Vacaciones Diferentes 5.0: una excusa para el descanso y el encuentro con el otro

 
Por quinto año consecutivo, familias, jóvenes y adultos visitaron una vez más el pequeño paraje salteño de El Espinal, para construir juntos una nueva edición de las vacaciones diferentes.

Durante nueve días (del 4 al 13 de enero), 28 personas de todo Argentina y también de Paraguay asistieron nuevamente a una cita difícil de desestimar: las vacaciones diferentes en El Espinal. Cada una de ellas arribó con sus propios motivos: el merecido descanso después de un largo año, el deseo de explorar nuevos destinos y de disfrutar de la naturaleza, las ganas de construir nuevas relaciones. Para algunas otras significó la vuelta a “casa”. Es así porque este es el quinto año consecutivo que la comunidad de El Espinal y su escuela albergue reciben a este grupo de gente -que varía cada año- que elige pasar sus vacaciones con ellos.

Como ya es costumbre, el programa se iba construyendo día a día entre todos, en la libertad de cada uno participar en aquella actividad que le llamara más la atención o, si lo necesitaba, de quedarse a descansar. Bajo esa pauta se llevaron a cabo paseos en tractor y caminatas por los más variados terrenos, tardes de río y sol, noches de cartas y guitarra, amaneceres en el tabacal y visitas a los trabajos característicos de El Espinal: el tabaco, la apicultura y el telar. De la misma forma se coordinaron las actividades más básicas de la convivencia: la cocina, el lavado de platos y la limpieza de la escuela. Esas actividades que siempre cuestan en la diaria, pero que bajo el clima de reciprocidad y amor desinteresado que se generó siempre encontraban alguien que las llevara adelante y uno nunca se encontraba haciéndolas solo. Como dice Diego, de Paraguay, que participó en la primeras vacaciones diferentes allá por 2016, y que se encontraba volviendo después de tantos años: “Era así, en esta libertad, que el amor hablaba a través de alguien que ponía la mesa del desayuno, a través de quien cocinaba para todos, quien en complicidad con otros preparaba una torta secreta para quien estaba de cumpleaños, quienes preparaban 500 sorrentinos de 22 gramos exactos cada uno, quien renunció a un día de trabajo por llevarnos de paseo en tractor, quien lavaba los platos, quien preparaba la liturgia y los cantos para las celebraciones y, hasta por quien, aceptaba el acto de amor de los demás ya que necesitaba descansar. Nada era impuesto, todo circulaba entre nosotros y con la gente de la comunidad con total libertad y el amor que recibías te impulsaba a su vez a querer corresponder a ese amor donándote con tus fuerzas y talentos”.

Esos mismos talentos pudieron donarse durante varias “noches de talentos”, a veces improvisadas, pero que siempre traían frutos. Por ejemplo, la participación de la comunidad local, que a pesar de tu timidez, siempre aparecían en la galería de entrada de la escuela para compartir un mate, una canción o una partida de cartas. Otras noches se los invitó también a compartir la comida: ya sea un rico plato de sorrentinos caseros o unos simples panchos, y aunque siempre la comida parecía no alcanzar, terminaba multiplicándose con uno que traía una gaseosa o una fuente de “anchi”, típico postre local. Esta es la experiencia que le dejaron las vacaciones diferentes a Pablo, de La Rioja: “una riqueza especial que recibí este año es esta: cuando se enciende la chispa del amor mutuo, los dones puestos en común, aún siendo pocos o precarios, se multiplican. Sólo me queda en el corazón la alegría de saber que lo poco que uno tiene, si lo comparte, puede que sea más que suficiente para una multitud”.

Es difícil querer condensar la experiencia que supone hacer las “vacaciones diferentes” en palabras, pero este testimonio –que casi parece un poema- de Horacio de Punta Alta, que visita El Espinal desde hace ya cuatro años junto a su esposa Susana y su hijo Joaquín, parece expresar esta edición 2020 de manera casi perfecta:

“Algunas notas sobre El Espinal 2020:

Y Dios bendice lo bueno, y El Espinal es un lugar bendecido.
En este cuarto año que participamos de las Vacaciones Diferentes, no deja de sorprendernos.
La llegada implica importantes esfuerzos; que se ven disminuidos por el gran deseo de reencontrarnos o encontrarnos por primera vez con tantos.
El programa de los días, ya prefijados, tiene la cualidad de estar anclado en el presente. De un momento a otro, por algún “signo” todo cambia y cada presente tiene una gran dosis de eterno. Por ejemplo: te podes encontrar con una persona caminando, cocinando, limpiando baños, visitando; compartiendo la vida y tal vez sea el único momento, pero quedará sellado para siempre.
Dios habla a través de la naturaleza, de las personas, de la Comunidad. Es todo preparado y como regalo para encontrarnos… Encontrarnos primeramente con nosotros mismos, porque el Amor genera la libertad y la paz necesaria para que así sea; nos encontramos con la Creación en formidables e increíbles paisajes; pero también nos encontramos con muchísimas personas que Dios pone, como don, en nuestro caminar.
El Espinal congrega personas muy distintas; culturalmente, en formas, en edades, en modos de pensar y concebir la vida. Casi como un “milagro” nos hace verdaderos hermanos. Dios hace la familia , la verdadera FAMILIA y esta es la verdadera experiencia que hacemos en El Espinal.


Alguien me preguntó: “¿Son verdaderas vacaciones?” Para mi es una de las experiencias de plenitud más importante de mi vida.
Sin dudas, en el Amor se descansa…
“¿Será nuestro último año?”, siempre nos preguntamos cuando partimos o al volver a casa. Solo Dios sabe esto, pero en un silencio cómplice, en nuestro interior, sin querer comprometer al otro, sale la pregunta: “¿vamos a volver?” Es muy difícil no querer volver a nuestro querido Espinal.
Gracias a todos por ser parte de esta hermosa y loca aventura Espinalera”.

Queda entonces, hecha la propuesta y abierta la invitación. Solo basta empezar a construir juntos las Vacaciones Diferentes 6.0.

Colaboración de Sol Wanba

 

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