El “antivirus” al alcance de todos

 
En este testimonio se pone en evidencia la importancia de los pequeños "actos de amor" cotidianos. Los gestos que cambian las relaciones y construyen la verdadera "nueva normalidad"

Es una mañana más en tiempos de coronavirus, pero cada mañana es única para cada quien, con su historia, su momento presente, su forma de ser y estar en el mundo. La mía, inició hoy con la lectura de un artículo que me envió un familiar extranjero por WhatsApp: “Algunas noticias buenas”. Entre otras, resumía que China no reportó nuevos casos, que hay investigaciones exitosas sobre vacunas en Israel, siete casos de Nueva Delhi que fueron tratados por Coronavirus fueron remitidos con el tratamiento adecuado y más…

Continúa la mañana, con la noticia de que un familiar de otro lado del mundo, tenía síntomas compatibles con la enfermedad y que no lograba comunicarse a la línea de atención indicada… Acto seguido, amanece también mi propia familia, con cierto entusiasmo y sentido de compromiso al sentir que tendrían tarea virtual para ir resolviendo y continuar el año que apenas estaba comenzando.

Un flamante universitario, una alumna de secundaria y una niña de primaria, listos para “hacer la tarea”. Prenden sus dispositivos y leen el temido aviso “sin señal, estamos trabajando para usted”. Un exabrupto de la adolescente, me llama la atención y empatizo con ella explicando que el cambio repentino de situación social, podría alterar nuestro carácter y forma de comunicarnos. Le presento como alternativa y propuesta, pensar en vivir como familia en aquella sabia frase: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hagan a ti… aunque la realidad no cambie, hagamos las cosas solo por amor”.

El padre de familia se suma a la escena, preocupado por estar ausente en aquella reunión virtual importante de trabajo.

Frustración, desaliento y cierto enojo, circulan en el hogar, hasta que cada uno descubre que puede volver a intentar más tarde, y que es un imponderable que se resolverá durante el día.

Si algo falta en el cuadro descripto, es que quizá le esté prestando más atención a todo esto, porque ya llevo unos meses sin poder trabajar a raíz de un accidente. Tolerar y lidiar con aquello que no puedo hacer ni cambiar, y aceptar que los tiempos externos e internos no coinciden ni se alinean según mi antojo, me hizo un poco más fuerte y receptiva para captar y entender este tiempo de aislamiento social necesario para el cuidado de todos.

Mientras sigo rumiando mis pensamientos, llegan a mis manos dos nuevos artículos: Uno llamado REDEScubrirnos, cita al papa Francisco en su mensaje para las comunicaciones sociales 2016: “Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger.”

El presente texto se escribió hoy en mi mente, gracias a un WhatsApp esperanzador que un afecto cercano me compartió. Estemos atentos y vigilantes para rescatar aquello que nos ayude a construir un mejor día, sabiendo que éste incluye momentos de incertidumbre, de enojo o desolación. Son parte y esencia de nuestro ser, además de ayudarnos a superar lo que nos cuesta. El segundo artículo finaliza diciendo: “Vamos a hacer renacer la esperanza en nuestros corazones a través del ‘antivirus llamado fraternidad’.”

Observo a mi alrededor y veo a una de mis hijas alcanzando un café a su hermano, mientras escucha su clase universitaria online porque se restableció la conexión. Confirmo que el amor recíproco es la primera y la más efectiva receta que nos ayuda en todos los tiempos.

Elena K. (Buenos Aires, Argentina)

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