Movimiento de los Focolares

Estudiantes cristianos y musulmanes en una escuela de convivencia

Está en curso (del 25 al 30 de agosto), en Tonadico (Trento, Italia) la cuarta Escuela de Verano “Interfaith Engagement in Theory and Practice”, promovida por el Instituto Universitario Sophia en colaboración con el Islamic Institute of England (Londres, RU) y el Risalat Institute (Qum, Irán). Participan 42 estudiantes cristianos y musulmanes chiitas. Entre los docentes están Piero Coda (Directos del IUS) y Mohammad Shomali (Director del Centro Islámico de Londres). El objetivo de la Escuela de Verano es ofrecer un espacio de reflexión y de intercambio de los patrimonios culturales y religiosos del Cristianismo y el Islam y sobre las perspectivas de diálogo y colaboración recíprocas, a la luz de los actuales desafíos.

Palabra de vida – Septiembre 2017

Jesús está en la plenitud de su vida pública, en medio de su anuncio de que el Reino de Dios está cerca, y se prepara para ir a Jerusalén. Sus discípulos, que han intuido la grandeza de su misión y han reconocido en Él al Enviado de Dios que todo el pueblo de Israel aguardaba, esperan por fin liberarse del poder de Roma y ver el alba de un mundo mejor, portador de paz y prosperidad. Pero Jesús no quiere alimentar esas ilusiones; dice claramente que su viaje hacia Jerusalén no lo llevará al triunfo, sino más bien al rechazo, al sufrimiento y a la muerte; revela también que al tercer día resucitará. Son palabras tan difíciles de entender y de aceptar que Pedro reacciona y muestra su rechazo a un proyecto tan absurdo; incluso intenta disuadir a Jesús. Después de una seria regañina a Pedro, Jesús  se dirige a todos los discípulos con una invitación desconcertante: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Con estas palabras, ¿qué les pide Jesús a sus discípulos de ayer y de hoy? ¿Quiere que nos despreciemos a nosotros mismos, que nos volquemos todos en una vida ascética? ¿Nos pide que busquemos el sufrimiento para ser más gratos a Dios? Esta Palabra nos exhorta más bien a seguir los pasos de Jesús acogiendo los valores y exigencias del Evangelio para parecernos cada vez más a Él. Lo cual significa vivir con plenitud la vida entera, como hizo Él, incluso cuando aparece en el camino la sombra de la cruz. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». No podemos negarlo: cada uno tiene su cruz. El dolor, con sus variadas caras, forma parte de la vida humana, pero nos parece incomprensible, contrario a nuestro deseo de felicidad. Pero ahí es precisamente donde Jesús nos enseña a descubrir una luz inesperada. Como sucede cuando, al entrar en algunas iglesias, descubrimos lo maravillosas y luminosas que son sus vidrieras, que desde fuera parecían oscuras y sin belleza. Si queremos seguirlo, Jesús nos pide que trastoquemos completamente nuestros valores, quitándonos nosotros del centro del mundo  y rechazando la lógica de buscar el interés personal. Nos propone que prestemos más atención a las necesidades de los demás que a las nuestras; que usemos nuestras energías para hacer felices a los demás, como Él, que no perdió ocasión de consolar y dar esperanza a aquellos con quienes se encontraba. Y por este camino de liberación del egoísmo podemos comenzar a crecer en humanidad, a conquistar la libertad que realiza plenamente nuestra personalidad. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Jesús nos invita a ser testigos del Evangelio aun cuando esta fidelidad sea puesta a prueba por pequeñas o grandes incomprensiones del entorno social en que vivimos. Jesús está con nosotros, y quiere que nos juguemos la vida con Él por el ideal más atrevido: la fraternidad universal, la civilización del amor. Esta radicalidad en el amor es una exigencia profunda del corazón humano, tal como atestiguan personalidades de tradiciones religiosas no cristianas que han seguido la voz de la conciencia hasta el fondo. Escribe Gandhi: «Si alguien me matase y yo muriese con una oración por mi asesino en los labios y el recuerdo de Dios y la consciencia de su viva presencia en el santuario de mi corazón, solo entonces se podrá decir que poseo la no- violencia de los fuertes»1. Chiara Lubich encontró en el misterio de Jesús crucificado y abandonado la medicina para sanar cualquier herida personal y cualquier desunidad entre personas, grupos y pueblos, y compartió con muchos este descubrimiento. En 2007, con ocasión de un congreso de movimientos y comunidades de distintas Iglesias en Stuttgart (Alemania), escribió: «También cada uno de nosotros sufre en la vida dolores por lo menos un poco semejantes a los de Él. […] Cuando sentimos […] estos dolores, acordémonos de Él, que los hizo suyos: son poco menos que una presencia de Él, un modo de participar en su dolor. Hagamos como Jesús, que no permaneció petrificado, sino que añadió a ese grito las palabras: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46) y volvió a abandonarse en el Padre. Como Él, también nosotros podemos ir más allá del dolor y superar la prueba diciéndole: “En ella te amo a ti, Jesús abandonado; te amo a ti, me recuerda a ti, es una expresión de ti, un rostro tuyo”. Y si en el momento siguiente nos lanzamos a amar al hermano y a la hermana y a hacer lo que Dios quiere, la mayoría de las veces experimentamos que el dolor se transforma en alegría […]. Los pequeños grupos en que vivimos […] pueden conocer pequeñas o grandes divisiones. También en ese dolor podemos ver su rostro, superar ese dolor en nosotros y hacer lo que sea con tal de recomponer la fraternidad con los demás. […] La cultura de la comunión tiene como camino y modelo a Jesús crucificado y abandonado»2. LETIZIA MAGRI ________________________________

  1. M. K. GANDHI, Antiche come le montagne, Ed. di Comunità, Milán 1965, pp. 95-96.
  2. C. LUBICH, «Por una cultura de comunión», Encuentro Internacional «Juntos por Europa», Stuttgart (Alemania), 12-5- 2007: sito web http://www.together4europe.org/
María Voce: Diálogo, un estilo de vida/2

María Voce: Diálogo, un estilo de vida/2

Emmaus 3Después de haber ilustrado los puntos del arte de amar, según la expresión que a Chiara Lubich le gustaba usar, María Voce se pregunta: « Pero ¿cómo vivir este arte que no se basa en los sentimientos o buenos propósitos, sino que hay que practicarlo con la medida requerida por Jesús, o sea, hasta dar la vida? ¿Existe una clave, un secreto, que nos haga cada vez más capaces de vivir con esta medida?». Y habla del “momento culminante” de la pasión de Jesús, cuando se sintió abandonado por el Padre (Mt 27,46), y sin embargo se confía en sus manos (Lc 23,46), superando «aquel inmenso dolor, y reconduciendo de esta manera a los hombres al seno del Padre y a la comunión entre ellos». «¿Cómo podemos vivir este misterio de Jesús abandonado-resucitado? ¿Cómo lograr progresar cuando en el camino ecuménico nos enfrentamos en las cuestiones acerca de la verdad?», se pregunta todavía la presidente. « “Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús: – escribe el apóstol Pablo a los Filipenses – el cual, siendo de condición divina, no consideró un privilegio el ser igual a Dios,  sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de, siervo haciéndose semejante a los hombres” (Fil 2,5-7).  Con esta actitud podemos transmitir de un modo creíble la verdad de Cristo. Cristo se despojó de todo, como un don de amor». Y el Papa Francisco, en la conclusión de la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, el pasado 25 de enero, citaba: “Si vivimos este morir a nosotros mismos por Jesús, nuestro antiguo estilo de vida queda relegado al pasado y, como le sucedió a san Pablo, entramos en una nueva forma de existencia y de comunión”. «Chiara Lubich,  a esta nueva forma de existencia y de comunión la llama: “Jesús en medio de nosotros”. Esta expresión se refiere a la promesa de Jesús de estar presente entre aquellos que están reunidos en su nombre, que significa en su amor (Mt 18,20). Esta presencia del Resucitado entre los suyos es decisiva para el ecumenismo». Desde 1996, tras un encuentro con un millar de anglicanos y católicos, Chiara empieza a hablar del ecumenismo “del pueblo”. Y sobre ese espíritu nació el camino de “Juntos por Europa”, comunión y colaboración ya entre más de 300 Movimientos y comunidades de diferentes Iglesias. «Sin una verdadera reconciliación – afirma María Voce – no se progresa en el camino hacia la unidad. Y esta reconciliación caracteriza hasta el día de hoy la comunión entre los Movimientos». Finalmente, concluye la presidente: «En la línea de lo sucedido en Lund el 31 de octubre de 2016 – continúa –, cuando el Papa Francisco, juntamente con el Presidente de la Federación Luterana Mundial, el obispo Dr. Munib Younan, quisieron  conmemorar juntos el comienzo de los 500 años de la Reforma, he manifestado que debemos dar un nuevo impulso al compromiso ecuménico que caracteriza nuestro Movimiento». Así, nació en la ciudadela cercana a Augsburgo “La Declaración de Ottmaring” que «quiere ayudarnos a pensar ecuménicamente: recordar que cualquier hermano al que encuentre, ya sea de mi Iglesia o de otra Iglesia, pertenece al cuerpo de Cristo, a aquel cuerpo por el cual Cristo dio su vida. Éste es un compromiso absoluto que asumimos como Movimiento de los Focolares y que podemos hacer que penetre en el hoy de cada dimensión de la vida humana. El ecumenismo es una necesidad de los tiempos. Debe seguir adelante, porque responde a la necesidad que todos tienen, aunque sea inconscientemente. Si las personas tienen la oportunidad de encontrarse con Jesús presente entre los cristianos que se aman, nacerá en ellos la fe, cambiarán el modo de comportarse, buscarán la paz y soluciones de justicia, y se comprometerán a favor de la solidaridad entre los pueblos. Sólo si estamos unidos los cristianos, el mundo podrá encontrar a Dios». Lee el texto integral en italiano.

María Voce: Diálogo, un estilo de vida/1

María Voce: Diálogo, un estilo de vida/1

Emmaus 2«En el mundo de hoy, tan globalizado e interdependiente, el diálogo parece la única vía para la supervivencia de la Humanidad. O luchamos los unos contra los otros hasta destruirnos recíprocamente o dialogamos; en efecto, sólo la apertura al otro y el diálogo crean vida y conducen a la vida, porque basan cada acción en el habernos reconocido hermanos, hijos de Dios. Y me parece captar que el Espíritu Santo está empujando un poco por todas partes a nuestras Iglesias en esta dirección: a dialogar para volver a encontrar la unidad rota durante los siglos, para dar, como cristianos, un testimonio común ante el mundo según la oración de Jesús: “Padre, que todos sean uno, para que el mundo crea” (Cf. Jn 17)». Así comienza María Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, su articulada intervención. Inicia con su testimonio ecuménico personal hasta el encuentro con la espiritualidad de la unidad: «En los años ’60, a través de la experiencia de Chiara Lubich, que había tenido contacto con algunos cristianos miembros de la “Fraternidad de vida común” de Alemania», se abre, para el Movimiento, el diálogo ecuménico. Nace, en 1965, la ciudadela de Ottmaring (Alemania), en la que conviven católicos y evangélicos». Durante el Concilio Vaticano II, Chiara entra en contacto con algunos Observadores de otras Iglesias.Inician así las “Semanas ecuménicas”, en las que, anualmente, cristianos de diferentes Iglesias nos comunicamos recíprocamente las experiencias de la Palabra vivida, poniendo el acento, sobre todo, en el Mandamiento nuevo de Jesús: “Ámense los unos a los otros como yo les he amado” (Jn 13,34). En el histórico encuentro del 13 de junio de 1967 entre el Patriarca ecuménico Atenágoras I y Chiara Lubich, María Voce se encontraba en Estambul, en Turquía, como responsable del Movimiento a nivel local. «Ése fue el primero de 25 encuentros que Chiara tendrá con aquella gran figura carismática. Atenágoras se declara “su discípulo” y desea un focolar en Constantinopla». Seguirán otros encuentros ecuménicos importantes. «Cristianos de las más variadas Iglesias han querido compartir la espiritualidad de la unidad y muchos se han sentido llamados a las diferentes vocaciones específicas del Movimiento, aun permaneciendo cada uno y cada una bien insertados en su propia Iglesia». María Voce, en efecto, recuerda «El diálogo no se realiza entre las culturas, sino entre las personas. O mejor dicho, se vive en diálogo». Y añade: «El fundamento del diálogo es Dios, Dios que es amor y Padre de todos nosotros y que nos hace a todos hijos en el Hijo, a todos hermanos, a todos una única familia. Desde el principio, Chiara hizo de la oración de Jesús “Que todos sean uno” – que podemos traducir en “hacer de toda la Humanidad una única familia” – el objetivo de su vida y ha invitado a millones de personas, en el mundo entero, a comprometerse a vivir para realizarla». Para los Focolares, por lo tanto, «el diálogo es un estilo de vida, una cultura nueva, que el Movimiento puede y quiere ofrecer a los hombres y a las mujeres de hoy». Y que debe ser «sostenido y sustanciado por la misericordia, por la compasión, por la caridad». María Voce cita a Chiara Lubich que, en 1970, escribió: “Si nosotros no tenemos la caridad, no tendremos la luz de Dios y el diálogo, cualquier diálogo, puede resultar estéril, infructuoso»[i].Y, siempre Chiara Lubich: «Quien está a mi lado ha sido creado como un don para mí y yo he sido creada como un don para quien está a mi lado. En la Tierra, todo está en relación de amor con todo: cada cosa con cada cosa. Pero es necesario ser el Amor para encontrar el hilo de oro entre los seres »[ii]. La presidente de los Focolares, después, ilustra el así llamado “arte de amar”, que se resume en pocos puntos: amar a todos, amar siempre, ser los primeros en amar, “hacerse uno” con el otro (Cf. 1Cor 9,22). «De esta manera el prójimo se siente comprendido, aceptado, aliviado». (Primera parte)   [i] C. LUBICH, Discurso a los focolarinos,1970. Texto no publicado cit. por Vera Araujo, Il quinto dialogo del Movimento dei Focolari. Cosa è, cosa vuole, cosa fa, 7 [ii] C. LUBICH, Escritos Espirituales 1, “El atractivo de nuestro tiempo”, Ciudad Nueva, Madrid 1995, 134.

Sucio y maloliente

Sucio y maloliente

La sala de espera de la Policlínica estaba repleta, porque allí atienden varios médicos. Había sólo dos sillas vacías, una al lado de una señora muy elegante y la otra cerca de un señor del cual provenía un olor muy fuerte – su ropa manifestaba una higiene muy deficiente-. Tal vez estaba allí para resguardarse del intenso frío de la calle. Mi primer impulso fue el de sentarme al lado de la señora, porque aquel olor me producía náuseas. Sin embargo, no pude evitar pensar que si Jesús está presente en cada prójimo, seguramente estaba también en ese pobre. No había excusas: mi lugar estaba al lado de él, ésa era la persona que debía preferir, justamente por su aspecto impresentable, porque era un “descartado”. Fue así que, me senté allí, junto a él, venciendo el natural rechazo que sentía, bajo las miradas maravilladas de la gente. Inmediatamente ese hombre empezó a hablarme: “Pero, ¡qué lindo suéter, qué lindos pantalones! ¡Qué hermoso sería tener ropa así!”. Cuando empezó a tocar mis pantalones para apreciar la calidad y hablar con más entusiasmo de mi ropa, debo admitir que empecé a sentirme incómodo. Salus 1La gente miraba y esperaba mi reacción. Entonces me dediqué completamente a él, tratándolo con dignidad, sin juzgarlo, viendo en él a un hermano. Importaba poco si lo que me contaba de su vida era cierto o no… Comprendía que necesitaba que alguien lo escuchara, lo valorara y lo hiciera sentir importante. Trataba de no prestarle atención al hecho, de que él, cuando hablaba, su saliva salía disparada sobre mi ropa. Sentía que este esfuerzo me sacaba de una forma de vivir cómoda y que haciendo así habría logrado amar a esa persona. Le propuse vernos al día siguiente para tomar un café. Mi nuevo amigo se quedó sorprendido y contento. Obviamente, muchas personas nos estaban escuchando. Al final, sentí que me llamaban por mi nombre y entré a la consulta médica. Cuando salí, “mi” pobre ya no estaba más. En la sala de espera ya casi vacía quedaba sólo la señora elegante, que se me acercó con una linda sonrisa: “Disculpe si lo molesto – me dijo-. Seguí toda la conversación que mantuvo con ese señor. Me parecía que su paciencia no tenía límite. Hubiera querido hacer lo mismo, pero no tuve el coraje de hacerlo. Escuché cada palabra suya, y parecía que Ud. estaba verdaderamente interesado en esa conversación tan particular. Cuando Ud. entró a ver al médico, ese señor se levantó, nos agradeció por la paciencia y nos dijo: ‘Él sí que es un amigo. Nunca lo había visto antes, pero me amó de verdad. Para él, ¡yo soy de verdad una persona importante!’. Después se fue. Cuénteme, ¿por qué Ud. actuó así con él?”. Le respondí que soy cristiano y que quiero amar y servir a cada prójimo, y especialmente a aquéllos que más sufren, como haría un padre con su hijo.La señora se mostró sorprendida. Reflexionó un poco y después, sonriendo, me dijo: “Si vivir como cristiano significa esto, tal vez puedo reencontrarme con aquella fe que perdí hace mucho tiempo”. Al día siguiente fui a tomar el café con mi nuevo amigo. Le llevé algo de ropa limpia. Cuando nos despedimos, me abrazó. Entre lágrimas me confesó: “Hacía tiempo que nadie me trataba como un ser humano que tiene necesidad de afecto y amor”. Extraído de Urs Kerber “La vida se hace camino” . Ed. Ciudad Nueva, Buenos Aires (AR) 2016, páginas 15 y 16.