“Yo tengo tantos hermanos, que no los puedo contar, en el valle, la montaña, en la pampa y en el mar. Cada cual con sus trabajos, con sus sueños cada cual, con la esperanza delante, con los recuerdos, detrás. Gente de mano caliente por eso de la amistad, con un rezo pa’ rezarlo, con un llanto pa’ llorar, con un horizonte abierto que siempre está más allá”. La canción de Atahualpa Yupanqui viene a cuento pensando en el vínculo que se ha creado entre tantos que, durante los más de

50 años de existencia de la Mariápolis Lía, han hecho en algún momento la experiencia de vivir en ella “la utopía del mundo unido” y ha marcado sus vidas.

Sin duda ese vínculo es el que aflora con fuerza y explica, en buena parte, el “milagro” de la sustentabilidad y desarrollo de la ciudadela en el contexto de situaciones económicas muy difíciles, tanto en los primeros años de los pioneros, como en el contexto de crisis económicas externas que la han puesto en la necesidad de reinventar sus actividades económicas para salir adelante. Pero también siempre, se han sumado generosas donaciones de quienes en la ciudadela se sienten hermanados, haciendo concreto con su aporte el amor providencial de Dios.

Son los mismos que, en ocasión de la pandemia que nos aflige, han expresado incluso el deseo de hacer algo más sistemático, con aportes mensuales a la medida de cada uno, que sumados hacen mucho, y convertirse en Colaboradores de la Mariápolis. El objetivo sería lograr que, además de las actividades productivas propias de la ciudadela, ésta pueda contar con un ingreso fijo mensual que le permita llevar adelante sus múltiples objetivos, sobre todo en lo que atañe a la Escuela de Jóvenes

Como estrategia, lo que se propone es un pequeño aporte mensual de muchos en vista a una contribución constante y consistente. Como modalidad, cada integrante autoriza un débito mensual automático, que se mantendra mientras la persona así lo disponga.

HR

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