado fascinada por la respuesta que santa Clara de Asís le dio a san Francisco, cuando este le preguntó qué deseaba: “¡Dios!”. Aquella joven de 18 años, guapísima y llena de esperanzas, había sabido recoger todos los anhelos de su corazón en aquel único Ser digno de todo amor: “Dios”.

Con este ejemplo en los ojos, Silvia cambió su nombre por el de Chiara (Clara), porque también ella experimentaba en su interior los mismos sentimientos. Cambiar de nombre es como adquirir una nueva identidad. Dicho cambio, deseado primero con el corazón, se verificó el 7 de diciembre de 1943. Aquella mañana Silvia había desposado a Dios transformándose en Chiara.

Más adelante se eligió el 7 de diciembre como fecha simbólica del nacimiento del Movimiento de los Focolares. Con aquel acto de entrega total se había puesto de hecho la primera piedra del mismo. Años después, la Iglesia católica le dará a ese edificio el nombre de “Obra de María”.
Con el nombre: “Dios”, comenzó la divina aventura de Chiara y con ella también la del Movimiento de los Focolares.
“Dios” es todo lo que significa el 7 de diciembre para Chiara Lubich.
Seguramente no hay, pues, una fecha mejor para inaugurar el año del centenario de su nacimiento.

Michele Vandeleene
Fotos: © CSC Audiovisuales

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